Capítulo XXIV: La madriguera.
A Caslya le dolían los pies. Habían estado caminando a través del bosque durante más de una hora y eso la chica podía sentirlo. Estaba acostumbrada a caminar, a correr y a trepar, pero seguir el ritmo de Kyriel le resultaba agotador. Aún más después de casi haber sido arrollada por caballos... Rápidamente espantó el recuerdo que corroía su mente y se centró en el guardián frente a ella.
Kyriel no parecía inquieto, mucho menos preocupado por lo que había acontecido minutos atrás, sin embargo, Caslya intuía, por la forma en la que su mano estaba sobre su daga, que el joven se mantenía alerta mientras avanzaban entre los árboles. Y en el fondo, ella lo agradecía. Después de todo, aquel bosque era demasiado grande, demasiado espeso y oscuro para que ambos bajaran la guardia.
—¿Crees que nos haya seguido? —preguntó mirando detrás de ella. A pesar de que la seguridad quería instalarse nuevamente su sistema, la idea de que la oscuridad surgiera de la nada la mantenía intranquila—. Es decir..., ¿crees que nosotros éramos sus blancos?
Kyriel no le dirigió la mirada cuando contestó.
—Tú eras su blanco.
Caslya sintió un escalofrío.
—Pero también te atacaron a ti.
—Ningún caballo iba en mi dirección —indicó él sin mayor emoción en su voz—. Me retuvieron porque, de no hacerlo, te habría salvado.
Tal y como hiciste. Quiso decir ella, pero fue incapaz de hacerlo, ya que él le había dejado en claro que no había sido por voluntad propia. Él la había salvado porque era su misión. No había ninguna otra razón oculta detrás de sus actos, y por más que ella lo tenía presente...
Kyriel la tomó del brazo con cierta rudeza y ella se desconcertó. Buscó su mirada, pero observó que él se encontraba mirando la brújula. La misma tenía un comportamiento extraño, y eso Caslya lo había notado cuando, momentos atrás, el guardián la había abierto. No apuntaba al Norte, sino que parecía estarles guiando a una ubicación en el Este. ElOtroLado, pensó Caslya, sin embargo, la simple idea despertaba en ella nervios y una insaciable curiosidad.
—¿Qué sucede?
Él le hizo una señal para que se callara. A veces, la chica se preguntaba si de verdad era necesario que guardaran silencio o simplemente él se cansaba de oírla. La segunda opción ganaba por mucho. Aun así, Caslya apretó sus labios e intentó comprender lo que estaba sucediendo.
Kyriel miró la brújula y luego el frente, al tiempo que la joven contemplaba como la aguja del artefacto parecía haber enloquecido.
—Llegamos —dijo él apartando su mano de ella y Caslya no pudo evitar mirar a todas partes.
—¿Éste es ElOtroLado? —preguntó y la decepción tiñó sus palabras. Durante un segundo se sintió como una niña cuando cruzó sus brazos sobre su pecho—. Esperaba algo más..., más... Otra cosa. Esperaba otra cosa, no simplemente la continuación del bosque.
Por primera vez desde que habían entrado al bosque, él fijó sus ojos en los de ella; y por primera vez desde que se habían conocido, Caslya fue capaz de ver un dejo de diversión brillando en sus iris azules. Fue tan ligero, tan sutil, que por un instante ella creyó que lo había imaginado.
—Éste no es ElOtroLado—explicó él desviando la mirada hacia delante; recuperando la indiferencia en su expresión—. Es la entrada a ElOtroLado.
La confusión la invadió y la llevó a mirar en rededor otra vez. Sabía que debía haber algo oculto, tal vez una puerta entre los árboles o incluso dicha entrada podría estar delante de sus narices escondida por la magia. No obstante, no era capaz de sentir nada más que una fresca brisa acariciar su rostro.
—¿La entrada?
Kyriel no respondió, sino que avanzó y ella siguió sus pasos en silencio. En algún momento Caslya se acostumbraría a él, o eso esperaba, pues cada vez que la dejaba con la intriga cosquilleando en sus palmas, deseaba poder inmovilizarlo y no dejarlo ir hasta que le contestara. De cualquier forma, no fueron muchos los pasos que dio el joven guardián.
Cuando se detuvo cerró la brújula y la guardó dentro de la bolsa que les había dado Ares con el resto de las provisiones.
—Entra —ordenó y durante un segundo, ella se desconcertó.
—¿A dónde?
Kyriel señaló con su mentón una madriguera.
—Tienes que estar bromeando —dijo ella.
—No me gustan las bromas. —Caslya lo miró durante unos largos segundos. Claro que no le gustaban las bromas, en realidad, la chica no era capaz de imaginar al guardián junto a ella haciendo algo que le resultase agradable... —Así que muévete. La entrada podría desaparecer en cualquier instante.
Al oír eso, ella regresó la mirada a la entrada de la madriguera con resignación. Debía llegar a ElOtroLado y si esa era la única entrada... Caslya suspiró y se agachó. No temía ensuciarse, ni siquiera le molestaba arrastrarse por la tierra o encontrar algún insecto, sin embargo, mirando la oscuridad dentro del túnel de tierra, sintió un escalofrío.
Sin poder evitarlo miró por encima de su hombro y observó que la mirada de Kyriel estaba sobre ella. Aquello, en vez de tranquilizarla, la hizo sentir avergonzada, ya que el guardián alzó una ceja en actitud impaciente. Instintivamente ella regresó la mirada a la entrada y tomó valor.
—Aquí vamos —susurró para sus adentros.
Y luego comenzó a avanzar.
La tierra humedecida bajo sus manos se colaba bajo sus uñas, al tiempo que el aroma de la misma despertaba en ella añoranza, pues muchas veces, cuando despertaba por la mañana después de una terrible lluvia, se sentaba en el pórtico junto a Elián a contemplar el amanecer con una infusión de manzanilla en sus manos. Solían quedarse en silencio y todo resultaba acogedor... Caslya negó con la cabeza antes de que alguna lágrima rodara por su mejilla.
¡Concéntrate, Caslya! Se ordenó y regresó la mirada al frente.
Todo era oscuridad y a la chica le era difícil distinguir que había delante. Estar ciega en un espacio tan pequeño le resultaba inquietante. A pesar de eso, no se sentía en peligro. Kyriel estaba detrás de ella, y aunque Caslya no podía asegurar qué tan cerca él se hallaba, le oía avanzar.
—¿Cuánto falta? —preguntó ella conteniendo la necesidad de mirar a sus espaldas.
Kyriel no respondió y eso no se le hizo extraño, sin embargo, ella rodó los ojos de igual modo. En aquel momento preferiría estar acompañada de cualquier otro guardián, inclusive Haniel, con su peculiar encanto debía ser una mejor compañía.
Una extraña corriente de aire la hizo estremecer y una dulce fragancia desconocida la llevó a arrugar la nariz. ¿Provenía de ElOtroLado? Caslya avanzó con eficacia, evitando trozos de ramas rotas y piedras que se atravesaban en su camino. Quería saber qué le esperaba al final de la madriguera y cuando vio aquel destello de luz no pudo evitar gatear con más rapidez.
—Ve con cautela —masculló Kyriel, pero a la chica se le hizo difícil obedecer cuando el exterior se volvió claro. Así, cuando sitió el susurrar del viento entre los árboles alcanzó el exterior.
Caslya oyó a Kyriel chasquear su lengua ante su desobediencia, pero fue incapaz de brindarle atención, pues antes de que pudiera contemplar el desconocido paisaje de ElOtroLado e impidiendo que una sonrisa se asomara a sus labios, una mano la tomó por el antebrazo y tiró de ella hacia fuera, hacia la superficie.
Todo fue demasiado rápido, brusco, y cuando quiso darse cuenta, el filo de una espada estaba en su cuello. Caslya intentó liberarse del agarre, pero quien fuese que la sujetaba, la apretó aún más fuerte.
—No te muevas. —Una voz armoniosa sonó letal en su oído y la hizo tragar saliva bruscamente—. No querrás herirte antes de conocer a su majestad.
¿Su majestad? La chica no tuvo tiempo de preguntar en voz alta, pues se encontró con la mirada de Kyriel sobre ella. Caslya contempló como el rostro de él se tensaba y como su mirada se volvía fría y calculada mientras se ponía de pie.
—¡Eh! No. —El sujeto a sus espaldas habló en un tono divertido—. Yo no haría eso. Es descortés. Carmín, cuida las armas de nuestro invitado, no queremos que cometa una imprudencia.
Lo primero que pensó Caslya fue que Carmín era un nombre perfecto para aquella mujer. Aunque mujer era un término demasiado ambiguo para describirla, pues sus rasgos no eran los de una, en realidad, parecía un zorro con más de una cola. Poseía unos intensos y afilados ojos rojos, una tez blanquecina y unos labios que parecían haber sido pintados con frutos rojos. De igual modo, el pelaje de sus orejas y su cola era de una tonalidad rojiza que resultaba realmente cautivadora.
Carmín avanzó hacia Kyriel y tendió su mano hacia él. El guardián la examinó y evaluó la situación. Caslya supo que estaba planeando algo, sin embargo, posó sus ojos sobre ella y cualquier oportunidad de que él logrará escapar se evaporó.
Lo siento. Formuló ella con sus labios.
Kyriel no apartó la mirada de sus ojos cuando le entregó sus dagas a Carmín. Él que nunca abandonaba sus armas tuvo que hacerlo por ella, y por más extraño que fuera, el corazón de Caslya se oprimió.
—¿Por qué hacen esto? —preguntó ella.
No tenía que verlo para saber que el sujeto detrás de ella había sonreído.
—Porque su majestad quiere verlos.
Caslya no tuvo tiempo de decir nada más, ya que una extraña melodía comenzó a sonar. Una canción de cuna, se dijo y sin poder evitarlo, sus ojos comenzaron a cerrarse. La chica luchó contra el sueño que nacía con cada nota de la canción hasta que ya no pudo hacerlo. Su captor apartó la espada de su cuello y la sujetó en sus brazos. Y mientras ella era cargada sobre su hombro, medio despierta, medio dormida, observó como Kyriel era golpeado en la cabeza.
Luego, lo observó caer con brusquedad al suelo.
—No...—Pero su voz sonó demasiado débil.
—Tranquila, cariño, su majestad los quiere vivos.
Y escuchando aquellas palabras, Caslya se durmió.
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