Capítulo XX: ¿Dónde podría estar?
Caslya había rodeado con sus manos la cintura de Luvia para no caer del caballo que minutos atrás habían tomado del gran establo situado a un lado de la casa. El balanceo del animal resultaba tranquilizador y la estabilidad de la joven guardiana la hacía sentir a salvo. Inevitablemente, recordó la última vez que había montado a caballo y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. No quería pensar en Kayden ni las criaturas que la habían perseguido en la noche.
—¿Estás bien? —Luvia la observó por encima del hombre. Parecía preocupada.
Caslya asintió con una débil sonrisa. Después de todo, no se veía explicando lo que había sucedido esa noche, mucho menos todo lo que la había hecho sentir el encapuchado y sus sabuesos.
—Lo estoy —dijo, poco convencida. Luego, cambió la dirección de sus pensamientos—: Me preguntaba cómo es Ares.
—Mmm...—La joven regresó la mirada al camino de tierra con un gesto pensativo. Tras unos segundos, volvió a hablar—: Es un chico atractivo, de eso no cabe duda. Aunque, ¿qué guardián de almas no lo es? —comentó y Caslya no pudo evitar reír por lo bajo. Luvia tenía razón. Hasta ese momento, solo había sido testigo de rostros cautivantes y llamativas apariencias. Por un momento deseó llegar al pueblo al que se dirigían para poder apreciar a personas que no hubiesen sido talladas por divinidades—. Sea como sea, Ares es un sujeto alto; más alto que Kyriel, de seguro. Y, al igual que cualquiera de nosotros, está entrenado para enfrentar decenas de criaturas infernales, por lo que es un chico fuerte. Tiene unos grandes ojos cafés y un corto cabello castaño... ¡Ah! Y no suele usar ropa colorida, por lo que es probable que esté de negro. Dice que el color lo hace ver tonto.
Caslya sonrió a lo último y se esforzó en crear una imagen mental del guardián en su mente. Cuando lo hubo hecho, asintió a la nada, satisfecha.
—Por cierto, ¿dónde crees que podría estar?
—Ares es alguien muy impredecible —comenzó a responder—, pero...
—Pero si tuvieras que apostar, dirías que está en alguna taberna de mala muerte con mujeres y una jarra de cerveza —espetó Kyriel, quien iba a un par de pasos por delante, junto a Gideon.
La de ojos pardos soltó un suspiro como única respuesta. Kyriel no se había equivocado.
—Creo que es muy pronto para sacar conclusiones —indicó Gideon, pero nadie más que ella pareció oirle.
Durante un segundo, pensó en responder, sin embargo, el galope de unos caballos a la distancia la llevó a levantar la mirada, llena de curiosidad. A pocos metros por delante se aproximaba una carreta conducida por el primer hombre normal y corriente que Caslya iba a ver en su vida. Por alguna extraña razón, se emocionó como una niña pequeña y cuando el señor de grandes proporciones pasó por su lado, ella le saludó.
—¡Buenos días, señor!
El hombre, totalmente desconcertado, frunció el ceño y la observó de arriba a abajo. Luego, apartó el rostro con una expresión fastidiada. Caslya se avergonzó.
—Con suerte, alguno te devolverá el saludo —la animó Gideon, afable—. Sigue intentando.
Ella dirigió su atención a él, pero, al hacerlo, se cruzó primero con los azules y fríos iris de Kyriel, que la miraban irónicos. No tenía que ser muy lista para adivinar qué estaba pensando el rubio: "¿Qué decías acerca de que iban a ser más educados que yo?"
Inevitablemente mordió el interior de su mejilla cuando él regresó la mirada al camino, escondiendo el pequeño hilo de burla que había tirado de sus labios. Genial, pensó Caslya, ahora seré su bufón.
—Oye, Rollito de canela, mira hacia delante —le pidió Luvia.
La castaña no pudo no obedecer. Al hacerlo, se quedó enmudecida. A la distancia vislumbró lo que tanto había querido ver desde que era una niña pequeña: vio los coloridos techos de los puestos ambulantes, las casas de madera y cemento, los animales que vagaban de un lado a otro y las decenas de rostros pasajeros. Mientras más se acercaban, más sentía que quería descender del caballo y correr por ella misma hacia ese lugar que únicamente conocía por palabras de Elián. Por un momento, deseo que él estuviera allí, pero se cerró al pensamiento antes de que éste pudiese arrebatarle la determinación.
Luvia condujo al caballo a través de un ancho puente que conectaba el camino de tierra por el que habían llegado con el pueblo al que se dirigían. La mirada de Caslya estaba puesta en todo y no podía evitar sentir un cosquilleo de emoción recorrer todo su cuerpo. Observó a las personas que andaban de un lado a otro y escuchó las conversaciones triviales que tenían las unas con las otras, y, a pesar de que los olores no eran los más agradables —porque la emoción no la privaba del sentido del olfato—, sentía que estaba en donde en realidad quería estar.
—Eres extraña, ¿sabes? —comentó Gideon acercándose a ella. Caslya no se había dado cuenta, pero se habían detenido y tanto Kyriel como el castaño habían descendido del caballo.
—¿Por qué lo dices? —preguntó, aceptando la mano que el joven le ofrecía.
—Luces mucho más emocionada ahora que cuando llegaste al palacio —contestó él cuando ella bajó de un salto—. Cualquiera pensaría que sería al revés.
—Creo que es porque nunca soñé con estar en un palacio —explicó, intentando entenderlo también—. En cambio, siempre imaginé que vivía en un pueblo como éste, que iba a la feria, que tenía amigas, que me divertía en las fiestas...
Gideon enarcó una ceja mientras miraba en rededor. Al parecer, él no veía aquel sitio tan encantador como ella.
—¿Es tan raro? —preguntó, ligeramente avergonzada.
—No sé si raro sea la palabra adecuada —opinó Luvia deteniéndose a su lado. Al parecer había pagado a un hombre para que cuidara de los caballos durante el tiempo que ellos estuviesen buscando a Ares—. Yo preferiría utilizar el término diferente.
Caslya la miró pensativa. Diferente. Suponía que si era cierto que ella era una guardiana de almas —lo que muy en el fondo deseaba no ser—, era diferente al resto. Así que tal vez decir que era diferente no era tan malo después de todo.
—¿Y sabes algo? —continuó Luvia, colocándole un mechón de cabello detrás de la oreja. Su rostro había descendido al suyo y sus mejillas se habían encendido ante el tono seductor de la morena—. Me gusta lo diferente.
—Gracias...—pronunció la chica sin estar segura de qué decir al respecto. Nunca nadie le había hablado de aquella manera íntima—, pero ahora tenemos que centrarnos en encontrar a Ares, ¿verdad?
—Bien dicho, Cass. —Gideon apoyó una mano en su hombro y echó una mirada divertida en dirección a Luvia—. Nunca hay que perder de vista el objetivo en una misión, ¿cierto, Kyriel? —Nadie contestó y tanto él, como ellas, giraron para buscar al guardián de ojos azules—. ¿Kyriel?
—Preferiría que fuese uno de nosotros quién encontrara a Ares primero, por lo que sugiero que nos pongamos en marcha también —propuso Luvia y ambos estuvieron de acuerdo—. Asumiendo que Kyriel se dirigió hacia la taberna ubicada por la principal, yo revisaré el área del suroeste —explicó la joven señalando con su mano el camino que tomaría—. ¿Ustedes se encargan del noreste?
—Está bien —aceptó el castaño acomodando carcaj de flechas sobre su hombro antes de dedicarle una sonrisa cómplice a Caslya—. Juntos encontraremos a Ares antes de que Kyriel golpee a alguien.
—¿Eres consciente de lo pretensioso que suenas diciendo eso? —preguntó Luvia cuando ellos comenzaron a alejarse.
—¡Por supuesto! —contestó Gideon; provocando que Caslya sonriera por lo bajo—. Aunque la verdad no estoy tan convencido de poder hallar a Ares tan rápido —agregó tras observar la inmensidad del pueblo al que habían llegado.
—Esforcémonos —dijo ella, entusiasta.
Después, dirigió su mirada hacia la gente, muy atenta. Analítica, miró los puestos de telas, de comidas y de manualidades que atraían su atención por sus colores y olores hechizantes.
—Por cierto, Cass. —Gideon llamó su atención—. Hay algo que me gustaría preguntarte.
—¿Sí? ¿Qué es?
—Cuando encuentres tus recuerdos y pongas todas tus ideas en orden... —empezó a decir él, sin embargo, por el rabillo del ojo Caslya vio la figura de un joven que encajaba perfectamente con la descripción dada por Luvia, lo que la llevó a voltear rápidamente—. ¿Qué sucede?
—¡Creo que vi a Ares!
Gideon pareció sorprendido.
—¿Dónde?
—¡Por allá! —indicó ella señalando un punto en el mercado que se extendía frente a ellos.
—Un creo es mejor que nada —comentó—. Te sigo.
No hicieron falta más palabras por parte del castaño para que ella comenzara a correr hacia el joven que había distinguido entre la multitud que se aglomeraba entre los puestos.
—Permiso, permiso, permiso. —Pedía mientras se abría paso entre las personas. Estaba claro que no era así cómo había soñado recorrer un pueblo, no obstante, era necesario si quería alcanzar a Ares, y con él, hallar las provisiones que utilizaría en ElOtroLado.
—No te alejes demasiado —le pidió Gideon.
—Descuida, estoy aquí —respondió ella sin girar a mirarlo. Aquel a quién había identificado como Ares estaba cerca; solo necesitaba correr un poco más rápido para alcanzarlo.
—¡Cass! —Caslya escuchó la voz de Gideon llamarla a la distancia, sin embargo, al mirar por encima de su hombro no logró localizar al guardián.
—¡Gideon! —gritó, pero su voz se perdió entre las voces de los vendedores a sus costados—. ¿Dónde estás? —Únicamente fue capaz de ver rostros desconocidos antes de tropezar y caer de espaldas al suelo—. Lo siento —se disculpó cuando dos hombres a los que había golpeado la miraron de mala manera—. ¡Gideon! —repitió el llamado al ponerse de pie con cierta torpeza, mas no logró encontrar al joven.
Yo y mi prisa. Se dijo sin dejar de buscar al otro con la mirada, no obstante, fue en vano, había demasiadas personas atravesándose en su camino como para que pudiera distinguir a un joven que no era mucho más alto que ella.
Caslya suspiró en un intento de calmar el nerviosismo que había comenzaron a trepar por su cuerpo al darse cuenta de que estaba perdida en un pueblo en el que no conocía a nadie. Aquello no podía estar peor. De cualquier forma, se aferró a la misión. Si conseguía encontrar a Ares, todo estaría bien. Además, no estaba sola. Era cuestión de tiempo hasta que se cruzara con Gideon otra vez.
Consolándose con esas palabras, elevó la mirada y buscó por segunda vez al joven alto que minutos atrás había visto. Para su mala suerte, no fue capaz de verlo, sin embargo, en su lugar, se encontró frente a frente con un establecimiento que, desde lejos, no inspiraba confianza, mucho menos, decencia, pero al que iba a entrar solo por un motivo: era una taberna.
«Pero si tuvieras que apostar, dirías que está en alguna taberna de mala muerte con mujeres y una jarra de cerveza» Caslya recordó las palabras de Kyriel.
Así que, sin más opciones, se armó de valor y avanzó hacia la decadente taberna.
Después de todo, ¿qué tan peor podía ser aquel sitio por dentro?
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