Capítulo XVII: Esperaré su regreso.
Sus ojos se abrieron con calma cuando el cansancio pareció haber desaparecido de su cuerpo, dejando en su lugar una desagradable incomodidad que la llevó a quejarse. Molesta, sujetó su cuello y se incorporó. No recordaba haberse quedado dormida ni tampoco recordaba dónde lo había hecho. No, al menos, hasta que, al desperezarse, detuvo sus ojos en aquellos que la observaban atentos.
—Maldición—masculló y enseguida se puso de pie. ¡Qué patética! Dormirse frente a quien tanto aborrecía, sin embargo, ¿cómo evitarlo? Las últimas horas habían sido un delirio y su cuerpo se lo había hecho saber—. ¡Deja de mirarme de ese modo! —espetó colocando sus manos en sus caderas en un intento desesperado de lucir altanera—. Eres un idiota si crees que dormía —mintió—, simplemente me harté de observar tu asquerosa cara.
Elián elevó una ceja.
—¿Tanto valor tiene lo que este humilde prisionero pueda creer sobre ti, guardiana? —le preguntó en una tonalidad arrogante que la llevó a apretar los puños. La tierra vibró a su alrededor y tuvo que contenerse para no atravesarlo con sus raíces. En su lugar, ella se sentó. No le daría el gusto de humillarla.
—Adorarías que una milésima de mi mente se preocupara por ti, demonio —replicó.
Durante un segundo, Anissa creyó ver la insinuación de una sonrisa, sin embargo, cuando él no respondió, ella se dio por vencedora. Incluso así, ¡cuánto deseaba irse! Sabía que Haniel no tardaría en enviar a alguien para que se ocupará de la custodia mientras ella se aseaba y alimentaba, pero, la espera se tornaba cada vez más tediosa. Aún mayor era su tormento al fijarse en cómo él seguía sus movimientos desde la profundidad de la celda: pese a estar encerrado, roto y polvoriento, Elián aún lucía como el demonio mayor que era y, aunque quisiera negarlo y reducirlo a la categoría de roedor, no podía. No era ciega, veía su belleza y sentía su poder. Asimismo, no podía dejar de preguntarse qué sería lo que él estaría pensando y cuál sería su mayor deseo. Anissa pensó en Caslya y en cuánto él parecía querer protegerla... Automáticamente espantó ese pensamiento y negó con la cabeza. La próxima vez se traería un libro y dedicaría tiempo en algo que en verdad valiera la pena, no en un demonio.
—¿Ella está bien? —La voz de Elián sonó lejana, pero Anissa fue capaz de oírle con claridad. No hacía falta preguntar quién era la chica a la que él se refería, y durante unos momentos, la rubia se replanteó si debía contestarle o no, pero terminó cediendo con un asentimiento seguro.
—Sí —dijo—. Tal vez algo desorientada y confundida, pero estará bien.
—Ya veo —contestó como si pudiese resumir todo lo que sentía en esas dos simples palabras—. Gracias.
Luego, y como si nada sucediese, él cerró sus ojos, cruzó sus brazos sobre su pecho y se dejó caer contra la fría piedra. Mientras él parecía buscar alejarse de todo en un posible sueño, Anissa sintió el desconcierto invadirla por completo, pues el demonio que había intentado atacarla acababa de darle las gracias.
—Realmente se ve como una guardiana luciendo así, señorita —dijo Edrielle tras recorrer con sus blanquecinos ojos el cuerpo de la chica, sin esconder ni por un segundo la admiración que sentía. No obstante, Caslya no se sentía digna de ser admirada, pues vestía un atuendo de color negro que se acentuaba a sus curvas desde donde ella mirara: el pantalón se acoplaba a sus largas piernas y a su sinuosa cadera, mientras que la blusa la hacía sentir demasiado expuesta gracias a lo delgada de la tela.
—No estoy segura de usar esto —comentó mientras salía del inmenso baño y se acercaba a la fae—. Es demasiado, ¿no crees?
Edrielle negó repetidamente con su cabeza en señal de disconformidad.
—Se ve hermosa, señorita —replicó con total honestidad en su voz—. Quién diría que el atuendo le quedaría como si hubiese sido hecho para usted. Ahora permítame arreglar su cabello —pidió arrastrando la silla de madera que se hallaba en la habitación hacia la chica—. Si piensa viajar a ElOtroLado, lo mejor es llevar el pelo recogido.
Caslya sonrió de medio lado al ser invadida por el enternecimiento e hizo lo que la contraria le había pedido.
—¿De quién era esta ropa que me has estado trayendo, Edrielle? —preguntó cuando el peine comenzó a trabajar en su cabello.
Edrielle se mantuvo un instante en silencio como si necesitase tomarse un tiempo antes de contestar.
—De una antigua guardiana de almas —explicó antes de que Caslya girara para observar su expresión sombría—. Una hermosa y amable guardiana de almas que hace tiempo tuve el placer de conocer.
—¿Ella...? —Caslya no se atrevió a terminar la oración, pues por la forma en la que Edrielle hablaba, la joven se daba cuenta de que algo triste había sucedido con la dueña original de aquellas prendas—. Lo siento —se apresuró a decir—, no tienes que contestarme.
—Ella se perdió —contestó su acompañante como si ni siquiera hubiese oído las últimas palabras de la castaña—, pero no hay que hablar de ello. Ahora estas prendas le pertenecen a usted, señorita. Si las quiere, claro.
Caslya asintió.
Tras ello, la fae culminó la tarea de trenzar su cabello y de recogerlo alrededor de su cabeza como si se tratase de una corona. Y en el momento en el que Caslya se puso de pie, la joven desdobló una tela que había traído en un inicio.
—Hay algo más que debería usar —indicó la fae y antes de que Caslya pudiera preguntar a qué se refería, Edrielle le mostró una bellísima capa del color del cielo nocturno.
—Es hermosa —susurró mientras la contraria se la cedía con sus mejillas encendidas frente al elogio.
—Es parte del conjunto —dijo observando cómo se la colocaba; cubriendo todo aquello que no acostumbraba mostrar—. Creí que debería traérsela.
Al terminar de acomodarse la nueva prenda, la mirada de Caslya buscó la de la fae con gratitud.
—Gracias, Edrielle.
Como respuesta, Edrielle se encogió de hombros con timidez.
—No hay de qué, señorita.
Luego, y sin perder tiempo, la de ojos blanquecinos abrió la puerta de la habitación para que ambas emprendieran camino a la que Caslya creía la sala principal del palacio. Mientras avanzaban, Caslya no podía evitar sentir los nervios corroer su piel ante la idea de salir de aquel hermoso y resguardado lugar, al exterior. Un exterior del que ella no sabía nada. Aun así, intentó no pensar en eso, simplemente se limitó a observar de reojo las ventanas y la claridad del día. Edrielle no había exagerado en lo más mínimo cuando le había dicho que el amanecer estaba a tiempo de acontecer.
Cuando se detuvieron detrás de la puerta, Caslya mordió el lado interno de su mejilla y Edrielle le regaló una mirada cargada de complicidad.
—Todo irá bien, señorita —aseguró en la tonalidad dulce que parecía caracterizarle—. El joven Kyriel puede ser un tanto pasional, sin embargo, considero que sabrá protegerla y ayudarla en su misión. Así que no debe preocuparse.
Caslya tragó saliva y asintió. Y, aunque en realidad no estaba demasiado convencida de las palabras de Edrielle, se esforzó en instalarlas en su mente. Tal vez si las repetía lo suficiente podría llegar a creer que Kyriel iba a protegerla de lo desconocido y a ayudarla a encontrar sus recuerdos... No obstante, cuando la puerta fue abierta por su compañera y la mirada de Caslya se encontró con la del joven de cabellera rubia, su esperanza se desvaneció tal cual humo. Nunca conseguiría que aquella frialdad instalada en los ojos del guardián se convirtiera en algo más cálido, mucho menos lograría instalar la solidaridad y la protección en el sistema del otro. Con suerte, se dijo, lograré hacer que no me mate en el camino.
En ese momento la mirada de Caslya se posó sobre Gideon, quien al verla sonrió con grata amabilidad.
—¡Hola, señoritas! —las saludó con un ademán de mano antes de fijar su atención en Caslya—. ¿Lista para la aventura?
Por algún motivo, los ojos de la joven viajaron hacia el rubio, quien rodó los suyos como si la situación le frustrase.
—Eso creo —dijo ella volviéndose hacia Gideon otra vez—. ¿Tú irás con nosotros?
—No como me gustaría —contestó y hubo un ápice de pesar en su voz—. Yo me encargaré de llevarlos hasta la fortaleza del Norte, luego regresaré aquí.
—Oh. —Caslya trató de no sonar desilusionada. Sabía que Haniel únicamente había mencionado a Kyriel, no obstante, pensar que Gideon iría la había hecho sentir aliviada.
La puerta abriéndose atrajo la atención de ambos.
—Buenos días, mis queridos —saludó Haniel al ingresar a la sala; dedicándole una encantadora expresión de admiración tras recorrer con sus ojos la vestimenta de la joven—. Veo que se ha vestido acorde a la situación. —La mirada del ángel caído se posó en la fae—. Ha hecho un buen trabajo, Edrielle. Gracias.
Rápidamente la joven bajó la mirada.
—A las ordenes, señor —contestó y sin más que hacer, agregó—: Si me disculpan, me retiraré a continuar con mis tareas. Que Madre los guarde durante el viaje —dijo y cuando Caslya se despidió de ella con la mano, Edrielle sonrió.
—¿Nos vamos? —La pregunta de Kyriel no escapó de su habitual tono molesto, sin embargo, lo que hizo a la chica ser víctima de un respingo fue sentir su voz tan cerca de ella. En algún momento, y en total silencio, Kyriel se había aproximado—. Quiero acabar con esto cuanto antes.
Haniel asintió.
—La paciencia nunca ha sido una de tus virtudes, Kyriel —comentó el ángel caído dedicándole una mirada al joven, quien pareció ignorar lo dicho sin ningún problema. Luego, Haniel prestó atención a Caslya—. ¿Estás preparada, querida?
—Sí —respondió ella, y aunque un temblor se coló en su voz fruto del nerviosismo, no había duda de que eso era lo que ella quería—. Estoy preparada para saber quién soy.
Una sutil sonrisa se ganó lugar en los labios de Haniel antes de que dirigiera una silenciosa señal a Gideon, quien al captarla llevó a cabo aquellos hechizantes movimientos con sus manos para despertar ese poder que echaba chispas y luz y que abría ante ellos un remolino de energía. Por segunda vez, Caslya quedó hipnotizada al contemplar el poder y sintió la atracción que él hacía sobre ella. Del mismo modo, notó la mano de Gideon sujetar la suya con firmeza, tal como la primera vez que habían atravesado su portal.
—Vuelve a confiar en mí —le pidió y Caslya no pudo negarse. Después de todo, él no le había mentido la última vez.
Cuando ambos comenzaron a avanzar hacia la magia, Caslya miró a Haniel, quien se encontraba con su mirada puesta en ella y en el pequeño segundo en que sus miradas se encontraron, él articuló en silencio la siguiente oración:
Esperaré su regreso.
Antes de que ella pudiera siquiera asimilar sus palabras, la luz la consumió.
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