Capítulo XVI: Quiero que pierdas tu cordura.
—¿Qué?
Tanto ella como Kyriel fijaron sus ojos en el ángel caído: pronunciando aquella interrogante al mismo tiempo y en la misma tonalidad invadida de desconcierto. ¿Cómo era posible que Haniel, de entre todos los guardianes allí presentes, escogiera al que se comportaba como si el mundo entero estuviese en su contra? Caslya no lo entendió y la incomprensión se ganó total lugar en su rostro.
—Como han oído, mis queridos, mañana partirán a ElOtroLado —contestó Haniel, secretamente divertido.
—Tiene que haber un error —gruñó Kyriel. Por primera vez, Caslya estuvo de acuerdo con él—. No es posible que deba ser yo quién haga el papel de guía para una ingenua niñita.
—No solo serás su guía, Kyriel —replicó el otro—, sino que también deberás protegerla. Como bien sabes, ElOtroLado aún oculta los más oscuros misterios.
La mandíbula de Kyriel se tensó y Caslya lo observó un instante, pensativa. Si para él ya era malo acompañarla, ¿qué tan horrible era tener que cuidarla también?
—Yo...—Caslya se tragó el deseo de contestar a las palabras que habían sido dichas por el de cabellera rubia en primer lugar e ignoró el pensamiento de que no quería que un sujeto con tan mal carácter la protegiera de lo desconocido. Necesitaba sentirse segura, no en peligro—. Agradezco muchísimo su ayuda, de verdad, pero ¿cree que es una buena decisión?
Haniel asintió.
—Absolutamente. Kyriel es el único que se encuentra capacitado para llevar a cabo esta misión —aseguró—. Además, si Vreya ha hecho énfasis en que desea que sea usted quién la encuentre, no me arriesgaré al ir contra su voluntad. Después de todo, es la única pista que poseemos.
Caslya apretó sus labios, visiblemente desilusionada. Haniel estaba cometiendo un error al emparejarlos, ¿cómo era posible que no lo notara?
—Comprendo lo que dice, pero...
Haniel la interrumpió.
—Siempre es desconcertante pasar tiempo con alguien a quien poco se conoce —explicó—. Pero harán un buen trabajo. Y más importante aún: obtendremos respuestas. Es eso lo que usted quiere, ¿no es así?
—Lo es —masculló.
En ese instante, tomó consciencia de que, por más que insistiera, Haniel no cambiaría de parecer. Así que, rendida, dirigió su mirada a Kyriel, quien, para su sorpresa, la observaba con detenimiento, como si meditase las consecuencias de viajar a su lado, de protegerla... Caslya no necesitó poder leer su mente para saber que la idea lo desagradaba en lo más profundo de las entrañas y cuando él chasqueó su lengua y colérico se puso de pie, sólo lo confirmó.
—Kyriel. —La voz de Haniel tuvo un dejo de interrogante cuando el guardián encaminó a la salida, ignorándolos completamente.
—Las noticias me han quitado el apetito —espetó—. Buenas noches.
Y tras despedirse en aquella tonalidad carente de buenos deseos, cerró la puerta detrás de sí.
Haniel suspiró cuando el golpe de la madera reverberó en la espaciosa habitación y se llevó dos dedeos a la frente en busca de calmar sus pensamientos. Luego, dedicó una mirada a los presentes y solicitó:
—Continuemos con la cena, por favor.
Anissa y Baztiel intercambiaron una mirada antes de continuar comiendo en total silencio, mientras tanto, Gideon la invitó a tranquilizarse.
—Yo me encargaré de hablar con él más tarde —le dijo en voz baja cuando ella volvió a sentarse. El apetito también parecía haber huido de su sistema—. Así que no te preocupes. Todo saldrá bien durante el viaje. Lo prometo.
Caslya asintió a sus palabras con una tenue sonrisa, pero, en realidad, no estaba convencida de que así fuera a suceder. Después de todo, cada que Kyriel la miraba, sentía que sus fríos ojos ocultaban más de lo que él quería admitir. Y no podía negar que sentía curiosidad por saber cuál era la razón de su trato destructivo para con todos.
Apartándolo sus pensamientos, Caslya se llevó un pequeño trozo de carne a los labios.
Al culminar la cena, cada uno de los presentes se había puesto de pie para permitir que las faes se encargaran de recogerlo todo, tal como hacían cada noche, sin embargo, cuando Anissa intentó marchar del comedor detrás de Caslya y Gideon, Haniel pronunció su nombre.
—Haniel, ya es tarde —dijo volteándose hacia él. Había sido un día largo y lo que más deseaba era regresar a su habitación, tomar un largo baño con aquellas deliciosas esencias que Edrielle había creado para ella y dejarse caer en la cama poco después—. Cualquiera sea el tema que quieres tratar conmigo puede esperar hasta mañana, ¿cierto?
—No realmente —contestó el ángel caído y ella no pudo evitar suspirar—. ¿Puedo preguntar por qué sus modales han decaído tanto?
—Tal vez sea porque estoy cansada —atinó a responder la joven sin rebuscar demasiado en sus motivos. No iba a admitir que cierta criatura demoniaca había logrado sumergirla en una curiosidad que le desagradaba por completo; haciendo que su humor se viera distorsionado—. Mañana estaré mejor. Gracias por preocuparte. Ahora, si no hay nada más que quieras decirme, me retiraré. Buenas...
—Alto ahí, querida —la interrumpió y ella no tuvo más opción que obedecer. Haniel no la dejaría descansar en paz—. No hemos terminado de hablar.
Anissa cruzó sus manos sobre su pecho sin esconder la molestia.
—Dime.
—Quiero que, de aquí en más, se encargue de la custodia del demonio mayor —respondió y Anissa sintió que acababan de abofetearla. No quería volver a mirar a los ojos a aquel ser que lograba confundirla de una manera que resultaba catastrófica para sus propios principios, y por ello, cuando sus labios se abrieron para replicar, su voz sonó más alta de lo acostumbrado.
—Haniel, no puedes estar hablando en serio...—empezó a decir ella—. Él está encerrado y tú mismo has dicho que no corremos peligro mientras Caslya permanezca con nosotros, ¿entonces por qué asignarme esa responsabilidad a mí? ¿Por qué no dejar que se pudra en esa celda?
—Mientras Caslya permanezca con nosotros—repitió—. Mañana ella emprenderá viaje junto a Kyriel, ¿recuerda?
—¿Crees que intente huir? —La idea de que el ser que había intentado asesinarla en más de una ocasión escapara, provocó que un escalofrío descendiera por su espalda.
—Creo que es una opción.
Inconscientemente Anissa mordió su labio inferior.
—¿Por qué yo?, ¿por qué no alguno de los otros?
Si había un dejo de esperanza en ella de que Haniel cambiará de parecer, se esfumó cuando él dio respuesta a su pregunta.
—Porque su poder puede retenerle el tiempo suficiente para tomar una contramedida —indicó el ángel caído con total seriedad en sus palabras—. En mi mente también se hallaba Baztiel, pero él se encuentra demasiado débil como para asignarle esta misión. Acerca de los otros, eres consciente de que no puedo prescindir del don que posee Gideon, mientras que Danna no podría hacer absolutamente nada con el suyo para retener a nuestro prisionero. Kyriel, por su parte, sabe lo que sucede con él. Imprudente sería de mi parte dejarle este trabajo.
—¿Por eso lo designaste como compañero de Caslya?
Haniel asintió.
—En parte, sí —dijo y Anissa supo que no iba a brindarle más detalles de los que ella pudiese concebir en su mente—. Entonces, querida, ¿cuento con usted?
Ella le señaló con el dedo antes de contestar.
—Cuando esto acabe quiero un descanso —dijo y salió de allí escuchando la encantadora voz de Haniel pronunciar una despedida.
Al dejarse caer en la enorme cama que se situaba en la habitación, Caslya no pudo evitar mantener la mirada en el techo durante un largo período de tiempo. Incapaz se sentía de cerrar sus ojos, pues no podía espantar de su mente la idea de que en la mañana partiría en busca de sus recuerdos. En poco tiempo sabría quién era en realidad; se descubría a sí misma. Y al hacerlo, podría detenerse a pensar en Elián... En lo que él decía sentir por ella.
«Te amo», le había dicho él. Una parte de sí creía totalmente en sus palabras; la misma que aún se aferraba a la vida que había tenido en la granja junto a él y a la idea de que él era el hermano mayor que la consentía como si fuese una princesa. No obstante, la otra, aquella parte que luchaba por encontrar una explicación a todo lo que sucedía, se negaba a creer sin saberlo todo primero.
Caslya llevó las manos a su pecho y respiró profundo. Debía ser paciente y posponer todas sus dudas tal como se lo había planteado horas atrás. Todos los que estaban allí debían entenderlo. Elián debía entenderlo.
Por ello, se centró en el viaje que haría en la mañana.
—ElOtroLado —pronunció sintiendo que carecía de originalidad el nombre del lugar, sin embargo creaba una infinidad de posibles imágenes. ¿Qué lugar era exactamente? Haniel había mencionado que estaba lleno de misterios, pero ¿qué misterios? ¿Qué criaturas vivían allí?
Un suspiro brotó de sus labios al pensar en los peligros que seguramente existirían allí.
Kyriel estará allí, se dijo, sin embargo, más que alentarla, el pensamiento la llevó a cubrirse el rostro con sus manos. Él parecía aborrecerla y estaba convencida de que, si fuera por él, ella ni siquiera estaría allí. En realidad, Caslya pensó que, de tener la oportunidad, Kyriel la dejaría perecer en ElOtroLado para regresar con la excusa de que ella se había perdido por tonta.
Echando esa idea de su cabeza, Caslya se volteó apoyando su mejilla en la almohada y cerró sus ojos. Debía recuperar energías si pensaba sobrevivir a Kyriel en ElOtroLado. No obstante, cuando el sueño vino a por ella, el frío se coló en su cuerpo y la pesadilla la gobernó otra vez.
—Por favor, no. —Su voz sonó desgarradora; inundada de angustia e invadida por un desespero que la motivaba a luchar contra las manos que la sujetaban desde los hombros con rudeza—. No quiero regresar allí. No otra vez. Haré lo que sea. Lo prometo.
Sentía las calientes lágrimas rodar por sus mejillas y el dolor de sus propios gritos ardía en su garganta. Nuevamente estaba en oscuridad, sus ojos vendados para no observar el camino por el que sus captores la obligaban a transitar. No lo entendía, ¿por qué se esforzaban en negarla de uno de sus sentidos cuando imposible le era escapar? No había lugar a dónde ir. Después de todo, solo conocía la perdición de aquel Infierno.
Uno de sus captores tiró de ella hacia él y un escalofrío de pánico se ganó lugar en todo su cuerpo. El aliento del ser que con sus ásperas manos la retenía, impactó contra su rostro, provocando que el asco revolviera su interior.
—Ruega una vez más y procuraré coser tus labios para que no puedes volver a hacerlo. —La cruel amenaza la hizo ahogar un grito—. ¿Lo entendiste?
Ella asintió varias veces con torpeza y enseguida escuchó el chirrido de una puerta abriéndose. El temor volvió a por ella, pero contuvo sus deseos de pedir piedad. Nunca nadie escuchaba sus gritos de ayuda, ni corría a socorrerla.
Mientras las asquerosas manos recorrieron su cuerpo para deshacer las ataduras que la inmovilizaba, notó cómo rozaban cada espacio desnudo que aquellos harapos que vestía dejaban al descubierto. El asco trepó por su sistema y pensó que su desgracia nunca acabaría. Ella no era quién ellos esperaban que fuera. En cada prueba, fracasaba. Y el fracaso significaba castigo.
Unas manos gélidas, diferentes a la que anteriormente la tocaban, se deslizaron por sus hombros con calculada delicadeza, infundiéndole temor.
—Sabes que detesto traerte aquí, ¿verdad? —pronunció aquella voz con cruel condescendencia—. Pero me has decepcionado, pequeña.
—Lo siento —tartamudeó ella—. Déjame probar otra vez, por favor. Intentaré...
Las manos se enterraron en su piel y un gemido de dolor escapó de sus labios.
—No quiero que lo intentes —dijo, y a pesar del daño que estaba causando en ella, su voz no sonó diferente a lo habitual—. Quiero que lo hagas. Quiero que pierdas tu cordura y dejes que la oscuridad te posea una vez más. Quiero que despiertes. Y esta vez, para siempre.
—No sé cómo hacerlo —musitó ella—. No sé cómo despertar para siempre.
A pesar de no verlo, la chica sintió que el ser detrás de ella sonrió con malicia.
—Suerte que me tienes a mí para guiarte —contestó muy cerca de su oído; acariciando con su aliento su cuello y causando que un temblor se propagara por su cuerpo.
Luego, él la empujó hacia delante. Ella tropezó y cayó de rodillas al suelo. Rápidamente llevó sus manos a la venda que cubría sus ojos y se deshizo de ella para contemplar el rastro de luz que se filtraba por la abertura de la puerta. Sin perder tiempo, se volteó, pero sus movimientos fueron demasiado lentos y por ello, la única salida se cerró frente a sí.
—¡No! —chilló dando golpes a la misma—. Por favor, no quiero estar aquí. ¡Déjenme salir! Lo haré otra vez... Yo... Por favor...
Poco a poco, sus golpes se volvieron más débiles y ella se dejó caer al suelo rendida y entre lágrimas. ¿Por qué ella?, ¿por qué, de entre todas las personas, tenía que ser ella? La chica se abrazó a sí misma entre sollozos de angustia y fue entonces, cuando el líquido acarició sus piernas desnudas.
No quiso abrir sus ojos. Aquella mirada estaba sobre ella como cada vez que la enviaban allí. No obstante, no pudo evitar hacerlo; no contuvo su deseo de mirar por encima de su hombro y en el momento en que lo hizo, contempló que en inmenso espejo que decoraba la pared, su reflejo le regaló una desalmada sonrisa.
Caslya se incorporó de golpe en la cama; arrastrándose entre las sabanas hasta chocar con su espalda el respaldo de la misma. Sus ojos recorrieron la habitación, pero por más que buscó entre las sombras una criatura infernal, solo encontró soledad. Por un instante, estuvo tentada a llamar a Elián, sin embargo, la realidad cayó de improvisto para hacerla mantenerse quieta.
—Solo fue una pesadilla —se susurró sintiendo su corazón retumbar dentro de su pecho—. Miedos que han decidido revelarse.
Y a pesar de sus palabras, no logró volver a conciliar el sueño.
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