Capítulo XLV: Recuerdo final.
Sus piernas habían cedido ante lo desconcertante del traslado y su cuerpo se sentía inusualmente cansado. Aun así, pasó de aquella extraña sensación y se puso de pie. Todavía estaba en la granja, sin embargo, por la cantidad de flores, árboles y el cultivo que se extendía más allá, supo que habían pasado varios años desde el último recuerdo. El silencio la rodeaba y fruto de él, su mente comenzó a enredarse en decenas de preguntas que solo acallaron cuando un grito desgarrador se apoderó de la noche.
—¿Qué está...? —Pero no terminó de formular la interrogante cuando una luz cegadora la hizo dirigir su atención hacia el granero. Cubrió sus ojos cuando la misma la deslumbró, pero era demasiado curiosa para poder quedarse al margen, así que corrió hacia allí a grandes zancadas y sin pensarlo, se adentró en la construcción.
Al llegar, Caslya se vio a sí misma y la imagen la hizo palidecer. Un fulgor provenía de su cuerpo que descansaba en el suelo y sus ojos resplandecían en una tonalidad tan dorada que ni pupilas ni orbes parecía tener. Solo luz. Ella era luz y verse era contemplar un escenario hermosamente aterrador...
—¡Cassie! —El llamado preocupado de Elián la hizo voltear para fijar su mirada en el joven a su lado, quien al igual que ella parecía haberse paralizado ante la escena frente a sí—. Cassie...
Elián caminó hacia ella o eso intentó, pues una mano lo retuvo en el lugar. Caslya por primera vez se fijó en Vreya —no la había visto allí al entrar— y admiró lo fascinada que parecía estar con la luz que emanaba de la Caslya del recuerdo. ¿Ella lo había provocado?
—¿Tú hiciste esto? —Él la arrasó con sus ojos inundados en cólera.
—Dime si no es maravillosa —contestó Vreya—. Una verdadera estrella agonizante está ante nosotros, Acatriel. Siempre supe que podía hacer que despertara, pero nunca creí que lo haría tan pronto. En un momento será quién está destinada a ser.
El furor del rencor caló en él y a consecuencia tomó a Vreya del cuello. Caslya ahogó un gritó al ver la confusión en la hija de Alice.
—Detenlo. —Elián parecía estar conteniendo el deseo de asesinar a la contraria y cuando la joven gritó nuevamente, él aferró con aún más fuerza su mano al cuello de la bruja—. Vreya. Has que pare.
Tras decir aquello la dejó caer al suelo como si ella no fuese más que una bolsa. Vreya tosió cuando el aire golpeó sus pulmones y llevó una mano a su garganta.
—No puedes detener lo que ha comenzado —indicó ella elevando sus ojos hacia él, pero él ni siquiera la estaba mirando. Veía a Caslya. A la Caslya que sufría y se retorcía entre luz y calor—. Siempre supiste que así tenía que ser. Ella no puede dormir para siempre.
—No voy a perderla para que acabe siendo el sacrificio de una especie que no lo vale —sentenció él y después avanzó hacia ella.
—¿Qué crees que haces, Acatriel? —Vreya sonó horrorizada—. Ella es luz y tú perteneces a la oscuridad. El poder es inestable. Ya no es sólo luz, es calor. Es fuego celestial. Si te acercas, podrías morir.
—¿Y crees que me importa? —Elián sonrió de forma sarcástica—. Regresaré al Infierno y seré castigado por todos los crímenes que he cometido contra natura, pero lo haré sabiendo que Caslya continuará siendo Caslya y no alguien más.
Elián se detuvo a escasos centímetros de la menor e impidiendo que cualquier sentido del juicio lo hiciera alejarse, la abrazó. Un gruñido de dolor escapó de sus labios, pero aun así la apretó más contra sí.
—Cassie, no pierdas el control —susurró con voz adolorida. El cuerpo de la chica ardía y le quemaba por ser lo que era. Profundas heridas empezaron a nacer en su piel y la sangre hizo que Caslya quisiese huir de allí. ¿Tanto daño ella le había causado tiempo atrás?—. No dejes que ella gane. Es tu cuerpo. Sólo tuyo, pequeña.
Ella. ¿Quién era ella? Caslya no pudo quitar esa pregunta de su mente mientras observaba a Elián apoyar su mano en el tatuaje que circulaba como oro fundido por la piel ajena y realizaba una quemadura en la suya propia. El Infierno volvió a centellar en la mirada de él, pero esta vez lo hacía para controlarla a ella. Para controlar su poder.
—Por favor, nena —le pidió él y ella misma sintió su corazón quebrarse al oírle hablar sobre el dolor—. No quiero perderte. No puedo perderte a ti también.
Y entonces la luz se disipó y ella acurrucó contra él adolorida. Sus ojos parpadearon retornando a ser de color ámbar y buscaron fijarse en los de él.
—Elián -pronunció su nombre en voz baja y somnolienta—. Lo lamento mucho.
Luego se quedó dormida. Elián la alzó y cargó entre sus brazos, y cuando volteó para fijarse en Vreya, sólo le habló con dureza.
—Sígueme —le ordenó.
Vreya obedeció y Caslya supo por qué, después de todo, solo haría falta que Elián utilizará su poder para obligarla a obedecer. A pesar de sus heridas, él llevó con dulzura a la menor hasta su habitación y allí la recostó sobre la cama con gentileza. La tristeza la invadió al ver las quemaduras en el cuerpo del contrario y por un momento, Caslya quiso poder curarle. De cualquier forma, cuando Vreya entró en la habitación detrás de ellos, Elián se mantuvo en silencio. Estaba inmerso en sus propios pensamientos y por la manera en la que acariciaba los cabellos de la durmiente, Caslya supo que estaba meditando una decisión.
—Borra sus recuerdos —dijo al fin.
Vreya lució impresionada ante lo dicho.
—¿De qué hablas, Acatriel?
—Lo has oído bien, Vreya. —La frialdad de su voz habría hecho erizar de miedo a cualquiera—. Borra sus recuerdos.
—No puedes estar hablando en serio —insistió ella—. Si borro sus recuerdos, olvidará todo lo que ha acontecido hasta esta noche. Olvidará quién es y su poder. Te olvidará a ti. —Vreya dio un paso hacia él—. No querrás que te olvide.
—No me olvidará porque te encargaras de que eso no suceda —sentenció él—. No te he pedido que hagas de su mente un lienzo en blanco, te he pedido que borres sus recuerdos. Sus recuerdos sobre esta noche, sobre el poder y la magia, y sobre ti.
Elián vio a Vreya entreabrir sus labios para pronunciar palabra, pero la interrumpió.
—El único motivo por el cual no te he asesinado, es porque sé que crees que esto es lo mejor, pero no lo es. —Elián observó con fraternal cariño a la indefensa y volvió a mirar a la hija de Alice—. Y también porque necesito que hagas esto por mí. Borra sus recuerdos y lárgate con vida o rehúsate a hacerlo y me encargaré de que esa decisión te atormente durante toda la eternidad.
La bruja tragó saliva, sin embargo, no por miedo, sino por indecisión.
—Acepto, pero debes saber que una mentira no se sostiene por siempre —indicó ella aproximándose a la menor—. Tarde o temprano Caslya descubrirá quién es y no estoy segura de que no te odie por esto.
—Ella puede odiarme todo lo que desee, pero estará viva y eso es lo único que siempre voy a querer —dijo mientras Vreya se instalaba a un lado de la Caslya del recuerdo y tendía una mano hacia ella. Antes de que la hija de Alice la tocará, Elián la sujetó por la muñeca—. Hazlo bien esta vez, Vreya. Has que tenga la vida mundana que he elegido para ella y asegúrate que no recuerde absolutamente nada del mundo fuera de esta granja.
—¿Por qué quieres eso?
—Porque el sello en su brazo se debilitó esta noche y ellos van a localizarla. No puedo permitirlo, así que cuando termines con esto, me harás otro favor.
—¿Cuál? —preguntó curiosa.
—En vez de sellar su poder una segunda vez, sellaras esta granja —explicó—. Y cómo no habrá nada que atente contra ella, ni en su mente ni a su alrededor, estará bien.
Vreya lo miró impresionada y Caslya contempló la firmeza en la voz ajena. Él en verdad solo había querido protegerla y ella siempre lo había juzgado por mantenerla aislada de todo...
—¿Estás seguro de querer esto, Acatriel?
A modo de respuesta él soltó su mano.
—Así es.
En el momento en el que el poder comenzó a fluir en la yema de los dedos de Vreya, un remolino volvió a llevárselo todo y mientras todo se alejaba tal cual ilusión que era, Caslya comenzó a llorar.
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