Capítulo XIV: Sin lugar a dudas.
Tras haber dicho aquello, Haniel le solicitó que se explicará claramente y eso fue lo que hizo. De modo tal, narró lo que había ocurrido la noche del ataque —enfatizando en el encapuchado— y contó lo que había ocurrido una vez estuvo sola en el jardín del Edén. Al hacerlo, explicó cómo aquel ser se había asomado como una sombra entre los árboles y cómo la había guiado hacia la mujer de oscuridad. Mientras hablaba, Caslya notó la inquietud de la joven de orejas puntiagudas, sin embargo, lo que la preocupó fue la expresión ensimismada que había adoptado el ángel caído.
—Luego desperté aquí con ustedes —finalizó, pero al hacerlo se percató que la atención de los presentes había sido disipada por algo más.
—Señor, ¿debo avisar al resto? —La voz de la fae hizo que se percatara de que estaba preocupada. Caslya lo entendió, después de todo, un ser malévolo había ingresado en su territorio y ellos, incluso con tanto poder, no habían sido capaces de notarlo.
—No todavía —respondió Haniel con seriedad antes de descansar sus ojos sobre ella una vez más—. Cuénteme de vuelta qué sucedió con la mujer de oscuridad.
Caslya suspiró al recordar al ser y se llevó la mano a la garganta como si estuviese reviviendo el ataque.
—Cuando perseguí al encapuchado por el jardín, ingresé al bosque. Estaba oscuro, por lo tanto, veía muy poco y no pude verla venir —explicó—. Me tomó por el cuello y comenzó a asfixiarme mientras me pedía que despertara.
—¿Qué despertaras?
La chica asintió y el semblante de él reveló confusión.
—Es extraño —admitió Haniel al tiempo que se incorporaba y encaminaba hacia uno de las inmensas ventanas. En silencio, se detuvo allí y durante algunos instantes observó el exterior como un rey observaría su dominio—. Laura, quiero que examines las salvaguardas.
La joven de oscura cabellera asintió, sin embargo, Caslya contempló la duda que ocupó su expresión durante un segundo.
—Claro, señor —dijo tras desvanecer lo que fuese que había asaltado su mente, y sin esperar más palabras, se retiró con una reverencia.
—¿Qué es lo que sucede? —preguntó Caslya—. ¿Qué son las salvaguardas?
—Son las estructuras que mantienen este lugar protegido —explicó él regresando su atención a ella—. Si lo que dices es cierto, querida, y no dudo que lo sea, alguien encontró la forma de atravesarlas.
Caslya sintió un escalofrió.
—¿No cree que simplemente podrían haber fallado?
Haniel sonrió como si su ingenuidad le provocara ternura.
—Prefiero tomar precauciones —comentó él y regresó a su lugar junto a ella—. Ahora, si no le molesta, ¿podría explicarme por qué cree saber dónde se hallan sus recuerdos?
Caslya no se negó a su petición y embriagada por el deseo de poner en marcha la misión de recuperar aquello que más deseaba, continuó la historia desde el momento en el que había perdido la consciencia. Por su parte, Haniel la observaba como si cada una de sus palabras fuesen claves para comprender lo que acontecía a su alrededor.
—Me dijo que su nombre era Vreya —contó ella—, y que debía encontrarla allí donde la noche por siempre presente está. Si la encuentro, ella me dará mis recuerdos. Estoy segura.
Haniel se mantuvo en silencio cuando ella terminó de hablar. Tal como si meditase lo que había oído, su mirada se ensombreció bajo los pensamientos de su mente. Definitivamente, él sabía algo.
—¿Qué sucede? ¿Sabe usted quién es Vreya?
—Por supuesto —contestó él, sin embargo, no se fijaba en ella—. Ahora tendrá que disculparme, pero debo retirarme, querida.
Caslya se puso de pie con prisa cuando el aventuró a la salida.
—¿Irse? Haniel necesito que me diga que está sucediendo.
El ángel caído solo se detuvo para responder.
—Sé lo diré durante la cena —sentenció y sin poder evitarlo Caslya pensó en Elián, pues él utilizaba aquella misma tonalidad cuando deseaba dejar en claro que no le permitiría cambiar las cosas que ya se habían decidido—. Hasta entonces, procure tomar una ducha y descansar. Enviaré a alguien a su habitación para que le haga compañía hasta entonces, después de todo, no considero correcto el que se encuentre en soledad.
Y tal como ella había intuido, él se fue dejándola con las palabras en la boca.
Envuelta en una suave toalla Caslya salió del reluciente cuarto de baño hacia la espaciosa habitación que tanto le había costado encontrar tras la despedida de Haniel. Sus cabellos húmedos cosquilleaban en sus hombros y algunas gotas que se deslizaban por su cuerpo desnudo caían en el suelo.
—¿Ha acabado, señorita?
Caslya se hallaba tan sumida en sus pensamientos que no se había percatado de la delgada figura de la joven que allí se encontraba, por lo tanto, al oír su melodiosa voz, no pudo evitar dar un brinco por culpa del sobresalto. Del mismo modo, se aferró a su toalla y retrocedió.
—Lo lamento, señorita. No quería atemorizarla —dijo la joven al tiempo que volteaba con cierta torpeza; dándole la espalda y agachando sutilmente la cabeza como si la pena hubiera invadido todo su ser—. El señor Haniel me envió para hacerle compañía. Pedí permiso antes de entrar, mas creo que usted no me oyó...
Al oír la explicación de la contraria, Caslya sintió que su cuerpo se liberaba de la tensión y suspiró por ello. Desde el segundo ataque, cada sonido y cada presencia desconocida le provocaba cierta preocupación que se disipaba cuando veía que no se hallaba en riesgo alguno.
—Si gusta puedo retirarme...
—No, está bien —la interrumpió Caslya sintiéndose de repente mal por su comportamiento defensivo—. Siento haber reaccionado de esa forma, pero me asusté.
—¿No desea que me marche? —preguntó para mirar a la castaña por encima de su hombro, quien negó sutilmente con la cabeza sintiendo que la actitud de la peculiar era adorable—. Se lo agradezco, señorita —agregó tras voltear nuevamente y al hacerlo, Caslya no pudo evitar fijarse en sus ojos totalmente blancos y en las manchas que se extendían debajo de ellos; marcas que simulaban ser un hermoso arcoíris sobre la piel. Al igual que Laura, la chica frente a ella poseía unas orejas puntiagudas que sobresalían sobre su lacia y clara cabellera—. He traído esto para usted —continuó mientras enseñaba las prendas que cargaba entre sus brazos—. El señor Haniel me ha dicho que no poseía demasiada ropa, por lo que he buscado aquellas que más podrían asemejarse a las medidas que me informó.
—¿Haniel le informó de mis medidas?
La de blanquecinos ojos asintió de manera inocente y se aproximó a la cama para dejar con gentileza los variados vestidos y algunos paños menores que, desde la distancia, parecían delicados y nuevos. De cualquier forma, Caslya se sintió invadida por la vergüenza ante la afirmación de la contraria, ¿qué tanto Haniel la había estado observando? Inconscientemente cruzó las manos sobre su pecho.
—¿Señorita, se encuentra bien?
—Sí, por supuesto —contestó, intentando pasar del sentimiento de vergüenza que se había instalado en ella mientras se acercaba a la cama para contemplar la ropa que la joven de orejas puntiagudas le había traído—. Son bellísimos —admitió; le gustaban los colores claros y la simpleza de los mismos, de alguna forma, le recordaban a los que ella solía utilizar a diario en la granja—. Gracias...
—Edrielle —dijo la joven al observar la mirada de Caslya—. Y es un placer conocerla, señorita.
—Igual —respondió sintiendo que probablemente aquella era la conversación más normal que tenía desde que había llegado al castillo.
Edrielle le dedicó una pequeña sonrisa.
—La cena será servida en poco tiempo —comentó cuando sus ojos se perdieron en el reloj—, ¿desea que la ayude a prepararse?
—Por favor, no me trate como si fuera perteneciente a la nobleza —pidió Caslya cuando la pregunta de la joven la hizo sentir sorpresa—. Soy una chica de campo, puedo ponerme un vestido por mí misma —dijo de forma divertida para no hacer sentir mal a la contraria—, sin embargo, no me ofendería que me ayudases con mi cabello.
Edrielle asintió como si la idea de ser de ayuda la hubiese animado y tras ello, Caslya regresó al baño con uno de aquellos vestidos en sus manos y un conjunto de ropa interior. Sin demasiadas complicaciones, la joven se vistió con rapidez con el fin de regresar a la habitación, calzarse y permitir que Edrielle peinase y arreglase su cabello.
Mientras la joven de peculiar mirada deslizaba con gentileza un cepillo por la cabellera castaña de Caslya, ella admiraba su reflejo en el espejo sin poder dejar pasar las marcas de cansancio que se habían ganado lugar debajo de sus ojos ambarinos. Del mismo modo, prestó atención a su cuello en busca de alguna herida que hiciese real el ataque de la mujer de humo, sin embargo, no había más que un sutil dolor allí dónde había sido sujetada con rudeza. Se preguntó, si tal como el corte que ella se había hecho con la porcelana de la taza de té, la prueba del ataque había desaparecido.
—Tiene un cabello muy bonito, señorita —comentó Edrielle recuperando la atención de Caslya.
—Gracias —respondió con una leve sonrisa al tiempo que la impresión la invadía al ver que de alguna manera la joven había secado su cabello y había hecho un simple, pero hermoso peinado—. Es impresionante, ¿cómo lo hiciste?
— Con magia —explicó la joven y como si fuese necesario tocó una de sus orejas—. Después de todo, soy una fae. —Caslya la miró admirada y el rubor invadió con notoriedad los pómulos de la fae—. Ahora, ¿considera estar lista para ir a la cena?
Ante la pregunta, la castaña sintió que los nervios despertaban en su cuerpo. Haniel le entregaría respuestas en la cena y a pesar de lo que él dijera, ella iría a buscar a Vreya. Iría a por sus recuerdos. Con ese pensamiento se puso de pie.
—Sin lugar a dudas.
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