Capítulo 6 - Instinto de protección
Hoy sería el día en que tendríamos una reunión de amigos, incluyendo a Nathan, normalmente no hacía este tipo de cosas, y me encontraba un poco emocionada y nerviosa a la vez.
Al entrar al salón de clases, Amelia y Lidia ya se encontraban dentro, como siempre, ellas eran las primeras en llegar.
—Hola Rosa.
—Buenos días, Rosalie.
—Buenos días a las dos.
—¡Adivinen qué tengo! —Amelia se mostraba un poco exaltada agitando dos sobres en sus manos.
—¿Son cartas? —respondía Lidia irónicamente.
—¡Son las invitaciones de mi cumpleaños, recién impresas! con un mes de antelación, les quiero dar una, dentro tienen los pases. —Se notaba claramente la emoción de Amelia en sus palabras; dentro de un mes, Amelia cumpliría 15 años, y como tradicionalmente la mayoría hacía, a toda quinceañera le realizaban una gran celebración.
—¡Ah!, así que era eso, probablemente mi agenda no este demasiado ocupada para ir —respondía Lidia con fingido desinterés, seguido de un coro de risas por el comentario de Lidia.
—Muchas gracias Amelia por la invitación —respondí sinceramente y Amelia asintió en forma de repuesta.
—Y hablando de Lisandro, ¿también le vas a dar una invitación? —Lidia no perdía una oportunidad, siempre tendía a hacer lo mismo.
—Mmm... no estoy segura. —La voz de Amelia sonaba con nerviosismo—.Pero por cortesía, tengo que invitar a todos mis compañeros.
—Siempre y cuando no invites al desagradable de Santiago.
Santiago era uno de los amigos de Lisandro, que a mi parecer no eran nada parecidos. Lisandro por una parte siempre había sido el chico carismático y el perfecto caballero, y Santiago por otra parte, se burlaba de cualquiera que no perteneciera a su círculo de amigos, y se aprovechaba de cualquiera que tuviera una debilidad; sus ojos eran casi tan oscuros como su cabello y tan atemorizantes que nadie se atrevía a contradecirle, excepto yo, por esa razón me había convertido en la persona a la que más detestaba pero eso no me afectaba, no me intimidaba en lo absoluto, siempre intentaría defender a cualquiera que lo necesitara. La mayoría siempre había dicho que nos parecíamos demasiado, todo a causa de llevar el mismo apellido, sólo que el apellido Dalmeida lo tenía como paterno, pero claramente no podría pertenecer a mi familia, mis abuelos y mi tío, los únicos parientes de mí mamá, habían muerto antes de que yo naciera. En realidad, el apellido Dalmeida era bastante común, por lo que cualquier familia podría tenerlo.
—Ya sabes que ni en sueños sería capaz de hacerlo. —La voz de Amelia había recuperado su tono habitual—. Pero también sabes que es el mejor amigo de Lisandro, yo no podría impedir que comparta un pase con él.
—En ese caso sólo deberías restringir la entrada a los invitados indeseados. —Ese único comentario bastó para que Amelia consiguiera reír y se relajara la tensión que produjo la misma Lidia.
En un par de minutos, se escuchó el sonido silencioso de una puerta abrirse, y en cuestión de segundos otros pasos silenciosos se dirigían por detrás de mí ¿Por qué siempre tenía que estar de espaldas cuando eso sucedía?
—Buenos días a todas.
—Buenos días Nathan.
—¡Buenos días Nath!
—Buenos días, Nathan. Lo siento. —Inmediatamente giré para saludarlo apropiadamente.
—¿Por qué lo sientes? —El rostro de Nathan mostraba auténtica preocupación, lo que me hizo sentir culpable.
—Discúlpame por mi falta de respeto, no te saludé apropiadamente.
—Ah, eso, no tiene ninguna importancia. —El rostro de Nathan se relajó y su semblante se llenó de tranquilidad, algo que nunca había visto en él.
—Por cierto Nath, quería darte una invitación para mi cumpleaños. —Amelia tomó primero la palabra, seguramente sabía que si no intervenía no pararía de disculparme.
—Oh, gracias —respondió Nathan con un deje de sorpresa.
—Mi cumpleaños es dentro de un mes, las indicaciones están dentro de la invitación. —Amelia añadió como forma de explicación a Nathan—. Pensaba entregarles las invitaciones en la tarde, pero también tengo que entregar invitaciones a los demás.
El periodo de clases pasó de forma muy rápida, tal vez había sido porque me resultaron entretenidas; composición musical, literatura, matemática aplicada, francés, historia y muchos temas interesantes; o quizás por el hecho de que me encontraba tan entusiasmada, que toda la clase me parecía aún más interesante.
Seguido del término de clases, me dirigí hacia mi casillero para ordenar y guardar las cosas que necesitaría para mañana. Amelia y Lidia ya se acercaban a mí con atuendos informales, ambas con pantalones pero con un estilo completamente diferente; el atuendo de Lidia era completamente pastel y el de Amelia era un poco más deportivo, con camiseta, zapatillas deportivas y una coleta que sujetaba sus rizos. En lo que a mí respectaba, nunca me había gustado usar pantalones ajustados, eran demasiado incómodos y no lograba soportarlos a menos que fueran lo suficientemente holgados o como shorts.
—Rosalie, ¿aún no te has cambiado? —La voz de Amelia se apresuró a decir antes que Lidia.
—Yo me encargo de eso, Amelia. —Tan pronto como terminó de responder me sujetó de la muñeca y me instó a seguirla hasta los vestidores.
Al mismo instante de detenernos, Lidia tenía esa mirada con la que sabía que estaba llevando a cabo un plan y comenzaría a interrogarme.
—Rosa, debo de suponer que no tienes un cambio de ropa.
—¿Cambio de ropa? —La miré de una forma extrañada.
—Sí —afirmó con obviedad.
—No, no tengo —respondí simplemente.
—¿Será que piensas salir de esa manera? —La mirada de Lidia era un poco preocupante.
—¿Qué inconveniente tiene eso? —añadí con completa sinceridad.
—¡¿Qué inconveniente?! obviamente que todo, sería muy peligroso que te presentaras en una cafetería con ese... uniforme. —Lidia parecía llegar al punto de la consternación.
—Lo siento, nunca lo pensé de esa manera. —Estaba tan acostumbrada a usar mi uniforme con normalidad, que nunca me detuve a pensar lo que sucedería si saliera a la calle con el uniforme de un instituto privado con gran prestigio en el país; seguramente supondría un riesgo para cualquiera.
—Bien, ahora deberás agradecerme porque traje un cambio extra. —Lidia sujetaba en su mano derecha una gran bolsa en la que suponía debía haber varias prendas—. Ten, tómala.
—De acuerdo, gracias. —No fue hasta que finalicé mi última palabra que Lidia me apresuró a que abriera la puerta del primer vestidor.
Saqué la ropa que había dentro de la bolsa, era un conjunto muy bonito y se veía completamente nuevo; había una blusa llena de detalles floreados y una hermosa falda con capas, al igual que unas zapatillas planas parecidas a las que tenía puestas Lidia. Claramente Lidia había pensado en mi forma de vestir y lo que realmente me hacía sentir cómoda.
Acto seguido, abrí la puerta para que Lidia no se desesperara por mi lentitud.
—Rosa, te ves preciosa, como un hada. —Lidia se encontraba al punto de las lágrimas, siempre tendía a exagerar las cosas—. Ahora lo único que falta es peinarte.
—No. —Reaccioné al instante, no me gustaba que me peinaran después de alisarme porque las puntas de mi cabello comenzaban a levantarse y ondularse; la forma de mi cabello era reprobable por los demás cuando era más pequeña y por eso me gustaba llevarlo liso. —No, no es ningún problema; me gusta llevarlo así.
Al final Lidia concordó conmigo y nos dirigimos nuevamente hacía los casilleros donde ahora Nathan y Amelia nos esperaban.
—¡Vaya!, ¡qué rápido!, sólo fueron 5 minutos. —El rostro de Amelia parecía asombrado. ¿Sólo 5 minutos?, sí que debía ser un récord para mí—. Bonito conjunto.
—Muchas gracias, pero... —No terminé de decir una palabra más cuando Amelia me interrumpió.
—Ya terminamos, creo que es hora de irnos. —La voz de Lidia sonaba aún más extasiada, supongo que Lidia no quería que le mencionara a Amelia su ayuda así que me contuve, Lidia tendría sus motivos.
Cuando dirigí mi mirada a Nathan, caí en la cuenta de que tampoco llevaba el uniforme; aunque el uniforme le sentaba muy bien porque como ya he dicho, el uniforme de gala era precioso, tanto el de hombres como el de mujeres, el estilo de Nathan resultaba bastante sencillo pero guardando un poco de formalidad desde su camisa a sus zapatos. Me preguntaba si era posible que Lidia le hubiera hecho lo mismo a Nathan que a mí, aunque claramente no podía ser posible; tal vez todos ya habrían acordado en traer un cambio de ropa antes de salir sin que yo me enterara. Separé mi mirada rápidamente cuando noté que Nathan me había atrapado observándolo detenidamente y me dispuse a guiar a mis compañeros al estacionamiento donde Iván, el chofer, nos esperaba.
Le había dado la dirección con antelación a Iván para que reconociera el lugar hacía donde nos dirigíamos mientras Nathan, Amelia y Lidia activaban sus localizadores para guardar la ubicación. No habían pasado más de unas cuantas cuadras hasta que el auto se detuvo frente a una cafetería llamada "Sucré latte", era de un tamaño lo suficiente espacioso y por lo que veía tenía una temática francesa e italiana.
El chofer hizo ademán para que mis amigos salieran, yo le agradecí, y por último le pedí que viniera a recogernos en un par de horas.
Una vez entrado a la cafetería, Amelia y Lidia parecían asombradas, como si nunca en su vida hubieran entrado en un café temático, y por la expresión en sus rostros supe al instante que estaba en lo correcto. Cuando era pequeña, me encantaba visitar las cafeterías temáticas con mis papás porque siempre me daban regalos y era realmente divertido.
A continuación de una grata bienvenida por parte del servicio, nos situamos en una pequeña mesa de color haya. Al instante de tomar asiento, Lidia ya había pedido por casi todos; para Amelia, una orden de brownies, a lo que ella agregó un emparedado; para nosotros, pastelillos, a excepción de que Lidia había añadido una copa de helado.
—Ya que gracias a la generosidad de Rosa nos encontramos reunidos aquí, creo que es hora de que comencemos con los preparativos. —Lidia fue la primera en iniciar.
—Bien, Lidia, ya pareces tener todo planeado, puedes decirnos en que podemos ayudar —continuó Amelia.
—No creo que sean necesarias varias cosas ya que los estoy invitando de mi parte, pero si no es mucho abusar de su generosidad, pueden traer cualquier bocadillo que gusten para compartir. —Gracias a la expresión de Lidia, inferí que quería que trajera más dulces porque seguramente estaba adquiriendo una adicción a estos—. También les aviso que es importante que lleven ropa deportiva dado a una actividad que tengo preparada. —Agregó Lidia firmemente, lo que suponía que no nos diría una sola palabra de lo que tenía en mente y quería que fuera sorpresa.
Después de discutir lo que cada uno podríamos llevar y después de la conversación casi sin final de Amelia y Lidia sobre las mejores actividades para realizar en campo abierto, acordamos que la hora de reunión sería a las 9:00 a.m.
—Ya que Nathan aún no tiene nuestras direcciones, ¿qué les parece si el encuentro lo hacemos aquí?
—Me parece buena idea —respondió Nathan con aire pensativo evaluando la sugerencia de Lidia.
—Estoy de acuerdo.
Cuando ya todos se encontraban de acuerdo ya habían pasado casi dos horas, en las que Iván vendría a recogernos. Con el estómago lleno de dulces y bebidas azucaradas, nos sumergimos en otra conversación, esperando a que Iván llegara.
—Chicos... creo que mi padre quiere que regrese antes. —Amelia se veía un poco desorientada al observar por la ventana.
—¿A qué te refieres? —inquirió Lidia.
—¿No lo ven?, es el chofer de mi padre. —Giró nuevamente Amelia en dirección a la ventana donde se encontraba un hombre no mayor a la edad de mi padre, de entre 40 y 45 años, de mediana estatura y portando un traje en lugar de un uniforme con una insignia, el uniforme lo había visto en los guardaespaldas de Lidia pero he de suponer que no todos los trabajadores estaban obligados a portar un determinado uniforme.
—¿Estás segura? —Lidia la seguía interrogando con incredulidad.
—Sí, claro que sí, creo que ha venido por mí. —Yo no podía decir nada, ya que nunca había conocido a su chofer ni a sus guardaespaldas hasta hace poco.
—Pero ya habías dicho que tu papá te había permitido que regresáramos con Rosalie como la vez anterior.
—Ya lo sé, pero tal vez haya ocurrido algo urgente. De cualquier manera iré a preguntar, por favor esperen. —Amelia se levantó de su asiento y se dispuso a caminar en dirección a la salida.
—Espera, Amelia. —La voz de Nathan comenzaba a sonar lejana ya que él también se dirigía a la salida seguido de Lidia, lo que no me dejó otra opción que terminar de pagar todo en la caja y seguirlos.
—¿Qué sucede? —Intenté preguntar por la rápida salida de todos.
—Señorita, su padre me ha informado que viniera a recogerla, sólo eso puedo decirle. —No sé si solo haya sido mi imaginación pero la postura de aquél señor se mostraba un poco incómoda y nerviosa si es que podía ser posible.
—De acuerdo, creo que no tengo más remedio o mi padre podría enojarse... —Amelia se dirigía a subirse a la gran camioneta negra cuando Nathan haló de su muñeca y la instó a alejarse. Parecía que de la camioneta otra persona había intentado sujetar a Amelia para mantenerla dentro.
—Aléjense. —La voz de Nathan se había vuelto más rígida, aunque no sabía a quién se refería exactamente—. Busca ayuda. —Esta vez su mirada se dirigía a Lidia, quién captó el mensaje al instante y salió corriendo velozmente—. Corran. —Ahora se dirigía a nosotras, que lo único que pude realizar fue tomar la mano de Amelia, quién todavía no comprendía la situación, y correr en dirección contraria.
Sentía que al menos habíamos corrido lo suficiente para sentirnos seguras, pero nos habían seguido y nos encontraron. Recorrí mi mirada en busca de Nathan hasta que lo encontré cerca de nosotras, me preocupaba que no pudiera habernos seguido.
—Tú, entréganosla, y te prometemos no hacerte daño. —Uno de los hombres que había salido de la camioneta, que parecía medir unos cuantos centímetros más que yo, se dirigió hacia mí con tono enfurecido.
—¡No se acerquen a ella! —Sólo pude decir eso con voz firme manteniendo a Amelia detrás de mí.
—Veamos que sí. —Otro sujeto más alto que yo tiraba de Amelia y se la llevaba.
No podía permitirlo, tenía que hacer algo, y lo único que se me ocurrió fue darle un golpe fuerte en la nuca y justo en su espina dorsal para sujetarlo del antebrazo y realizar una proyección que generó un gran estruendo como si le hubiera quebrado todos sus hueso, dejándolo imposibilitado. El otro sujeto había arremetido contra mí tratando de doblar mi brazo y sosteniendo una afilada cuchilla que casi perforaba mi cuello, entonces con toda la fuerza que pude haber obtenido en mi brazo derecho, le impuse un fuerte golpe en las costillas que le hizo doblarse, y tomé mi oportunidad para realizar otra proyección que terminaría en otro ruidoso impactó contra el suelo.
No tenía ni la más mínima idea de lo que sucedía, sólo actuaba por instinto; me llenaba la preocupación y había hecho todo lo posible por proteger a Amelia. ¡Nathan!, intentaba vislumbrar a Nathan. Otros dos tipos que parecían más altos y fuertes parecían intentar apartar a Nathan de su camino, pero el parecía esquivar todos sus atentados con facilidad, hasta que escuche el sonido de las balas impactando contra cualquier cosa que se interpusiera.
Un sujeto parecía haber distraído a Nathan mientras que el otro se dirigía hacia a Amelia y a mí, su arma nos apuntaba a nosotras, yo intenté servir de escudo protector para que no lastimaran a Amelia, quién ya se encontraba derramando lágrimas incesantes. Sólo esperaba el impacto, los segundos pasaron como si fuera una eternidad, pero ni el impacto ni el dolor llegó, sólo el ruido sordo de unas balas cayendo en el piso. Me decidí a girar para ver qué era lo que sucedió y sólo vi a Nathan de pie enfrente de nosotras, mi corazón latía y se agitaba con brusquedad, ¿le habían hecho algo a Nathan?, pero no, parecía intacto, sin ningún rastro de sangre que pudiera encontrar.
—Descuida, no te preocupes, estoy bien. —Nathan se dirigía a mí con su nuevamente habitual tono amable.
Sentía que mis piernas se flaqueaban y antes de que pudiera dejar caer todo mi peso sobre la acera, Nathan me sostuvo suavemente hasta dejarme en una posición recargada contra la pared de algún edificio.
—¿Qué pasó? —Apenas y fui capaz de formular pregunta, estaba segura de que pronto entraría en shock como Amelia, que se encontraba a mi lado, lo hizo.
—Tranquilízate Rosalie, ya no debes tener miedo. —Los ojos azules de Nathan me miraban directamente con una preocupación bastante notoria, pero aun así lograron serenarme como si le hubieran lanzado un balde de agua fría a mi cerebro para que volviera a reaccionar de manera objetiva.
—¿Y los ... —Intenté preguntar, pero Nathan me mostró que todos permanecían inconscientes.
—No te preocupes, ninguno está muerto —respondió Nathan al notar la expresión horrorizada en mi rostro—. No debí de haberlas dejado solas, por mi culpa te han hecho daño ¿no es cierto? —El rostro de Nathan se mostraba aún más preocupado.
—No, estoy completamente bien. —Y técnicamente era cierto, sólo tenía una pequeña herida en el cuello y unos pocos golpes.
El sonido de las sirenas no había tardado tanto en aparecer como había esperado, tanto la policía como la ambulancia se encontraban allí. Los paramédicos nos examinaban a cada uno en busca de alguna herida grave mientras que los oficiales nos realizaban preguntas de lo sucedido y nos informaban que debíamos de dar nuestro testimonio de los hechos al ministerio público, pero de alguna manera se mostraban un poco incrédulos de nuestra historia, y como en defensa propia sin el uso de ningún arma habíamos dejado inconscientes a los secuestradores, excepto al chofer que se había dado a la fuga, lo cual sonaba demasiado extraño.
Después de dar nuestro testimonio ante el ministerio público, nos habían enviado directamente a emergencias para un examen más exhaustivo; durante ese periodo Lidia ya se encontraba con nosotros, a quién también le había supuesto mucho esfuerzo ir corriendo en busca de ayuda, llamar a las autoridades y a todo cuánto pudiera además de tratar de localizarnos.
Se podría decir que yo aún no comprendía lo que nuestro alegre día de reunión se había terminado por convertir, no era capaz de pensar en absolutamente nada más. Lidia se había encargado de hablar a nuestros padres para informarles que nos tendrían que recoger en la sala de espera de emergencias del hospital, en el fondo le agradecía mucho a Lidia, que ya no había hecho más preguntas y que se había encargado de todo lo que no éramos capaces de hacer en ese momento.
Una joven mujer de cabello ondulado color canela y ojos marrones brillantes había entrado a la sala con un rostro lleno de preocupación como el de tantos otros, pero la diferencia era que se dirigía hacia nosotros.
—Nathan, por Dios, siempre me tienes preocupada, cómo es que tu padre deja que hagas todas esas cosas peligrosas. —La joven señora hablaba con un ligero acento extranjero y se dirigía hacia Nathan dándole un efusivo abrazo.
—Mamá, ya te he dicho que no tienes por qué preocuparte siempre.
—A mí me tiene sin cuidado lo que diga tu padre, que al fin y al cabo también es un irresponsable. —Hizo una pausa deteniendo su mirada en mis amigas y yo.
—Oh Dios mío, no me digas que estas niñas también... —Los ojos de la señora se mostraban acuosos, y sin terminar de expresarse, dos personas más entraron a la sala, a las que reconocí como los padres de Lidia, seguidos de los guardaespaldas de Amelia y de mis padres.
En ningún momento me había detenido a pensar en cómo reaccionarían mis padres ante aquella situación, ni yo misma sabía cómo reaccionar, no podía mostrar expresión alguna.
—Oh, cariño, ¿te encuentras bien? —La mamá de Lidia se dirigía a ella.
—A mí no me ha pasado nada mamá, ya te lo expliqué por teléfono —respondió Lidia dando termino a su conversación.
—Rosalie, ¿cómo es que ha sucedido esto? —La voz de mi mamá denotaba angustia y un poco de furia.
—Mamá, lo siento, yo no sé cómo ha sucedido esto, yo sólo intente proteger a Amelia. —Mi voz sonaba casi entrecortada y actuaba de manera mecánica.
—Alissa, creo que por ahora es mejor no someterlos a un interrogatorio, han pasado por un momento muy malo. —La voz de mi papá trataba de tranquilizar a mi mamá.
—Ya lo sé, Carlos, pero estoy muy preocupada, algo malo pudo haberle pasado a nuestra hija. —La voz de mi mamá aún sonaba exasperada—. ¿Los han lastimado, Rosalie? —Mi mamá preguntaba dirigiendo su mirada a la pequeña gasa que se sostenía en mi cuello.
—No mamá, por suerte nadie ha resultado herido. —Hice una pausa ante la mirada escudriñadora de mi madre. Sólo ha sido algo pequeño—. Dentro de mí no quería preocupar a mi mamá aún más.
Amelia, quién aún se encontraba absorta, sólo se dedicaba a escuchar las conversaciones de los demás y no había pronunciado palabra alguna desde lo sucedido fuera de la cafetería, era quién me tenía más preocupada.
—Mamá, creo que Amelia es la que debería necesitar más ayuda.
—Es cierto, ¿no ha llegado su padre aún? – Preguntó mi mamá con más tranquilidad.
—Lo siento señora, pero eso es por lo que nosotros nos encontramos aquí. —Había respondido uno de los guardaespaldas de Amelia.
—Nuestro señor también ha sufrido un atentado —respondió la voz del otro guardaespaldas. Esto hizo que Amelia reaccionara ligeramente.
—Dios mío, es algo horrible. —La voz de mi mamá sonaba nuevamente angustiada.
—No tiene por qué preocuparse, nuestro servicio es altamente seguro y nosotros nos encargaremos de proteger a la señorita Amelia.
—Acompáñenos señorita. —Se dirigió el otro guardaespaldas a Amelia, sosteniéndola ligeramente, guiándola hacia la salida.
—No se preocupe señora, no le sucederá nada. —La suave voz de la mamá de Nathan detuvo a mi mamá de seguirlos—. Ay, Dios mío, recordando que no me he presentado. Disculpe mi falta de respeto, soy Emma Kesselman, la mamá de Nathan.
—No tiene por qué disculparse, es demasiado claro en este caso. Alissa Dalmedia Dadia y mi esposo Carlos Hassine Mendel, los padres de Rosalie.
—Un gusto en conocerlos, por desgracia mi esposo se encuentra ocupado en su trabajo —añadió la mamá de Nathan.
—Nosotros somos los padres de Lidia, Adrián Aimeriz Manssur y mi esposa Olivia Sorís Lara, es un placer conocerlos.
—El placer es nuestro —respondieron mis padres.
—Es un verdadero placer conocerlos a todos, lástima que sea en estas condiciones. —Había agregado la mamá de Nathan.
Terminada la presentación de nuestros padres, todos nos dirigimos a la salida, y en una despedida cada uno tomó su propio camino.
El trayecto directo a mi casa me había parecido eterno ensimismada en mis propios pensamientos, todavía no asimilaba los hechos con total claridad.
Cuando por fin llegué a casa, mis padres me dejaron descansar porque mañana tendría que regresar al instituto, y esa era la única manera de mantener mi mente distraída y serena.
Este capítulo me costó un poquito, al final le hice algunas modificaciones y lo tuve que editar otra vez.
Espero entiendan este capítulo, me quedó un poco raro :)
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