Capítulo 22 - La gran presentación de teatro
Después de sentir la constante tensión que acrecentaba en el instituto, cambiar de entorno permitía que tomara un gran respiro y que al menos por unos instantes mi mente se dispersara un poco de aquella pesada cotidianidad, que en cierto sentido se había vuelto desagradable.
Desde que había ingresado a la academia, sentía que mi poder de canalización había mejorado considerablemente, a pesar de que controlar mi fuerza todavía me resultaba un poco complicado. El ambiente era bastante agradable y a través de los entrenamientos de mis compañeros aprendía nuevas cosas.
—Bien, como en esta sesión manejaremos el control de tu fuerza no va a ser necesario emplear magia. —Nathan manifestó con un semblante confiado— Tendrás que golpearme —anunció con una gran sonrisa como si fuera lo más natural del mundo.
—¡¿Qué?! ¿Por qué tendría que hacerlo? —Realmente no comprendía en primera instancia el motivo de lo que sugería.
—Tranquila, no te he explicado bien —hizo una pausa—. A lo que me refiero es que como todavía estás aprendiendo a controlar tu fuerza es mejor que entrenes conmigo, en el caso de que surja un posible accidente.
—Pero... no quiero lastimarte.
—No te preocupes, no vas a lastimarme. Es un entrenamiento necesario —Me aseguró mirándome directamente a los ojos, sin poder rebatir a su mirada.
—Está bien. —Entendí a que se refería y al final desistí.
—Intenta relajarte, yo estaré contigo en todo momento y no me vas a hacer daño— asimiló—. Por el momento —sopesó al percatarse de mi actitud aún insegura—, ¿por qué no intentas lanzar un golpe al aire?
Asentí de manera instintiva, no bien una ráfaga de viento apareció como efecto al sonido que produjo mi golpe a causa de mi nerviosismo, a pesar de que mi intención era la contraria.
—¡Wow! muy bien, ahora intenta canalizar tu fuerza como con tu energía para hacerla más ligera —continuó mi amigo con una expresión gentil dándome ánimos a pesar de mi fracaso.
—Lo estoy haciendo muy mal —expresé de forma inconsciente; no quería que se notara mi deje de frustración.
—Tranquila, Rosa...lie, lo estás haciendo muy bien —afirmó cálidamente, tal vez para tranquilizarme—. En lugar de enfocar tus sentidos en un solo punto, puedes distender tus músculos para disipar un poco la fuerza que ejerces.
Solté un profundo suspiro; a pesar de que mi capacidad para canalizar mi energía había mejorado considerablemente, controlar mi fuerza de manera adecuada continuaba siendo un reto para mí.
—Está bien Rosalie, es un proceso al que te acostumbrarás poco a poco.
—Pero ¿qué puedo hacer? Siento que no he avanzado ni un poco. —Quizás era impaciente, pero no me agradaba la incertidumbre de no poder controlar algo que podría resultar peligroso si llegaba a cometer un pequeño error.
—Tranquila, tal vez algo más dinámico funcionará. Trata de controlar tu respiración cuando decidas realizar un movimiento como lo haces cuando canalizas el centro de tu energía.
Cerré mis ojos para tomar una respiración profunda, con la intención de que mi cuerpo recibiera la oxigenación necesaria y exhalé lentamente, procurando sentir cada conexión nerviosa dentro de mí.
—Muy bien, intenta nuevamente lanzar un golpe directo, hazlo con los ojos cerrados.
Asentí y repetí la acción con una postura más relajada. Asesté al aire y esta vez no escuché el sonido, de lo que sí me percaté fue del impacto con una palma.
—Te dije que estaría bien —sentenció con voz calma.
Abrí los ojos de golpe al momento en el que Nathan sostenía mi puño con su mano.
—¿Realmente no te lastimé? —cuestioné dudosa.
—Tranquila, no, para nada —aseguró mostrándome su palma—. Ahora que tu respiración es más relajada, ¿por qué no lo intentamos de nuevo?
—Está bien —sostuve con mayor soltura.
Nathan sugirió que realizáramos más ejercicios para comprobar mis reflejos y la medida en que podía relajar mis músculos para evitar que cualquier ligera tensión obstaculizara mis movimientos. La buena señal era que hasta el momento no había provocado daños ni destruido nada por accidente, en parte a que nuestras prácticas tomaban lugar al aire libre y el equipo de la academia era lo suficientemente resistente.
—Tomemos un descanso, ¿está bien? —sugirió mi amigo.
Asentí aceptado una bebida que había enfriado con sus manos, un aspecto sutil del que hasta ese instante había tomado en cuenta y todavía me sorprendía.
—¡Es impresionante! —solté reparando en el enorme campo de entrenamiento.
Nathan me miró con alegría en su rostro, complacido de que la academia me agradara y me brindara parsimonia, añadiendo todas las cosas increíbles que aprendía y que sucedían dentro; era un espacio secreto, un lugar seguro al que sin notarlo me había acostumbrado y me hacía sentir cómoda.
—Con el tiempo aprenderás a disipar tu fuerza de la manera en que controlas naturalmente tu energía.
—Aún... —dudé.
—Yo sé que tienes miedo.
—Lo que no entiendo es por qué... si nunca.
—¿Te refieres a que nunca habías sentido una fuerza que te superaba?
—De alguna manera, a excepción de lo que sucedió cuando era más pequeña —mencioné, rememorando uno de mis más grandes miedos.
—Eso es normal, la fuerza innata es algo que está vinculado directamente con tu naturaleza féerica, con tu parte que no es humana —explicó—. Muchos divididos incompletos llegan a experimentar que no tienen el control absoluto porque ambas partes se encuentran en conflicto y es un proceso natural al comienzo.
—Aún no lo comprendo del todo, pero te agradezco mucho que me hayas ayudado; realmente no sé qué habría hecho sin tu ayuda, sin la ayuda de todos.
Sinceramente, en estos momentos no podía imaginar cómo sería mi vida si nunca hubiera conocido a Nathan, si él nunca hubiera llegado a mi vida, sin haberme brindado su amistad. Para mí él era lo más parecido a un ángel que siempre había estado a mi lado y al que todavía no estaba segura de que algún día pudiera retribuir de la misma manera.
—No te preocupes Rosalie, este es un espacio en el todos pueden sentirse seguros y puedes buscar nuestra ayuda; recuerda que siempre estaré dispuesto a ayudarte, nunca te dejaría sola.
—Muchas gracias, Nathan. —Por el momento eso era lo único que podía decir.
—Siempre eres muy amable —sonrió y de cierto modo me sentí acongojada.
Nathan me enseñó formas de controlar mi fuerza gradualmente y lo agradecí; mi miedo disminuía, así como el hacer uso de mi energía. De igual manera me indicó que aprender movimientos de defensa personal eran importantes en caso de un enfrentamiento sin abusar de una fuerza excesiva.
El otoño ya se encontraba en su cúspide; podía sentir el viento frío en mi piel como un leve soplido que se entremezclaba con mi respiración. Las pequeñas ventiscas hacían que mis pensamientos se aligeraran, deteniéndome a disfrutar todo lo que mis sentidos agudizados me permitían.
Ya era noviembre, y con esto una serie de conmemoraciones y de festividades iniciarían. Me gustaba la paz que estas fechas producían, en especial porque un evento especial se encontraba próximo.
Siendo este el inicio del mes, el primero de noviembre, todo se encontraba preparado con una semana de antelación para iniciar el programa de actividades culturales que respectaba al Día de muertos, incluyendo todos los clubes de los que eran partícipes los alumnos.
Al finalizar las clases todos debíamos apresurarnos, en especial porque tenía que reunirme con mis demás compañeros de teatro, quienes se encontraban alistando cada pequeño detalle para nuestras presentaciones.
Como la obra en la que yo aparecía era intermedia, todavía sobraba el tiempo suficiente para prepararnos. A los actores nos indicaron cambiarnos en bastidores para posteriormente ajustar algún detalle en nuestros trajes asimismo que nuestra preparación para el maquillaje.
Colocarme el vestuario fue relativamente sencillo, permitiendo que saliera enseguida para que me encontrara con Adela y Enrique, apoyándome a finalizar los retoques necesarios.
Otra compañera fue la que se acercó hacia donde nos situábamos para preparar el maquillaje de mi rostro, a lo que explicó sería ligero y solo cubriría la parte restante de mi antifaz.
Al visualizar mi traje completo, me maravillé por la cantidad de esfuerzo y dedicación que había conllevado a mis compañeros, todos tenían un papel muy importante, colaborando en diferentes tareas. La última parte de mi traje consistía en el antifaz que recubriría mi rostro con plumas en la parte superior y la punta que asemejaría el pico del ruiseñor, mientras arreglaba el tocado en mi cabello.
La mayoría de mis compañeros ya se encontraban preparados para salir al escenario, dando prioridad al grupo de preparatoria y los que también ayudarían a presentarse en la primera obra; no me imaginaba la presión de participar en dos obras diferentes, de algún modo me sentía aliviada porque no tendría un gran peso por llevar.
—Wow, Rosa... eres realmente como un ave —Nathan apareció detrás de mí, cerrando las cortinas de uno de los bastidores. Lucía completamente diferente de como acostumbraba a verlo, portaba un atuendo más antiguo; un pantalón de tirantes y chaleco, al igual que un moño de listón atravesaba su cuello, mientras sostenía un par de anteojos circulares entre sus manos—. No estoy acostumbrado a utilizar anteojos —mencionó ajustándolos a su rostro.
—Y tú realmente te ves como un estudiante del siglo XIX —solté sin percatarme, a lo que él únicamente asintió complacido por mi respuesta. Ver la emoción en sus ojos cristalinos me pareció la escena más hermosa, me mostraba su sinceridad y genuino interés en lo que hacía, que me conmovió por completo. Su sonrisa cálida me confortó como siempre lo hacía, ayudándome a prepararme antes de salir al escenario. Él verdaderamente se había convertido en mi mejor amigo.
—¿Te encuentras lista, Rosalie? —añadió alegremente.
—Aún estoy un poco ansiosa porque no quiero cometer ningún error.
—No debes preocuparte por eso, yo sé lo mucho que te has esforzado.
—Gracias Nathan, haré lo mejor, muchas gracias por tu ayuda y tus consejos.
—Realmente no es nada, te ayudo porque eres mi amiga y eres increíblemente talentosa.
—Aun así, te agradezco, estos días han sido bastante complicados, pero estoy segura que el esfuerzo de todos hará que nuestro club entregue un buen trabajo. —Nathan asintió jugueteando con los anteojos que le habían entregado de utilería, creía que ese aspecto de cierta forma se ajustaba a él y emití una leve sonrisa de manera inconsciente.
Primero llamaron a los alumnos que se presentarían en el primer acto de «El fantasma de Canterville», a lo que pude asomarme por un resquicio del telón en espera de nuestro turno, gracias a mi curiosidad que en ocasiones me superaba.
Estaba claro que la primera obra, al ser de las principales había requerido una extenuante preparación, siendo la más larga entre actos y entremeses, durando poco más de una hora y media.
Pronto acudieron a nosotros para presentar la obra intermedia, organizándonos por orden de aparición. Al tratarse de una obra corta, todo sucedió sin mayores contratiempos. Una vez entrada la escena, me decidí a convertirme en el ruiseñor que estaba dispuesto a sacrificarse por entregarle una rosa al estudiante, por ayudarle a todo lo que pudiera conciliar su corazón, un ave que simpatizaba con el sentir humano, aunque esto le costara su propia vida. Cuando los reflectores se posaron sobre nosotros comprendí el discurso que debíamos proyectar sobre la vida porque el sacrificio del ruiseñor no había sido en vano.
Mi acto finalizó cuando el ruiseñor emitió su último canto al esperar en la ventana del estudiante y sucumbir al sueño eterno.
Verdaderamente deseaba que los resultados de todos los días de ensayo de nuestro grupo fueran satisfactorios para el público. Mis preocupaciones se disiparon
Tan solo quedaba esperar a que terminara la última obra, de la que silenciosamente me mantuve cerca de los espectadores,
Una extraña sensación recorrió mi ser al regresar a casa, algo me advertía más allá de mis sentidos que se encontraba cerca a pesar de que no notara nada extraño a los alrededores, aparentemente no pasaba nada, el cristal que llevaba conmigo afortunadamente no producía ningún brillo como una fuente de alarma, pero aun así me sentía vigilada, como la vez en que por un instante creía haber divisado un par de ojos violetas. No tenía idea de por qué, aunque pareciera insólito cada vez que recordaba la mirada de esa niña originaba una mayor pesadez en mi mente.
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