Capítulo 11 - Búsqueda e investigaciones

Al llegar a casa, consideré en descansar un momento antes de la cena. Me retiré a mi habitación y tan sólo decidí recostarme para tomar una pequeña siesta.

Mis párpados acudieron rápidamente a mi cansancio y mi mente se nublo en pocos instantes.

—Rosalie, mi pequeña...

Nuevamente mi mamá entonaba esa canción, la reconocía; la cantaba para mí, en especial para que lograra conciliar el sueño.

—Rosalie... —Fueron las últimas palabras que escuché antes de que el sueño se difuminara, volviéndose oscuro, regresando al vacío.

Desperté, abrí los ojos gradualmente; preguntándome la posibilidad de tener el mismo sueño dos veces consecutivas, era la primera vez que lo había experimentado.

Tocaron a mi puerta y dispuse a tomar mi calzado para abrir.

—Rosalie, ya está lista la cena. Ya llegaron tus padres. —Camila me avisó una vez le hube abierto la puerta.

—Lo siento, ya me alistaré —mencioné, dirigiéndome prontamente a prepararme.

Bajé al comedor, con apremio. Me quedé dormida, y necesitaba apresurarme para llegar a tiempo.

La cena se efectuó ligera y silenciosa, apacible como era cada día que nos reuníamos en familia.

Rememorando mi sueño, decidí preguntar por curiosidad al finalizar la comida.

—Mamá, puedo preguntar algo —inquirí con respeto.

—Sí, ¿qué sucede Rosalie?

—¿Alguna vez compusiste una canción para mí?

—¿Lo recordaste? —cuestionó expectante, causándole sorpresa mi pregunta.

—Tuve un sueño en el que cantabas cuando era bebé —respondí con calma intentando que mi pregunta no sonara imprudente e infundada.

—¿Lo viste en un sueño? —preguntó amainando su tono de voz.

—¿Es cierto? —interrogué con premura sin mediar mis acciones.

—Sí Rosalie, no puedo creer que sea posible el que lo recuerdes. —Su respuesta me dejó sorprendida y con un total impacto, que se reflejó en mis ojos.

—Mmm... Rosalie, ya has terminado, ¿por qué no vas a descansar? Tu mamá todavía tiene trabajo pendiente —intervino mi papá al notar mi mirada distante y absorta.

—De acuerdo —asentí levemente, encaminándome a mi habitación.

Me encontraba realmente impresionada respecto a lo que me había revelado mi mamá. Eso significaba que mis sueños en realidad eran recuerdos que permanecían en mi mente y hasta este momento resurgían.

Decidí finalizar los deberes que permanecían pendientes, para posteriormente serenar mi mente y sumergirme en un sueño profundo.

Había tenido un día un poco pesado, repleto de varios sucesos. Mi memoria retuvo demasiada información, generando en mí un agobio inexplicable.

En mi mente todo se mezclaba formando una realidad desuniforme, un sueño inconsistente sin un principio fijo ni fin; hasta que todo comenzó a desmoronarse, reduciéndose a la nada en una oscuridad absoluta.

Abrí los párpados hacia un nuevo día, obligando a que mi estado corporal se acostumbrara a los repentinos cambios de temperatura.

Dando comienzo al nuevo día, me sentí como una masa deforme adaptándose al estado climático.

El día en el instituto resultó más ligero de lo que pensé, quizá se debiera a que me deshacía de la sobrecarga de emociones paulatinamente.

Acordé con Lidia ejecutar el plan que teníamos preparado para que nada resultara mal. A pesar de que me sería difícil actuara poco amable con alguien tan amigable y educado como Lisandro, su comportamiento me permitía espacio; por lo que deduje aún no se encontraba preparado para enfrentarme directamente, lo que me supuso un pequeño respiro.

Parecía que el día de hoy sería completamente apacible, tal como el cielo despejado que se observaba desde el instituto.

En la salida, contemplaba los campos coloridos que me ofrecían los adornos naturales; podía oler la esencia de las flores cerrando mis ojos, así como la esencia de las personas. «¿Las personas?, ¿por qué pensaría en algo como eso en este momento?».

Si pensaba en olor que emanaba cada persona, producía que me mareara y me sintiera inestable, así que lo dejé pasar.

—Rosalie —pronunció con una voz suave, que se podía confundir con los susurros del viento. No advertí de su presencia al estar ensimismada en mis propios dilemas.

—Nathan —emití en un ligero sonido.

—Nos vemos en la entrada de tu casa a partir de las cinco, ¿de acuerdo? —enunció sutilmente pasando por mi lado antes de efectuar un ademán de despedida.

Lo único de lo que fui capaz después de que me citara Nathan fue comer y obtener un cambio rápido.

A pesar de que mi mente se encontraba calma, aún me era posible sentir esa inquietud e incertidumbre hacia aquello en lo que iríamos en búsqueda. Las interrogantes se manifestaban una tras otra, dando a entender que nunca se encontraría una respuesta o solución definitiva.

Poco antes de que fuera la hora determinada, tomé mi block y un estuche, asemejando que iría en busca de inspiración y relajación para dibujar.

Salí a la entrada y me ubiqué a unos pocos pasos lejanos. No pasó demasiado tiempo en el que atisbé a Nathan; su semblante permanecía serio e impasible, guiándome en silencio hacía la ubicación en donde nos encontramos la primera vez en el bosque.

Nos detuvimos antes de llegar al claro, señalándome el lugar en dónde se encontraba la barrera.

—¿Aún se encuentra la barrera aquí? —enuncié levemente con curiosidad, recordando la manera en que parecía haberse vuelto invisible.

—Sí, aunque no la puedas ver todavía permanece su energía y es posible sentir la fuerza que emana —respondió con amenidad. —O incluso puedes tocarla—. Continuó haciendo una demostración de cómo la barrera se distorsionaba al contacto de sus dedos, tal y como si una gota de agua cayera en un estanque; sólo en esa área.

—Es impresionante —solté inconscientemente.

—Es lo mismo que yo pensé, este poder es demasiado grande —sopesó por un momento—. ¿Desde hace cuánto es que acudes a este lugar? —preguntó mirándome directamente.

—Desde que nos mudamos, hace cinco años —agregué, rememorando el cambio que había supuesto en mí.

—¿En todos esos años no notaste algo extraño? —La pregunta que formuló pareció ser más para sí mismo.

—No, siempre fue un lugar muy seguro; incluso a mis padres no les preocupa.

—¿En serio? —Por primera vez percibí sorpresa en su voz.

—¿Eso te sorprende? —indagué con curiosidad.

—Bien, normalmente mi madre es la que se alarma cuando salgo sin compañía —respondió serenamente.

—Oh, ella parece una persona agradable —mencioné recordando la calidez que brindaba a los demás después del incidente de Amelia.

—Sí, lo es. Aunque a veces puede ser un tanto sobreprotectora —añadió con una sonrisa.

—Si te soy sincera, desde que era pequeña no era muy buena haciendo amistades; por lo que mis papás acceden a que haga cosas que me gustan, y me impulsan a salir con amigos.

—Creo que lo entiendo. —Hizo una pausa—. Pero eres una persona muy amable y agradable, eres la persona más confiable que he conocido —enunció mirándome directamente a los ojos.

—¿Yo? —Su sola mención provocó que mi temperatura descendiera hasta que mi sangre se congelara.

Por un momento sentí que se establecía una conexión, pero se esfumó cuando Nathan retiró la mirada.

—Sería bueno si inspeccionamos esta área —informó señalando la sección que rodeaba al claro.

Caminamos por los alrededores, sin tener idea de que era lo que debíamos buscar, hasta que se detuvo en un espacio árido lleno de tierra.

Hizo un ademán de que lo esperara, hincándose y posando sus manos sobre el suelo. Inspiró y cerró los ojos, permaneció en esa posición por algunos minutos. Fui capaz de sentir una suave brisa atravesando los árboles, como si intentara registrar todo el lugar.

Nathan se levantó nuevamente dirigiéndose a mí, justo en el momento en que la brisa cesó.

—He descubierto que esta barrera comprende un espacio considerable —sopesó con un deje de confusión.

—¿Qué significa eso? —Inquirí con interés.

—Debe ser un hada más poderosa de lo que pensé —sentenció absorto, como si intentara encontrar una respuesta congruente.

—¿No es posible para cualquier hada hacer eso? —formulé de manera confusa.

—Debe ser un hada demasiado fuerte para soportar y liberar toda esa energía. Normalmente las hadas pertenecientes a la nobleza pueden realizarlo sin demasiado esfuerzo.

—¿Pertenecientes a la nobleza? —enuncié con expectación.

—Mmm... sí. —Se detuvo un momento—. La jerarquía de las hadas es un poco distinta a la de los humanos. Quienes poseen un espíritu más fuerte, ocupan cargos de nobleza o como guardianes; a ellos se los considera como los principales servidores que protegen y velan por las demás hadas.

—Es algo increíble —mencioné maravillada por lo que recién había descubierto.

—Puede parecerlo, pero... requiere demasiada responsabilidad. —Bajó su mirada, distrayéndose en sus propios pensamientos.

—Mmm... Nathan... —Me arriesgué a alterar sus pensamientos.

—Creo que sería mejor reforzar la barrera antes de que pueda suceder otra cosa —enunció con firmeza.

Regresamos al claro, donde había sido nuestro punto de partida. Nathan simplemente hizo contacto con la barrera nuevamente, produciendo que se deformara levemente hasta quedar como un muro cristalino que inmediatamente se volvió etéreo.

—¿Ya se encuentra reforzada? —inquirí levemente.

—Sí, por el momento no supondrá ningún problema si algún ser desea entrar. Aun así procura no alejarte demasiado de tu casa sin compañía.

—Está bien. —Asentí ligeramente con una sonrisa.

—Te acompaño —declaró disminuyendo tenuemente la distancia entre nosotros.

—Mmm... Nathan, ¿puedo preguntar algo? —cuestioné con sutileza.

—Sí, ¿qué sucede? —bajó su mirada, dirigiéndola a mí.

—¿Cómo es que llegaste?

—No te preocupes, mi chofer se estacionó a pocos metros de este lugar. Si apareciera aquí como lo hice la última vez, la barrera se volvería propensa a otra abertura.

—Ohh... —asentí comprendiendo.

—¿Realmente luzco tan extraño? —formuló enarcando las cejas.

—Oh no, no quise decir eso. —Me disculpé al percatarme de que mis palabras habían sonado ofensivas.

—No te disculpes, sólo era una broma —expresó sonriendo abiertamente. Su sonrisa era auténtica y me confirmó que Nathan continuaba siendo el mismo chico de siempre. La relación entre nosotros no cambiaría y me brindaría más de su trato amable.

Nathan me acompañó hasta la entrada de mi casa, despidiéndose de mí. Sólo se hubo ido en el momento en que me vio ingresar.

El paso de las horas se podía apreciar en los cambios de tono en el cielo. Las nubes se tornaban rojizas y el cielo de un ligero color violeta; recordándome que la vida sufría de constantes cambios.

***

Gomenne, el siguiente capítulo será más largo.

¿Qué les pareció este capítulo? 😳

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top