C E R O
¿Han tenido esos días en que sienten que nada está bien? ¿Cuando piensas que todo en tu vida es un fracaso? ¿Que estás en un charco de arena movediza y que entre más tratas de salir, más te hundes? Porque yo sí, y ¡maldición que es desagradable!
Esa sensación de impotencia, de sentir que por más que apuestes tus fichas, el horrible giro de la fortuna nunca estará de tu lado. No siempre es fácil esperar el arcoiris tras la tormenta, porque todo lo que ves es oscuridad ¿donde está el esperado rayo de sol? Sólo podemos ver las sombras y a pesar de que hay luminosidad alrededor, nos empeñamos fervientemente en enterrarnos en la penumbra y no dejamos que nadie se acerque con la intención de ayudar.
Siempre se dice que hay gente en peores situaciones y que no hay que quejarse, pero eso no es posible si no se ven esos casos personalmente, como es lo más frecuente. Sólo se puede juzgar la situación propia porque es la única que se conoce. ¡Qué egoísta es el mundo!
Eso no va a cambiar, eso no mejorará teniendo actitud positiva. Los humanos en su afán de ser felices, ignoran la infelicidad de los demás; en su egocentrismo se quejan de sus problemas sin querer o intentar darles una solución, porque todos asumen que no tienen solución. Pero ¡sí la tienen! Muchos de los problemas por los que las personas rezan al cielo o a su Dios, son problemas mínimos cuya solución está enfrente; pero los humanos prefieren pedir a deidades invisibles antes que esforzarse ellos mismos.
¿Por qué les cuento estas cosas y las pongo como si me sucedieran a mí también?
Porque me suceden, pero de manera muy distinta. Conozco muchos problemas de los humanos, porque soy uno de los encargados de escucharlos y de ser posible ayudarlos. Lo hago con cariño y con el único agradecimiento efímero de algunos que recuerdan hacerlo; aunque no culpo a los que lo olvidan, después de todo si no ves a quien te ayuda, no puedes decirle nada.
La materialización en sueños, era un mito entre los míos. Pero como todo mito, tenía una historia y ésta decía que era muy riesgoso, que intentarlo implicaba exponer la vida del humano que se usara pues no era conocido con certeza de algún experimento fallido o acertado; ninguno de nosotros se atrevía a hacerlo porque nuestra misión es proteger y de lastimar adrede a alguien, seríamos castigados con dureza.
Pero me dieron esa misión.
La pusieron a ella frente a mí.
Catalina Brooke, una chica que oraba pidiendo olvido por sus penas, fuerza para salir de ese agujero negro que procede a una desgracia. Su alma irradiaba luz, una luz que se apagaba por lo mismo que ella oraba, por eso era tan importante ayudarle.
Esas almas de luz, esos seres luminosos en tierra, son muy valiosos y son notoriamente la minoría; así que cuando empiezan a apagarse, debemos hacer lo que sea para hacerlos brillar de nuevo. Lo que sea.
Yo lo sé, porque en vida yo fui uno. Los nuestros al pasar al más allá, nos convertimos en lo que soy ahora, en protectores, en guardianes y Catalina tenía esa aura de qué iba a ser una de las mejores guardianes; es muy importante cuidar de su vida en tierra porque la felicidad que tengan allí, es la que se retribuirá cuando sean como yo.
Al igual que todos nosotros, no tenemos recuerdos de esa vida; solo recordamos el sentimiento que predominó en ella. El mío es felicidad; fui muy feliz en esa fase y por eso en esta, mi sección de ayuda es a aquellos que están tristes y requieren un rayito de alegría.
Según su registro, hasta ese momento, en la vida de Catalina, predominaba el amor; pero su novio acababa de morir y por eso su desdicha. Sólo tiene veintitrés años y no podía dejar que esa luz se apagara.
Pero cometí el peor de los errores: me involucré más de la cuenta.
Ahora pesa una decisión sobre mí: soy egoísta y la mantengo a mi lado, o la dejo ir entrando a su vida de otra manera.
Ambas decisiones tienen sus consecuencias, ambas acarrean el peso de tomar un camino.
Mi nombre es Gregor, soy uno de los ángeles de luz y ésta es la historia de todo lo que me trajo aquí, ahora.
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