37
Me despido de Takeshi cuando nos encontramos con Anne y una veintena de Guardianas enfundadas en ese uniforme tan peculiar. Mientras lo hago, le pido que se cuide y que, si ve a Ryan, le diga que tiene prohibido morir en batalla.
Takeshi suelta una risa cuando le digo todo aquello, y me asegura que hará lo posible por no salir malherido durante el caos que se viene. Lorraine también se acerca a decirle lo mismo que he hecho yo, y no me pasa desapercibida la forma en la que insiste en que el chico Sato busque a Ryan para decirle que ella lo espera.
Durante un fugaz instante, no puedo evitar preguntarme si hay algo ahí con Lorraine y Ryan, pero empujo el pensamiento porque ahora no es momento de especular al respecto.
Cuando se marcha, Lorraine guía nuestro camino hasta donde Livy y Anne se encuentran. Ahí, soy capaz de escuchar cómo Anne instruye a sus chicas sobre lo que deberán de hacer durante la batalla: purificar todo el terreno que los Guardianes vayan ganando, para que así no pueda ser invadido por más demonios y se reduzca el campo de batalla. Cuanto menos espacio tengan esas criaturas de moverse con libertad, más sencillo será para los Guardianes acabar con ellas.
A lo que he podido escuchar, ya se han marchado un montón de Guardianas a hacer lo propio en distintas partes de la ciudad. El plan es contener a los demonios dentro de la reserva natural; completamente alejados de los lugares donde los civiles suelen habitar.
—Madeleine —Anne se dirige hacia mí y los ojos de todos los presentes se posan en mí—, vamos a necesitar que contengas a los demonios cuanto te sea posible. Si es posible que los hagas retroceder, mejor. Así ganaremos terreno con mayor rapidez.
Asiento, pero no puedo deshacerme del nerviosismo y la ansiedad que me invade el cuerpo.
Finalmente, cuando la mujer termina de hablar, nos instruye a subir a los todoterreno; y así empiezan a hacerlo todas.
Estoy a punto de subir a uno de los vehículos, cuando una mano suave pero firme se posa sobre mi hombro. De inmediato, vuelco mi atención hacia quien me está llamando y me saca un poco de balance encontrarme de frente con el rostro de Anne tancerca del mío.
Sin decir nada, tira de mí ligeramente, para apartarme del resto de las chicas, y mira hacia todos lados antes de encararme. Su expresión es ansiosa, urgente.
—Sé que ahora no es momento de decirte esto, pero necesito que lo sepas —dice, sin preámbulo alguno y, de inmediato, las alarmas se encienden en mi sistema—. Conocí a tu madre. Ya lo sabías, ¿no es así? —Dice y asiento rápidamente. Ella también lo hace y me acuna el rostro con una mano en un gesto maternal antes de continuar—: Era una buena mujer. Una Druida excepcional, con unas habilidades fuera de este mundo. —Hace una pequeña pausa, como si necesitara unos segundos para ordenar sus ideas—. Veo mucho de ella en ti. Ha sido un honor para mí entrenarte. Tu madre habría estado orgullosa.
—¿E-Eran amigas? —Apenas puedo pronunciar, pero necesito saberlo.
Anne sonríe y asiente.
—Yo era una chica rebelde que abandonaba la Fortaleza Guardiana cada que tenía oportunidad, y a tu madre le encantaba experimentar con hechizos nuevos en la reserva natural. Era inevitable que nos encontráramos —dice, y noto la nostalgia en su tono—. Siempre soñamos con escapar de Kodiak. Abandonar la isla y huir con las Yang.
—¿Las Yang? —inquiero, con el entrecejo fruncido.
Ella sonríe.
—Son como una leyenda. Una comunidad de mujeres brujas de todas partes del mundo. Viven recluidas algún lugar de Asia y... —Suspira y hace un gesto desdeñoso para restarle importancia—. Soñábamos con buscarlas y formar parte de su comunidad. Volvernos Yang y olvidar nuestros orígenes. —La suave sonrisa que esbozaba se diluye ligeramente—. Pero, supongo que siempre supimos que la sangre es imposible de ignorar. Ella era una Black... Y yo siempre he sido una Knight.
—¿P-Por qué me estás diciendo todo esto, Anne? —inquiero, con la voz entrecortada por las emociones.
Su mirada se oscurece y me mira con seriedad.
—No sé qué va a pasar esta noche, Maddie —dice, pero suena como si supiera, exactamente, qué es lo que va a ocurrir—, pero necesito que estés preparada para todo. Incluso, si eso significa escapar. Debes ponerte a salvo, ¿entiendes eso?
El corazón me da un vuelco furioso, pero no entiendo de qué diablos está hablando.
—Si las cosas se complican, por favor, espera por mí con Florence Dupont —instruye y niego con la cabeza.
¿Conoce a Madame Dupont? ¿Son amigas? ¿Madame Dupont no se ha marchado de la isla? ¿Qué diablos está pasando? ¿Por qué Anne me está diciendo todo esto?
—Anne... —empiezo, pero ella me acuna el rostro con las manos una vez más, para hacerme escucharla con atención.
—Si alguien amenaza tu integridad, Maddie, huye. Ve a casa de Florence. Ella cuidará de ti hasta que pueda ir a buscarte y sacarte de Kodiak. Hemos contactado con las Yang. Podemos hacer que ellas te protejan.
—Anne, ¿qué está pasando? —inquiero, aterrorizada, con el corazón hecho un nudo y las manos temblándome sin control.
—Todavía nada. —Ella responde—. Pero necesito que estés preparada porque, cuando se sepa quién eres realmente, no va a haber trato o palabra Guardiana que pueda protegerte de lo que mi cuñado te hará.
Toda la sangre del cuerpo se me agolpa en los pies.
—Ya estamos listas. —La voz de Lorraine me inunda los oídos y Anne desvía su atención hacia un punto a mis espaldas antes de asentir.
—Nosotras también —dice, sonriéndole afable, pero la tensión en su gesto denota que no se siente ni siquiera un poco de esa manera. Acto seguido, se dirige hacia mí para añadir—: Tenemos que irnos ahora. Por favor, mantente a salvo, ¿de acuerdo?
Asiento, aun sintiéndome aturdida y aterrorizada y, sin decir nada más, me encamino hacia donde Lorraine nos espera. Después, trepo al todoterreno, junto con ella, Livy y otras tres chicas a las que no conozco. Anne va en el asiento del copiloto y, al volante, va un Guardián al que jamás había visto.
Ha comenzado a llover de nuevo, pero lo que cae del cielo es aguanieve. No es una nevada como tal, pero tampoco es lluvia simple. Es una mezcla entre hielo y agua que vuelve el camino resbaladizo y nos obliga a avanzar con lentitud por la carretera.
Mientras nos bamboleamos al ritmo del vehículo, no puedo dejar de pensar en lo que Anne me dijo antes de abandonar la Casa Knight, pero trato —en medida de lo posible— de empujarlo lejos porque ahora mismo no lo necesito. Debo concentrarme en el aquí y el ahora. En la batalla que se avecina.
Los relámpagos que iluminan el cielo y retumban en las montañas se encienden por encima de nuestras cabezas y, conforme nos acercamos a la iglesia, soy capaz de percibirlo.
La manera en la que la energía se vuelve cada vez más y más densa. Más... oscura.
No puedo explicarlo con palabras, pero se siente como si todo a nuestro alrededor se doblara y se tensara conforme la tormenta se intensifica.
El Oráculo no ha dejado de sisear en mis oídos. Está claro para mí que está tratando de lanzar cuantas advertencias le sea posible. Que está tratando de susurrarme que estamos dirigiéndonos hacia algo muy peligroso. Algo que, incluso, está fuera de nuestro entendimiento.
No me atrevo a apostar, pero, conforme más nos acercamos a la reserva, más soy capaz de notar las extrañas figuras y sombras que parecen moverse a velocidades inhumanas por todo el bosque.
Tengo todos los vellos del cuerpo erizados debido a la sensación de peligro que estar aquí me provoca, y casi puedo jurar que las figuras están empezando a rodearnos. Con todo y eso, no digo nada. Me quedo callada mientras que miro hacia la ventana con todos los sentidos en alerta, y un Oráculo muy alterado, siseando, gruñendo y escupiendo palabras en idiomas que desconozco.
Algo pasa a toda velocidad frente al vehículo en el que nos encontramos y el Guardián que conduce frena en seco. De inmediato, todas nos inclinamos hacia adelante con violencia. Debido a la fina capa de hielo a medio derretir que cubre todo el terreno, la camioneta derrapa y colea hasta detenerse cerca de uno de los árboles más cercanos a la carretera.
Los gritos ahogados no se hacen esperar, pero yo no puedo emitir ningún sonido. No puedo hacer otra cosa más que mirar hacia el punto en el que la sombra que se nos atravesó desapareció de nuestra vista.
El Oráculo habla con mayor intensidad, la sensación de peligro se incrementa, me zumban los oídos y el corazón me late con tanta violencia que el pecho me duele.
Me deshago del cinturón de seguridad con dedos temblorosos y, sin pensarlo demasiado, abro la puerta del todoterreno.
Anne y Lorraine me piden que me detenga, pero no lo hago y bajo del auto mirando hacia todos lados con lentitud.
Sé que hay demonios en este lugar y que nos están asechando. Puedo sentirlo en cada célula del cuerpo. En cada fibra de mi ser.
Aprieto la mandíbula y los puños mientras que siento cómo la aguanieve me moja el cabello y el rostro, pero no me muevo de donde me encuentro. Las voces femeninas dentro del vehículo me piden que vuelva al interior, pero no me muevo de donde me encuentro. No de inmediato...
Sacudo la cabeza en una negativa confundida, pero aún no logro deshacerme esta sensación aterradora y poderosa. Esa que me dice que no debo bajar la guardia todavía. Que nos están asechando.
Trago duro y espero un poco más, pero nada sucede.
Estás demasiado nerviosa. Vuelve al auto.
Cierro los ojos un instante, a punto de subir de nuevo al todoterreno, cuando otras tres sombras corren a nuestro alrededor.
El Oráculo me susurra algo que yo ya sé: hay demonios aquí. Un montón de ellos... Y necesito hacer que se marchen.
—Muéstrense —digo, en voz alta, mientras que trato de localizar el punto en el que se esconden, pero lo único que obtengo en respuesta es un rumor ronco que se expande por todo el bosque que nos rodea.
Los vellos de la nuca se me erizan en respuesta, pero trato de mantenerme inexpresiva, al tiempo que, haciendo acopio del poco valor que siento, alzo el mentón.
Entonces, siendo más demandante, repito:
—Muéstrense. Ahora.
Durante un segundo, nada sucede.
Alguien dentro del vehículo me pide que suba, pero me quedo quieta.
Con lentitud, una criatura emerge de entre las sombras.
Al principio creo que lo estoy alucinando. Que la figura extraña que empieza a tomar forma entre los árboles es producto de mi imaginación; sin embargo, cuando pone un pie sobre la carretera, soy capaz de verlo por completo.
Es un carroñero. Una criatura que parece un murciélago gigante. Un reptil alado o algo por el estilo.
Al demonio le sigue otro y, luego, uno más.
Una a una, las bestias se hacen presentes hasta volverse incontables y emiten sonidos aterradores que me ponen los vellos de punta. Alguien suelta una maldición dentro del todoterreno y aprieto la mandíbula porque una parte de mí quiere hacer lo mismo: soltar una palabrota porque son demasiados y, pese a que no están intentando atacarnos, se agazapan, como si estuviesen esperando cualquier indicio de violencia para abalanzarse sobre nosotros.
Siento el corazón en la garganta y las manos me tiemblan debido al pánico que me invade el cuerpo entero. El pulso me golpea con violencia detrás de las orejas y siento que las rodillas me fallan cuando doy un par de pasos para alejarme del vehículo y acercarme a los demonios que nos rodean.
Giro sobre mi eje con lentitud, solo para tener un vistazo real de qué es a lo que nos enfrentamos y, pese a que la lluvia helada apenas me permite ver qué es lo que tengo enfrente, la ansiedad dentro de mí se dispara porque no puedo creer que haya tantos demonios en este lugar. Jamás había visto tantos reunidos.
Todo dentro de mí parece una revolución. Una mezcla de pánico, adrenalina y resolución al mismo tiempo.
Tengo que hacer esto. Tengo que hacer que se vayan, o sí no, no llegaremos a nuestro destino.
Aprieto los puños y alzo el mentón.
Las voces en mi cabeza zumban y susurran en un idioma desconocido. Están alerta y me ponen a mí misma en ese modo: vigilante. Atenta. Lista para lo que sea que se avecina.
—Este no es su lugar. Es momento de que se marchen —digo, en voz alta y fuerte y, en respuesta, un siseo colectivo me responde.
Las criaturas no lucen contentas con mi declaración, y chillan y gruñen sin cesar, como un eco que retumba en cada árbol de la reserva.
El Oráculo —La Línea— se despereza y susurra unas palabras en ese idioma que es desconocido para mí, pero que se siente familiar en mi lengua. Después, me dice que debo repetirlas. Así lo hago.
En respuesta, los demonios sisean una vez más, pero luce como si estuviesen contemplando la posibilidad de retroceder; sin embargo, uno de ellos parece tomar la iniciativa y se abalanza en mi dirección.
Antes de pueda reaccionar, y como por acto reflejo, alzo las manos, enredando los dedos alrededor de los hilos energéticos que cubren toda la reserva y tiro de ellos para detener a la criatura que ha osado desafiarme.
Las voces en mi cabeza ronronean, satisfechas ante la reacción rápida de mis instintos, pero no me confío. No bajo la guardia mientras observo a la criatura, suspendida en el aire, incapaz de moverse debido a la forma en la que he hecho que todos los hilos que la rodeaban, se tensen hasta convertirse en una trampa inmovilizadora.
Entonces, presa de una emoción oscura, y que me exige demostrar mi dominio sobre ellos, tiro de los hilos con toda la fuerza que puedo imprimir.
La criatura grita de dolor y hace enmudecer a todas las demás, que observan con atención cómo se refuerce en el aire unos instantes antes de caer al suelo con brusquedad.
Una parte de mí se siente enferma por lo que acabo de hacer; sin embargo, las voces no dejan de susurrarme que no había otra manera. Que las jerarquías en los demonios provienen del respeto que el miedo les infunda, así que me trago la sensación angustiosa que ha comenzado a apoderarse de mí, y trato de mantenerme inexpresiva cuando alzo la vista y encaro a la horda de demonios que observan lo que acaba de pasar en absoluto silencio.
—Este no es su lugar —repito, en voz fuerte y contundente—. Así que más les vale que se vayan.
Al principio no ocurre nada. Nadie se mueve. Me atrevo a jurar que ni siquiera respiramos...
... Y, entonces, los demonios empiezan a replegarse. A volver a las sombras de los árboles.
Con todo y eso, no me muevo hasta que la última criatura ha desaparecido de mi vista. Es solo hasta ese momento, que me atrevo a volver al vehículo para introducirme en él.
Una vez ahí, nadie dice nada. Todos se quedan en silencio mientras que el Guardián que conduce enciende el auto una vez más.
***
La lluvia es cada vez más intensa. Tanto, que la carretera entera está repleta de aguanieve. Los relámpagos que retumban con intensidad contra la tierra son tan aterradores, que no puedo evitar encogerme en mi lugar cada que los escucho reventar en el suelo cercano.
Hay algo antinatural en esta tormenta. No es una lluvia cualquiera. Se siente como si algo fuera de este mundo estuviese provocándola. Como si la isla misma estuviese tratando de combatir con ella a lo que sea que trata de atacarla.
Nos detenemos en seco cuando nos percatamos del montón de vehículos todoterreno que se encuentran aparcados a la mitad del camino. Llegados a este punto, puedo reconocer el lugar en el que nos encontramos.
Estamos muy cerca de la iglesia abandonada y del faro, así que es muy probable que la batalla inicie desde aquí.
El Guardián que conduce, sin apagar el motor, se dirige hacia nosotras cuando dice:
—A partir de ahora, tendremos que ir caminando.
El peso de sus palabras hace que todo dentro de mí se contraiga debido al terror que me invade el cuerpo, pero me las arreglo para mantenerme inexpresiva, a pesar de que el miedo ha comenzado a crepitar por toda mi anatomía.
—Hagámoslo, chicas —Anne nos alienta—. No se rezaguen y, hagan lo que hagan, no salgan del círculo de protección, ¿de acuerdo?
Todas asentimos, pero nadie se mueve hasta que ella misma abre la puerta para salir hacia la tormenta. Soy la siguiente en abandonar el vehículo y, detrás de mí, vienen Lorraine, Livy, y el resto de las Guardianas.
Me toma apenas unos instantes notar cómo, detrás de nosotros, aparcan otros dos vehículos del que salen, al menos, cuatro brigadas de Guardianes varones. Rápidamente, los veo colocarse a nuestro alrededor, como si fuesen una especie de escudo humano.
El rugido del cielo me distrae unos instantes y me pone la carne de gallina cuando Anne extiende las manos hacia los costados y empieza a rezar una oración en un idioma que no conozco.
Lorraine, Livy y el resto de las Guardianas la imitan y las voces en mi cabeza empiezan a removerse a toda velocidad; como si las palabras pronunciadas las motivasen a trabajar.
La energía a nuestro alrededor se agita. El aire se condensa y se siente como si empezara a rodearnos una burbuja de energía. La Línea parece flexionarse con cada palabra que estas mujeres pronuncian y, entonces, cuando se siente como si estuviésemos siendo compactadas por el poder apabullante del hechizo, empezamos a movernos. Empezamos a avanzar en dirección a la reserva, hacia el lugar en el que, se supone, está el punto en el que debemos situarnos.
No nos toma mucho tiempo toparnos con la horda de demonios que, ferozmente, combate cuerpo a cuerpo contra un montón de Guardianes.
Aquellos que nos custodian también comienzan a atacar a toda aquella criatura que trata de acercarse a nosotros, pero, son tantísimas, que apenas puedo distinguir de dónde viene cada una de ellas.
Las voces de las Guardianas se pierden entre el estruendo de la tormenta y los gritos de guerra que lo invaden todo. Las voces en mi cabeza zumban a toda velocidad mientras que observo —aturdida—, desde adentro de esta especie de burbuja de energía, como todo el mundo combate, cual bestias salvajes, para impedir que la otra parte gane.
Uno de los Guardianes que se encuentra cerca de mí es derribado por una criatura aterradora y un grito se construye en mi garganta cuando veo cómo el demonio le arranca de tajo el brazo con el que trata de contenerlo; sin embargo, no es hasta que la criatura le clava las fauces en la cara, que el sonido aterrorizado me abandona.
Otro Guardián ocupa el espacio abandonado cerca y Anne eleva el tono de su voz, haciendo que la energía que nos rodea se espese un poco más. Las chicas que nos acompañan hacen lo propio y, es en ese instante, cuando la mujer que conoció a mi madre y me entrenó durante las últimas semanas, me dice en medio de todo el caos:
—¡Madeleine! ¡Es hora!
Sé perfectamente a qué se refiere. Sé que necesita que haga algo para contener a los demonios que, implacables, atacan al ejército celestial que trata de hacerles frente.
La energía zumba a través de mi cuerpo y se mezcla con el terror y la ansiedad que me dominan. Las voces se reagrupan y se estiran, como si intentasen llegar a cada parte de mi cuerpo, y las palabras de la chica de mis sueños retumban como un mantra en mi memoria.
Siento que el corazón me va a reventar, pero la resolución es aún más grande que el miedo paralizante que me embarga. Así pues, presa de un destello envalentonado que no soy capaz de reconocer como mío, me abro paso hacia el frente; justo donde Anne se encuentra.
Solo soy capaz de escuchar el latir desbocado de mi pulso golpeándome, irregular, detrás de las orejas. Todo el ruido de allá afuera parece ser amortiguado por esta extraña sensación de aturdimiento.
Me falta el aliento cuando alzo las manos y las posiciono, con las palmas abiertas, frente a mí. En ese momento, las voces cantan en mis oídos, como si fuésemos capaces de volvernos una misma cosa, y se funden en mis venas, haciéndome arder las extremidades y el pecho.
Los hilos que lo unen todo son más claros que nunca, así que es sencillo enredarlos entre mis dedos. Siento una descarga de energía sacudiéndome de pies a cabeza. Un disparo de poder que jamás había experimentado y una extraña sensación de vértigo dentro del cuerpo.
Me detengo unos instantes, solo para notar cómo los hilos que tengo entre las manos están, de alguna manera, alcanzando a todos los demonios que combaten y, entonces, cuando me cercioro de que están todos bajo el yugo de las hebras delgadas, tiro de ellas.
Un grito que no reconozco como mío me abandona. La energía de La Línea se dobla ante la presión que ejerzo. Las criaturas infernales chillan y graznan con impresión y, en ese instante, el mundo parece ralentizarse.
Los demonios se detienen en seco. Los Guardianes que combatían lucen aturdidos y, aquellas bestias que a leguas parecen ser de rango superior, luchan contra el agarre implacable que acabo de ejercer sobre ellas.
Aprieto la mandíbula cuando tiro un poco más, solo para asegurarme de que ninguna de ellas pueda liberarse y, temblando de pies a cabeza, alzo el rostro y me abro paso a través del escudo humano que los Guardianes han creado a nuestro alrededor.
Anne me pide que me detenga, pero no lo hago.
Me coloco fuera de la burbuja energética que las Guardianas han creado y, una vez ahí, bajo las manos, tirando de los hilos hacia abajo; haciendo que los demonios a los que contengo caigan al suelo con brusquedad.
Me siento aturdida. Abrumada. Poderosa...
Alzo el mentón.
Recorro la vista a través de todo el campo de batalla.
Los guerreros celestiales me observan con una mezcla de fascinación y terror y, no me atrevo a apostar, pero podría jurar que puedo percibir lo mismo en las criaturas que se encuentran dominadas por las hebras energéticas que lo rodean todo.
El Oráculo susurra una frase familiar. Una que ya había pronunciado antes, pero que, ahora, pareciera tener más sentido. Como si, de alguna manera, ahora la creyera pese a que no tengo idea de lo que significa...
—Likhoa berkhe bishmi do ej Elyon —digo, con la voz enronquecida por las emociones.
Un silencio sepulcral se apodera de todo el lugar.
Entonces, uno de los demonios suelta un grito extraño.
Suena como algo... jubiloso. Celebratorio.
Triunfal...
... Y, entonces, todos los demás empiezan a imitarlo.
La carne se me pone de gallina, el corazón me ruge contra las costillas y el mundo me da vueltas cuando noto cómo, una a una, las bestias empiezan a reverenciarme. A arrodillarse ante mí. A inclinar la cabeza como si yo fuese algo más que una simple chiquilla inexperta.
Un nudo se aprieta en mi garganta, pero me mantengo inexpresiva.
—Váyanse de aquí —digo, ahora que tengo la atención de todas las criaturas frente a mí—. O sufrirán las consecuencias.
Esta vez, ninguno de ellos duda. Todos y cada uno de ellos se agachan un poco más y, cuando los libero del yugo creado por los hilos, se repliegan hacia el bosque, en dirección a la iglesia abandonada.
Todos los Guardianes me observan, estupefactos y horrorizados, mientras que la lluvia cae sobre ellos y lava de sus cuerpos la sangre fétida de los demonios que han derrotado.
—¡¿Qué están esperando?! —Anne grita a mis espaldas, abriéndose paso hacia el lugar en el que me encuentro—. ¡Madeleine ha limpiado el camino! ¡Tenemos que seguir avanzando!
—¡Hizo que una horda de demonios se marchara! —grita un Guardián, poniéndose en posición de ataque en mi dirección.
—¡E impidió que te mataran esta noche, soldado! —Anne espeta, con dureza y fiereza—. Estamos muy mermados ya. Necesitamos todo el apoyo que nos puedan dar para llegar al frente de batalla. ¡Estamos en la vanguardia, maldición! ¡Estuvieron a punto de asesinarnos a todos donde se supone que la batalla no es tan brutal! —Hace una pausa para mirarme—. Agradézcanle al Creador que Madeleine está aquí y empiecen a moverse. ¡Ahora!
Los Guardianes responden con un grito de batalla.
Anne se gira para mirarme con una mezcla de orgullo, terror y fascinación antes de asentirme y hacer un gesto de cabeza en dirección al círculo de protección que hemos abandonado.
—Será mejor que entres ahí. Tenemos que seguir avanzando —dice y así lo hago.
------------------------------------
¡ÚLTIMOS CAPÍTULOS!
Y, cuando digo: últimos, es, de verdad, últimos. Creo —Y hago énfasis en el "creo"— que el siguiente será el último capítulo que subiré antes del maratón final. Pero ya les traeré la información cuando sea el momento. <3
Unos nudos se atan y otros se deshacen mientras descubrimos qué es lo que va a pasar con Madeleine e Iskandar; pero, mientras, espero que disfruten muchísimo esto, que se viene fuerte, tenso y (espero) lleno de acción. ¡Ha sido un placer total compartirles esta historia! Espero que el final las tenga al borde de la silla, como me tuvo a mí cuando decidí cuál sería. <3 ¡Mil gracias, de antemano, por leer!
-La Sam. <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top