31



Esta noche todo se siente erróneo.

No sé si se deba al hecho de que hacía ya varias semanas que no abandonaba la Casa Knight, pero, ahora que vamos por la carretera, definitivamente puedo notar que la reserva se siente... extraña. Como si hubiese sido invadida. Como si un parásito se hubiese anidado en lo más profundo de ella para alimentarse de su energía. Para llenarla de una oscuridad viciosa e indescriptible.

No he dejado de sentir los vellos de punta desde que salimos de la finca Guardiana y, sin que pueda evitarlo, miro alrededor cada pocos segundos —pese a que vamos en un todoterreno—, solo por instinto.

Se siente como si el bosque mismo clamara por ayuda. Como si estuviese implorando clemencia. De alguna manera, no puedo dejar de pensar que está pidiéndole a todo el que pueda escucharlo, que alguien lo rescate de la oscuridad asfixiante que se ha apoderado de él, y que se siente en la garganta cada vez que respiras.

—Nunca imaginé que las cosas estuviesen así de mal —Lorraine comenta y no puedo hacer otra cosa más que asentir en acuerdo.

Hace apenas unas semanas —pese a la invasión de demonios que ha asechado la isla—, no se sentía para nada de esta manera.

La energía estaba revuelta, claro; pero no se podía percibir esta energía insidiosa y apabullante que se te aferra a los huesos.

—Y empeoran cada día más. —Cuando Takeshi responde, suena compungido. Genuinamente contrariado por lo que está pronunciando—. Es cuestión de tiempo para que la energía demoníaca se apodere de toda la isla. Dudo mucho que podamos hacer algo para evitarlo.

Esta vez, el escalofrío que me recorre entera es de puro terror.

El corazón no ha dejado de latirme con violencia contra las costillas y las voces en mi cabeza no han dejado de susurrarme que debemos ser cuidadosos, pero trato de mantenerme lo más serena posible. No quiero entrar en pánico ahora que he sido tan insistente en venir hasta este lugar. Así pues, me trago la preocupación que me embarga y trato de concentrarme en lo que vamos a hacer.


La energía de todo el ambiente se siente cada vez más turbia conforme nos acercamos a la iglesia abandonada. Es evidente ahora que es ahí donde se originó todo. Que es en ese terreno dejado por la mano del hombre que todo comenzó, y no puedo dejar de pensar en si fue mi tío, el padre de Lydia, el que lo ocasionó.

Trato de empujar el pensamiento lo más lejos que puedo, porque no gano nada cuestionándome aquello, pero no puedo evitar preguntármelo. Antes de que él fuese a ese lugar, las cosas en la isla estaban tranquilas y La Línea parecía no conocer el caos que ahora la invade.

El corazón se me estruja con el mero pensamiento, pero me las arreglo para mantenerme enfocada en la carretera oscura que se despliega delante de nosotros mientras me repito, una vez más, que debo dejarlo estar.

Iskandar conduce en silencio, enfundado en esa especie de armadura Guardiana que suelen utilizar cuando van a pelear y, a su lado, en el asiento del copiloto, Ryan lo acompaña vestido en la misma armadura que el heredero Knight utiliza.

En el asiento trasero, Lorraine, Takeshi y yo nos arrebujamos juntos. Él también lleva su armadura Guardiana, mientras que Lorraine y yo vestimos ropa cómoda y deportiva.

Al cabo de unos minutos que se sienten eternos, Iskandar gira para tomar la brecha que lleva a la iglesia y, conforme nos abrimos paso por el camino de tierra, la sensación asfixiante de que algo está terriblemente mal en este lugar, se arraiga en mis venas.

La energía del Oráculo no ha dejado de revolotear en mi cabeza, inquieta y ansiosa, mientras que susurra cosas sobre peligro y oscuridad. Trato de ignorarla lo mejor que puedo, pero, cuanto más nos acercamos, más insistente es la forma en la que hablan. Como si sintiesen la urgencia a de advertirme que lo que hacemos está mal.

Por supuesto que sé que está mal. Sé que no deberíamos estar aquí y que es una completa locura lo que intentamos hacer... Pero también sé que es necesario. Que no vamos a obtener las respuestas que necesitamos si no nos arriesgamos a hacerlo. De todos modos, la idea de invocar a un demonio de Jerarquía alta no deja de provocarme escalofríos.

—¿Se dieron cuenta? —Lorraine inquiere, en un susurro bajo, como si tuviese miedo de que, hablar en voz muy alta, fuese a disturbar aún más la energía aterradora que lo invade todo.

—¿De qué? —Ryan inquiere, también en voz baja.

Lorraine mira hacia todos lados, al tiempo que pareciera como si estuviese tratando de escuchar algo.

—Todos los sonidos... —dice—. Se han... ido.

El corazón me da un vuelco furioso solo porque no me había percatado de ello. Estaba tan concentrada en lo que dice el Oráculo, que ni siquiera noté que todos los ruidos típicos del bosque han desaparecido.

No soy capaz de percibir el sonido del viento meciendo las hojas de los árboles, ni el de las aves sobrevolando por todo el espacio... Nada. No puede escucharse absolutamente nada.

Trago duro.

Es como si todo ser viviente se hubiese desvanecido. Como si la vida misma del bosque —el viento incluido— hubiese decidido marcharse.

El vehículo se detiene.

Hemos llegado.

—Tendremos que hacer esto muy rápido. —Iskandar habla por primera vez desde que salimos de la fortaleza—. No podemos demorar demasiado. Es muy peligroso.

Todos asentimos al unísono y, entonces, bajamos del auto.

Iskandar, Ryan y Takeshi nos piden a Lorraine y a mí que esperemos cerca del auto mientras ellos van a cerciorarse de que no haya alguna clase de peligro inminente acechándonos.

Trago duro, mientras los veo desaparecer por la periferia de la iglesia.

—¿Por qué lo hiciste? —inquiero, al cabo de unos segundos en completo silencio.

No estoy mirando a Lorraine cuando pregunto aquello, pero no puedo hacerlo. Soy demasiado cobarde como para encararla mientras cuestiono sus decisiones vitales.

—¿El qué? —responde, casi de inmediato, pero me tomo unos instantes más en responder.

—Hacer un trato con un demonio mayor.

Es su turno de guardar silencio durante, lo que se siente, una eternidad.

La encaro solo para encontrarla mirando hacia enfrente. Tiene el labio inferior atrapado entre los dientes.

—En realidad, no fui yo quien deseaba hacer el trato —dice, finalmente, al cabo de unos instantes más—. Fue mi hermana la que deseaba hacer contacto, pero necesitaba a alguien más para realizar la invocación. —Hace una pausa—. Fue ella la que lideró todo el proceso y, cuando por fin logramos hacer contacto, fue ella quien se encargó de establecer la clase de trato que quería hacer el demonio.

La escucho con atención, pero ella parece inmersa en los recuerdos.

—Fue el demonio el que le dijo que no estaba interesado en lo que ella tenía que ofrecerle. Que le parecía insultante que se creyera poseedora del poder necesario para invocarlo. —Otra pausa—. Nos dijo ahí mismo, que había sido yo la que había tenido el poder suficiente para hacerlo y que iba a tomar mi ojo a cambio del poder que Laura tanto codiciaba... —Sacude la cabeza en una negativa—. Laura estaba muy indignada y le dijo al demonio que era ella quien deseaba el poder y no yo, pero al demonio no le importó y, cuando las cosas se tornaron más violentas, él... —Se detiene unos segundos—. Él la mató. —El corazón me da un vuelco furioso—. Me puso una mano sobre el ojo, quemándomelo por completo y, después, me sopló en la cara. Me otorgó el don de la verdad absoluta y, después, desapareció. —Otro silencio largo—. No recuerdo mucho de los días que le siguieron a eso; solo sé que hubo muchas reuniones para determinar qué iba a pasar conmigo y mi familia. También sé que Anne abogó por mí y que se comprometió a responsabilizarse de cualquier cosa extraña que mi interacción con ese demonio pudiese traer; pero, nada, salvo que ahora puedo saber cuando alguien está mintiendo, y que soy capaz de sacar la verdad de la boca de las personas, ha pasado desde entonces.

Trago duro una vez más.

—¿Por qué un demonio querría el ojo de un humano? —inquiero, al cabo de unos minutos más.

Es solo hasta ese momento, que me mira.

—Que un demonio tenga algo de algún un humano, lo hace capaz de materializarse en el mundo terrenal con mayor facilidad. Le da poder y estatus Jerárquico en el Inframundo y, sobre todo, le da algo que ningún ser espiritual posee: un poco de libre albedrío. Le da cierta... autonomía.

Asiento, al tiempo que trato de absorber toda la información que acaba de darme.

Estoy a punto de responder, cuando la imagen de Iskandar aparece en mi campo de visión; a ella, le siguen la de Takeshi y Ryan.

Una nueva oleada de nerviosismo y ansiedad me azota cuando anuncian que todo está despejado y las ganas que tengo de vomitar me embargan.

No sé porqué me siento así, pero trato, en medida de lo posible, de mantenerme serena. No puedo permitir que el pánico creciente me domine. No cuando fui yo quien insistió en venir en primer lugar.


Preparar el lugar nos toma alrededor de veinte minutos. Lorraine ha puesto a cada uno de nosotros a realizar una tarea rápida, mientras que ella se dedica enteramente a trazar un pentagrama de sal dentro de un sello de protección trazado con unos polvos que jamás había visto, pero que lucen como cristales pulverizados. Son tan peculiares que, al contacto con la poca iluminación de la iglesia, emiten unos haces tornasoles. De niña, habría jurado que eran polvos de hadas o algo por el estilo.

Mientras Takeshi e Iskandar recitan rituales de protección que jamás había escuchado —pero que, asumo, tienen naturaleza Guardiana—, Ryan se encarga de encender una decena de inciensos alrededor del altar.

Yo, por otro lado, me encuentro colocando velas encendidas en todos los puntos en los que Lorraine me instruye y, finalmente, cuando todos terminamos, la chica nos pide a Takeshi y a mí que nos acerquemos al sello que trazó procurando no pisarlo. Una vez ahí, nos pide que nos sentemos, como si fuésemos las puntas de un triángulo, y que nos tomemos de las manos.

—Pase lo que pase, no debemos de soltarnos, ¿de acuerdo? —dice, mirándonos con severidad.

Ambos asentimos.

—Tienen prohibido hablar con él —continúa—. Es un demonio muy poderoso y persuasivo, y no queremos que rompa la prisión que hemos hecho para él; así que, por lo que más quieran, si se dirige a ustedes, ignórenlo.

No puedo evitar el pinchazo de terror que me atenaza las entrañas cuando pronuncia eso, pero me las arreglo para mantener el gesto inexpresivo en todo momento.

Ahora que Lorraine me ha contado cómo fue que obtuvo su poder, no puedo dejar de pensar en que es una criatura muy peligrosa. Tampoco puedo dejar de pensar en que ella misma es una chica muy habilidosa.

No es un secreto para nadie que, en el linaje de los Aldrich, corre la sangre de unas brujas muy poderosas, así que no me sorprende en lo absoluto que Lorraine le haga honor al apellido que lleva encima.

Takeshi y yo asentimos en acuerdo y, acto seguido, ella se dirige hacia Iskandar y Ryan.

—Por favor, no vayan a atacarlo a menos que yo se los pida. —Les dice, y suena suplicante—. Es probable que trate de ocasionar una pelea. Odia a los Guardianes. Así que, por favor, traten de no caer en provocaciones.

A regañadientes, ambos chicos le regalan un asentimiento y, luego de hacerles prometer que van a mantener su distancia, Lorraine empieza el ritual.

Nos pide que digamos una frase en un idioma que no me es familiar y se toma unos minutos corrigiendo mi mala pronunciación. Entiendo que debe hacerlo. No sé qué consecuencias traería para nosotros si algo tan simple como la pronunciación de un ritual como este saliese mal.

Takeshi parece más familiarizado con el idioma, ya que, sin problemas, pronuncia lo que la chica nos indica.

Finalmente, nos pide que lo digamos una y otra vez, sin parar, como si de un mantra se tratase; y así lo hacemos. Las palabras salen de nuestras bocas mientras que ella susurra otras cosas en la misma lengua antigua.

Al principio, no se siente como si estuviese funcionando, pero no nos detenemos. Takeshi y yo somos constantes, mientras que Lorraine parece enfocada en lo que está diciendo.

Entonces, comienzo a sentirlo...

Al principio, es tan suave e imperceptible, que casi no logro distinguirlo; pero, al cabo de unos minutos, se vuelve más y más intenso.

Empieza como una picazón extraña en la nuca. Una sensación incómoda que me llena el cuerpo de una ansiedad indescriptible. Entonces, viene la oscuridad.

No hay otra forma de describirlo más que eso: oscuridad.

Es una especie de energía densa, abrumadora y viciosa que se te mete debajo de la piel y te llena el cuerpo de desasosiego.

La presión que siento en el pecho es casi tan intensa como el instinto de supervivencia que me grita que debo salir de aquí cuanto antes.

Algo insidioso me invade las entrañas y las voces del Oráculo comienzan a inquietarse, como si algo estuviese empezando a disturbarlas más de lo que ya lo hace este lugar.

Con todo y eso, no me detengo. No dejo de pronunciar la letanía que Lorraine nos ha enseñado, porque, ahora más que nunca sé, que es de protección.

Puedo sentirlo en cada fibra de mi ser. En cada célula del cuerpo.

Un estallido de energía demoníaca invade todo el lugar y, poco a poco, el pentagrama al centro de donde nos encontramos empieza a iluminarse. Al principio, suavemente, pero, al cabo de unos instantes, con intensidad.

La voz de Lorraine es cada vez más fuerte y contundente. Las palabras que pronuncian suenan cada vez más enfadadas; como si estuviese masticándolas antes de escupirlas con violencia, y es, hasta ese momento, que me percato...

Está en una especie de trance profundo.

Sus ojos están fijos en el techo de la iglesia, sus labios no dejan de hablar y la energía que ha comenzado a expedir es tan abrumadora, que me provoca el querer alejarme de ella; sin embargo, no suelto su mano. No me muevo de donde me encuentro... Y no dejo de pronunciar aquello que se me pidió.

Entonces, sucede...

Las velas se apagan, una ráfaga de viento se lleva el sello de protección que ha sido trazado en el suelo y Lorraine calla de golpe. Su rostro deja de apuntar hacia arriba y, cuando mira hacia enfrente, un grito se construye en mi garganta solo porque no hay una parte en su mirada que sea de otro color que no sea... negro. Negro en lo absoluto.

Entonces, lo veo.

Se yergue sobre ella como una sombra y, al principio, creo que eso es lo que es; sin embargo, conforme va cerniéndose sobre la chica Guardiana, soy capaz de notar sus facciones humanoides.

Su piel, oscura de un modo antinatural, está cubierta de venas rojas, como si estuviesen hechas de lava ardiente. Lleva en la cabeza un par de cuernos tan grandes, que se tuercen en sí mismos antes de elevarse hacia la cúpula de la iglesia.

Sus ojos, por el contrario, son de un azul tan claro, que casi parecen blancos, y sus facciones son tan perfectas y angulosas, que casi podría jurar que ha salido de alguna revista de moda o algo por el estilo.

Lleva las alas plegadas al cuerpo, así que no soy capaz de ver su longitud; sin embargo, estoy segura de que son enormes. Pese a los pocos encuentros que he tenido con criaturas como estas, he logrado entender que, cuanto más abrumadora sea la energía que emanan, más grandes e imponentes son sus alas. Este demonio en particular, se siente muy —muy— abrumador. Como si la energía que expide no cupiera dentro de esta iglesia.

—¡Pero, mira nada más qué fue lo que la chica Aldrich me trajo para jugar! —La voz de la criatura y la de Lorraine se mezclan, como si estuviese utilizándola para hablar con nosotros, pero soy perfectamente capaz de escucharlo a él. A esa voz ronca y profunda de la que es poseedor—. ¡Guardianes!

—¿Qué has hecho con Lorraine? —Takeshi mira directo a la chica frente a nosotros y la confusión me invade solo porque no está mirando a la criatura aterradora —y hermosa— que se encuentra casi montada sobre los hombros de la chica.

—¿N-No puedes verlo? —inquiero, en voz baja.

—¿A quién? —Takeshi me mira, alarmado y clavo la vista en el demonio que me regala una sonrisa fascinada.

—A-A... Al demonio. —Quiero golpearme por tartamudear, pero no puedo evitarlo. Es tan impresionante, que no puedo apartar la vista de él.

Takeshi frunce el ceño y niega con la cabeza, al tiempo que genuino terror se apodera de su expresión.

—Estás viendo a un demonio. —El Guardián afirma, y el temblor en su voz me pone los vellos de punta. Yo asiento en respuesta mientras lo veo negar una vez más.

—Es imposible... —musita—. Se supone que yo. Que puedo... —Sacude la cabeza, confundido—. Esto no tiene sentido.

Trago duro porque sé perfectamente qué es lo que trata de decir.

Iskandar alguna vez me dijo que Takeshi Sato era capaz de ver a criaturas que no habitan en este plano. Supongo que eso incluye demonios. El hecho de que no esté viendo a este, me parece tan aterrador como a él.

¿Qué clase de demonio es que puede darse el lujo de ocultarse de alguien con habilidades como las de Takeshi?

—¿Cuál es tu nombre, pequeña? —El demonio inquiere, a través de la voz de Lorraine, dirigiéndose hacia mí.

El corazón me da un vuelco furioso, pero me las arreglo para mantenerme inexpresiva.

—Mi nombre no importa —replico y me sorprende lo determinada que sueno—. Tampoco importa el tuyo. Te hemos mandado llamar porque necesitamos respuestas.

La sonrisa que me regala la criatura me pone los vellos de punta.

—No necesito saber tu nombre para saber quién eres —dice y aprieto la mandíbula—. Expides una energía tan... peculiar, que es imposible no darse cuenta de tus orígenes. —Suena complacido antes de añadir—: No deberías de rodearte por criaturas tan impuras como lo son los Guardianes. Podrías llegar a contaminarte.

—Queremos saber qué está pasando en la isla —Takeshi interviene, para centrar la conversación en lo que de verdad importa, pero el demonio no deja de dirigirse a mí.

—¿Podrías... acercarte un poco? —inquiere, pero sacudo la cabeza en una negativa.

—Necesitamos saber qué demonios está pasando en esta isla —repito, solo porque ha ignorado a Takeshi deliberadamente.

—Esta isla está perdida. Condenada. Como quieras llamarlo. —El demonio hace un gesto desdeñoso—. No hay nada que puedan hacer para salvarla. —Me sonríe—. Pero ... —Me mira de arriba abajo—. Tú puedes salvar muchas cosas en nuestro mundo. Tu sangre puede hacerlo. Debes reclamar tu lugar en el Inframundo cuanto antes, niña.

El corazón me da un vuelco furioso ante lo que dice.

—Tú sabes quién es mi padre. —No es una pregunta. Es una afirmación.

Sé que no debería de estar conversando con él, pero la curiosidad es más grande que cualquier otra cosa en estos momentos.

Él suelta una carcajada.

—¿Tú no? —inquiere, burlón.

Abro la boca para responder, pero el demonio hace un gesto que indica silencio.

En ese instante, pareciera como si estuviese aguzando el oído para escuchar algo en la lejanía y no puedo dejar de pensar en lo aterradora que es la sincronía de sus movimientos con los de Lorraine, como si ella fuese solo su marioneta.

La sonrisa que esboza luego de eso es tan aterradora, que me eriza todos los vellos del cuerpo; sin embargo, es la mueca que esboza Lorraine la que hace que tenga que ahogar un grito.

—La Bestia no solo ha despertado. Se ha liberado. —dice, y suena complacido—. Ya no habrá salida alguna para estos «sangre sucia» de los que te rodeas. No habrá escapatoria alguna para ninguna criatura impura en esta tierra de nadie.

—¿Quién ha despertado? —inquiero, demandante, pero él no responde. Solo suelta una carcajada larga.

—Vete de aquí, niña, si no quieres que tus amigos sean asesinados esta misma noche. La Bestia aún no está aquí, pero se acercan aquellos que le sirven a preparar el camino —dice, esbozando una sonrisa aún más grande—. Díganle a la chica Aldrich que huya con las Yang. Que renuncie a la parte Guardiana que existe en ella y se una a quien de verdad es digno de portar la sangre de los demonios.

Acto seguido, mira en dirección a Takeshi, y luego, hacia donde se encuentran Iskandar y Ryan.

—Y hazme el favor de decirle a esa basura de mierda, esa de apellido Knight, que se mantenga alejado de terreno demoníaco.

Acto seguido, se marcha...

... Y Lorraine vuelve en sí.

Parpadea un par de veces, como si acabase de despertar de un sueño profundo, antes de mirarnos de hito en hito a Takeshi y a mí.

—¿Qué ha pasado? —inquiere, con la voz enronquecida por las emociones.

—Tenemos que irnos de aquí. —Es Takeshi quien replica, sin apartar la vista de mí—. Ahora mismo.

Entonces, viene una especie de estallido.

Le sigue un chillido agudo y luego otro.

Acto seguido, la voz de Iskandar me llena los oídos:

—¡Nos largamos de aquí! —ladra, mientras avanza hacia nosotros a toda velocidad. Ryan le sigue de cerca.

Entonces, sin esperar un solo segundo, nos ponemos de pie y salimos corriendo en dirección a la salida.

El corazón me late con violencia contra las costillas, todo dentro de mí se estremece con fuerza y, es en ese momento, que el caos se desata.





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