29



Por primera vez, en lo que se siente como una eternidad, me despierto por mi cuenta y no por el sonido de la alarma... o de alguien llamando a la puerta con urgencia.

Este hecho es por demás agradable, aunque también me provoca una sensación extraña e inquietante. Como si me hubiese quedado dormida aun teniendo una montaña de obligaciones matutinas. Pero sé que eso no es verdad. Que, esta mañana, no tengo que ir al bachillerato, o entrenar con Enzo, o ir a desayunar a un comedor Guardián con un Ryan serio hasta la médula, para después dirigirme al lugar al que entreno con Anne-Leigh Knight y sus aprendices.

No sé por qué el pensamiento me incomoda. Me hace sentir vacía de alguna manera. Estoy tan acostumbrada a siempre andar corriendo de un lado a otro que, ahora que no hay ningún lugar al que llegar, me siento extraña, como si debiera hacer algo más.

El sonido suave de la puerta siendo llamada me saca de mis cavilaciones.

La confusión que siento es inmediata, así que, sin detenerme a pensar un solo minuto, me pongo de pie y me dirijo hacia la puerta para abrirla.

No sé qué espero encontrar, pero, en definitiva, no es esto...

Ahí, de pie frente a mí, con expresión seria y gesto duro, se encuentra nada más y nada menos que Iskandar Knight.

Viste su uniforme reglamentario y lleva el cabello húmedo, como si acabara de tomar una ducha.

—Buenos días —saluda, con un asentimiento cortés.

—¿Qué estás haciendo aquí? —No pretendo sonar dura ni severa, pero lo hago de todos modos. Quizás es un poco el tono ronco de mi voz por la falta de uso.

No me atrevo a apostar, pero creo haberlo visto reprimir una sonrisa.

—¿Llegué muy temprano? —inquiere de regreso—. Pretendía dejarte dormir un poco más. Supongo que debí venir todavía más tarde. El desayuno tendrá que esperar.

El hambre que me revuelve los intestinos me dice que no es así. Que ha llegado justo a tiempo y que solo necesito quince minutos para estar presentable para ir a comer algo.

Refunfuño algo sobre estar lista en unos minutos y, acto seguido, dejo la puerta abierta para que entre mientras tomo algo de ropa limpia y me dirijo al baño para alistarme.

Los quince minutos se convierten en veinticinco cuando decido que debo tomar una ducha y, para cuando salgo del baño, Iskandar ya se ha instalado en la silla reclinable junto al escritorio que hay en la habitación.

Tiene la mirada clavada en un teléfono celular y expresión distraída... o, al menos, es lo que creo; sin embargo, se pone de pie tan pronto como pongo un pie fuera del baño.

—¿Lista? —inquiere, mientras que termino de cepillarme el cabello.

Asiento, aun sintiéndome un tanto insegura a su alrededor; y, sin decir una palabra más, salimos de la habitación para dirigirnos hacia el comedor.


El camino es silencioso, pero no es incómodo. Contrario a lo que creí que sería mientras salíamos de mi alcoba, ninguno de los dos parece estar dispuesto a mantener la guardia alta luego de todo lo que ha pasado durante las últimas horas.

Pese a que nuestra última interacción a solas no fue la más ideal, no se siente como si tuviese que llenar los espacios vacíos con alguna conversación boba y forzada. Iskandar tampoco parece estar dispuesto a eso, así que caminamos así, en silencio, el uno junto al otro, hasta ese espacio que, a esta hora de la mañana, está casi vacío.

Agradezco el hecho de no tener que toparnos con un comedor repleto de Guardianes, pero tampoco me atrevo a tomar el desayuno como si estuviésemos Iskandar y yo solos.

—¿Y Ryan? —inquiero, luego de darle un trago al jugo de naranja que tomé de la barra de bebidas.

—Entrenando —Iskandar responde.

—Es que siempre es él quien va por mí en las mañanas —mascullo, al tiempo que revuelvo un poco la avena con frutas que me serví.

—Suena como si quisieras estar desayunando con él y no conmigo. —La declaración hace que alce la vista de golpe. Iskandar me mira con una ceja arqueada, pero hay un atisbo de sonrisa en la comisura de sus labios.

Lo miro con cara de pocos amigos.

—No es eso —digo, y no sé por qué siento la necesidad de explicarme—. Lo que pasa es que siempre desayuno con él. Es raro el cambio en la rutina.

Fingida indignación tiñe la expresión del Guardián frente a mí.

—¿Mi compañía en el desayuno no es suficiente para la gran y talentosa Madeleine Black? —El tono que utiliza me hace rodar los ojos al cielo.

—Vete al demonio.

—¿Por qué, exactamente, estás mandándome al demonio? —Iskandar ahora sonríe sin disimulo.

—Por burlarte de mí.

—No me burlo de ti.

Entorno los ojos.

—Permíteme dudarlo, Knight.

—¿Por qué no puedes tomar un cumplido de mi parte? —Es su turno de entornar los ojos, pero la sonrisa no ha abandonado su gesto—. No me burlo de ti. Estoy diciendo, con toda la seriedad del mundo, que eres grande y talentosa.

—Y, de todas maneras, si te atacara, no tendría oportunidad en tu contra —refuto.

El me mira en silencio durante unos instantes.

—Luego de lo que hiciste hace dos noches, no estoy tan seguro de ello —replica, al cabo de otros segundos más—. Quizás, aún puedo contenerte; pero no estoy seguro de que, recibiendo el entrenamiento adecuado, pueda hacer algo en tu contra.

No sé por qué el comentario me calienta el pecho, como si me hubiese hecho el mejor de los cumplidos, pero reprimo la sonrisa que baila en mi boca.

—Adulador —mascullo, al tiempo que me dispongo a comer un poco de lo que tengo enfrente, pero en realidad quiero gritar de la emoción.

Iskandar esboza una sonrisa que me hace darme cuenta de que sabe a la perfección cómo me siento, pero no dice nada más. Se limita a engullir sus alimentos como si nuestra conversación no hubiese ocurrido.

Al terminar, se pone de pie, estira los músculos y dice:

—Vámonos.

—¿Vámonos? —inquiero—. ¿A dónde?

—A tus actividades diarias. Ahora que estoy suspendido, nada me impide acompañarte a tus entrenamientos y esas cosas —dice, con soltura.

—Ni siquiera sé si sigo teniendo actividades diarias o entrenamientos —digo, mientras me pongo de pie con él.

—Vamos a averiguarlo, entonces —sonríe y, acto seguido, se echa a andar en dirección a la salida del comedor.


***


Cuando Anne-Leigh Knight nos vio aparecer frente a las puertas dobles de su acogedor espacio en la fortaleza Guardiana, estaba tan feliz y entusiasmada, que casi consideré la posibilidad de volver sobre mis pasos y encerrarme en la alcoba para no tener más problemas con estas personas.

Sin embargo, luego de que nos hizo pasar, nos ofreció café y mandó llamar a Olivia y a Lorraine para comenzar nuestro entrenamiento, no pude hacer más que rogarle a todos los cielos que esto no fuese a ocasionarme más reprimendas antes de acceder a quedarme.

Lorraine estaba un poco escéptica —casi paranoica— cuando llegó a la sala donde Anne la mandó llamar, pero, cuando la mujer le aseguró que sería ella quien asumiría la responsabilidad de lo que sea que llegase a ocurrir con el General Knight, pareció relajarse un poco.

Ahora mismo, nos encontramos al aire libre y, pese a que está haciendo un frío de los mil demonios, no lo siento porque Iskandar ha sido lo suficientemente amable como para prestarme una gabardina reglamentaria.

Con todo y eso, no puedo evitar pensar en que, si no la llevara encima, estaría muerta del frío. Está tan nublado y el viento es tan gélido, que, aun utilizando la prenda, puedo sentir las orejas y las mejillas congeladas.

—El día de hoy tengo algo especial planeado para ti —Anne dice, y suena tan entusiasmada, que casi puedo jurar que está a punto de aplaudir de la emoción—, pero para eso... —mira en dirección a Iskandar—, voy a necesitar de tu ayuda, capitán.

El chico luce sorprendido, pero asiente. Se había instalado a una distancia prudente de nosotras, solo para estar de espectador, pero se pone de pie y se acerca para escuchar lo que Anne tiene que decir.

—Vamos a tratar de que hagas eso que hiciste para defenderte hace un par de noches —anuncia, pero yo sacudo la cabeza en una negativa.

—Es que no sé cómo lo hice.

La sonrisa que esboza la mujer frente a mí me pone los nervios de punta.

—¿Cuál es el común denominador, Madeleine? —inquiere—. ¿Cuándo es que has sido capaz de hacer uso de ese poder que llevas dentro?

Frunzo el ceño ligeramente.

—Cuando alguien te ataca... —Es Iskandar quien responde, al tiempo que clava su vista en mí—. La primera vez que lo hiciste, ¿recuerdas? Afuera de la iglesia. Me atacaste a mí porque te sentiste amenazada.

La resolución me golpea de lleno, pero noto como Anne sonríe satisfecha.

—Eso solo me lleva a pensar una cosa: Lo que haces es instintivo. Más por supervivencia que por voluntad propia —dice—. Entonces, se me ocurría algo... —Observa a Iskandar—. El capitán Knight va a replicar una situación de peligro para ti. Va a atacarte para que te defiendas.

Iskandar niega con la cabeza.

—No quiero hacerle daño...

Anne sonríe aún más.

—No lo harás. Ella se defenderá.

—Pero, ¿qué tal si no funciona de esa manera? —inquiero y sueno más aterrada de lo que espero—. ¿Qué tal si Iskandar solo me ataca y yo no puedo defenderme? —Sacudo la cabeza en una negativa—. Antes no ocurría de esa manera. Antes no pasaba nada cuando estaba en peligro, y la verdad es que no sé qué, exactamente, lo detona.

Anne asiente, dándome la razón, pero no deja de sonreír.

—Me informaron, antes de conocerte, que encontraron un amuleto muy peculiar junto con los cadáveres de tres Guardianes calcinados la noche en la que te trajeron a la Casa Knight —dice—. Un amuleto en forma de Estrella de David.

El corazón me da un vuelco furioso cuando la veo hurgar en el bolsillo delantero de sus pantalones, para tomar la cadena de la que cuelga el dije que me dio mi madre días antes de morir.

Casi quiero correr a arrebatárselo, pero me contengo de hacerlo y me limito a observarla contemplar el único recuerdo que tengo de ella.

—Me di a la tarea de analizarlo y casi no encuentro nada... Casi... —Me mira con una sonrisa enigmática bailándole en los labios—. Debo admitir, Madeleine, que, quien sea que hizo este amuleto, es una persona muy habilidosa. Poseedora de un domino de la magia que en pocos lugares he visto. —Hace una pequeña pausa—. Aquí hay magia antigua, blanca... y poderosa. Magia capaz de sellar demonios. Ángeles... —El brillo en su mirada envía un escalofrío por toda mi espina—. Habilidades especiales: dignas de la descendencia de un demonio de rango alto.

Un puñado de piedras se me asienta en el estómago, pero Anne no ha dejado de sonreír.

—Y no solo eso; sino que, además, aquí, en este pequeño amuleto, hay magia capaz de ocultar hechizos poderosos, como el que guarda la Estrella misma... Por eso fue tan difícil para todo el mundo concluir que era esto, en realidad, lo que estaba conteniendo esas habilidades tuyas. —Otra pausa—. Recuerda, Madeleine, ¿cuándo fue la primera vez que fuiste más allá de tus límites?

Trago duro.

—L-La noche que perdí mi collar —respondo, con un hilo de voz y ella sonríe.

—Sea quien sea quien te proporcionó este collar, quería protegerte. Hacerte pasar desapercibida a toda cosa. Y lo consiguió.

El nudo que se forma en mi garganta es doloroso porque solo puedo pensar en mi madre. Ella trataba de protegerme... y lo hizo. Incluso, cuando ella ya no estaba aquí para hacerlo.

—El amuleto, entonces, es una especie de candado, ¿no es así? Un sello para las habilidades de Madeleine. —Iskandar es quien rompe el silencio.

Anne asiente.

—Así es —replica—. Es por eso que no fue hasta que dejó de utilizarlo, que sus verdaderas habilidades comenzaron a hacerse notar.

Otro silencio invade el lugar.

—¿Están listos para intentarlo? —La mujer habla, al cabo de unos instantes que se sienten eternos, e Iskandar me mira, como si estuviese cuestionándome.

La vista de todos está puesta en mí, así que asiento con lentitud, pese a que no estoy muy segura de querer intentar eso que Anne propone.

—Nos detendremos si crees que no está funcionando —Iskandar pronuncia y, de alguna manera, sus palabras me tranquilizan. Me hace sentir como si tuviese alguna especie de última palabra respecto a todo esto.

—De acuerdo —mascullo y, entonces, nos ponemos manos a la obra.


Anne instruye al Guardián de Élite que ahora nos acompaña y le pide que, cuando ella se lo ordene, me ataque. No con el afán de hacerme daño, sino de inmovilizarme. Mi trabajo será, esencialmente, deshacerme de él. Desperezarme de su agarre o evitarlo si es posible.

Iskandar me asegura que no me hará daño, pero, de todos modos, no puedo dejar de sentir un nudo en el estómago cuando se coloca frente a mí, a pocos metros de distancia de donde me encuentro.

—¿Estás lista? —Anne inquiere, al tiempo que veo a un Iskandar dubitativo ponerse en posición de ataque. No es como aquellas que le he visto adoptar cuando lo he repelido con la energía del Oráculo —es más suave y relajada—, pero no deja de ponerme los vellos de punta.

Asiento, pero en realidad no estoy lista en lo absoluto.

Anne mira a Iskandar y le regala un asentimiento que me pone un nudo en el estómago. En ese momento, el chico frente a mí se inclina un poco más y, sin más, carga en mi dirección.

Apenas puedo registrar la forma en la que se abalanza hacia mí. Se mueve tan rápido que me cuesta trabajo verlo, pero el Oráculo parece estar listo, ya que, sin darme tiempo de nada, parece tomar control de mi cuerpo y tira de los hilos que lo envuelven todo para repelerlo justo unos centímetros antes de que pueda tocarme.

El Guardián sale despedido, como impulsado por un campo de fuerza, pero cae con gracia a pocos metros de distancia de mí, con gesto a la mitad del camino entre el asombro y la fascinación.

—¡Oh, vamos, Iskandar! —Anne le grita y suena divertida, entusiasmada e irritada. Todo al mismo tiempo—. ¡¿Qué demonios fue eso?! ¡Deja de ser blando con ella! ¡Puede soportarlo!

El chico le dedica una mirada cargada de irritación y diversión en partes iguales, pero, sin decir nada, vuelve a lanzarse en mi dirección. Esta vez, lo hace con un salto que me toma desprevenida.

El impacto de su cuerpo contra el mío es inminente, pero, rápidamente, las voces en mi cabeza parecen tomar el control una vez más y lo empujan con fuerza lejos de mí.

Iskandar cae con una soltura impresionante a pocos pasos de distancia y, sin darme tiempo de procesar nada, vuelve a dejarse ir contra mí para atacarme.

Esta vez, soy derribada contra el suelo e inmovilizada por sus manos grandes y fuertes, y casi me pongo a gritar de la frustración cuando trato de liberarme sin éxito.

El Oráculo canturrea algo en aprobación, antes de llenarme el pecho de una sensación calurosa que termina expulsando al chico que se encuentra sobre mí con tanta violencia, que tiene que rodar en el pasto para recuperar la postura defensiva.

Anne aplaude, emocionada.

—¡Dios mío! ¡Qué espectáculo! —chilla, cual niña pequeña en parque de diversiones, y las ganas que siento de golpearla incrementan. Sin embargo, me limito a mirarla acercarse a Iskandar para decirle algo que no logro entender desde el lugar en el que me encuentro.

En la distancia, solo puedo ver al chico clavar sus ojos en mí y asentir con aire dubitativo. Lo que sea que Anne-Leigh Knight le ha dicho, no ha sido del todo de su agrado, pero no parece querer llevarle la contraria, así que aguardo.

El corazón me late con tanta fuerza contra las costillas, que temo que pueda hacerme un agujero para escapar lejos; las manos me tiemblan con tanta intensidad, que no estoy segura de si es debido al frío o al disparo de adrenalina que me ha llenado el cuerpo en solo unos instantes; sin embargo, me pongo en guardia, a la espera de lo que sea que Iskandar vaya a hacer ahora.

El chico salta y sale de mi vista. Trato de localizarlo, pero se mueve a una velocidad tan impresionante, que apenas soy capaz de detectar un borrón que desaparece mientras se acerca a toda velocidad. El Oráculo dice algo, pero no logro entenderlo y soy derribada con fuerza contra el suelo.

Me quedo sin aliento, pero no hay dolor cuando ruedo, con el peso muerto de Iskandar encima, sobre el pasto repleto de escarcha invernal.

Forcejeo para liberarme, pero es más fuerte que yo y termina por contenerme en el suelo. Acto seguido, Anne cuenta hasta tres y, hasta entonces, el Guardián me deja ir.

Un destello de terror me recorre entera, solo porque no puedo creer la facilidad con la que este chico me ha inhabilitado y la fuerza que posee en ese cuerpo atlético y aerodinámico.

Me da la mano para ayudarme a levantarme, pero mi orgullo no me permite tomarla; así que, sin más, me levanto por mi cuenta y me sacudo la tierra fuera del cuerpo antes de volver a ponerme en posición.

—Podemos detenernos en el momento en el que tú quieras —Iskandar me dice, pero no me muevo de donde me encuentro. Solo me limito a observarlo con expresión determinada hasta que vuelve a colocarse en su lugar.

No parece querer hacer esto una vez más, pero, de todos modos, se pone en guardia. Acto seguido, vuelve a atacarme. Esta vez, puedo notar la lentitud con la que se mueve ahora, y un atisbo de enojo me invade cuando, cómodamente, logro repelerlo a mitad del camino.

El Oráculo, ofendido, sisea y reclama que Iskandar ha disminuido la fuerza de sus ataques, y casi quiero ponerme a gritar yo también, por la misma razón.

—Vuelve a hacer eso y te haré lamentarlo —le digo, mientras vuelve a su posición inicial.

—¿De qué estás hablando? —El Guardián luce confundido.

—¡Te contuviste! —Sueno más indignada de lo que pretendo, pero no puedo evitarlo.

Iskandar me observa durante un largo momento.

—No quiero hacerte daño —dice y una punzada de algo me revuelve el pecho, pero trato de ignorarla.

—Prefiero que me lo hagas a creer que puedo detenerte y fallar ante una amenaza mayor. —Suelto, con dureza—. Si es necesario que me causes un par de raspones para que pueda perfeccionar esto y no me asesine un maldito demonio mayor, que así sea.

El aprieta la mandíbula, pero asiente al cabo de unos instantes.

—De acuerdo —dice, con la voz enronquecida—. No más contenciones, entonces.

Acto seguido, se coloca en posición y, sin esperar a que yo me prepare, me ataca.

Ahora sí, ni siquiera logro tener un vistazo de él mientras se abalanza hacia mí. Solo soy capaz de sentir el impacto de su cuerpo contra el mío unos segundos más tarde, antes de que se aparte de mí y caiga, agazapado, a un par de metros de distancia a mi izquierda.

Un segundo después, vuelve a derribarme.

Apenas me da oportunidad de incorporarme cuando un nuevo ataque me inmoviliza en el suelo y, esta vez, me contiene ahí hasta que le pido que se aparte.

Uno tras otro, los ataques del Guardián son implacables y, pese a que no me hace daño, ya me he hecho un par de raspones debido a la forma en la que ruedo en el suelo cuando trato de deshacerme de él.

El Oráculo no ha dejado de sisear y de rogarme que le deje hacerse cargo y, llegados a este punto, estoy tan agotada y desesperada por no poder hacer nada para defenderme de él, que decido permitírselo. Decido tratar de escucharlo cuando, por lo que se siente como una milésima vez, Iskandar me ataca.

Cierra los ojos, dicen las voces en mi cabeza y así lo hago.

Es en ese momento, cuando lo veo...

Ahí está. Se acerca hacia mí y pareciera como si lo hiciera en cámara lenta.

A su alrededor, hay un halo blanquecino y dorado muy peculiar y, de él, se desprenden un millar de hilos de todos los tamaños y grosores.

El Oráculo se desliza por mis extremidades y se me enrosca entre los dedos antes de que deslice su tacto a través de las hebras que envuelven al Guardián de Élite que ahora parece moverse con una lentitud atronadora.

Entonces, tiran de los hilos.

Iskandar parece ser detenido a medio camino y, durante un segundo, logro ver la confusión en su gesto; sin embargo, en ese momento, los hilos a su alrededor se... trozan.

¿Qué demonios...?

El Oráculo grita, confundido y alarmado, mientras que Iskandar parece recuperar la velocidad con la que se movía y carga en mi contra.

¿Quién eres en realidad, Iskandar Knight? ¿Qué eres?, sisean las voces en mi cabeza, al tiempo que alzo las manos y, con una rapidez que ni siquiera yo misma puedo creer, tejen una red que lo empuja con violencia lejos de mí.

Iskandar sale despedido cuando choca contra ella y, pese a la fuerza con la que impactó, cae agazapado en el suelo; mirándome como si no pudiese creer lo que acaba de pasar. Como si él mismo hubiese sentido todo lo que el Oráculo hizo para detenerlo y la forma en la que él mismo se deshizo de su fuerza para liberarse.

Lo miro a los ojos. Él también me mira fijo, en un cuestionamiento que solo nosotros dos entendemos...

... Y, entonces, Anne aparece aplaudiendo entre nosotros.

—¡No puedo creerlo! ¡Son maravillosos! —exclama—. ¡¿Cómo es que pueden hacer todo eso?! —Sacude la cabeza en una negativa fascinada—. Iskandar, cariño, eres... —Suspira—. Nunca te había visto combatir de esta forma. Tienes un talento impresionante y expides una energía tan fuera de este mundo... —Ahora me mira—. Y tú, Madeleine Black... —Me acuna el rostro con las manos—. Eres la chica más impresionante que he conocido en mi vida. El poder del que eres poseedora es, en definitiva, el más apabullante que he tenido la dicha de encontrarme jamás.

Ninguno de los dos dice nada. Aún estamos aturdidos por lo que acaba de pasar, pero Anne no parece notarlo.

—Deben de estar agotados. Vayan a comer algo y descansen un poco. Nos vemos aquí a las cinco, para otra clase de actividad. Por hoy, hemos terminado con todo lo físico —dice y, pese a que no puedo confiar en mi voz para hablar, asiento mientras me dejo caer al suelo, completamente exhausta.

Iskandar no se mueve de donde se encuentra, solo me mira fijo durante un largo momento antes de sentarse a mi lado en silencio.





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top