Capítulo 6: I Like Me Better - Lauv
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No sabía por qué había cogido el tranvía aquella mañana, ni la razón en la que me había parecido una buena idea acudir allí después de dos horas de clase. Aquel día ya había terminado y yo caminaba en paralelo al campus de la Universidad Politécnica de Valencia, donde un grupo de gente habían parado el tráfico y otro de policía se encontraba cortando la avenida Tarongers para que los manifestantes marcharan. Eran más de los que iba a imaginar... ¿cómo iba a encontrarlo?
Caminé en paralelo a la gente que sujetaba las pancartas, jóvenes de mi edad que gritaban y marchaban de forma pacífica, reclamando acerca de la financiación pública de las carreras universitarias. Había otros tantos que los observábamos de forma curiosa, sin llegar a saber si debíamos unirnos. Nunca había visto una manifestación ya que había vivido siempre en un pueblo pequeño y jamás había ocurrido algo de tal altercado, por lo que estaba sorprendida.
—¿Lo ves? —exclamó Gala, quien miraba hacia todos lados.
—¡Mirad, que está la tele y todo! —Lara dio un saltito a mi derecha, colocándome una mano en el hombro y señalando a una reportera que iba acompañada de un cámara, quien parecía estar entrevistando a una chica. Fue al ver un cabello azul donde me paré, reconociendo a la chica que el día anterior había ido a nuestra clase a informarnos acerca de lo que estaba ocurriendo.
—¿Esa no es la que vino ayer a clase? —pregunté.
—Sí, esa es la que te dije que era como tú —exclamó Gala.
—Y como miles de personas —respondió Lara, con una voz más grave de lo habitual, burlándose de la respuesta que yo le había dado a nuestra compañera.
—Vamos —respondí, ignorándolas mientras se reían de mí y caminando hacia la zona en la que distinguí a la compañera de Marc. Mi instinto funcionó, pues lo vi de lejos charlando con el compañero al que le había hablado antes de llevarme en la moto, del que se había despedido.
—Venga, salúdale —exclamó Gala, dándome un empujoncito.
—¿Debo hacerlo? Madre mía, me siento una tonta estando aquí —exclamé, mirando a mi amiga castaña, quien tenía una sonrisa tímida en su boca.
—Vega, ahora que nos has hecho venir no puedes echarte hacia atrás. ¡Solo salúdalo, y ya está! —respondió, a lo que yo traté de mentalizarme. Nada más iba a saludarle, a darle las gracias por haberme acercado el día anterior al ambulatorio. Gracias a él pude saber que mis pruebas estaban dentro de los parámetros correctos.
—Si tardas mucho, nos unimos a la protesta y agarro yo una de las pancartas —bromeó mi amiga rubia, mirándome mientras alzaba las cejas. Suspiré, observándolo de nuevo, descubriéndole cuando sonreía a su amigo mientras parecían compartir una charla.
Caminé para acercarme, casi en el momento en el que miró a su alrededor y entre el gentío me miró. Sentí un salto en el estómago cuando sus ojos se fijaron en los míos, algo que debió darme una pista acerca de lo que estaba ocurriendo... pero lo ignoré. Elegí hacer como que aquello no estaba ocurriéndome a mí. Caminé firme hacia él, quien me sonrió contagiándome ese gesto que tan bonito me parecía en su rostro, mientras se despedía de su compañero y daba unos pasos hacia mí.
—Vega, estás aquí —exclamó, a lo que asentí.
—He venido con mis amigas para... unirme a la causa —mentí. La realidad es que sí debería haber estado apoyando el que se asegurara la compra de materiales y la remuneración de las prácticas en todas las carreras, pero mis propósitos con acudir allí eran otros muy distintos.
—Eso está muy bien —respondió, saludando con la mano a Lara y Gala, quienes esperaban algo alejadas, quienes le devolvieron el gesto con una sonrisa—. ¿Cómo te fue ayer? ¿Los resultados de la anemia son buenos?
—Bien, la verdad. Todo ha salido dentro de la normalidad. Ya puedo dejar de comer tantas lentejas —bromeé bastante nerviosa, a lo que él se rio. Era una mentira piadosa, una bobada que conforme salía de mi boca me hizo sentir bastante idiota.
—Me alegro mucho por tus resultados y... bueno, de que dejes de comer tantas lentejas —respondió, a lo que yo forcé una sonrisa mientras asentía. Qué idiota me sentí en aquel momento, por Dios.
—¡¡No pienso pagaros la arcilla con mis impuestos, perroflautas!! —aquel grito se escuchó por encima del barullo de la gente, a lo que tanto Marc y yo nos giramos. A la reportera le había arrebatado el micrófono un chico que parecía no apoyar la causa de la protesta, mientras parecía haber empujado a la chica de pelo azul.
—¿Tú sabes que estamos peleando también por tus derechos como estudiante, para que te paguen las prácticas? —le respondió la estudiante de pelo azul, a lo que el chico se rio, animado por un grupo de jóvenes de su edad que estaban frente a él. Dio unos pasos hacia delante, acercándose a la chica, quien parecía sentirse incómoda.
—¡A mí ya me las pagan! ¡No os la pagan a la gente que no hacéis nada importante en vuestra carrera! —escuchar aquellas palabras hizo que Marc comenzara a caminar hacia allí, en lo que yo me giré a mis amigas mientras ellas se acercaban a mí, observando toda la escena.
—Eh, tío, ¿por qué no te vas de aquí si solo has venido a quejarte por la protesta? —preguntó Marc, quitándole el micrófono al chico y devolviéndoselo a su la reportera, quien se alejaba de la situación. El grupo que iba con aquel joven le abucheaban, hablando entre ellos para ensalzar a su compañero.
—¡Porque solo sabéis quejaros, lo que tenéis que hacer es poneros a trabajar! —exclamó, causando que la chica de cabello de color diera un paso hacia delante. Marc la frenó, queriendo detenerla— ¡Perroflautas!
—¿Y tú? ¿Has trabajado alguna vez sin enchufe? Que sepas que eso no cuenta como trabajar, campeón —aquellas palabras salieron de Marc, a quien el cámara enfocaba con gran interés (yo también lo habría hecho, no vamos a mentirnos). Por la cara de aquel chico, parecía que el castaño había dado en el clavo, por lo que todo el mundo comenzó a abuchearle.
—¿Tú quieres que te parta la cara? —contestó el otro, ofendido.
—¿Qué te pasa, tu papá no te ha dado la paga este mes y estás enfadado? —Marc sonreía de lado, sabiendo que conseguía callar al otro joven. Estaba defendiendo a su compañera, quien se reía de sus exclamaciones. Pero todo ocurrió demasiado rápido.
Un puño de aquel ser impactó contra la mejilla de Marc, haciendo que sus gafas salieran volando y que él se cubriera ese lado de la cara. Los amigos de aquel idiota corrieron a parar a su conocido, a la vez que la chica de pelo azul corrió hacia Marc. Este se giró, yo le vi las ganas de seguir y devolver aquel golpe, pero se paró. El cámara grababa todo y la reportera trataba de poner orden, a la vez que ambos se alejaban del escenario para cuidar de los elementos de grabación.
Antes siquiera de que pudiera reaccionar, me encontré al lado de Marc, agarrándole del brazo para que se girara hacia mí. Fue algo involuntario ir para ver qué le ocurría, saber si le habían hecho sangre o algo por el estilo.
—¿Estás bien? —pregunté, observando cómo se veía que tenía un golpe en ese lado de la mejilla. Él asintió, mirando a aquel chico— Vamos ahora mismo a los agentes, ¡será idiota! —exclamé, a lo que Marc me frenó del brazo al ver que el grupo de aquel chico le pedía disculpas a la vez que se llevaban a ese energúmeno.
—¡¡Gilipollas!! —exclamó la chica de pelo azul, quien miraba a ese grupo con gran desprecio.
—No hace falta, ya se van —exclamó Marc, respondiéndome, a la vez que yo caminaba para recoger sus gafas de pasta negra.
—Serán idiotas —exclamó la chica de pelo azul, mirando a su amigo. Yo volví a su lado, pasándole las gafas, las que él miró.
—No están rotas de milagro —exclamé, soplándoles en los cristales para que cualquier tierra que se les hubiera quedado pegada se fuera. Vi que su mejilla roja empezaba a hincharse, por lo que me preocupé—. Tienes que ponerte algo en la cara, ya.
—Te va a salir moratón. Debes irte a casa, Marc —exclamó su amiga, a lo que el castaño negó.
—No pienso dejar que ese ser haga que nuestra protesta se pare, al menos no para mí.
—¿Vives lejos? —pregunté.
—No... pero tampoco está muy cerca. No quiero irme.
—Entonces vamos a mi piso. Tengo una crema para golpes y te puedes poner algo frío, hay hielo. Está a un par de paradas de tranvía, estarás de vuelta enseguida —exclamé, a lo que su amiga me miró. Marc me observó a los ojos, como si no terminara de creer el ofrecimiento que le había hecho. Siendo sincera, yo tampoco lo creía, parecía que me había poseído el espíritu de tener iniciativa.
Mis amigas vinieron a mi lado, escuchando la conversación, a la vez que se giraban para comprobar que el grupo de aquellos idiotas no estuviera detrás de nosotros.
—Ves con ella, Marc —habló su amiga, a lo que él varió sus ojos entre ella y mi persona. Alcé mis cejas.
—Por experiencia, se te va a hinchar. Es mejor que te pongas algo frío ya —exclamó Gala, a lo que Lara asintió. Mi pequeña compañera de universidad había practicado taekwondo casi toda su vida.
—Está bien —exclamó Marc, mirándome de frente, a lo que yo asentí. Se giró a la chica de pelo azul, quien le puso la mano en el hombro—. Miriam, estaré aquí dentro de un rato, luego os hablo para saber dónde estáis.
—Tranquilo, estaremos pendientes del móvil —respondió la tal Miriam, a lo que hizo un movimiento señalándome con la cabeza. Yo me giré a mis amigas, a lo que ellas asintieron.
—Nos vemos mañana, Veguita —exclamó Lara, acercándose a mí y dándome un abrazo.
Me despedí de ellas y partí hacia la parada de La Carrasca con Marc, quien seguía mis pasos, cubriéndose de vez en cuando la mitad de su cara con la mano. Una vez que ya estábamos dentro del tranvía, me acerqué a él. Nos logramos sentar al fondo, donde había justo dos huecos para estar uno al lado del otro.
—¿Te duele? —pregunté, señalándole aquella parte de la cara que se le estaba poniendo roja.
—No mucho. No es la primera que me llevo —exclamó, a lo que yo sonreí de forma disimulada—. Digamos que cuando era más pequeño era un poco... revoltoso —me contestó, a lo que dejé ver mi sonrisa. Me acordé de él, en el pueblo, haciendo más de una trastada con sus amigos. Más de una vez había escuchado como el niño de la Herminia había hecho otra más en el pueblo con los amigos.
—Con la cara de bueno que tienes ahora, cualquiera lo diría —respondí, a lo que pude ver como dibujaba una sonrisa a boca cerrada, mientras miraba por la ventana del vehículo.
—Es raro, el otro día vi que eres del mismo pueblo que yo, por lo que creo que de pequeños hemos coincidido —escuchar aquello fue como si me echaran un balde de agua fría por encima de la cabeza. Sentí de golpe como mis extremidades comenzaron a temblar, a la vez que cogí aire. No era el miedo a que me reconociera, sino a que me viera como la Vega que entonces había sido. Hasta el cuerpo me cambiaba de temperatura constantemente.
—¿Ah... sí? —exclamé.
—Bueno, te seguí en Instagram. Me salió que tenemos varios seguidores en común, así que lo supuse. ¿Eres de Chelva? —quise esconderme. Me sentía una idiota por no haber caído en ese maldito detalle, como por ejemplo que seguía a Laia y a unas pocas personas más del pueblo. Marc había relacionado un poco las cosas.
Maldito fuera Instagram.
—S-sí, soy de Chelva —pronuncié—. Pero ¿tú eres de allí? No me acuerdo de ti —mentí.
Mentí como nunca había hecho en demasiado tiempo.
—Yo sabía que me sonabas de algo, pero creo que nunca hablamos —pronunció él.
Sentí cómo mi corazón de adolescente se rompió un poco más, porque aquello no era cierto del todo. Habíamos mantenido una conversación una vez, una sola. Él y medio instituto se habían enterado de la muerte de mi hermana al ser una noticia un tanto fuerte, yo acudí a estudiar después de dos semanas encerrada en mi casa. Tuve que salir corriendo para coger aire cuando solo llevaba veinte minutos de clase y él estaba allí, en las escaleras de emergencia, donde fui a respirar.
Recuerdo que se acercó y charlamos. Fueron solo unos cuantos minutos que ocurrieron hacía años, pero... dolía.
—No, seguro que no porque no me acuerdo de ti —volví a mentir.
El resto del camino lo pasamos algo en silencio, solo hablando cuando tuvimos que bajar del tranvía. En parte era porque me había comenzado a sentir incómoda con el hecho de traer recuerdos de vuelta, no necesitaba traer de nuevo a la vida aquellos momentos donde había sentido un dolor enorme dentro de mi pecho. El pasado seguía doliendo. Ese sufrimiento estaba dormido y cada pequeña memoria trataba de despertarlo.
—Pasa y ve al comedor, ahora enseguida voy —exclamé al abrir la puerta, encaminándome a mi habitación para dejar mi mochila en el suelo y después caminar hasta la cocina a por hielo. Sé que él se quedó mirándome antes de irse donde le había indicado, pues sentí sus ojos en mi nuca.
Envolví unos cubitos en un paño y acudí al botiquín del baño para sacar una crema, después regresé al comedor donde me encontré a Marc apoyado en la mesa, de pie. Me acerqué a él y le pasé el paño con los cubitos, a lo que él me agradeció colocándoselo en la mejilla tras quitarse las gafas. Vi un gesto de dolor en su cara y mi labio se arrugó hacia el lado de forma involuntaria, parecía que aquello no era demasiado agradable.
—¿Te duele mucho? —pregunté. Él negó, respirando hondo.
—No demasiado, pero es molesto —me contestó, a lo que aplané los labios, asintiendo mientras comprendía. Le pasé la crema, la que se aplicó con cuidado sobre la mejilla, mientras sus ojos seguían mirándome con algo que yo no lograba descifrar.
—¿Qué pasa? —me descubrí preguntando, sintiéndome idiota porque pensé que debería haber reprimido esa pregunta en su interior.
—No, nada, es solo... —habló, quedándose callado durante unos segundos— ¿Te he puesto incómoda antes? ¿Hay algo que he dicho que te ha molestado? —cuestionó, haciéndome alzar mis ojos hacia los suyos.
—¿Qué? No, qué va —pronuncié, sintiéndome una gran traicionera. Había muchas cosas que había traído a mí memorias que no deseaba rememorar por el gran agujero que destapaban en mi pecho.
—Es que te has callado de golpe antes y te noto rara —pronunció, dejando la crema sobre la mesa y agarrando los hielos de nuevo.
—No, tranquilo, no has dicho nada que me moleste. Solo... dentro de poco tengo exámenes y he estado bastante ocupada con cosas de la universidad. Estoy algo estresada —me excusé.
—Oh, ¿pero los de magisterio hacéis más cosas que no sean collares con macarrones? —noté que lo decía en tono de burla, a lo que yo chasqueé mi lengua y le di un empujoncito en el brazo. Fue algo de mala suerte, pues el trapo se le escurrió de las manos y se estampó en el suelo, causando que los hielos se desparramaran por la sala— Mierda —musitó, riéndose, caminando hacia uno de los tres hielos que habían salido disparados. Yo corrí hacia el otro, agarrándolo con cuidado de que no se me escurriera y yendo a por el último.
La coincidencia fue cuando nuestras manos tocaron el último cubito a la misma vez, rozándose en el momento. Nuestros ojos conectaron a la vez que alzamos las cabezas, buscándonos. Vi sus iris de color azul encontrarse con el verde de los míos, sentí algo en el estómago y un cosquilleo me recorrió desde donde nuestras pieles se encontraban hasta la punta de mis pies. Su boca se abrió en busca de aire, gesto que no me pasó desapercibido.
Me levanté más rápido de lo que jamás había hecho, dejándolo a él recoger aquel cubito. Sentía mi corazón galopar en mi pecho, rebelde. Si cerraba los ojos podía sentir los latidos en la cabeza, a lo que tuve que tragar saliva para calmarme. ¿Por qué me había puesto así solo por rozar nuestras manos? Me sentía una completa idiota, una adolescente conociendo el contacto.
—La próxima tendré más cuidado —exclamé, en alto, abriendo mis ojos al darme cuenta de que había expresado aquello a viva voz.
—No pasa nada, solo es hielo —Marc regresó los cubitos dentro del trapo y se lo colocó en la mejilla. Me alegré de que él pensara que mi exclamación había sido por el golpe del hielo y no por nuestro... por lo que fuera que había ocurrido con nosotros. ¿Estaba alucinando y viendo cosas donde no las había?
—Sí —asumí, soltando el aire de mis pulmones y sonriendo, haciendo un esfuerzo por alzar las comisuras de mi boca.
Juraba en mi interior que estaba nervioso por la forma en la que me miraba, también por cómo tragó saliva antes de hablar. Dejó el hielo encima de la mesa, girándose de nuevo hacia mí.
—Tiene mejor pinta, ya no está tan rojo —musité.
—¿Está hinchado? —preguntó, mirándome de frente. Me acerqué a su persona, tratando de comprobar lo que me había preguntado.
—No, no demasiado —pronuncié, mirándole a los ojos. Algo tarde, pues no había sido consciente de que ahora me encontraba más cercana a su rostro. El nerviosismo regresó a mi persona cuando sus ojos se fijaron en mis pupilas, causando que de nuevo un salto recorriera mi sistema. Hice el amago de echarme hacia atrás, no deseaba molestarle.
—Perdón, no quería ponerte incómodo —musité, apartándome. La sorpresa fue cuando su mano agarró la mía, rápida pero no con fuerza. Me detuve casi al segundo.
—Vega, no me incomodas. No sé... —habló, a lo que yo asentí, animándolo a que dijera aquello que trataba de expresar. Estábamos cerca, pero por alguna razón yo ya no quería irme corriendo de allí— No sé qué me ocurre, pero... ¿tú notas lo mismo? —preguntó.
—¿T-te encuentras mal? —cuestioné, tartamudeando como una tonta. Sabía a lo que él se refería, pero quería asegurarme a ciencia cierta de que hablaba sobre lo que yo había sentido. Su sonrisa me hizo reír a la vez, cerrando mis ojos por la tontería que acababa de decir— L-lo siento, yo...
—¿Lo notas, verdad? —expresó, moviendo su mano sobre la mía. De nuevo allí estaba esa sensación. ¿Conexión? ¿Atracción?
Asentí, despacio, porque en aquel momento no podía encontrar ni un solo atisbo de voz en mi interior. Sus dedos acariciaron los míos, enviando una sensación agradable por todo mi cuerpo. Fijé mi vista ahí, entrelazando nuestras manos, dejándole que con su pulgar acariciara el dorso de mi mano. Subí mis ojos hasta los suyos, descubriéndonos a ambos con la boca semiabierta. Sus pupilas se dilataban al enfocarme. Me acerqué un poco más, notando su aliento sobre el mío. Cerré los ojos cuando nuestras narices se encontraron, una al lado de la otra.
Hasta que escuché llaves en la entrada de la casa. Me aparté tan rápido que casi me desestabilicé, a la vez que colocaba una mano en mi pecho.
—¡¡Vega, ya estoy en casa!! —El grito de Vero me cayó como un balde de agua fría cuando abrió la puerta, ya separada de Marc, quien también se sorprendió y agarró el hielo. Para cuando mi compañera de piso estuvo dentro, él ya tenía cubierta su mejilla con el frío.
—Hola, Vero —hablé, sintiéndome la peor persona de este universo cuando ella nos miró, frunciendo el ceño.
—Pero ¿qué ha pasado? ¿Qué tienes en la mejilla, Marc? —preguntó, cerrando tras ella la puerta y caminando hacia el castaño, quien dibujó una sonrisa tirante. Yo sabía el porqué, pero no dije nada. Por primera vez en mucho tiempo, guardé un secreto.
—Un imbécil me ha dado un golpe en la manifestación —Vero abrió los ojos.
—¿Una manifestación? —preguntó.
—Están reclamando mejoras en los materiales, sobre que los pague la universidad, y la remuneración de las prácticas —aclaré, casi como si fuera un loro. Los nervios no me estaban sentando bien, hablaba del tirón y casi sin respirar entre medias.
—¡¿Y te han pegado por eso?! —exclamó mi compañera, mirando de nuevo a su amigo.
—Sí. No quería irme, pero Vega me ha convencido a que viniera a ponerme algo frío. Menos mal, se me estaba inflando bastante —pronunció, explicando entonces qué era lo que hacía en nuestro piso.
Yo sonreí con la boca plana, tratando de ser amable y de hacer pensar a Vero que allí no pasaba nada. En realidad, quería convencerme a mí también de que no ocurría nada raro entre Marc y yo. Quise huir, desaparecer de ese momento para no hacerme sentir la peor persona sobre la faz de la tierra, sobre todo porque vi preocupación por Marc en el rostro de mi compañera de piso.
—B-bueno, yo me voy a mi cuarto. Os dejo... que habléis y demás—expresé, mirándolos a ambos. Marc frunció el ceño, mirándome fijo, diciéndome con los ojos que no deseaba que me fuera de allí. Pero tuve que hacerlo, por el bien de ambos.
Di media vuelta y me encaminé hacia mi cuarto, sintiendo cómo un par de ojos seguían observándome hasta que desaparecí. Sabía que no se trataba de mi compañera de piso. Sin girarme y sentirlo, podía jurar que su corazón todavía estaba tan acelerado como el mío.
¡Holaaa!
La que se está liando entre nuestra Vega y Marc, ay...
Estoy un poco como una fangirl viendo mi propia novela, ¿eso es muy egoísta? No lo sé, pero me encanta, JAJAJA.
Espero que el capítulo os haya gustado mucho, yo solo digo que a partir de aquí se va a comenzar a liar bastante. Agarraos que vienen curvas cerradas de visibilidad reducida.
OS AMO CON TODA LA PATATITA 🧡
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