Capítulo 5: Crush - Tessa Violet
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Era por la mañana cuando Lara estaba bebiéndose un batido de chocolate mientras Gala bostezaba sentada en la última fila de clase. Yo estaba entre medias de ellas, revisando en mi portátil el tema que la profesora iba a dar aquel día, lunes a segunda hora, mientras me llegó una notificación en mi teléfono que me recordó una cita médica.
—Chicas, tendré que salir antes a tercera hora, no me acordaba que tengo cita en el médico —hablé, a lo que mis amigas me miraron.
—No te preocupes, si dice algo importante, te lo decimos después —musitó Lara, abriendo su Mac con la funda de La Noche Estrellada.
—Tampoco creo que dé mucho, si esa mujer lo único que hace es leer el PowerPoint —pronunció Gala, recogiendo su cabello rubio en una coleta—. Eso también lo sé hacer yo solita en mi casa y sin tener que venir aquí —soltó una risa irónica y alzó su dedo en alto.
—Sí, pero la lista que pasa no te la rellenan desde casa, y la asistencia cuenta bastante —apuntó mi compañera castaña, a lo que la otra rodó los ojos.
—¿No os parece fuerte que en segundo de carrera tengamos que pasar lista como cuando íbamos al colegio? —apunté yo. Mis amigas asintieron, resignadas. Pronto comenzó la segunda hora, la que agradecí que se me pasara rápida.
Sin embargo, la tercera hora con aquella señora, como bien había indicado Gala, fue algo aburrida. No era común en la carrera tener asignaturas tan magistrales, pero no había remedio que aprender a escuchar y saber recoger la información importante. Hablé con la profesora para poder salir antes de clase y, por desgracia, no me dio el visto bueno. Tendría que quedarme hasta el final y resignarme a tener que ir corriendo con transporte público hasta mi médico. Hubo un momento, casi al final, donde la mujer salió buscando a alguien. Habló con una persona y pronto, unas dos chicas de nuestra edad aparecieron en clase. Una de ellas tenía el cabello de color azul, lo que pareció llamar la atención de Gala, quien me dio un codazo para que la mirara.
—Mira, como tú —exclamó.
—Y como miles de personas —bromee, sacándole la lengua.
—Buenas tardes, nos presentamos, somos alumnas de Bellas Artes y venimos a anunciaros que mañana habrá una manifestación en nuestra universidad, dentro del Politécnico. Queremos reclamar mejoras en el presupuesto para nuestro material, ya que nos hemos encontrado con grandes carencias este año —argumentó una.
—Hemos venido para que, si podéis, vengáis a ayudarnos con nuestra protesta. Es hora de que reclamemos no solo para Bellas Artes, sino para todas las carreras una financiación digna de los materiales y, además, unas prácticas remuneradas —habló la chica del cabello azul, a lo que yo asentí. Eso sí, el nervio me invadió entera al ver que, prácticamente, era la hora de irme. Así que, con cuidado de no llamar la atención, salí de aquella clase casi al tiempo que mis compañeros aplaudían a aquellas chicas (suponía que era porque habían terminado de hablar). Salí de allí como si algo hubiese empujado de mi persona.
Tenía cinco minutos para llegar al bus que llegaría a tiempo, que salía en tres minutos. Nunca había recorrido el pasillo tan rápido, esquivando a las personas que caminaban fuera de las aulas, sintiéndome un pez que iba contracorriente. Y de una de aquellas aulas, de donde también se escucharon aplausos, apareció.
Ahí estaba Marc. De nuevo él. Otra vez.
—¡Vega! Sabía que te iba a ver en alguna de estas clases —exclamó, acercándose a mí. Yo paré un segundo, a sabiendas de que aquello significaba que iba a llegar muy tarde a mi cita médica. Pero, por cinco minutos no pasaba nada... ¿no?
—Han venido tus compañeras a explicarnos, me parece muy justo lo que reclamáis —expresé, sonriendo—. Lo malo es que me he tenido que ir antes, voy al médico y tengo que llegar a por el bus. Me pasa en... —miré mi móvil, soltando un lamento— Lo acabo de perder. Mierda.
—¿Está muy lejos? ¿Tienes mucha prisa? —preguntó, a lo que yo fruncí el ceño.
—Por la parada de Amistad y sí, llevo tiempo esperando esta cita. No puedo creer que lo haya perdido, el próximo me pasa en doce minutos. Me tocará ir caminando y llegar tarde —argumenté, sintiendo la desesperanza en mi interior.
—Espérame, yo te llevo —escuchar aquello me hizo no entender lo que me quería decir, menos todavía cuando se giró a su compañero y se acercó a él. De una de las mesas cogió un casco, regresando a mi lado—. Ven, vamos, tengo la moto abajo.
—¡¿Pero ahí pueden ir dos?! —exclamé.
—¿Tú qué crees? —preguntó, a lo que yo aguanté el aire dentro de mis pulmones. Al final, asentí.
Desde lo que había ocurrido con Alma y dado a que tenía antecedentes familiares, cada poco tiempo me realizaba pruebas médicas para ver que todo funcionaba bien en mi cuerpo. No tenía por qué pasar nada, pero era un temor que me carcomía muchas noches y un pensamiento que muchas veces me había causado pesadillas. Nunca he tenido miedo a morir porque, de alguna forma u otra, sé que eso significaría reencontrarme con mi hermana. De lo que sí tenía pavor era del sufrimiento, de ver cómo me iría apagando en caso de estar enferma... como lo hizo Alma. Yo necesitaba llegar a ese ambulatorio y comprobar que todos mis análisis y pruebas habían salido bien.
—Vamos —exclamó Marc, dándose la vuelta e instándome con la cabeza a ir con él.
Tengo que reconocerlo: no lo pensé. No era consciente de que estaba entablando un contacto con él que ya pasaría del "hola" y "adiós", cosa que me atemorizaba en muchos aspectos. Aun así, corrí a su lado y esperé a que quitara el pedal de su Vespa naranja mientras me colocaba el casco amarillo que había sacado de bajo el asiento trasero, para que después me señalara el transportín. Suspiré, me puse mi pequeña mochila contra la espalda y me senté.
—Ten cuidado no te caigas, por favor —expresé, a lo que él se rió mientras tomaba asiento.
—Con esto voy a coger las curvas de forma que nos roce la rodilla —bromeó, a lo que yo no pude evitar soltar una risa, la que se vio apagada cuando arrancó el motor.
Me agarré al hierro tras el asiento que tenía la moto y nos camuflamos entre el tráfico de Valencia, aunque era cierto que con la moto aquello estaba siendo mucho más sencillo. Agradecí mucho en mi interior la forma en la que condujo, colándose por los huecos, pero sin llegar a ponernos en peligro. Frenó en un semáforo en rojo, con cuidado, tratando de que ningún coche se nos acercara demasiado.
—¿Ves? Agárrate bien fuerte a mí, que estoy acelerando mucho —exclamó, a lo que yo negué divertida mientras él me observaba por el retrovisor. Me sorprendía demasiado el hecho de notar cuán azules eran sus ojos, aunque los mirara a través de un espejo—. Fuera bromas, ¿vas bien?
—Sí, voy bien, tranquilo —expresé, a lo que él me contestó con un asentimiento. Me vi en el retrovisor, a lo que solté un bufido—. Madre mía, entre el casco amarillo y el pelo rosa, no sé qué parezco —hablé, arreglándome los cabellos que se me quedaban a los lados de la cara.
—Te queda bien, aunque te pegaría más uno rosa —respondió él, a lo que yo alcé mis cejas.
—Es que el rosa es el mejor color del mundo.
—Oh, no, el verde le da mil vueltas.
—¿Y por qué elegir uno? Hay que ser como Cosmo y Wanda —su risa me hizo saber que había entendido la referencia.
Yo me reí y ambos nos asustamos tras un pitido detrás de nosotros, ya que el semáforo se había puesto en verde. Corriendo, Marc regresó a la marcha algo nervioso. Yo me agarré de nuevo y volvimos a rodar. Antes siquiera de que me diera cuenta, nos encontrábamos en la parada de metro de Amistad.
—Es ahí —señalé la puerta del ambulatorio y él asintió, parando en la cera de en frente del edificio. Bajó para que yo pudiera salir de allí más cómoda (bendito el momento en el que aquel día me había puesto pantalones anchos y no una falda) y cuando lo hice le devolví el casco—. Muchísimas gracias, Marc —hablé, sonriéndole—. Te debo una cerveza.
—Te tomo la palabra, aunque no hace falta —exclamó, señalándome—. Es solo un favor.
—Pero no dices que no, ¿eh? —bromee, mirando mi teléfono para comprobar la hora—. Llego de milagro. Me voy antes de que me pasen el turno —hablé.
—Bueno, espero que no sea nada —musitó, a lo que yo me quedé algo descolocada. Después comprendí que se refería al médico en sí, ni siquiera le había contado por qué venía.
—Oh, son los resultados de un análisis que llevo esperando mucho tiempo. Voy a comprobar que no tengo anemia —mentí. Solo no quería que supiera la verdadera razón y el porqué de mi nerviosismo con acudir a estos resultados.
—Entonces, ojalá sean buenos. Corre que todavía llegas tarde —habló, a lo que yo asentí.
Fui hacia el edificio y solo me di la vuelta una vez, antes de subir a las escaleras. Él todavía estaba allí, mirándome, mientras yo le sonreía y me despedía con la mano.
No se por qué y quise hacer como que mi instinto estaba fallando, pero... ahí pasaba algo.
¡Hola, amores!
Esto es una sorpresita que tenía por aquí, ya que este capítulo es cortito, quería subirlo con el anterior. Es pequeño PERO importante. Eso ya os lo digo yo.
Espero que hayáis disfrutado de ambos capítulos y que os encanten. Os recuerdo que podéis seguirme en mis redes sociales como @autoraeva, me hará mucha ilusión encontraros por mi Instagram y Tiktok.
OS AMO CON TODA LA PATATITA🧡
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