Capítulo 22: Golden Hour - JVKE

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Las dos semanas siguientes fueron mucho más que agobiantes. Mi rutina se basaba en estudiar, en lo que Marc me traía algún que otro café. Él también se tenía que quedar muchas tardes en la universidad, terminando proyectos que le ocupaban la mayoría del tiempo. Nuestro piso era un poco catástrofe, las tazas de café se acumulaban durante el día y por la noche uno de los dos se encargaba de fregarlas. A la mañana siguiente la danza de las tazas volvía a comenzar.

Lo que siempre me enternecía era que ambos buscábamos alguna que otra vez minutos en los que pudiéramos compartir algún tipo de contacto. A lo mejor era yo, yendo hacia Marc, mientras él dibujaba algo en el gran escritorio que estaba en su cuarto, colando mis manos bajo su camiseta y abrazándolo por la espalda. A veces era Marc viniendo a por mí, dejándome un beso en la cabeza mientras yo tenía una libreta delante y mis apuntes de matemáticas, tratando de encontrar la solución que la profesora nos planteaba para un problema.

—¿Cómo lo llevas? —preguntó él, observando todo lo que iba escribiendo en la hoja.

—No lo sé ni yo, esto es complicado —exclamé, dejando el lápiz a un lado.

—¿Todo esto tienes que estudiar para ser maestra? ¿Pero es necesario? —preguntó, señalando mis apuntes. Sí, las matemáticas eran relevantes... pero no sé hasta qué punto iba a utilizar todo para enseñar a niños a contar y calcular.

—¿No era la que hacía collares de macarrones? —me levanté, dándome la vuelta para estar frente a él. Me sonrió de lado, acercándose a mí.

—Ay, sí, perdona. ¿Los macarrones es mejor agujerearlos con punzón o bolígrafo? ¿Se te rompen muchos al hacer presión con el pincel y la pintura de dedos? —habló, a lo que le di un pequeño golpecito en el hombro, de broma—. Bueno, fuera bromas, no sé si podré solucionarlo, pero si necesitas ayuda puedo intentar resolver contigo todas esas cosas que has dibujado —me ofreció, pareciéndome demasiado tierno.

—Tranquilo, debo calentarme yo la cabeza. Para mí, este examen es el más gordo de este año y el último. Estoy bastante nerviosa, las mates nunca han sido lo mío y llevo cuatro años sin darlas —confesé, a lo que él frunció el ceño—. Encima nos van a poner en un aula horrible a examinarnos, no puedo ni cuchichear un poco con Lara y Gala para pasarnos soluciones. —Marc se rio frente a mí.

—¿Cuándo lo tienes?

—El martes, a las nueve de la mañana. Veremos cómo sale. —Él posó sus manos en mi cintura, acercándose para darme un beso en el cuello. Dejó su cabeza apoyada en mi hombro, a lo que aproveché para abrazarle—. Oye, oye, ¿usted por qué ya no me pide permiso para besarme? —cuestioné, a lo que Marc se rio, causando que su aliento chocara con mi cuello. Sentí un escalofrío, así como una corriente de calor.

—Porque ya sé ver en ti que quieres que te bese —respondió, alzándose y quedándose frente a mi rostro, agachándose un poco. Sus manos recogieron mis mechones rosados, colocándolos tras mis orejas—. Tus ojos verdes me lo chivan —argumentó, observándome. Luego se acercó a mi boca. Me besó, un solo contacto de labios que despertó en mí las ganas— y tus labios me lo gritan. He aprendido a leerlos.

Más tarde me enseñó cómo también había aprendido a leer mi cuerpo demasiado bien, todavía más sobre aquella mesa de mi escritorio. Nuestras manos no podían estarse quietas, mucho menos viviendo en el mismo piso... así que nos buscábamos. En la ducha. En la cama. En la encimera. En el sofá. En la pared de mi cuarto. Por la mañana, temprano. No sabía cuántas veces habíamos mantenido relaciones, pero sabía que en todas ellas acabábamos exhaustos, buscando aire y demasiado satisfechos.

Sin embargo, la idea de compartir un piso con él seguía pareciéndome demasiado, sobre todo por el hecho de que no estaba pagando ningún tipo de alquiler, solo la compra semanal y una ayuda en las facturas. Para mí era todo algo extraño; me tendría que ir a Chelva nada más acabar el año escolar, buscar algo de saldo allí como para poder volver a alquilarme un piso en Valencia. Yo me sentía bastante culpable al ver cómo mi cuenta de ahorros menguaba, necesitaba buscarme un trabajo a media jornada que me ayudara a tener cierta seguridad económica, pero con los exámenes finales me era imposible.

El primer control se me había complicado bastante, el profesor nos había hecho creer que el temario a examinar iba a ser preguntado de una forma más sencilla, cosa que no fue así. Recuerdo ver llorar a más de una compañera. Haberme preparado tanto para saber que no iba a obtener el resultado que me esperaba me hacía sentir bastante insegura al acudir a los demás. Por suerte, los otros no fueron tan complicados, pero me esperaba uno final que me llevaba de cabeza.

Las matemáticas no habían sido mi fuerte en ningún momento de mi vida. Ahora me enfrentaba a un examen donde me jugaba toda la asignatura, una que no podía pagar doble si la suspendía (además de devolver la beca a la que tenía acceso). Había estado muchas tardes frente a mis apuntes para tratar de comprender las cosas, concerté tutorías donde pregunté dudas a la profesora y había hecho videollamadas para explicarnos las cosas junto a mis compañeras.

No obstante, tuve pánico al encontrarme en la puerta del aula donde realizaría el maldito examen. A mi lado, Lara temblaba como un pajarillo. Gala, que se encontraba en frente, repasaba sus apuntes como si algo se le fuera a quedar retenido en el momento.

—Madre mía, me va a matar la tripa —exclamé, colocándome una mano en el estómago. Me encontraba algo regular dados los nervios, no paraba de tener pequeños pinchazos que me hacían sentirme mal.

—Estamos igual, yo ya he cagado cuatro veces hoy —exclamó la castaña, a lo que me reí por tal naturalidad. Gala se giró hacia ella, negando divertida, mirando a los lados para comprobar que no la hubieran escuchado—. Tener exámenes es mi mejor laxante.

Filla*1, grítalo un poco más —soltó Gala, con una risa ahogada.

—Esta seguro que no ha cagado, por eso está así —Lara señaló a la rubia, a lo que ambas la miramos—. Haces cara de estreñida, Galita.

Con toda la elegancia del mundo, la rubia le sacó el dedo a Lara, tropezándose al venir caminando hacia nosotras. Ahí sí que pudimos liberar un poco los nervios, pues el traspiés nos hizo reír a las tres, al menos lo suficiente como para relajarnos hasta que llegó la profesora.

Pudimos entrar al aula, coger sitio estratégico para poder comunicarnos si era necesario (tendría que ser por señas, la docente nos podía ver perfectamente) y al terminar se nos presentó el examen delante de nuestra cara. Sinceramente, no recuerdo demasiado por los nervios que tenía, pero por suerte pude ir rellenando las hojas. A veces se me hacía complicado tratar de encontrar una solución a los problemas que se me planteaban, pero lo acabé resolviendo todo.

Salí mareada de allí. Mis pies iban un poco más lentos de lo normal, todavía veía números y figuras cuando cerré la puerta del aula, sacando el móvil de la bolsa de tela que tenía colgada del hombro. Me di la vuelta, ida, para levantar la cabeza y ver a Marc con los ojos fijos en mí, apoyado en uno de los paneles de la universidad. No me esperaba encontrarle allí, por lo que mi primera reacción fue quedarme algo descolocada. Aunque pronto reaccioné, caminando hacia él y dejándome abrazar cuando abrió sus brazos. Le agarré, fuerte, todavía un poco mal después del esfuerzo mental.

—¿Qué haces aquí? —pregunté. En la voz se me notaba que estaba emocionada, me había hecho ilusión verlo en ese momento.

—He venido a darte ánimos, que te has esforzado mucho —respondió, separándome de él con cautela. Sus manos siguieron en mi cintura cuando se acercó a mi rostro y dejó un beso sobre mi boca. Mis ojos no podían evitar mirarlo, era la primera vez que me daba un beso en público—. Ya has terminado tus exámenes, Vega. Enhorabuena —me dijo, a lo que sonreí completamente.

Sí, se me había pasado ese pequeño detalle. Una sensación de alivio me llenó.

—Ahora solo falta que apruebe este y ya descansaré demasiado bien. Era difícil —resumí, dándome la vuelta para ver si mis compañeras salían de la sala.

—¿Quieres esperar a que Gala y Lara salgan? —preguntó Marc, a lo que yo asentí.

—Sí, pero vamos fuera. Suelen tardar un poco, sobre todo Lara. Podemos ir a la cafetería y tomarnos algo en la terraza —mencioné, a lo que Marc accedió. Envié un mensaje a mis compañeras, indicándole que estaría fuera esperándolas.

Caminamos uno al lado del otro, a lo que no dudé en agarrarle la mano. Me gustó que mirara nuestra unión y sonriera, observándome a mí después y regresando su mirada al frente. Nos era difícil tener esa clase de contacto, era algo que nos salía natural. Me parecía curioso ver cómo no nos importaba que los demás nos vieran como un par de universitarios que se cogían de la mano como si fueran... una pareja.

Salimos del edificio de magisterio y nos adentramos en la cafetería, yendo a por unas bebidas para después sentarnos en uno de los bancos que rodeaban el bloque. Parecía que yo sola estaba haciendo un monólogo, contándole cómo el examen había sido bastante complicado, pero a la vez creía que había podido resolver muchas de las trampas que la profesora había colocado. Marc me escuchaba, atento, hasta que por fin me senté a su lado, en el banco.

—La verdad es que estoy cansada. Ya haya aprobado este examen o no, por lo menos me he quitado todos los demás de encima. Esta noche voy a dormir suuuuperagusto —asumí, estirándome un poco para aligerar mi espalda. Él sonrió, dándole un trago a su refresco. Fue cuando vi la oportunidad perfecta, así que lo lancé:—. Lo malo es el calor que hace ya por las noches. Tengo ganas de ir a Chelva para poder dormir fresco —y lo vi, sus cejas hicieron un movimiento de sorpresa, casi imperceptible si no le conocías bien, pero yo ya me había aprendido sus gestos demasiado.

—¿Vas a irte? —preguntó, mirándome de lado. Fue directo, sin rodeos.

—Tendré que hacerlo, Marc. No puedo quedarme a vivir en tu piso toda la vida —le respondí, a lo que vi cómo relamió sus labios. Quería decir algo, pero se lo guardó.

Sabía que era un tema que no le gustaba tocar; a los dos nos daba cierta pena pensar en que un día nos íbamos a levantar y ya no desayunaríamos juntos. Podía sonar loco pero nos habíamos acostumbrado a convivir y separarnos nos hacía sentir bastante mal. Aunque no me gustara, tenía que irme de allí y buscar un futuro que no dependiera de vivir con él.

—Sabes que puedes quedarte todo el tiempo que necesites, ¿verdad?

—Lo sé, pero tengo que buscarme un piso para el año que viene. Además, necesito trabajar. En Tuéjar suelo trabajar los veranos, hay un bar que me contrata siempre los meses de vacaciones —expliqué—. A no ser que...

—¿A no ser qué? —preguntó, queriendo saber.

—Que busques compañero de piso. Pero esta vez, de verdad. Con su contrato, su alquiler mensual y demás —aseguré.

—Podría hablarlo con mi madre, la verdad es que no creo que esté en contra. Si eso te da más tranquilidad a ti para quedarte, lo veo bien —asintió.

—Pero ¿tú estás seguro? —pregunté.

—Vega, ¿qué voy a hacer cuando me despierte y no vea a un duende-hada de pelo rosa en la cocina? Yo creo que entraré en una tristeza enorme —bromeó, a lo que yo le di un golpecito.

—No soy un duende. Mi altura está en la media española —alcé mi dedo índice, tratando de defender mi posición.

—Eso da igual, eres de espíritu hadil-duendil —siguió, consiguiendo hacerme reír.

—¿Hadil-duendil? ¿Eso existe? —vi cómo se encogió de hombros, relamiéndose el labio de abajo tratando de ocultar una sonrisa. Después se acercó a mí, colocando una de sus manos en mi pierna. Noté su contacto en mi piel, pues llevaba uno de mis vestidos de flores.

—Vega, lo que quiero decir es que estoy muy a gusto viviendo contigo. Quiero que te quedes, lo que quieras. Yo también iré a Chelva este verano y... estaba pensando en que nos siguiéramos viendo allí —su propuesta me hizo abrir los ojos.

Me giré para verle, su gesto estaba algo nervioso al preguntarme aquello. Marc y yo todavía no habíamos definido lo nuestro, era cierto. No éramos novios. Pero debía reconocer que, dentro de mí, no tenía ninguna prisa. Me gustaba la forma en la que estábamos, conociéndonos, dándonos espacio a saborear todo lo que nos iba viniendo.

—Sabes que si vienes a por mí en el pueblo, tendrás que conocer a mis padres —aseguré. Vi como Marc asintió, sonriendo.

—La verdad es que tengo ganas. También de que tú conozcas a los míos —pensar en que nos veríamos en el pueblo ya era algo más serio, pues seguramente acabaríamos conociendo también a nuestras familias y teniendo que presentarnos como algo más que amigos. No quise pensarlo porque me daba cierta vergüenza imaginar aquella situación frente a mis progenitores, pero sonreí.

—Entonces, sí, podemos seguir viéndonos allí —comenté, a lo que Marc dejó ver toda su sonrisa.

Me quedé prendada de aquellos ojos azules color mar, mirándome con ilusión, así como del gesto de alegría que trasmitía su gesto. Sentía dentro de mi estómago un remolino de cosas, todas agradables. Mis brazos me instaban a que lo abrazara, pero esa vez hice caso a mi boca, quien me gritaba que lo besara. Así que no dudé en dejar mi bebida en el banco, para colocar mis manos en su nuca y acercarme a su boca. Ni siquiera lo pensó al devolverme el gesto, solo dejó que nos encontráramos en un beso tierno donde nuestros labios sellaron aquella promesa de seguir viéndonos en verano.

Y me sentí feliz, demasiado. Me daba la tranquilidad de saber que lo que había vivido con él no era solo una pequeña historia durante el curso. Íbamos a tomarnos lo nuestro más en serio y eso me hacía sentir plena.

Hasta que escuché unos aplausos acercándose a nosotros. Cuando levanté la vista vi a Lara y Gala con cara de asustadas, mientras Vero caminaba entre ellas. Su rostro era de dolor y de rabia, mientras nos observaba y aplaudía, terminando por cruzarse de brazos al llegar a nosotros.

—Vaya, joder, y yo que venía a saber cómo estabas. Ahora veo que demasiado bien estáis los dos, ¿no? —no supe qué contestar a Vero, quien me miraba a mí para después observar a Marc— Ser unos falsos de mierda debe de dar un gusto increíble.

Parecía que había llegado la hora de dejar las mentiras a un lado.

***

Filla*1: Hija

HOLAAA.

Yo no sé cómo aparecer después del SALSEO que se va a venir en el próximo capítulo. Es que NO ESTOY PREPARADA. I'm just-

En otro orden de las cosas, me hace mucha gracia pensar que el grupo de Lara, Vega y Gala represente el grupo de amigas que yo tenía en la unviersidad. Si no fuera por ellas, estos personajes no tendrían sentido.

Ahora sí, me desaparezco.

OS QUIERO CON TODA LA PATATITA ❤️❤️❤️

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