Capítulo 15: Antes de morirme - C. Tangana ft. Rosalía

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Me encontraba de nuevo en la sala de usos múltiples, era un lunes en el que ya había salido de clase y debía aprovechar para estudiar. Llevaba la comida encima, ya que tanto Lara como Gala habían decidido quedarse conmigo para poder estar las tres juntas mientras avanzábamos con los apuntes. Cada una estaba concentrada con sus papeles y portátiles, justo cuando Gala me dio dos golpecitos en la mesa, haciendo que levantara la vista de golpe. Ella estaba a mi derecha, en la esquina, su ruido me hizo extrañarme porque encima me había sacado de un estado de concentración.

—¿Qué pasa? —pregunté, quitándome el auricular inalámbrico. Con la cabeza me señaló detrás, a lo que me giré sin comprender. Pensé que sería alguna antigua compañera, pero mi sorpresa fue total cuando vi aparecer a Marc por la puerta de la sala— Me cago en mi vida.

Me volví a girar a mi pantalla de golpe, sujetándome a los bordes de la mesa como si de un tsunami se tratara. Sentí el estómago revuelto, como si un remolino se me hubiese instaurado dentro. La realidad es que yo lo hacía comiendo con Vero, pero ahí estaba él: buscándome. Cerré mis ojos bien fuerte, queriendo borrar su imagen de mi retina, rogando en mi interior de que todo aquello se tratara de un simple sueño. Apenas lo había vislumbrado unos segundos... y era tan guapo.

Tragué saliva antes de volverme a girar, encontrándolo más cerca a nosotras. Lara se quitaba también sus auriculares, susurrando un «hostia» que fue perceptible solo para nosotras. Para ser sincera, sí, estaba muy de acuerdo con su expresión. Me preparé mentalmente en aquellos segundos, donde mis amigas me miraron con comprensión. Ellas sabían lo que había ocurrido y el porqué Marc me estaba buscando. Gala me dio un apretón en la mano, asintiéndome.

—Hola, chicas, buenas... ¿tardes, ya? —exclamó, mirando su móvil. Era la una y media de la tarde. Mis amigas le contestaron, mientras yo seguía tratando de encontrar mi voz para poder contestarle.

—Hola, Marc —exclamé, al fin. Nuestros ojos se encontraron, hacía días que no nos veíamos y, para mi desgracia, ahí estaba de nuevo: esa maldita tensión, una conexión que nos aceleraba el pulso.

—¿Podemos hablar un momento, Vega? —preguntó, recolocando la bandolera que llevaba colgando de su hombro, a la vez que tragaba saliva.

—Claro —contesté, levantándome para ir con él. Mis amigas me asintieron, haciéndome saber que iban a vigilarme las cosas mientras yo no estuviera.

Salimos de la sala por la parte que daba a un parking de tierra, ya que era menos transitada que el centro de la facultad. Nada más estar fuera, el calor del mediodía me golpeó como si de una pelota se tratara, haciéndome abrir la boca en busca de aire. Marc, por su parte, se colocó frente a mí, mientras yo me crucé de brazos de forma inconsciente, apoyándome en la pared. Sus ojos se suavizaron cuando encontraron los míos, destensando sus cejas.

—Antes de que digas nada, quiero que sepas que... siento mucho lo que ocurrió el otro día. Sé que fue muy cobarde de mi parte —hablé, cogiendo aire. Él me miró, encogiendo sus labios.

—Aunque te cueste creerlo, de eso no puedo reclamarte nada. Vi a Vero, sé con qué intenciones iba, puedo comprender que hicieras algo como aquello al sentirte incómoda. No quieres hacerle daño —argumentó, dejándome perpleja. Relamió sus labios, dándome cierta envidia—. Lo que me molesta es que hayas desaparecido después de ello. Hablábamos todos los días y, de repente, desapareces —aplané mi boca, sin saber qué contestarle. Tenía la opción de decirle la verdad, pero eso me hacía mostrarme demasiado vulnerable.

—He estado ocupada —respondí, tragando saliva, con una verdad a medias. Vi cómo sus cejas se juntaron, a la vez que se me quedaba mirando. Sentí la necesidad de seguir hablando, porque supe que esa razón no le había sido suficiente. Comprendía por qué—. Sé que no es excusa, pero cuando pasó eso con Vero, yo vi... joder, Marc —tapé mi rostro, pasándome el pelo tras las orejas—. Me sentí una mierda. Tengo mucho cariño a Vero, muchísimo. Ella me dio a entender que no quería nada contigo y justo ayer... Si ella me hubiera dicho que sentía algo por ti antes yo no ha-...

—¿Cómo? —preguntó. Tapé mi boca al segundo.

—¡Mierda! —solté, sintiéndome una imbécil.

—Por eso quiere quedar conmigo a comer hoy, ¿verdad? —me preguntó, a lo que yo asentí. Vi que soltó aire, mirando hacia el cielo por un segundo, para después regresar la mirada hacia mí—. Joder, Vega, yo no quiero nada con Vero, solo quiero que tengas claro eso. Yo quiero conocerte a ti, estar contigo —que me observara a los ojos mientras decía aquello me hacía creerle más, todavía cuando vi la sinceridad con la que se expresaba. Tenía un torbellino en el estómago porque yo sentía lo mismo—. Ella solo es mi amiga, una persona con la que tuve un cariño especial.

—Y yo también soy tu amiga, Marc —espeté. Su gesto no comprendió a qué me refería, así que alzó un dedo.

—Tú no eres mi amiga.

—Pero sí tenemos ese "cariño especial" —remarqué aquellas palabras haciendo comillas con mis manos. Vi cómo dibujó una sonrisa irónica, negando.

—No vayas por ahí porque tienes miedo de hacer daño a una persona de tu entorno. Sé que es una mierda, pero sabes que tú y yo no somos amigos, Vega.

—¿Y qué somos entonces, Marc? Porque esto no sé... no sé dónde nos va a llevar. A hacer daño a una persona que quiero, a eso vamos a llegar. ¿Es lo que quieres? —espeté.

—Claro que no. No quiero hacerle daño a nadie —me respondió, mirándome a los ojos. Poco a poco se acercó a mí, dejándome sin aliento al saber que su persona iba a estar más cerca de mí—. Pero no puedo negar que me gustas demasiado, Vega, que quiero intentar contigo mucho más que ser solo tu amigo. Somos lo que tú quieras que seamos, pero no me alejes de ti de esa forma. No desaparezcas de la nada, por favor, eso me hace daño.

Me pareció valiente. La forma en la que Marc soltaba aquello que sentía me hacía percibirme como una cobarde, porque yo no era capaz de decirle en la cara que él también me gustaba, que quería seguir conociéndole y que sabía que lo nuestro iba a ir a más. No quería contarle que tenía miedo de hacer sufrir a alguien porque el dolor, de cualquier tipo, para mí significaba un trauma. Yo no sabía qué era sobrellevar un rechazo, pero sí sabía lo que era tener una noticia que te hundiera el aire en el pecho. Lo último que deseaba era provocar algo similar a una persona como él, por la que sentía algo así.

Le observé a aquellos ojos azules, unos que me miraban buscando una respuesta que estaba demasiado guardada en mi interior. No sé qué gesto puse, pero la realidad es que en ese momento fui consciente de que, hiciera lo que hiciera, terminaría haciendo daño a alguien. Es más; ya lo había hecho.

—Lo siento mucho, Marc. No quería hacerte daño, de verdad —musité, sincera. Su gesto se relajó, a la vez que su mano se enlazó con la mía. Accedí a ese gesto y levanté mi otra extremidad para acariciarle la mejilla, separándome de la pared—. Me he portado como una imbécil.

—Solo un poco —me respondió, haciéndonos sonreír a ambos—. Yo tampoco he ayudado demasiado, a decir verdad. Pero voy a hacerlo, Vega. Esto se va a acabar, no quiero que nadie más nos haga sentir incómodos por lo que sentimos.

—No quiero que Vero sepa que estamos conociéndonos, al menos no por ahora. Es mejor que se lo contemos más hacia delante, cuando lo que siente por ti esté más frío —exclamé. Marc asintió, comprendiendo—. Entonces se lo contaré yo.

—Está bien, pero hoy voy a hablar seriamente con ella. No quiero que tenga esperanzas de ningún tipo, yo ya he conocido a alguien sobre la que quiero centrar toda mi atención —contestó, mirándome a los ojos. Vi cómo abrió su boca y adiviné qué iba a decirme, así que me adelanté.

—Me voy a adelantar a que me preguntes si puedes besarme porque la respuesta va a ser que sí —pronuncié, acariciándole los labios con mi dedo índice, recorriendo el límite de la sonrisa que ocupó toda mi atención.

Imité su gesto en respuesta, a la vez que se acercaba a mí y posaba su boca sobre la mía. No supe cuánto le había echado de menos hasta que me besó, dulce, de esa forma que hacía que todo lo demás dejara de importar y solo me centrara en lo que deseábamos nosotros dos. Ya no había preocupaciones, ni remordimientos. Ni siquiera tenía miedo a hacer daño. Éramos solo nosotros: Marc y Vega. Dos personas que ahora comenzaban a guardar un secreto que les iba a pesar más de lo que les gustaría.

¡Hola, amores!

Aquí desde mi agobiamiento por el máster y demás os dejo este capítulo minisorpresa (suelo actualizar los findes) para que la semana os sepa de otra forma distinta. Sentía que con el anterior capítulo había dejado mal sabor de boca... y tampoco soy taaaaaaaaaaaaaaaaan mala... ¿no? 😉

Espero, de todo corazón, que os haya gutado este capítulo y que la novela os esté encantando mucho, por lo menos tanto como me está gustando a mí escribirla. Os envío un abrazo ULTRA fuerte.

Recuerdo que podéis seguirme por mis redes sociales, ¡allí os mantengo al día de nuevas novelas que voy a traer pronto! 🥹 

OS AMO CON TODA LA PATATITA 🧡🧡🧡🧡.

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