Capítulo 14: I Want To Know What Love Is - Foreigner

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Levantarme al día siguiente con un poco de resaca no ayudó a que mi estado de ánimo fuera mejor. Además, aquel sábado era víspera de una fecha que me hacía sentir demasiado incómoda: mi cumpleaños. Quedaba, exactamente, una semana.

No es que la fecha de mi aniversario me repudiara como si se tratara de un día que debía tachar en mi calendario como "día donde se prohíba felicitarme", como bien conocía a otras personas. La razón por la que aquella fecha siempre se me hacía complicada era porque Alma y yo éramos mellizas. Ese día ella debería estar conmigo soplando las velas mientras nos rebozábamos la cara con la nata de la tarta. Sin embargo, todos los años me encontraba con una silla vacía a mi lado.

Los recuerdos de su último cumpleaños todavía seguían vivos en mi mente. Soplamos las velas en el hospital, cuando ella tenía la voz ronca y los ojos enrojecidos, pálida como la pared pintada de blanco de detrás. Aun así, la ilusión que tenía por aquella fecha me hacía pensar que estaba mejor, hasta se había levantado para abrir los regalos. Apenas un par de meses más tarde, Alma falleció, sedada. Papá, mamá y yo la acompañamos, sujetándole la mano y llenándola de besos.

Que todo aquello me viniera a la mente nada más abrir los ojos no me beneficiaba en absoluto. Pero, aunque me costaba, fui valiente y me levanté de la cama. No habría sido capaz de hacer aquella acción unos años atrás, así que significaba que estaba avanzando.

Caminé algo perezosa hasta mi ventana, donde subí la persiana para dejar que la luz natural entrara en la habitación. Mis ojos se resintieron, pero los froté y calmé esa pequeña picazón, yendo a coger mi móvil para después acudir a la cocina. Era la una de la tarde, el día anterior había llegado bastante tarde, así que tampoco iba a culparme por no haberme levantado temprano. Eso sí, ignoré todas mis notificaciones flotantes que aparecían junto a la hora del teléfono.

Comencé a hacerme mi desayuno, aprovechando que el día anterior había dejado café en la cafetera italiana, tratando de crear algo que llevarme al cuerpo. Justo cuando había servido las cosas, escuché la puerta de Vero abrirse, junto con pasos que llegaron a la puerta de la cocina. Cuando me giré, la vi apoyada en el marco de la puerta, con el pelo enmarañado y restos de maquillaje del día anterior.

No voy a mentir, se me revolvió todo el estómago.

—Hostias, Vero —exclamé, ya que soltó un bostezo monumental— ¿Acabaste muy tarde? —pregunté. Tanto Lara como Gala y yo nos fuimos sobre las tres de la mañana, ya que estábamos algo cansadas. Además, contando con que no me encontraba en un estado de ánimo demasiado óptimo, solo aguanté unas cuantas horas. Me lo había pasado muy bien con mis amigas... pero todavía tenía clavada la espinita de Marc.

—Sí, nos fuimos todos como a las seis —respondió, mientras se sentaba en la mesa de la cocina. Le tendí el café que llevaba en las manos, regresando a la encimera para hacerme otro— ¿Vosotras?

—Pronto, sobre las tres —exclamé. Ella asintió, mientras me observaba meter mi taza en el microondas. Al terminar me senté frente a ella, tomando una bocanada de aire.

—Oye, quería hablarte sobre ayer. Ya sabes, el momento en el que os vi a Marc y a ti. —Eso causó que todo mi sistema se pusiera en alerta. Incluso dejé de dar vueltas al café, alzando mis ojos verdes hasta los suyos. La vi observarme todos los gestos, atenta, mientras cogía todo el aire posible. Después lo soltó y habló:— Lo siento.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Es que me da hasta vergüenza decirlo —respondió, cubriéndose la cara con la mano, ocultando una sonrisa. Regresé a revolver mi café, frunciendo el ceño.

—Tía, no pasa nada, dímelo —contesté.

La realidad es que tenía algo de miedo, ¿se habría dado cuenta Vero de lo que había pasado con Marc? Siendo realista, no sabía en qué punto me encontraba con él. Desde la noche anterior no había visto los mensajes del móvil, no sabía qué podría haber recibido. Me sentía mal, pero la reacción que había tenido para mí me parecía razonable dado al gesto que había visto en Vero. Ahora mismo, para ser sincera, estaba cagada.

—Pensé... no sé —exclamó, tragando saliva—. Creí que no te estaba invitando, sino que estabais ligando el uno con el otro. —Me quedé en silencio, sin saber qué decir. La miré y fui a hablar, pero me cortó, alzando la mano—. Ya sé que es una tontería, Vega, no me digas nada. Y, además, debo contarte algo relacionado con Marc —fruncí mi ceño, sin terminar de comprender. Quise escuchar primero, antes de decirle que sí, que Marc y yo nos estábamos conociendo... y algo más.

—¿Qué pasa?

—Sé que te dije que era solo mi amigo y todo eso... pero me he dado cuenta de que me gusta. Creo que quiero conocerle más y, quién sabe, a lo mejor sí que estoy dispuesta a tener algo serio con él. Joder, Vega, me gusta muchísimo.

La hostia mental que recibí en ese momento fue cómo si me tiraran un cubo de agua helada por encima. Me sentía una muy mala amiga, una chica que había traicionado a su compañera de piso a la que le tenía aprecio. Lo peor de todo es que no tenía la suficiente confianza como para decirle lo que había ocurrido entre nosotros, no era capaz. Estaba con un revoltijo enorme de cosas dentro de mi cabeza, tanto las fechas próximas, como todo lo nuevo que estaba experimentando y el final del año en la universidad. Quise excusarme en ello y me callé. Estaba siendo toda una cobarde.

—Por eso, cuando me enteré de que anoche iba él, fui. Llevo todo este tiempo sin sacármelo de la cabeza. No hablamos demasiado, pero no sé. Es que le veo y se me sube algo por el estómago, no voy a decir mariposas porque vomitamos las dos el café —su risa ocupó la cocina, en lo que yo trataba de disimular cómo me temblaban las manos al beber un sorbo de mi taza.

—¿Y él, qué te ha dicho? ¿Le has contado algo?

—No, qué va. No me atrevo. Pero él es tan amable conmigo aún después de lo que nos pasó. No sé, Vega, creo que podemos tener algo muy bonito —agarré el café con mucha inseguridad—. Le voy a enviar un mensaje para comer juntos, esto tiene que ser pensado y hecho —me respondió, levantándose de la mesa y caminando hacia su cuarto, supongo que en busca de su teléfono.

Pero para cuando regresó a la cocina, yo ya no estaba allí. Me metí en mi cuarto, cerrando la puerta, todavía con la taza del desayuno llena en la mano. Mis pensamientos eran un batiburrillo de inseguridades hablándome, diciéndome que era mala persona, mala amiga, mala amante, mala todo. Cerré los ojos y traté de respirar hondo, ahí estaba de nuevo mi ansiedad atacando. No me justificaba, las acciones que estaba tomando estaban mal, pero tampoco era capaz de contarle todo a Vero.

—¿Vega? Le acabo de escribir. Dice que sí podemos comer el lunes —me habló ella, detrás de mi puerta.

Tragué saliva y abrí, mirándola, fingiendo una sonrisa que me hizo temblarlas comisuras de la boca. La realidad es que Marc también tenía algo de culpa en esto, ya que ninguno de los dos le habíamos contado lo que había pasado entre nosotros. No sabía en qué sentido él le estaba diciendo que sí a quedar a comer juntos, pero yo tampoco era nada suyo como para reclamar nada o saber algún detalle. Lo que debía hacer en ese momento estaba claro: mantenerme al margen.

—Qué bien, Vero. Bueno, ya me contarás como te ha ido.

—Lo siento mucho por haber pensado tan mal. No sé en qué estaba pensando... gracias por apoyarme, Vega —exclamó, sonriéndome con el móvil en las manos.

Lo único que fui capaz de hacer fue cerrar la puerta, abrir mi portátil y videollamar a mi mejor amiga Laia. Solo con ella fui capaz de sacar lágrimas que se me habían quedado atascadas en el pecho. Me sentía la persona más imbécil de este planeta.

¡Hola, amores!

Este capítulo, al ser tan cortito, me ha costado mucho menos revisarlo para poder subirlo. La verdad es que me deja con una sensación agria en la boca, pero es necesario para poder continuar con la trama de la novela. ¿Qué pensáis? ¿Comprendéis a Vega?

Os recuerdo que podéis seguirme en mis redes sociales, allí os espero con mucho cariño. 🧡🧡🧡

OS AMO CON TODA LA PATATITA💖

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