Capítulo 1: Cómo te atreves - Morat
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Nunca me han gustado los secretos por una sencilla razón: soy una bocazas.
En aquel caso, era todavía más complicado el guardar esta gran revelación que tenía dentro de mi mente, pues no era algo que se tratara de otra persona. Era sobre mí. Un secreto conmigo misma que guardaba desde hacía demasiados años en los adentros de mi cuerpo. Una confesión que, por mi bien, no debía contarle a Vero, mi compañera de piso, si deseaba seguir conviviendo con ella sin ningún tipo de problema o ambiente extraño.
Encontrar un hogar de estudiante en Valencia había sido mucho más complicado de lo que un día imaginé. Pasé por cuatro pisos, con compañeros y compañeras de todo tipo, carácter y olores específicos. Mi cuerpo había sobrevivido a demasiados detergentes baratos, comidas casi inhumanas y cientos de discusiones por la repartición de tareas. Ni hablemos mejor de las condiciones económicas, porque entonces más me valía callarme y evitar tratar el tema.
Por ello, cuando conocí a Vero y observé el piso en el que buscaba una compañera, no tuve demasiada ilusión. Toda la gente era así al principio; amable, parecía que iban a ser responsables, todo lo tenían ordenado, etc. Pero hubo algo en ella que me gustó. Tenía una sonrisa que parecía transmitir confianza y no paraba de hablar. Era como si las cosas que pensaba no las pasara por un filtro en su mente.
—Aquí se está muy bien. Tenemos un bazar chino abajo y las bebidas que tienen saben bien, aunque la realidad es que es un poco caro. De todas formas, el supermercado también está cerca. Eso sí, lo único que es un poco insufrible es el tranvía pasando una y otra vez por delante. Menos mal que por la noche paran, si no esto sería una mierda —me contó, mostrándome la que iba a ser mi habitación.
Acepté ser su compañera, tampoco es que tuviera demasiadas opciones. Además, debía huir del piso en el que me encontraba, las humedades se lo estaban casi comiendo y mi constipado iba a terminar convirtiéndose en pulmonía. Literal, cualquier habitación que no tuviera un manchurrón de moho en la pared me parecía decente. Aquella que me ofrecía Vero estaba más que bien: tenía cama, armario, un escritorio y un pequeño mueble para guardar los zapatos. Eso sí que era un lujo. No todos los estudiantes pueden librarse de que les huela la habitación a pezuñas.
—¿Qué estás estudiando, Vega? —me preguntó, sacándome de mi estado de ensimismamiento. La enfoqué, estudiándola con mis ojos verdes. Su cabello castaño estaba recogido en una coleta que le llegaba por debajo de los hombros. Vero era algo bajita, con una belleza afilada en sus rasgos, además de ser delgada. No era mi tipo, pero tenía ojos en la cara y sabía que era atractiva.
—Magisterio infantil —respondí, preparada para escuchar la maldita broma del collar de macarrones.
—Oh, pensaba que eras de bellas artes —contestó. Aquello me divirtió, así que sonreí.
—¿Lo dices por el pelo? —agarré un mechón rosa de mi melena corta y lo levanté, a lo que ella sonrió a boca cerrada.
—Perdón —exclamó.
—No, no te preocupes. La verdad es que sí tengo algo de pinta de ser de Bellas Artes —respondí, encogiéndome de hombros. Era verano y mi vestido blanco de tirantes dejaba ver los tatuajes de mi escote. Tenía pequeñas estrellas tatuadas, por los hombros y las clavículas. No era el único rastro de tinta en todo mi cuerpo, ya que en los dedos tenía una mezcla de figuras algo peculiar. En el índice portaba una mariposa pequeña, en el resto de los dedos tenía más estrellas y en el dedo corazón portaba la pequeña figura de una luna menguante. Por lo menos, si quería enviar a la mierda y sacarle el dedo a alguien, lo hacía con estilo. Tras mi oreja izquierda portaba el dibujo de un hada pequeña, el que me hice después de leer un libro en Wattpad que me había gustado mucho. Trataba sobre fantasía, mundos paralelos y dos reinos (uno negro y otro blanco).
—Desde luego, los niños tienen que flipar al verte. Nunca he tenido maestras con el pelo rosa que parecieran sacada de las Winx —sonreí ante su exclamación.
—¿Tipo Estela en rosa? —continué con su broma.
—Estilo Flora en enchantix con el pelo rosa y corto.
Ya me había caído bien.
Me fui a vivir allí esa misma semana, la que me había servido para darme cuenta de que, en realidad, compartir piso no estaba tan mal. Rectifico, compartir piso con Vero (en específico) no estaba tan mal. Ambas éramos ordenadas, cuidadosas y nos gustaba demasiado ver Friends. Era como nuestro continuo podcast en el salón. Estaba demasiado feliz de haber podido encontrar una casa, un lugar donde poder estar tranquila durante mis últimos dos años universitarios.
Claro que había cosas malas: los pelos en la ducha, los pequeños rifirrafes por qué día ir a comprar y los continuos olvidos de llaves. Pero eran detalles. Por lo menos no respiraba moho ni tenía grandes pilas de platos en el fregadero. Y sí, Vero tiraba de la cadena cada vez que iba al baño. Todo estaba saliendo la mar de bien.
Por ello, aquel día no esperaba encontrarme la escena que observé. Ni siquiera ahí era consciente de que mi buena convivencia con Vero comenzaba a temblar. Por suerte o por desgracia, la entrada al piso daba directamente al salón. Era viernes y había salido dos horas antes de clase, ya que una profesora maravillosa se había olvidado avisarnos de que la clase quedaba cancelada. Había sido muy amable al poner un cartel en la puerta del aula y no enviar un correo con antelación (nótese la ironía). A la gente que vivía a dos horas de camino no le hizo demasiada gracia... pero como yo residía al lado sí estaba feliz. Sabía que Vero estaba en casa y eso significaba que podía comer con ella.
—¡Vero, hoy tengo la tarde libr...! —mi voz se paró al escuchar un gemido mientras abría la puerta de par en par.
Los ojos se me abrieron con sorpresa al encontrar a mi compañera de piso con un chico encima de ella, en el sofá. Ambos estaban desnudos y haciendo algo que os podéis imaginar. Se quedaron estáticos al escucharme, comenzando a moverse para poder taparse. Por mi parte, me quedé unos segundos en shock, hasta que escuché un grito de mi compañera de piso. Ahí pude reaccionar, dando media vuelta rápido y cerrando la puerta tras de mí, tragando saliva. La madre que la parió.
Estuve durante unos segundos en el rellano, escuchándolos reírse y caminar por toda la estancia. Supongo que buscaban su ropa, dudaba que me fueran a dejar allí en la entrada y continuaran con la acción. Por ello, agradecí cuando Vero abrió la puerta, con las mejillas color carmesí y una cara de vergüenza absoluta.
—Perdón, Vega. Pensaba que llegabas más tarde y...
—Me han cancelado una clase. Tenía que haber avisado —resumí, apretando contra mí la totebag que colgaba de mi hombro. Vi como mi compañera miraba hacia dentro de nuestro piso, abriendo la puerta un poco más.
Fue entonces cuando le vi la cara.
A él.
Justamente a él.
—Bueno, perdona por el espectáculo... ¿Vega?. Creo que lo mejor es que me vaya y os deje solas —pronunció.
Yo me quedé estática, tragué saliva y por poco me meé encima. ¿Era él? ¿En serio? No podía tener tan mala suerte.
—Te puedes quedar a comer —resumió Vero, hablándole. Era uno de sus ligues, ese del que tanto me había hablado días anteriores. Ella decía que no buscaba nada serio, pero cada vez que me hablaba de él, le brillaban los ojos. Lo que no imaginaba era que ese Marc, ese Marc, iba a ser el mismo Marc del que había estado enamorada toda mi niñez y adolescencia.
Era mi puñetero crush de la infancia.
—¿No es un poco raro? —cuestionó él, agarrando unas gafas de pasta negra y colocándoselas. Se mesó el pelo castaño con una mano y carraspeó. Yo seguía estudiándolo porque hacía años que no le había vuelto a ver. Concretamente cuatro años, en los cuales él se había vuelto más alto, menos niño y más guapo. Cuatro años donde ambos nos habíamos ido de nuestro pueblo a estudiar a la capital, a buscar un camino... donde era poco probable que nos volviéramos a encontrar. Pero ahí estaba, acostándose con mi compañera de piso.
—Seguro que a Vega no le importa, ¿a que no? Así liberamos este rollo raro —argumentó Vero, girándose hacia mí. Yo seguía parada, quieta, tiesa frente al marco de la puerta.
Que la tierra me tragara y me escupiera en Honolulu, por favor.
Los ojos azules de Marc también me enfocaron, a los que miré asustada. Vi reflejada en su rostro la duda, pero yo en mis adentros sabía que no me iba a reconocer. En todos los años de mi enamoramiento adolescente él solo había cruzado un par de veces una conversación conmigo. Hacía más de cuatro años de eso. Yo ahora tenía el pelo rosa, un montón de tatuajes y daba aires de ser una Winx. Ahora parecía otra persona, no aquella chica de pueblo que iba al instituto en bicicleta con unas botas transparentes, calcetines de zanahorias y una coleta castaña que llegaba a media espalda.
—N-no, qué va, no me importa —sonreí, tirante.
Era la mentira más grande que había dicho en mucho tiempo y el principio del secreto que iba a guardar. Tenía un problema serio y ser una bocazas no me iba a ayudar.
¡Hola, amores!
Siéntete bienvenida/o/e a esta nueva novela en la que vamos a disfrutar un MONTÓN.
Estoy muy emocionada de comenzar este viaje, de que conozcas a Vega y Marc y a la historia que se va a ir desarrollando poco a poco. De verdad que me hace una ilusión como una catedral de grande 🥹. Además, el ambientar esta novela en Valencia hace que tenga mucha ilusión, pues soy valenciana. No hay nada como escribir sobre lugares que conoces.
Gracias por leerme y por comenzar esta aventura conmigo.
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OS AMO CON TODA LA PATATITA 💖.
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