☠ Being honest, I love you. ☠

⚠Advertencia de contentido⚠

Las escenas descritas aquí pueden contener contentido sensible, si no eres tolerante o no te gustan las situaciones aquí descritas, ¿qué haces aquí?

☠Bestialismo explícito.☠

(N/A: Se me ocurrió poner algo de omegaverse aquí, pq la vida es un riesgo krnal :>)



Era extraño.

Todo lo que recordaba era a ella diciéndole a Adora que no se presionara demasiado, que habría tiempo suficiente para todo lo que ella quería hacer, que no se iba a acabar el mundo. Después, la rubia aseguró ir por un vaso de agua para empezar con su película, y hasta ese momento no volvía.

Y ella no quería quedarse en casa de Razz sin Adora, a veces le daba miedo que la mujer le diera algún escobazo por corromper a su nieta.

Se levantó de la cama y salió de la habitación; el pasillo, que hacía unos segundos se veía claro e iluminado, ahora se encontraba desolado y con las luces apagadas.

Caminó despacio buscando a la ojiazul, pero todo estaba... extrañamente vacío. La anciana parecía haberse ido, pues no estaba en el sofá viendo telenovelas como cuando entró.

Buscó por varios minutos, pero no halló nada aún así.

—¿Adora?—Cuestionó al aire, no hubo respueta.

¿Eso fue un gruñido?

La castaña salió rápidamente al patio trasero, y allí estaba: la loba de pelaje rubio, tratando de luchar contra algo que ella no veía.

Las brillantes estrellas y la gran luna llena se extendían en el nítido cielo, sin ninguna nube en él.

Espera, ¿luna llena?

Eso no estaba cuando ella vio a la ventana hacía unos minutos.

Y según el ciclo lunar, la próxima luna llena llegaba en dos días.

¿Cómo lo sabía?

Adora le había hablado hacía poco más de una semana  sobre cómo influía la luna en ella. No era demasiado, pues no era completamente un lobo, pero algunas cosas se volvían... diferentes.

Le explicó acerca de un "ciclo de celo" que se aproximaba, y también le advirtió que quizá era mejor mantenerse alejada durante esa semana. ¿Había llegado tan pronto?

El can parecía... luchar contra algo, alguien invisible, que sus ojos no podían ver y sus sentidos no percibían, pero que estaba ahí.

Detalló un momento en la imagen de la loba: orejas ovaladas, pelaje dorado, y ojos azules expresivos, como si quisieran expresar con ellos lo que sus fornidos colmillos y larga lengua no podían articular.

Entonces, se acercó con pasos débiles, pero firmes. Aunque cuando era una niña le tenía algo de miedo al hecho de que su mejor amiga podía despedazarla, ahora no le importaba en lo más mínimo. 

Sabía que Adora nunca le haría daño.

A menos que ella lo quisiera.

—Adora.—Habló firme, buscando la mirada azulada, que se negaba a responder.—Mírame.—Ordenó. La rubia lo hizo lentamente, y la morena trató de descifrar lo que sus ojos le decían.

Ya entendía muchas cosas: tristeza, abandono, alegría y amor. Pero nunca una expresión como esa.

Esa, en específico, se llamaba de una sola manera:

Deseo.

De pronto se sintió pequeña en un lugar inmenso, aunque solo eran un par de metros, como si el can se hubiera hecho más grande e imponente, acorralándola en su lugar.

Tragó saliva cuando Adora empezó a olfatearla, específicamente cierto lugar con acceso restringido, el cual, curiosamente, ella era la única  con permiso de usar.

—¿Q-qué haces?—Trató de decir con un estremecimiento que la hizo dudar de si quería que se detuviera o no.

La ojiazul solo la miró, una mezcla de dominio y lujuria muy presente en sus orbes, y la castaña sintió que sus piernas fallaban.

Efectivamente, fallaron, y ella cayó al suelo, para segundos después ver como el can se posicionaba sobre ella, imposibilitándole levantarse.

La loba no perdió el tiempo, puesto que, en menos de lo que le tardó a Catra reaccionar, sus fuertes colmillos habían rasgado su ropa, dejando al aire su cuerpo; expuesto completamente a ella.

La noche era fría a pesar de que el verano estaba cada vez más cerca, por lo que sus pezones no tardaron en reaccionar, erectándose ante la penetrante mirada del can.

Pudo descifrar en sus ojos la picardía, justo en el momento en que los lamió lánguidamente, con lentitud y hasta pereza, y ella no pudo contener un leve jadeo que salió de su garganta.

Se sentía como Adora, con la misma delicadeza, pero también con la exactitud de la aludida; un roce que la hacía perder la cabeza, no importaba si era en su forma humana o no.

Adora se detuvo. Parecía haber encontrado algo realmente interesante en su cuerpo descubierto, pues fue dejando a su paso un camino de lenguetazos que la hacían suspirar de placer.

—B-basta...—Suplicó apenas.—Estamos afuera.—Recordó. La rubia se detuvo para mirarla, con esa expresión usual que la hacía derretirse, cuando ella le preguntaba que si de verdad quería que parase.

La respuesta siempre era no.

Y esa, por supuesto, no era la excepción.

Negó despacio con la cabeza, dejando que la rubia prosiguiera.

Rozó con su hocico su vientre, causándole una corriente elécrtica, y su nariz húmeda fue descendiendo lentamente hasta acabar hundiéndose justo en el punto más sensible entre sus pliegues...

—¿Adora?—Cuestionó la de ojos bicolor, mirando a su alrededor y tomándo consciencia de dónde estaba realmente.

La luz estaba encendida, y a través de la ventana se lograba ver apenas la luz de la luna. Para ser específicos, un cuarto creciente que brillaba tenue, compitiendo con la luz de la habitación.

La película que habían acordado minutos atrás estaba allí, pero no había avanzado ni un segundo. Continuó analizando lentamente...

Sintió frío.

—Te dormiste.—Señaló la rubia tranquila. Pero la situación de tranquila no tenía nada. Adora estaba convenientemente ubicada justo en sus piernas. Sus pantalones de pijama y sus bragas brillaban por su asencia, sus senos estaban descubiertos y la morena se descrubrió a sí misma con una ligera capa de sudor reluciente en su frente. Y por si fuera poco, la muy descarada continuó lamiendo despacio, como si no hiciera nada malo.

No lo estaba haciendo, pensó, echando su cabeza hacia atrás con un leve gemido.

—¿Q-Qué es lo que haces?—Cuestionó con dificultad. Ahora entendía el por qué de su extraño y para nada sexual sueño.

Era cierto que, desde hacía más o menos unas dos semanas, Catra había empezado a incluir a cierta loba inconsientemente en sus sueños y fantasías, así que se había acostumbrado un poco a ellas.

—Llegué aquí y te encontré dormida.—Habló, o al menos eso fue lo que logró entender entre el lenguaje ahogado de la rubia entre sus pliegues y su propia pérdida entre el placer que su contraria de otorgaba.—Además un olor delicioso me llamó.—Susurró, apartándose un poco para que su aliento caliente chocara contra la humedad de la castaña, dándole otra corriente eléctrica que sí era real. Catra tomó los cabellos dorados de la rubia, enredándolos en sus dedos y empujándola hacia sí para que continuara.

La rubia, obediente, continuó.

—¿Estabas soñando?—Preguntó, casi sin lograr articular bien las palabras. La morena solo asintió, moviendo sus caderas con necesidad mientras trataba de ahogar sus gemidos mordiendo su labio inferior.

—S-sí.—Logró responder, y los ojos azules de la rubia la miraron sin detener sus movimientos para que ella continuara.—Contigo.—Solo dijo.

Y era cierto. La loba seguía siendo Adora.

Solo que, en una versión un poco más... animal.

Esto pareció contentar a la rubia, pues empezó a trabajar en su coño con avidez, y fue tal su habilidad que la morena no tuvo a nada más a qué asirse, y sus labios no fueron suficiente para acallar los gemidos, por lo que su ruido debió haberse escuchado fuerte y claro por toda la casa.

La vergüenza y el placer la cubrieron, dándole espasmos continuos y alargados. La rubia salió de su interior con una sonrisa brillante, pero a la vez, como una pervertida.

Quizá lo brillante también se debía a que todo su mentón y sus labios estaban cubiertos de su pegajosa escencia.

No pudo evitar sentirse orgullosa de ello, y más cuando la rubia saboreó lo que quedaba con una espresión de satisfacción, junto con un suave gemido desde el fondo de su garganta. La morena se acercó cuando su contraria se recostó a su lado, viendo la prominente erección que sobresalía de su pantalón, y de inmediato quiso arrancarle los pantalones a la ojiazul, pero esta no lo permitió.

—Tranquila, gatita.—Calmó al ver la expresión de confusión de su contraria.—Tendremos mucho tiempo después de esto.—Afirmó con un tono sexy, pero amenazante a la vez, que no dejaba lugar para protestas, pero tampoco para insatisfacciones. 

La morena buscó su ropa interior en el suelo y se la colocó, ignorando olímpicamente a sus pantalones y a sus pechos expuestos, por lo que los dejó así.

Pocos segundos después la ojiazul reprodujo la película, asiéndose de uno de sus senos como si de un peluche se tratara.

Aunque no le disgustaba la idea.

(...)

¿Debía decírselo?

¿Así nada más?

—Adora.—Llamó, con un temblor. Se preguntaba por qué la rubia había escogido una película tan larga cuando tenían cosas más entretenidas que hacer. La rubia quitó su atención del televisor para dársela completamente a la morena, acto que, extrañamente, le pareció tierno.

—¿Qué sucede?—Cuestionó con un tono más bajo que el usual.

—Tengo frío.—Se quejó en un murmullo. La rubia sonrió, acomodándo a su contraria de modo que la podía rodear con sus fuertes brazos, dándole el calor que necesitaba, ni siquiera consideró la posibilidad de ponerle nuevamente sus pantalones.

—Adora.—Llamó unos minutos después.

—¿Hmm?—Cuestionó.

—Mírame.—Pidió seria, y la rubia pausó la película para prestarle atención a su contraria.—¿Me amas?—Preguntó con un temblor en su voz. La ojiazul la observó confunida un momento, y finalmente asintió.

—Sí. Te amo.—Aceptó tranquila, dejando un beso en cada una de sus mejillas.

—¿Y por qué no me preguntas si yo te amo?—Inquirió. Adora la analizó por unos segundos. como cuestionándose internamente si eso era una broma. Pareció concluir que no.

Y más le valía, porque no lo era.

—No quiero presionarte, es todo.—Respondió con una sonrisa ladeada.

—Pero, ¿y si quiero que me lo preguntes?

—Te lo preguntaría, entonces.—Contestó con un leve tono de irritación.

—Pregúntame.—Pidió, y la rubia no pudo contener una risa que hizo a la morena gruñir.

—Ok, ok.—Dijo al fin.—¿Me amas?—Preguntó, lista para una respuesta negativa.

—Sí.—Solo respondió, mirando de nuevo a la televisión después de volver a reproducir la película. 

Adora ya no pudo prestar más atención. Solo se centró en la morena que tenía a su lado. Su corazón martillaba en su pecho aunque no quería, y juró ver un rubor tiñiendo las mejillas llenas de pecas. Pero Catra parecía muy centrada de repente en dos espadacines golpeándose.

—Gatita.—Dijo, arrebatándole el control de las manos, para obligarla así a verla.

—Cállate.—Pidió, con un tono suave, casi tembloroso.

—¿Por qué no me dijiste?—Cuestionó.

—Porque no me lo preguntaste.—Respondió obvia.

—¿Me lo dices de nuevo?—Pidió.—¿Por favor?—Ante esto, la morena pareció ablandar (aún más) su expresión, tomando a la rubia por su camiseta y besándola efusivamente, a lo que ella correspondió sin dudar, explorando toda la boca de su compañera con su lengua.

—Te amo, maldita sea. Desde que somos niñas. ¿Cómo no te diste cuenta?—Preguntó algo irritada.

—¡Porque te besaste con Glimmer! ¡Yo lo vi!—Confesó, y la morena echó su cabeza hacia el pecho de la rubia, contentiendo una risa.

—¿Se te ocurrió preguntar?—Interrogó, y la expresión de su contraria le dió una respuesta anticipada.

—¿No?

—¿Lo ves? Quería darte celos, idiota. Pero siempre te he amado a ti, y a nadie más.—Aseguró, besándola suavemente una vez más, para expresarle lo que sentía.

Aunque cierta necesidad se coló, dando paso a un beso más profundo y lleno de deseo que la rubia no tardó en encender, acariciando con suavidad los muslos descubiertos de Catra.

—¿Sigues queriendo ver tu estúpida película?—Cuestionó con un jadeo.

—Por supuesto que no.—Afirmó, cayendo sobre la morena mientras bajaba sus labios hasta su cuello.

(...)

La noche era fría.

Pero su cuerpo estaba ardiendo.

Y en su habitación se respiraba un aire caliente, junto con la cercanía de sus cuerpos hiriventes, siendo hogar de diversos sonidos que solo ayudaban más a llevar al límite a las dos jóvenes que allí se encontraban.

Hacía horas que Mara había llegado a visitar, pero decidió irse momentos después. Razz no parecía afectada con nada y probablemente ya se había ido a dormir, así que era como si tuvieran el lugar para ellas solas.

—Gatita...—Gruñó la rubia, embistiéndola fuertemente desde atrás. Todo lo que podía ver era su bien formado culo y el rostro de su morena enterrado en la almohada, soltando gemidos que el objeto atenuaba.—Maldita sea... Eres tan... buena...—Respiró con dificultad, sus sentidos cegándose, dejando nada más que placer. Placer por todos lados y de todos los tipos.

Tómala.

Hazla tuya.

—¿Sí?—Cuestionó la castaña, girando apenas su cabeza con un jadeo para observar mejor a la rubia.

Pero había algo extraño.

Sus usuales azules pupilas se habían tornado de un color rojo brillante, como la sangre que escurría de su labio, que al parecer había estado mordiendo con un par de blancos... ¿colmillos?

—¿Adora?—Preguntó, tratando de contenerse, pues la rubia no mostraba signos de querer detenerse.

—Catra...—Gruñó, inclinándose hacia ella, lamiendo con necesidad su cuello, y entonces, la de ojos bicolor no pudo guardar un grito.

No sabía si era de dolor o placer, pero resonó por las cuatro paredes del lugar y sobre todo, por las sensibles orejas de Adora.

La había mordido.

—¡Adora!—Gimió, sintiendo su vientre contraerse una y otra vez con espasmos continuos, la rubia sin salir de su interior gruñendo con fuerza.

Y entonces el gruñido se volvió más fuerte, más salvaje.

Sintió un peso aún mayor sobre su espalda, junto con pelaje húmedo sobre sí.

Era la loba.

Se volteó lentamente, y, efectivamente, ahí estaba ella.

Como siempre, sus ojos de color rojo tan expresivos como siempre, en esa ocasión, brillando con deseo, pasión y lujuria.

Bajó despacio su mirada hasta toparse con algo particular:

Una polla dura y rojiza goteando por ella.

Tragó saliva.

Sus fantasías habían dejado de serlo.

La morena, fuera de sentirse asustada, alterada, o algo parecido, se acercó sin dudar, tomando el duro miembro con una mano y empezando a estimularlo, escuchando el gruñido que el can emitió, sin importarle nada.

Pensó en la increíble capacidad que la rubia tenía, esa era su cuarta ronda en tres horas y seguía en pie como si no fuera nada.

Ahora entendía por qué las porristas con cerebro de mosca del equipo decían que ella era un montruo en la cama.

Claro que, no tendrían a ese monstruo lleno de pelaje y mirada lujuriosa para ellas.

Y dios, cómo lo estaba disfrutando.

Tragó saliva despacio, agachándose lentamente hasta alinear su polla en su boca, empezando a lamerla con habilidad, misma que había conseguido después de varios días de prácticas (inducidas por ella misma) con Adora.

Gimió despacio, introduciéndolo cada vez más y más, bombeándola con su garganta, mientras que la loba buscaba asirse con sus garras del suelo, procurando, con una consciencia desvaneciente, de no lastimar a su compañera.

Sintió líquido pegajoso bajando por su garganta y se separó, adoptando nuevamente su antigüa posición, e invitándola sin una palabra a continuar con su juego.

Ella la miró, sus ojos esclareciéndose un momento, como asustados de hacerle daño. La de ojos bicolor lo comprendió en menos de un segundo.

—Ven aquí, idiota.—Ordenó, su voz sonando ronca y seductora, incitándola a seguir.—No muerdo, a menos que quieras, eso ya lo sabes.—Recordó. El can se acercó casi con cautela, tomando a la morena despacio y jalándola hacia el filo de la cama, para así poder alinear su erecto y rojizo miembro contra la intimidad de Catra. Esta ayudó un poco moviéndose despacio, y metiéndolo en su cavidad con su mano, y mordiendo su labio inferior para acallar un gemido.

Era una sensación diferente, pero placentera. Lo desconocido a veces le sentaba de maravilla, y esa era una prueba clara.

La morena movió sus caderas con suavidad, dándose cuenta de que la ojiazul se estaba reprimiendo sus instintos con gruñidos bajos cada vez que sentía las paredes de la castaña envolviéndola y golpeando la punta con su cuello uterino, cada vez con más fuerza.

—N-no te reprimas.—Jadeó suplicante, y, como por arte de magia, la rubia empezó a embestir salvajemente a la morena, buscando su anhelada liberación una vez más.

Quería romperla.

Y eso fue lo que hizo, golpeando cada vez con más fuerza, los gruñidos que salían de su garganta eran cada vez más graves, así como los gemidos que soltaba la morena, altos y claros, aunque se esforzaba por acallarlos.

Quiso burlarse y decirle <<no te reprimas>> como ella hacía unos minutos, pero no tenía voz, así que lo que hizo fue detenerse, por mucho que le gustara.

—Adora...—Gimió.—Por favor, no te d-detengas.—Rogó, llevando su propia mano hasta su clítoris y acariciando con hablidiad. 

—Maldita sea, Adora.—Maldijo en voz baja, moviéndo sus caderas sola.—¿No vas a follarme?

<<Oh, claro que lo haré, gatita.>> Fue lo que quiso decir, justo en el momento en el cual sus colmillos chocaron contra su suave piel canela, causándole un gemido alto con su nombre mientras seguía embistiéndola sin piedad.

Catra jadeó y se retorció, contorsionándose de placer, y en poco timpo sintió sus paredes calientes tomando la forma de su miembro una y otra vez con sus contracciones involuntarias, hasta que no pudo soportarlo más. Intentó sacarlo, pero no pudo.

Literalmente, no pudo.

Mierda.

La de ojos bicolor se desplomó en la cama, creyendo ingenuamente que ese era el final. Pero la noche era joven. Y su deseo no se iba a apagar solo.

<<Aún no terminamos.>> Gruñó, volviendo a embestir sin piedad.

—¡A-Adora!—Fue todo lo que logró decir antes de entregarse por completo a la sensación, su vientre sintiéndose caliente, húmedo por dentro.

(...)

Lo sintió.

Después de tantos años creyendo que ya no existían, pudo sentir esa fuerza, esa vitalidad de un alfa joven, que, en algún lugar, estaba vivo.

Eso era justo lo que necesitaba.

La vitalidad de seres humanos no duraba.

Pero esa...

Estaba segura de que duraría.

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Voy a ir al infierno.

Ustedes también.

Los espero.

Atte: Heiwa.






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