12. Darkness
Oscuridad.
Tan pura, tan vacía, como nada en el mundo.
Aquella voz petulante taladraba su cerebro.
Y poco a poco, sucumbía ante ella.
Porque tenía razón.
Entrégamela.
Intentaba, intentaba tanto que todo dolía.
Nunca la quisiste.
Su piel ardía, quemaba intensamente, como si su pelaje se desprendiera de ella lentamente.
¿No querías que desapareciera?
Como si le arrancaran una parte de su alma.
Solo dámela. No te sirve.
Y casi, casi que la escuchó.
¿Qué le había traido el can, después de todo?
Dolor. Miedo.
Sufrimiento.
La alejó de quienes amaba.
Casi perdió todo en el momento en que supo que había estado allí.
¿No lo ves? Esto es lo mejor.
¡Entrégamela!
Pero allí, en el fondo de esa infinita oscuridad, cuando nada parecía servir, encontró algo.
Un rayo de esperanza, que la invitó a seguir luchando.
No iba a dársela.
No iba a entregarle parte de su alma.
Adora era la loba. Si se la quitaban, ¿quién era?
Iba a luchar. No permitiría que le arrebataran todo.
(...)
No, Adora no estaba.
No estaba en esa estúpida fiesta, no contestaba llamadas ni aparecía por ningún lado. Los de su equipo dijeron que no estuvo en la práctica y estaban sumamente consternados, pues tenían un partido muy importante en menos de una semana, y su jugadora estrella no había asistido a la reunión de estrategia, ni a la primera práctica, ni a la siguiente.
Llamó, llamó y llamó, tantas veces como pudo, pero su teléfono estaba apagado.
—¿En serio no la has visto?—Cuestionó la morena, empezando a preocuparse con el paso de las horas. Ya eran casi las 12, y la ojiazul no parecía estar allí, o en ningún otro lado.
—No, Catra. Después del almuerzo desapareció, intenté buscarla, pero no estaba en el campus.—Respondió la pelirosa, sentada justo a su lado, volviendo la vista a su teléfono.
La brisa fresca de aquella noche meneando larga melena chocolate mientras miraba al frente, pensando, trabajando con todo lo que podía para intentar descifrar dónde estaba.
—Uh, quizá fue a Eternia para seguir buscando lo que necesitaba.—Reflexionó la más pequeña tras un momento.—¿Tienes el número de Mara? Quizá ella sepa algo.
—Si lo tuviera, ¿crees que estaría aquí contigo, Sparkles?—Preguntó por respuesta. Glimmer abrió la boca para contestar, pero decidió no decir nada. En su lugar, solo suspiró.
—¡Hey, ustedes!—Llamó una voz masculina, algo temblorosa, posiblemente gracias al alcohol.—¡George dijo que iríamos todos a su casa de verano! ¡Vengan!—Avisó, y casi de inmediato, desapareció tambaleándose. La castaña y la pelirosa se miraron.
—¿Quién es George?—Inquirió la de ojos bicolor. Su contraria se levantó, tomándose un momento para moverse tranquilamente.
—El anfitrión de la fiesta, ¿quizá?—Reflexionó, caminando lentamente hacia donde había desaparecido aquel chico.—Si te quedas, se acaba la diversión. ¿No quieres venir? Seguramente Adora volverá mañana, o en unos días.—Invitó, y la morena la miró con la ceja arqueada.
—¿Hace esto a menudo? ¿Desaparecer y no volver por días, sin avisarle a nadie?—Interrogó. Y la pelirosa solo asintió.
—A mí tampoco me avisa, solo escucho lo que dicen los maestros y la gente del equipo.—Explicó cuando interpretó la mueca de su contraria como enojo. ¿Celos, tal vez?—No hay mucho de lo que preocuparse. Siempre vuelve.
—Esa idiota.—Masculló para que Glimmer no la escuchara.—Debió habérmelo dicho. ¿No está siempre sobre mí últimamente?—Farfulló, acercándose a la pelirosa.
—¿Vienes o no? Este lugar está quedando vacío.
—Sí, ya voy.—Respondió en un suspiro, siguiendo su andar despreocupado.—Hey, ¿dónde está Arrow Boy?—Cuestionó al notar una ausencia que no era normal.
—Tenía una cena con sus padres.—Solo contestó, caminando a toda prisa y subiéndose a la minivan, donde había algo de gente. No demasiada como en la fiesta; pero lo suficiente como para dejarles poco espacio. Ninguno estaba verdaderamente sobrio, y se dió cuenta de que llevaban varias botellas de alcohol y otras sustancias en sus manos.
Se cuestionó si el conductor estaba sobrio.
(...)
¿Por qué seguía luchando?
Esa muchacha, era, por mucho, una de las más difíciles de vencer.
No importaba cuánto intentara arrancarle a la loba, su vitalidad y juventud; ella peleaba. La rechazaba.
La combatía. La oscuridad no llegaba a cada parte de su ser.
Entonces buscó otra estrategia.
Dejó de influir en ella, y se dedicó a mirar en su interior, detallando en cada momento que pasó. Desnudando su verdad ante sí.
Buscando, analizando.
Tratando de encontrar el motivo de su resistencia.
Y finalmente, halló a lo lejos un rincón de luz, en toda su vida de oscuridad. Algo más que dolor, recuerdos felices que la ataban al ser mágico.
Una risa suave, un toque como el de los cielos. Olor dulce, olor a hogar. Estaba tan, tan atada a ella que a duras penas logró distinguir otra esencia distinta a la de la rubia. Una esencia rodeada por amor casi inexplicable.
Una chica.
¿Luchaba por una chica?
¿Se resistía a abandonar al can por una chica?
¿Esa chica era capaz de ayudarla a vencer su infinita oscuridad?
Sintió ira. Como pocas veces antes. Tanta que le fue imposible pensar con coherencia.
Ira pura chocando contra su desoladora indiferencia, su vacío incurable, incapaz de terminar.
Deseaba esa fuerza. Deseaba la magia dulce que tenía la loba dentro de Adora. Poderosa, contenida.
Pero no podía obtenerlo. Aquella esencia, el recuerdo que la mantenía firme, la persona que la hacía resistirse... no la dejaba adueñarse de todo.
Saboreó en su boca la sensación de placer. El placer de tomar algo nuevo y revitalizante de un ser desafortunado, como muchos.
Pero ese, ese era diferente.
¿Cuántos años más de vida le daría?
Como disfrutaría quitársela, arrebatarle cada centímetro hasta no dejar nada. Quería ver esos ojos azules vacíos, su blanca piel tornando un enfermizo color pálido, casi como el suyo, drenando de a poco la vida, acabando con la juventud.
Hasta que no quedara nada.
Hasta que le rogara morir.
Y ella gustosa le daría el beso de la muerte, llevándose el último latido de su corazón, las gotas de sangre que bordeaban su alma, las lágrimas saladas que formarían parte de un océano inmenso, sumándose a las anteriores.
Después de todo, así era ella. Desde el inicio y hasta el final.
Tomaría todo.
Cada destello de luz.
Cada maldita gota de vida.
Y si tenía que destruir a quien le daba fuerzas, también lo haría.
Destruiría todo.
Prendería en fuego al mundo si con eso obtenía a esa loba.
Salió de su mente atormentada.
Se dedicó a disfrutar un segundo de la expresión de la loba, con gestos casi humanos a pesar de su forma. Una mueca de dolor, de determinación. Ojos azules perdidos en la sombra de su vida.
—Quiero saber...—Dijo, sin captar su atención, usando su cuerpo como conductor a una energía oscura, maligna, trepando por la rubia y haciéndola gruñir en un intento de camuflar su dolor.—Quién es ella...
(...)
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
Se sintió repentinamente mareada, como si todo el escenario que veía cambiara por un segundo.
Oscuridad, tan enorme que daba miedo. No lograba ver qué era.
Y vió, en una imagen distorsionada, algo apenas reconocible.
Árboles enormes, longevos.
Un ligero rayo de luna iluminando apenas entre las copas de los mismos.
Un gruñido.
Una cueva.
Oyó una voz, en el fondo de su cabeza.
Tú.
—¿Estás bien?—Cuestionó Glimmer, volviéndola a la realidad. Sacudió su cabeza, consternada.
—Uh, creo.—Solo respondió, mientras aquellas imágenes se repetían una y otra vez sin que pudiera controlarlas. Y entonces, lo sintió.
Algo extraño esparciéndose por su cuerpo, pasando por los matices oscuros de pánico y terror. Algo como alertándola, obligándola a entender.
Adora.
Esa fue la única cosa que le pasó por la cabeza en ese instante.
—¡Detén el auto!—Ordenó como pudo. Esperando sonar firme, no asustada como en realidad lo estaba.
—¿Qué sucede?—Inquirió la pelirosa, posando una mano suavemente en el hombro contrario. Ella no respondió.
—¡Dije que detuvieras el estúpido auto, imbécil!—Volvió a decir, una ira casi insexplicable y sin razón inundándola, cegándola.
Como si no pudiera controlarla. Y nunca pudo, en realidad.
—¡¿Estás loca?!—Gritó molesto alguno de los que allí estaban.—¡Estamos en el medio de la carretera!
—No me importa.—Refutó.—No me importa nada. Detén el auto y deja que me baje, o abriré la maldita puerta ahora. Dudo que se salve alguien aquí, nadie está realmente sobrio.—Amenazó. Ya no gritaba, solo hablaba, despacio. Con intranquilidad, pero en calma.
El hombre al volante rechistó y detuvo el andar del vehículo. La morena bajó como si nada, ante la atenta mirada de la de ojos rosas.
—¿Qué haces? ¿A dónde irás? ¿Por qué?—Intentó cuestionar, sin un orden ni coherencia. La de ojos bicolor la escudriñó un momento antes de continuar.
—Te llamaré más tarde, Sparkles.—Sentenció, cerrando la puerta del auto y viéndolo alejarse por la carretera segundos después, un rostro preocupado refléjandose en la ventana.
Y reaccionó.
¿Qué mierda había hecho?
(...)
No, no.
Tenía que hacer algo. Sentía como sus huesos crujían dolorosamente con un último aullido, uno lleno de dolor, de angustia.
Una lágrima cayó por su rostro pálido. Y otra más la siguió. Y a esta, otra.
Supo entonces, que se la habían quitado.
Se la arrebataron, le arrebataron a su loba.
Esa bruja lo hizo.
Gruñó. Desde lo más profundo de su garganta, su pecho ardiendo casi dolorosamente con una furia inquebrantable.
Todo era confuso. Vió unos ojos asquerosamente satisfechos, continuando con ese deseo inexplicable en su expresión indiferente.
No iba a detenerse.
Quería poder. Más de lo que poseía, más de lo que podía siquiera entender.
Y ella no le permitiría quitarle algo más.
Intentó hablar. Lo intentó, con tanta fuerza que sintió cómo su garganta se desgarraba, nada más que un susurro desvaneciente que intentaba ser un grito. Supo que había gruñido, aullado y chillado tanto que finalmente se había quedado sin voz.
Sin voz y sin loba.
Pero aún tenía algo.
Esperanza.
Y mientras la tuviera, nada podría contra ella. Nada podría con la sensación cálida en su pecho, recordándole casi dolorosamente el por qué de su existencia.
Catra, únicamente ella. Por ella podría pelear contra todo y no ganar nada. Por ella sabía que podía luchar, que valía la pena esforzarse solo un poco más.
Solo un poco más, para verla.
Para sentir su cálida figura pequeña en comparación, su voz cuando tomaba distintos tonos, algunos agradables y otros demandantes, todo lo que hacía que pudiera tenerla así, simplemente a sus pies.
Catra, eso era todo.
Y logró soltarse de la oscuridad que la aprisionaba, que envolvía su cerebro con matices negros y carmesí. Aquella oscuridad paralizante, mortecina, que le impedía atacar.
Se liberó de esa bruja. No podía tenerla bajo su control por tanto tiempo, porque no le tenía miedo.
¿Qué sentía?
Pudo ponerle nombre en el exacto momento en el que se abalanzó sobre ella, golpeándola tan fuerte con su cabeza que la vieja bruja cayó algunos metros lejos.
Odio.
Odio puro, como ninguno.
Por haberle quitado a la loba. A su loba.
Oh, pero no era tan sencillo. No iba a dejarla ir hasta arrebatársela de la misma forma en que ella lo hizo. Le arrebataría todo lo que tenía, todo lo que no tendría jamás.
Tomaría de vuelta lo que le pertenecía.
Cuando tomó impulso para volver a arremeter contra ella, vió entonces, como la oscuridad se arremolinaba ante su alta figura, poniéndola de pie inhumanamente. Empezó a desvanecerse con algunos rayos de la luna, que empezaba a esconderse por el horizonte.
No, no, no, no.
No podía dejarla escapar.
¡No!
La vieja bruja huyó. Escapó con su loba en su poder, como una cobarde.
No pudo hacer nada más que desplomarse en el suelo, su pecho palpitando dolorosamente con el latido que le faltaba.
Pero eso no era todo, le recordó algo en el fondo de su mente. No. No era todo. Podía volver. Podía idear un plan. Podía hacer lo que sea para recuperar a su loba.
Esa búsqueda de respuestas había ido demasiado lejos.
Pero no descansaría hasta obtenerlas todas y cada una de ellas, de la A a la Z, sin distinción, sin importar qué. Y ahora tenía un motivo más para luchar:
Su loba.
Pero, ¿dónde la encontraría nuevamente? ¿dónde se escondería?
Se levantó algo abatida, una nueva sensación de determinación llenándola.
Corrió. No sabía exáctamente a dónde, pero sabía que algo en su interior la guiaría.
Persiguiendo a la luna hacia el amanecer, persiguiendo algo que necesitaba consegur.
Iba a recuperarla.
De eso no había dudas.
(...)
¿Dónde estaba ahora exactamente?
Había caminado sin un rumbo fijo por varias horas, no sabía exáctamente cuántas, pues su teléfono se había apagado cuando dieron exactamente las 00:07. Solo supo que caminó en dirección opuesta a la que el auto se dirigía, por lo que debía estar llegando a su punto de partida.
En ese preciso momento maldijo las carreteras, que eran imposibles de diferenciar, además de que tenía que caminar kilómetros hasta algún letrero que le indicara dónde se encontraba parada.
Era ya muy entrada la noche. Lo supo porque la luna se estaba ocultando en el horizonte. Hacía frío, pero era soportable. Sus pies dolían lo suficiente como para que agradeciera no tener puestos tacones.
Y continuó, hasta que la carretera de asfalto pronto se convirtió en un camino rocoso. Allí fue cuando básicamente, notó que estaba perdida. Cuando estaba en la minivan, no había ningún camino rocoso.
—Ok, Catra, respira.—Se dijo a sí misma, analizando sus opciones. Estaba la de continuar en línea recta hasta llegar... a algún lado, la de regresar por donde vino, habiendo la posibilidad de perderse nuevamente intentando llegar al punto de partida, y la última, y probablemente la más peligrosa: ir directamente hacia esos matorrales de pasto húmedo, pues a lo lejos podía verse las copas altas de una extensión algo grande de árboles.
Se quedó allí, estática, buscando una solución.
Ah, y también estaba la de quedarse justo allí, esperando a algo, a alguien que se diera cuenta de que estaba perdida. Como si fuera una princesa esperando ser rescatada.
Y no, Catra no lo era. Catra odiaba a las princesas, siempre tan inútiles, en espera de alguien en lugar de usar su potencial y salvarse a sí mismas.
Así que dió la vuelta con descición, y empezó a caminar de regreso, los primeros rayos de luz diurna apareciendo con un dejo de calidez, escuchó, a lo lejos, pasos pequeños, agotados, como los de ella misma.
Lentos, como abatidos. Acercándose más y más con cada segundo, como si azotara el suelo silenciosamente.
Volteó casi de inmediato, esperando, secretamente, que alguien la hubiera visto y le dijera dónde estaba.
Pero casi desfallece cuando vió una cabellera rubia suelta, húmeda y con algunas manchas de sangre en él. Ojos azules, perfectamente brillantes con un dejo de desolación en ellos, pero contentiendo una furia enorme, como agua de una represa. Rostro pálido, con algunos hematomas morados y rojos, sangre seca en una de sus mejillas. Su cuerpo, mutilado, herido.
¿Su expresión? Vacía. Iracunda.
—¿Adora?—Llamó con un hilo de voz. La ojiazul miró con confusión a su alrededor hasta que se dió cuenta de que justo frente a ella se levantaba una figura conocida: ojos bicolor, cabello castaño salvaje y desordenado, mirada cansada, sorpendida, molesta... y un montón de cosas más que la rubia no lograba descifrar. Sus ojos se iluminaron con un destello de alegría genuina, de sentimientos cálidos en su pecho cuando la vió allí.
Volvió a intentar hablar, puso toda su vida en ello. Pero nada salió de su garganta. Ya ni el pobre susurro de antes parecía querer cooperar.
La morena pareció comprender que no podía hablar; mas casi corrió hasta los brazos de su rubia, abrazándola con la mayor delicadeza que pudo.
—¡Adora!—Suspiró aliviada.—¿Dónde estabas?—Inquirió, apretándose contra su pecho, esperando una respuesta inconscientemente, misma que nunca llegó.
La ojiazul solo atinó a envolver a su morena con fuerza, sus lágrimas saliendo sin querer, humedeciéndo el cuello de la castaña, quien se erizó un poco, pero no se apartó.
Eso fue todo lo que necesitó Catra para saber que cuestionarla no las llevaría a ningún lugar.
—Estaba tan asustada...—Admitió, y la ojiazul se apartó apenas para mirarla directamente, una cuestión que no pudo formular pintando su expresión.—Porque te amo, maldita idiota. Porque no puedo pasar un estúpido momento sin ti. Y tenía miedo de que hicieras algo arriesgado solo por obtener respuestas.—Explicó rápidamente, tomando las mejillas de su contraria y mirándola profundamente.
La rubia solo atinó a sonreír apenas, moviendo sus labios aunque de ellos no salía voz.
"Lo siento. Te amo".
Eso fue lo que logró entender. Asintió torpemente, acercándose despacio hasta sentir la suave respiración de Adora contra la suya, para finalmente chocar sus labios con el mayor cuidado que pudo, teniendo en cuenta una pequeña herida en la comisura de los labios de la ojiazul.
—¿Tienes tu teléfono?—Cuestionó, guardando la esperanza de que sí. Pero la rubia negó.—¿Sabes cómo llegaste aquí?—Otra negación.—¿Recuerdas como volver hacia donde estuviste?—Volvió a preguntar. Pareció analizarlo, y terminó asintiendo apenas.
"Un poco. Puedo llevarnos."
—Por favor.—Terminó la morena, levantándose del suelo con pesadez y ayudando a su contraria a hacerlo. Terminó por aferrarse con fuerza a la rubia, sin querer separarse de ella solo un poco mientras caminaban. Ella la miró burlona.
Catra bufó.
No, no tenía miedo a los bosques enormes. Había crecido con Adora pasando mucho tiempo en uno.
Tenía miedo de que, en cuanto la soltara, se diera cuenta de que en realidad no estaba allí. Que había perdido la cabeza. Tenía miedo de que se fuera.
¿Por qué?
No lo sabía. Solo... lo sentía.
—No te vayas.—Susurró bajito.—No te vayas, nunca.—Pidió. Su contraria lo entendió de inmediato, recordando miles de cosas del pasado a la vez. Negó con la cabeza decididamente.
"Jamás."
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Bueno, bueno, bueno, gente. Aquí andamos. La inspiración me dió para publicar hoy, así que me parece que esta cap será un poquito más largo que de constumbre, pero necesitaba abarcar todas estas ideas.
Creo que la historia ya tiene un rumbo. Ya lo tengo bastante claro, así que espero no estancarme pronto. Hace poco tuve un bloqueo que me quitó las ganas de existir, en serio. Pero ya estoy de vuelta.
No tengo mucho que decir. Las cosas han estado funcionando como deben, así que la mocosa con traumas de acá se siente francamente aliviada.
Espero que les haya gustado el cap, y no se olviden que si tienen alguna duda, sugerencia o crítica constructiva, estaré aquí leyéndolxs.
Que tengan una linda mañana, tarde o noche desde donde quiera que estén, y nos leeremos la próxima!
Lxs quiero <33
Atte: Heiwa
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