11. Seek the true.
—¿Dónde está Catra?—Cuestionó la pelirosa acercándose a su contraria en uno de los pasillos de su universidad. Quizá no compartían todas las clases, pero sí algunas materias, y, por supuesto, muchos se dieron cuenta de la ausencia de la morena.
Eso fue, sobre todo, porque había desaparecido dos días seguidos, y sus madres tampoco dijeron nada al respecto.
—Está en casa.—Respondió simplemente, desviando su mirada y dirigiéndola a cualquier lugar en particular. Era cierto, Catra estaba en casa. En su casa.
Después de aquella noche, Adora definitivamente no iba a arriesgarse y a cometer un suicidio cuando llevara a la de ojos bicolor de vuelta a casa de sus madres prendida a sus espaldas y que ni siquiera pudiera dar dos pasos sin temblar.
Así que lo mejor fue decir que se quedaría unos días y regresaría pronto por determinado trabajo grupal.
Aunque esa no fue una idea muy inteligente, pues sus clases apenas si se juntaban, pero sus madres hicieron la vista gorda y la dejaron quedarse de todas formas.
—Adora Grayskull, más te vale que me digas la verdad si no quieres que llame a Lyra en este exacto momento.—Amenazó, y pudo ver por un momento en los ojos azules un destello de pánico.
—¡No!—Pidió de inmediato, sacudiendo su cabeza.
—Catra está en casa de Adora.—Explicó Scorpia, uniéndose a la conversación.—Me llamó y dijo que tenían un trabajo juntas, así que decidió quedarse y terminarlo.—Añadió, y la de ojos rosas la miró con expresión inquisitiva.
—Pero si tuvieran un trabajo, yo lo sabría. Mermista, Adora, Catra y yo compartimos un par de clases.—Dijo, como si tratara de recordar. Al no hallar nada, su mirada brillosa se dirigió directamente a los ojos azules, buscando una explicación. La peliblanca pareció darse cuenta de la tensión y se fue alejando a paso lento y de espaldas, como si temiera ser atrapada.
—E-es cierto.—Tituveó sin querer.—No hay trabajo. Catra está en mi casa, solo que hoy se sentía algo.... indispuesta.—Aclaró, como buscando el término correcto.
Tan indispuesta que a duras penas podía bajar y subir escaleras.
—Queríamos algo de tiempo juntas, después de todo. ¿Tan raro es?—Cuestionó, rascándose la nuca y dejando su brazo allí. Glimmer la inspeccionó por un par de eternos minutos hasta que concluyó:
—No. Pero sé que ocultas algo más, Grayskull.—Sentenció, alejándose despacio y dejando a la rubia sola para que pudiera ir a su siguiente clase.
(...)
—¿Estás tomando esos analgésicos?—Cuestionó la rubia a su teléfono.
—Sí, cada seis horas.—Aceptó la morena a través del altavoz.—¿Podrías dejar de llamar todo el tiempo? Trato de descansar, ¿sabes?—Se quejó.
—Lo siento, lo siento.—Alcanzó a disculparse, cuando creyó ver una figura silenciosa desaparecer frente a sus ojos, como observándola.—Solo estoy preocupada. Glimmer no deja de acosarme porque sospecha de nosotras...
—¿Y cómo no va a sospechar?—Bufó su contraria.—¡Literalmente me rompiste!—Reclamó en un grito que forzó a la rubia a apartar el aparato de su oído casi de inmediato.
—¡Sí, pero tú lo quisiste!—Rebatió alzando uno de sus brazos, ofuscada. Un par de miradas indiscretas la acecharon y se forzó a mantener la compostura y a escabullirse silenciosamente a una esquina al oír murmullos y risas, indicando que el último período había concluido, dejando paso a un receso de 15 minutos antes del siguiente.
—Mira, no discutiremos eso ahora.—Suspiró, y casi pudo sentirla poniendo los ojos en blanco.—Tomaré los malditos analgésicos, así que deja de llamarme. Hablaremos cuando llegues, ¿entendido?—Sentenció con un ligero tono irritado.
La rubia se quedó colgando en el vacío por un momento. Casi se sintió como si estuvieran viviendo juntas permanentemente. Se sintió... bien.
—Sí...—Aceptó, sus palabras saliendo con demasiada ilusión, casi como si hubiera sido solo un suspiro emocionado. Oyó el gruñido de fondo que la obligó a volver al presente, con esa estúpida personalidad explosiva que tanto amaba. Las palabras se arrastraron de su mente, obligándola a hablar.—Te amo.—Declaró. El silencio reinó la otra línea.
—¿Qu- Y-yo... ugh.
Y colgó.
No pudo evitar reír.
—Es una estúpida.—Murmuró con una sonrisa, continuando con su caminata ligera.
No era su primera vez saltándose clases, pues lo hacía muy, muy seguido, o hasta que dejó de tontear con chicas por dedicarle toda su atención a la morena.
Durante mucho tiempo se resolvió en no tener a nadie que no fuera la castaña, pero no sentirse querida en ese ámbito la hizo dudar muchas veces de sí misma, en especial por su inusual condición.
Eso fue, hasta que alguna vez, en sus últimos años de preparatoria, decidió unirse al equipo de fútbol americano del instituto, y notó que muchas chicas la consideraban atractiva.
No, eso era poco: Adora era una diosa griega por la que cualquiera caería rendida a sus pies.
Y cómo no, si prácticamente todo su cuerpo gritaba que lo era; desde su alta figura de un metro ochenta y tres, ojos azules penetrantes, espalda ancha y brazos fuertes, además de un abdomen perfectamente marcado y piernas bien torneadas. Por supuesto, sin contar a un muy buen amigo entre sus piernas, mismo que lograba enloquecer a absolutamente todas las personas con las que la rubia se relacionó.
Si lo pensaba bien, no tenía mucho sobre qué preocuparse. Sin la loba siendo una carga, su vida era muy buena.
Ya no la odiaba, al menos. Había aceptado que era parte de sí, pero nunca dejó de cuestionarse qué hubiera pasado si no existiera.
Algo en su interior se removió, inquieto.
Y ese algo no se sentía bien.
Sintió nuevamente una presencia perturbadora, su instinto queriendo correr hacia ella, como poseído por la extrañeza del asunto.
¿Acaso había otro como ella?
No. No podía ser posible. Ya no existía nadie igual.
Entonces, ¿qué?
Un pensamiento reverberó en su cabeza, tan suyo, pero tan ajeno.
Quizá todo sería mejor si la loba no estuviera.
Pero cuando lo procesó, sonaba terrorífico. Algo que nunca pudo contemplar del todo.
¿Y si la perdía?
¿Y si dejaba de ser su tormento?
Se congeló.
Por mucho que hubiera despreciado al can, jamás podría haber imaginado una vida sin él.
La loba era casi tan importante para ella como Catra, aunque no hubiera querido admitirlo nunca.
Pero seguía oyendo en alguna esquina de su cabeza, algo como un susurro, como un llamado.
Voz empalagosa con un extraño tono oscuro. Incitándola a ir hacia ella. A encontrarla.
Trató de luchar.
Pero su interior era más fuerte, y no la dejó, no pudo ir en dirección contraria.
Caminó como hipnotizada, su loba gruñendo ferozmente y no supo si era en contra o a favor de la fuerza desconocida, que la empujaba, la llevaba hacia donde no quería ir.
Logró ver su reflejo en un charco de agua en el suelo. Orbes antes azules brillando en un tono rojizo, sus iris emitiendo destellos de luz, ella sin poder articular palabra.
Pero no pudo parar. Solo no podía. Era como si la obligaran a seguir caminando, montones de voces metiéndose en su cabeza, susurrando palabras inconexas, pero una levantándose por sobre todas, ordenando a la oscuridad, ordenándole a ella.
Siguió sin poder detenerse, sin poder gritar. Era como si todos sus sentidos se hubieran adormecido.
Porque cuando volvió a reaccionar, ya no estaba en un lugar conocido.
Se veía iluminado, con un aire tétrico a la luz del sol, que se iba perdiendo en las luces del ocaso y dejando un lento paso a la noche.
Intentó huir, pero unos pasos lentos la detuvieron.
No supo exáctamente cómo, pero entendió qué era ese ser.
Una bruja.
No, peor que eso. Las descripciones que había leído de los seres, extintos hacía siglos, distaban mucho de lo que ella era. Por supuesto que no creía en viejas arrugadas que montaban en escobas, pero sí en mujeres que buscaban liberación y exploración de sus propios cuerpos; algunas, usando elementos mágicos para su cometido.
Pero, ¿eso?
Eso casi le dió naúseas.
Una mujer casi tan alta como ella, largo cabello negro que cubría su cabeza como un velo que le llegaba a la cintura. Manos flacas, casi esqueléticas con uñas negras enormes, parecidas a afiladas garras y piel pálida, llegando incluso a ser enfermiza y nauseabunda, un brillo mortecino conservando sus facciones maduras sin que llegara a envejecer realmente.
Su expresión distaba de ser seria, pasaba por la arrogancia y la superioridad, llegando a la ira e impaciencia, ojos verdes con un brillo indescifrable y repulsivo. No hizo mueca alguna, pero juró que casi pudo ver una sonrisa en la esquina de sus orbes. Como burlándose, como asechando.
Murmuró algo que ni ella misma entendió hasta hilar sus pensamientos, recordando, indagando en su memoria.
Aquella bruja no era otra más que quien había escapado de Prime.
—Shadow Weaver.—Masculló, sus palabras saliendo con un odio inexplicable, un dejo amargo guardándose en su boca al pronunciarlo, como si fuera lo peor del mundo.
Estaba a punto de descubrir de que sí, lo era.
Pero que también habían cosas ciertamente peores.
La vieja bruja se acercó, con pasos delicados y macabros, inspeccionando a su contraria desde una perspectiva menor.
La ojiazul gruñó.
Quería volver. Quería usar sus cuatro patas y correr hacia lo conocido, quería huír, pues su corazón punzaba diciéndole que nada bueno iba a venir si se quedaba.
Pero se sintió repentinamente aprisionada en algo invisible que no la dejaba moverse.
No había que ser muy inteligente para saber qué era.
Magia, dolorosa, invisible. La que la había traído hasta el lugar y la que ahora la detenía de irse.
Impura, corrupta.
Magia negra. Una que siempre fue prohibida por el daño que era capaz de hacer. Una práctica en parte erradicada del mundo, teniendo siempre en cuenta las consecuencias que tendría en el pasado, en el presente y el futuro.
En su futuro.
—Veo que no soy una desconocida.—Habló, un dejo de satisfacción e interés mezclándose con esa voz que contrastaba con su rostro, empalagosa, terrorífica, amenazante.—Eso me ahorrará trabajo.—Continuó, solo oyendo un bufido doloroso mientras Adora luchaba por escapar de sus garras intangibles.
Pero mientras más luchaba, más hundida se sentía, como si cayera en un abismo del cual no podía escapar. Más y más profundo, más lejano. Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando vió la mirada macabra de la mayor.
La pelinegra pareció saborear lo que sentía con gusto, dejándola libre un momento, lo suficiente como para ver ese destello azul brillante en sus pupilas de iris actualmente rojos.
—No sabes cómo voy a disfrutar tu vitalidad, animal.—Le dijo, y fue todo lo que necesitó Adora para intentar arremeter contra ella.
Intentó atacarla, sus huesos crujiendo y dejando paso a una figura que conocía a la perfección, solo que esta vez, no podía ejecutar las acciones que su cerebro ordenaba, casi imploraba.
Quiso gruñir, pero un chillido salió en su lugar al sentir algo atravesando su carne, arrebatándole algo que jamás creyó perder.
El control.
(...)
No iba a admitir que se sentía decepcionada.
Varias horas habían pasado desde aquella estúpida llamada en la que le pidió a la rubia que no volviera a hacerlo, terminando con un <<te amo>> y su nerviosismo desencadenando en que colgara por accidente. Pero su orgullo no le permitía llamar una vez más.
Esperaba que desobedeciera, y juraba que en pocos minutos la ojiazul volvería a marcar, preguntándole si se sentía bien y diciendo alguna ñoñería estúpida que le resultaría tierna.
Había sido así esas últimas semanas, y creyó a la rubia un poco más inteligente como para darse cuenta de que, si la dejaba hacer todas esas cosas era porque lo quería y porque muy en el fondo le agradaban, y, por sobre todo, porque sentía lo mismo.
Solo que ella no quería parecer una idiota siendo quien llamara.
Y por un momento extrañó esa voz que la trataba con infinita dulzura y preocupación, extrañó la calidez del cuerpo contrario, de los brazos que la envolvían como queriendo protegerla de todo el mal del mundo.
Se levantó, golpeando una de las almohadas con olor a Adora en ellas.
¡¿Cuándo se había vuelto tan jodidamente cursi?!
—Maldita idiota.—Masculló por lo bajo, mirando a su teléfono sin esperar ninguna señal de vida. No miraba cada cinco segundos expentante a un mensaje o a una llamada. Solo quería ver la hora constantemente.
Si no la llamaba, al menos tenía que volver pronto.
Tenía que volver con ella.
¿Por qué sintió una repentina presión en el pecho?
Como si algo no estuviera bien.
Lo entendió cuando la ira trepó por su cuerpo, reteniéndose en sus hombros tensos.
Celos.
¿Y si Adora no llamaba porque estaba con otra mujer?
¿Y si se había cansado tan rápido de Catra?
¿Y si se encontraba con alguien más en ese preciso instante?
Se sintió repentinamente molesta, y con un impulso de energía se levantó, dispuesta a salir.
Si encontraba a la rubia en el acto, la castraría.
Y si no, también lo iba a hacer por no llamarla.
Pero una vibración en su teléfono la detuvo justo antes de cruzar por la puerta.
—¿Adora?—Contestó sin pensar, un cierto tono de alivio en su voz.
—Ugh, no.—Dijo una voz irritada.—Quería invitarte a una fiesta, kitten.—Explicó el rubie a través de la otra línea. Estuvo a punto de declinar.—Puede que tu Adora aparezca, no sé si el equipo querrá venir después de las prácticas.
—Voy en camino.—Solo dijo, determinación tiñendo sus palabras. Escuchó un par de quejidos además de el de su amigue, y se avergonzó cuando se dió cuenta de lo que había dicho.
Nada que realmente le importara en ese momento, quería arrancarle la cabeza a alguien, y más aún si era a una amante de la ojiazul.
Se maldijo internamente, arreglándose lo mejor que pudo con ropa que le quedaba holgada del clóset de la rubia y saliendo a paso lento, su dolor desvaneciente aún punzando cuando caminaba.
Al salir, vió la expresión de Madamme Razz en la puerta, como desolada y llena de preocupación.
Quiso preguntarle qué sucedía, pero en poco tiempo la anciana la había sacado de su casa alegando que debía ir por Adora.
Eso, extrañamente, le dolió.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Jojojo, me creo santa clos, pero aquí viene lo chido >:)
¿Qué creen que quiere Shadow Weaver?
Lo veremos muy, muy pronto.
Honestamente debo decir que no me esperaba escribir lo que escribí en el cap anterior, pero resultó siendo importante para la trama. Es un detalle algo rebuscado que entenderán más adelante.
En fin, no prometo actualizar pronto, a veces la inspiración me golpea a media noche mientras trato de controlar mi insomnio y otras se va por semanas. De todos modos intentaré traerles algo de calidad :3
Eso es todo por hoy, espero hayan disfrutado el cap, tengan una linda mañana/tarde/noche y si les gustó no se olviden de comentar y dejar su estrellita.
Cuídense, báñense, tomen awita y haganle caso a su corazón, pero no demasiado.
Lxs quiero <3
Atte: Heiwa
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top