«55»

El sol de la mañana comenzó a filtrarse por las cortinas del pequeño apartamento, y el aroma agradable y fresco entraba por sus fosas nasales. Roger comenzó a abrir los ojos y sonrió medio dormido, recordando todo lo sucedido el día y la noche anterior. Seguía abrazado de Brian y se removió un poco con los ojos aún cerrados.

Su ahora esposo, se encontraba aún dormido, con la boca ligeramente abierta y con una respiración calmada. Roger sonrió y se dedicó a observarlo. Sus rizos le caían en la frente y en los hombros, curvándose ligeramente. Su rostro alargado, su nariz aguileña y sus ojos, los cuales permanecían cerrados, le resultaban maravillosos y afables, mientras que sus labios rosados le resultaban dulces y suaves, sonrió mientras acariciaba sus rizos con una mano.

Se inclinó y dejó un pequeño beso en su mejilla para luego volver a acurrucarse en su pecho, cerró los ojos un rato, pero fue incapaz de volver a dormirse, por lo que volvió a abrirlos y miró el traje de Brian que seguía en el suelo. Dio una pequeña risa nerviosa mientras sus mejillas volvían a tornarse color carmín, y decidió despertarlo.

Así que inspeccionó su rostro una vez más. Comenzó a acariciar su mejilla con una mano, y luego a besar esta varias veces. Como Brian aún dormía, decidió besar el resto de su cara. El joven despertó con aquello, y una sonrisa se formó en su rostro, pero fingió que aún dormía para que Roger siguiera besándolo, lo cual claramente sí ocurrió.

— Vamos, mi amor, despierta —le susurró y volvió a besar su mejilla.

— Tendrás qué hacer un mayor esfuerzo para eso —respondió Brian con los ojos cerrados. Roger rió un poco y besó sus labios.

— ¿Algo así?

— Hm... sí —sonrió y abrió los ojos para luego esbozar una sonrisa aún mayor—. Buenos días, mi amor.

— Buenos días —volvió a besarlo suavemente—. ¿Cómo dormiste?

— Espectacular —respondió y acarició su brazo levemente para luego besar su cabeza.

— Ahora somos esposos. ¡Eres mi esposo! —sonrió Roger emocionado—. Esposo. Es...po...so. Esposo. ¡Esposo!

Brian rió un poco y lo abrazó más fuerte.

— Te amo, esposo —lo volvió a besar.

— Yo te amo más, esposo —rió un poco tras corresponder.

— El día está lindo, ¿no crees?

— Sí —sonrió—. Hay que hacer las maletas para partir mañana a Grecia.

— No... aún no —lo abrazó aún más fuerte y lo acomodó suavemente sobre él para poder ver sus ojos—. Quedémonos así todo el día.

— Me encantaría —admitió con una pequeña sonrisa—. Pero debemos empacar.

— En una hora... —pidió y lo volvió a acurrucar. Roger rió un poco.

— Está bien, amor.

Y siguieron dormitando, abrazándose y besándose durante esa hora, hasta que Roger decidió ponerse de pie y ponerse una bata para poder comenzar a empacar.

— ¡Hey, quédate así! —exclamó Brian.

— Amor, estoy desnudo —rió un poco con las mejillas rojas.

— Pues así es como dios te trajo al mundo —repuso y Roger rió un poco más.

— Solo ayúdame a empacar —dijo y le lanzó otra bata.

— Está bien —rió un poco y se puso de pie resignado para luego ponérsela.

Tras un rato empacando, Brian decidió ir a ducharse, así que Roger continuó guardando algunas toallas y prendas en las maletas. Se encontraba en ello, cuando el teléfono sonó y respondió, colocándoselo en la oreja para poder hablar y empacar.

— ¿Diga?

— ¡Rubia! —exclamó Freddie desde el otro lado de la línea—. ¿Qué pasó? ¿Cómo estás? ¿Te gustó? ¿Cómo está Brian? ¿Estás...?

— Espera un poco, déjame procesar las preguntas —rió un poco.

Como sea, ¿lo hicieron?

— B-Bueno, sí, pero... —iba a seguir hablando, pero Freddie pegó un grito de emoción que lo interrumpió.

— ¡Cuéntame más! —pidió.

— No voy a contarte cómo lo hicimos —dijo riendo un poco mientras doblaba una toalla—. Es algo entre nosotros.

Uf, está bien, avísame cuando salgas del claustro —comentó el azabache—. En fin, ¿te gustó?

— Claro que sí, fue muy dulce y gentil conmigo... todo fue tan romántico...

— ¿Y fuiste pasiva?

— ¿Qué demonios significa eso? —preguntó.

Si es que fuiste... ya sabes, la chica.

— Ah —dijo—. Pues, sí, ¿por? —Freddie volvió a gritar—. Fred, mi tímpano, por favor.

— ¿y Brian donde está?

— En la ducha.

— ¡No seas tonto y anda con él! —exclamó.

— Fred, estoy algo ocupado...

— ¡Pero vamos, cuéntame más!

— Ya te dije que no lo haré —dijo—. Tengo que terminar de empacar, hablamos luego.

— ¡Pero, maldita rubia, te juro que te voy a cortar los...! —exclamó pero Roger cortó el teléfono y lo dejó en su pedestal riendo un poco.

Tras desayunar y terminar de empacar relativamente tarde, se acostaron y se durmieron al instante, exhaustos, siquiera se cambiaron de ropa.

Así que al otro día, muy temprano,
Salieron al aeropuerto y partieron a su luna de miel cargados de sus maletas. El viaje fue relativamente corto —considerando que ambos se quedaron dormidos en él—, y tras unas horas, llegaron a Atenas, Grecia.

Visitaron muchos lugares históricos, fueron a la playa y también nadaron en las piscinas del hotel.

Pero lo más memorable del viaje ocurrió cuando llegaron a Italia. Su habitación de hotel estaba adornada con pétalos de rosas y decidieron prender una vela para luego besarse apasionadamente. Tras lo claramente sucedido, se quedaron en la alfombra comiendo pan con aceite de oliva, cada uno le preparaba su porción al otro y luego se la daba en la boca. Se sentían en las nubes.

En la noche decidieron ir a la playa. El lugar estaba vacío por la hora, pero de todas formas pasearon de la mano por la arena, mientras la noche era adornada por cientos de estrellas y la luna se reflejaba majestuosamente en el mar.

— Ahora todos nuestros sueños van a cumplirse —dijo Brian entrelazando sus dedos.

— Tienes razón —sonrió Roger y se sentó en la arena, Brian lo hizo también a su lado.

— Ya completamos los niveles —rió un poco.

— Aún faltan varios —le guiñó un ojo.

— Sí, es cierto —sonrió y luego comenzó a hacerle cosquillas. Roger estalló en carcajadas mientras se retorcía en la arena.

— ¡Brian! —rió estrepitosamente—. ¡Para!

— Meh, no quiero —continuó haciéndole cosquillas efusivamente. El rostro de Roger comenzaba a enrojecer por aquello, sin dejar de reír.

Roger logró ponerse de pie intentando recobrar el aire, Brian se lanzó encima suyo, pero solo besó sus labios y no continuó las cosquillas. Roger sonrió y correspondió abrazándolo.

— Ahora voy a hundirte —dijo Brian.

— ¿Ah?

El mayor lo tomó como saco de papas y corrió al agua mientras reía. Roger también rió intentando zafarse, y al lograrlo, corrió lejos.

— ¡Vamos, atrápame! —exclamó riendo deteniéndose unos instantes para volver a correr. Brian lo siguió corriendo y riendo, pero se tropezó y cayeron ambos. Roger volvió a ponerse de pie y se sacó la camiseta, quedando en traje de baño, para luego correr al agua y luego nadar, Brian hizo lo mismo, persiguiéndolo, para luego saltar sobre él sorprendiéndolo y logrando que soltara un pequeño grito.

— ¡Te atrapé! —exclamó para luego hacer un gruñido fingido y besar suavemente varias veces su rostro y cuello. Roger rió por aquello sintiéndose pleno.

— ¡Mi amor! —exclamó entre risas y luego abrazó su cuello con una mano y la restante la apoyó en su mejilla para luego para besarlo. Brian correspondió afirmándolo fuertemente por su cintura.

A los días, volvieron a su departamento, con su cachorro Meddows junto a ellos —del cual los dueños del departamento no debían enterarse—, y desempacaron sus cosas felices.

— ¿Sabes, amor? —preguntó Brian mientras terminaban de guardar las últimas cosas.

— ¿Qué?

— Diría que nuestra boda fue el mejor día de mi vida, pero todos los días a tu lado son los mejores —sonrió. Roger también lo hizo.

Lamentablemente el día lunes tuvieron que volver a sus trabajos. Bueno, Roger volvió al suyo y Brian se quedó en casa buscando algún lugar donde mandar su currículum.

Se encontraba en ello, cuando Roger abrió la puerta gracias a sus llaves. Meddows fue a recibirlo dando pequeños saltos apoyando las patas en sus piernas. Roger rió levemente, dejó las llaves a un lado y el abrigo en un perchero para luego cargarlo.

— Hola, pequeñito, ¿cómo estás? —acarició al pequeño animal, quien le lamió nuevamente el rostro. Rió un poco y besó su pequeña cabeza para luego caminar hacia el cuarto—. ¿Amor?

— Estoy en el balcón —informó Brian. Roger dejó a Meddows en el suelo y fue a acompañarlo. Brian estaba en una silla de playa con una computadora portátil en el regazo, terminando de escribir.

— Hola —le dio un piquito para saludarlo y se sentó al frente gracias a otra silla. Brian guardó el documento, cerró la computadora, la dejó a un lado y le sonrió.

— Hola —saludó—. ¿Cómo te fue?

— Genial —respondió contento—. Todos me felicitaban por la boda.

— Qué bueno —tomó su mano. Ambos miraron el sol que comenzaba a ponerse.

— El día me recuerda a cuando vinimos a vivir aquí —rememoró Roger.

— Fue genial —recordó también Brian.

— Sí —entrelazó sus dedos—. ¿Amor?

— ¿Qué pasa, Roggie?

— Es que... no sé, muchas veces he sabido de parejas que pierden su esencia o comienzan a tener más problemas cuando empiezan a hacerlo... y... no sé, no quiero que nos pase eso.

— ¿Por qué lo dices?

— No sé, he visto muchos casos... solo se preocupan de eso... si alguno no tiene ganas hay problemas... cosas así —respondió.

— Hey, Rog, jamás nos sucederá eso, ¿sí? —aseguró y acarició su mejilla—. Te amo a ti, no el hecho de hacerlo contigo. Eso es parte de nuestra relación, pero no significa que yo vaya a cambiar o que todo gire en torno a eso. No somos animales, ¿no?

— Bueno, no —sonrió más tranquilo.

— Y si no lo hubiéramos hecho aún, seguiría amándote, porque pese a que me encanta estar contigo de aquel modo, me encanta aún más estar contigo en sí. No necesito eso para amarte.

— ¿De verdad?

— De verdad, amor —besó su frente—. ¿Por qué siempre preguntas si es verdad?

— No sé... —admitió—. Desde hace un tiempo me cuesta creer que alguien me quiere. O que valgo la pena.

— Vales más que nada —aseguró—. Y créeme, que te amo más que nada.

— Eso sí lo sé —sonrió y lo besó en los labios. Brian correspondió feliz, mientras el sol seguía poniéndose en Londres, y dos enamorados se amaban locamente en un pequeño departamento. Con un gran futuro por delante.

FIN

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