«5»
— Eso es todo, la clase ha terminado.
Tras las palabras del maestro, los alumnos comenzaron a guardar sus cosas y a salir uno a uno del salón. Brian fue el último en salir y caminó con la vista gacha hacia los dormitorios para dejar sus cosas.
— ¿Sabes? Creo que tus zapatillas son muy lindas, lo noté cuando vi que mirabas tus pies —le tomaron la mano y elevó la vista para encontrarse con los ojos azules de Roger—. ¿No has sabido nada más?
— Nada —respondió Brian entrelazando sus dedos—. Solo lo que hablé en la mañana con mi mamá.
— Tranquilo, todo va a estar bien —aseguró el rubio para intentar tranquilizarlo.
— ¿Y cómo estás tan seguro? —musitó.
— Bueno... honestamente no puedo estarlo —admitió—. Pero sí puedo apoyarte y darte fuerzas para salir adelante.
— Gracias —respondió aún cabizbajo.
— Sabes que me tienes a mí para lo que sea, ¿no es así? —preguntó. Brian asintió.
— Gracias, de verdad.
— No tienes que agradecérmelo, Bri —sonrió Roger—. Es lo menos que puedo hacer por ti. Solo estoy devolviéndote la mano.
— No es tu obligación.
— No, pero quiero hacerlo.
Brian lo abrazó por los hombros mientras seguían caminando y besó fugazmente su cabeza. Decidió cambiar el tema y Roger no pudo oponerse, así que el resto del camino hablaron de temas coloquiales. Las clases ya habían terminado y aún no tenían exámenes, así que no tenían nada que hacer y no se dieron prisa.
Luego llegaron, entraron esta vez a la habitación de Roger y se sentaron sobre la cama de este mientras seguían hablando de lo que fuese. Pronto el celular de Brian sonó. Ay madre. Nervioso, atendió.
— ¿Mamá? —habló—. Ya veo... ¿ya le entregaron entonces el examen? ¿Y qué decía? —abrió la boca un momento—. ¿Q-Qué?
Roger lo miró preocupado.
— C-Comprendo, voy para allá, nos vemos —cortó.
— ¿Qué te dijo? —preguntó Roger nervioso.
— Le encontraron un tumor —dijo atontado, como si no fuese capaz de creérselo.
— ¿¡Qué!? —preguntó Roger exaltado—. ¡Diablos, hay que ir para allá!
Rápidamente se levantó y sacó una chaqueta del armario, para luego correr a la habitación de al frente y sacar una para Brian, quien seguía sentado en la cama estupefacto y sin lograr reaccionar.
Se dejó guiar por Roger hacia la parada de autobuses, donde tomaron uno en dirección al hospital. No pensaba, mi reaccionaba, solo se repetían una y otra vez las palabras «el doctor encontró un tumor» en su mente. Sin detenerse.
Cuando llegaron, Ruth May estaba en una silla al lado de su esposo con el rostro afligido. Brian solo en ese instante logró reaccionar y soltó el agarre de la mano de Roger para acercarse a su progenitor, que yacía sobre una camilla.
— Hila, hijo —le sonrió. Se notaba menos débil que el día anterior, pero el tumor le preocupaba.
— Hola, papá... —saludó devuelta—. ¿Cómo te sientes?
— Mejor —respondió—. Tu madre ya te dijo... ¿no es así?
Él asintió.
— Bueno, Brian, quiero que sepas que... fuiste el mejor hijo que pude tener —dijo—. No lo olvides nunca, estoy orgulloso de ti.
Asintió limpiándose un ojo.
— Además, aún deben confirmar si es malévolo o no —intentó animarlo.
— Vendrán en un rato a realizar la cirugía —complementó Ruth.
— ¿Cirugía? —se preocupó Brian.
— Le sacarán parte del tumor, o entero si pueden, para saberlo —siguió explicando Ruth—. Y verán el tamaño.
Brian asintió. Luego de un rato, decidieron tomarse un café junto con Roger en la sala de espera, para poder dejar pasar a otros familiares que iban llegando poco a poco.
— ¿Cómo estás? —le preguntó Roger tomando su mano.
— Yo... no lo sé —respondió simplemente. El contrario besó su mejilla y colocó la cabeza en su hombro—. El... el cabello te creció ya.
— ¿Ah...? Oh, sí —sonrió un poco y lo abrazó sin sacar la cabeza de su confortable hombro.
— Te ves bonito —dijo—. Mucho.
— Gracias —volvió a sonreír con las mejillas ruborizadas. Brian lo abrazó y dio un suspiro—. Tranquilo, Bri...
— Está bien... lo siento —dijo.
— No tienes que disculparte...
— Lo siento.
Roger rió un poco.
— No sé qué haré si resulta malévolo —dijo tras un silencio. Roger sacó la cabeza de su hombro para mirarlo.
— Tener fe en que se va a curar —respondió.
— Casi nadie sobrevive al cáncer, Rog... —suspiró.
— Casi —reiteró—. Existe una posibilidad. Por más mínima que sea. Aférrate a eso.
Brian asintió.
— Estoy asustado —admitió—. Muchísimo.
— Sé que sí... —suspiró esta vez Roger y volvió a besar su mejilla—. Pero debes tener esperanzas. Es normal tener miedo, el miedo es de humanos.
— Y la muerte también.
— Sí, y la vida, el Amor, la dicha —dijo Roger—. Todas esas cosas son de humanos. Enfermarse y sanarse también. Porque puede que a veces ser humano sea una porquería, pero siempre terminamos alegrándonos de serlo.
Brian acarició su cabello.
— Es como si te acabara de sacar del festival de Woodstock y allí te fumaste siete cigarrillos de marihuana —se atrevió a bromear y Roger rió dándole un ligero golpe en el brazo.
— Quiero ayudarte —dijo—. Es lo único que quiero. Ayudarte para verte ser feliz.
— El estar tú al lado mío me facilitará mucho las cosas —sonrió levemente—. Gracias, mi amor.
— De nada, Brimi —besó sus labios castamente y reiteradas veces para sacarle una sonrisa—. Recuerda siempre que estaré a tu lado, pase lo que pase. Y aunque no estemos juntos, te apoyaré de todas maneras.
Brian lo volvió a abrazar y esta vez lo acurrucó contra su pecho. Solo un rato después, tras un largo silencio, volvió a hablar.
— ¿Y por qué no estaríamos juntos?
Roger rió.
— Solo estoy hablando hipotéticamente —respondió.
— E hipotéticamente, ¿por qué no estaríamos juntos?
— Bueno, no sé —admitió—. Solo estoy diciendo que si eso sucede...
— No te aburrirás de mí —dijo—. ¿O sí, señor Taylor?
— Jamás lo haría —respondió—. ¿Y tú de mí?
— Jamás —dijo—. No podría olvidarme de mi Estrella de Belén.
(...)
La operación había terminado. El padre de Brian seguía sedado mientras los enfermeros lo derivaban a su habitación. El rizado se levantó inmediatamente y entró a la sala. Roger lo siguió.
— Bueno, logramos sacar una parte del tumor —dijo el doctor—. Sin embargo, es imposible sacarlo completamente... está en una zona muy complicada. Ya hicimos la biopsia y lo lamento mucho, es maligno.
Brian solo sintió a Roger abrazarse a su brazo y como su madre comenzó a llorar. Maligno. Maligno. ¿Su padre tenía...?
¿Cáncer?
No, debía ser una pesadilla. De seguro era eso; quizás despertaría y estaría en su habitación en la universidad dispuesto a vivir su primer día, iría por Roger, saldrían a clases y no recibiría ninguna llamada alarmante de su madre. ¿Qué tenía que ver un infarto con el cáncer?
— Si no hubiera tenido el infarto... quizás no hubiésemos podido detectarlo. Le hicimos una radiografía completa de tórax y encontramos el tumor en un pulmón. Lamentablemente está demasiado cerca del corazón y es muy peligroso sacarlo totalmente.
El médico hablaba y a medida que lo hacía sus ojos comenzaban a aguarse más y más. Quería gritar.
Es una pesadilla, es una pesadilla.
— Brian.
Sentía que lo llamaban, pero estaba demasiado pasmado como para reaccionar. ¿De verdad aquello estaba sucediendo?
— Bri, mi amor, reacciona.
Finalmente sacudió la cabeza y miró a quien lo llamaba. Roger mantenía su mirada preocupada en sus ojos azules.
Y no le quedó otra que llorar y dejarse abrazar por él.
Qué irónico, antes tú cuidabas de mí, ahora tendré que hacerlo yo por ti.
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