«48»

Aquel día Roger iría a su primera práctica como biólogo. Quedaban algunos meses más de clases, y en vez de ir a la universidad, debería ir a aquel laboratorio, donde gracias a algunos contactos, pudieron contratarlo. La paga no era tanta, al menos no como le pagarían en un futuro, pero si ahorraba, y si encontraba un trabajo estable tras la graduación, podría pagar el alquiler del departamento que querían por más de seis meses, que era lo que le alcanzaba.

Algo nervioso y emocionado a la vez, ingresó al recinto junto con su mochila, para luego caminar por la recepción. Grandes ventanales se apoderaban de las paredes exteriores, mientras que las demás poseían bonitos cuadros o fotos de algunos de los miembros más importantes del equipo científico que componían los trabajadores. Al fondo de la sala, delante de una pared que separaba dos pasillos, se encontraba un mostrador moderno de madera en forma de ce, y una recepcionista tras un ordenador que amarraba su castaño cabello en un tomate hacia arriba. Las baldosas eran negras con detalles blancos que emulaban el mármol, y hacían un leve sonido al ser pisadas, además de estar decorado con algunos sillones blancos y azules, mesas pequeñas de vidrio, y algunos floreros.

— ¿En qué puedo ayudarle? —preguntó la recepcionista al verlo acercarse.

— Ahm... vengo por la práctica —respondió—. Roger Taylor.

— Oh, sí, está en los registros —dijo ella tras buscar su nombre en el ordenador—. Piso siete.

— ¿Dónde está el ascensor? —preguntó.

— En el pasillo de allá —lo señaló.

— Muchas gracias —sonrió y se dirigió al lugar.

Miraba los alrededores, el edificio era realmente moderno y estéticamente hermoso. Roger lo había notado desde afuera, cuando se bajó del autobús, todo por la gran arquitectura del lugar. Había supuesto desde un inicio que sería igual de moderno por dentro.

Al entrar al ascensor, apretó el botón que decía "siete" escrito en números romanos y se dedicó a esperar mientras subía. Claro, aprovechó de mirar por la ventana que lograba verse desde el ascensor. Una larga hilera de vidrio que se hacía presente por toda la altura del edificio y que concordaba con el aparato.

Una vez detenido este, se emitió un pequeño ruidoso y las puertas se abrieron. Roger salió aún mirando a su alrededor, dándose cuenta que los pasillos eran similares a la recepción. Decidió caminar para buscar algún letrero en alguna puerta, encontró varios, hasta el que buscaba. Tocó la puerta, y un hombre de mediana edad le abrió.

— ¿Qué desea?

— Vengo como alumno en práctica... —explicó—. Trabajaré seis meses aquí.

— Oh, sí, tenemos algunos alumnos en práctica —concordó el hombre—. ¿Su nombre?

— Roger Taylor.

— Un gusto, Roger, soy Phil Lawrence y trabajo aquí como zoólogo.

— Igualmente, señor Lawrence —le estrechó la mano.

— Oh, solo llámame Phil —le dijo—. Vamos a ser colegas, ¿no?

— Eh... está bien.

— Bueno, pasa —le sonrió—, hay mucho que mostrarte.

(...)

Brian caminaba nervioso por su habitación de universidad. De un lado para otro y mirando la hora de vez en cuando.

Pese a sus planes iniciales, que habían resultado fallidos, el rizado tenía como objetivo proponerle matrimonio a Roger. Esa misma noche.

Claro, no lo haría tras tener relaciones, su novio había dejado en claro que aún no se sentía preparado y Brian iba a respetar eso, pese a que en un inicio le hubiese molestado. Quizás hubiese sido romántico, pero tras pensarlo varias veces, esos no eran ellos, esos eran personajes de una película romántica o de una serie o telenovela. Ellos eran en cierta forma, diferentes a las demás parejas.

Y claro, Brian no quería hacer algo cliché, como meter el anillo en un postre o uña champaña, mucho menos hacer una parafernalia costosa para la cual no tenía dinero. Debía ser algo simple, discreto, dulce y romántico. Como su relación había sido durante aquellos ocho años.

¿Simbolismo? Quizá. ¿Un sí? Eso esperaba. Se movía nervioso por la habitación intentando pensar en qué hacer. Intentando calmar sus nervios y despejar su mente para lograr concentrarse. ¿Cómo otras veces las ideas le salían rápidamente y en un momento de tal importancia como ese no? ¡La primera opción de propuesta había inundado su mente tan sólo unos minutos tras ponerse a pensar! Ya llevaba dos horas y media y seguía con la mente totalmente en blanco.

Lo peor, era que intentando pensar en algo, terminaba desviándose del tema, y cuando se percataba, rápidamente volvía a pensar en lo que debía, sin embargo, ya había perdido varios minutos pensando algo irrelevante.

Pensó en pedírselo en aquel lugar donde tantos momentos compartieron, el "lugar especial de Roger" durante la secundaria, sin embargo, aquello era algo tonto: Roger odiaba aquel sector estudiantil.

Quedaban dos opciones. La casa del árbol y la rueda de la fortuna de la feria, donde comenzaron a ser novios. La primera opción era buena, sin embargo, sería incómodo teniendo en consideración que lo más probable sería que su madre estaría en la casa. Quería compartir ese momento solo con Roger. Con nadie más. Además, cuando se arrodillase, lo más probable es que al levantarse, se golpearía la cabeza.

La opción de la rueda de la fortuna también era tentadora. El mismo lugar donde comenzaron a ser novios hacía ocho largos años atrás. Aún sonreía al recordarlo, pero claro, también tenía sus riesgos. ¿Y si con lo torpe que era, el anillo se le caía? Eso sería un fiasco. Uno total.

Se lanzó a la cama, frustrado. No sabía qué hacer y quería que fuese especial. Ya tenía el anillo desde hacía bastante tiempo, guardado en su mesita de noche, donde estaría seguro.

— Maldita sea... —masculló, porque a fin de cuentas, sólo quería hacer algo especial por ambos, y nada le venía a la mente.

Sacó la pequeña caja de la mesita de noche y la miró por bastante rato buscando inspiración en ella. Seguía sin encontrar aquello, así que la abrió. Nada.

Era una mente vacía.

En su nerviosismo, se sentó en el suelo apoyando la espalda en su cama. Mirando el anillo varias veces, volteándolo y sonriendo al pensar en la mano de Roger con este puesto.

Justo entonces la puerta comenzó a abrirse, y Brian rápidamente se guardó ella caja en el bolsillo.

— Hola, amor —saludó a Roger al verlo entrar—. ¿Cómo te fue?

— ¡Espectacular! —exclamó alucinado y tomó asiento a su lado a tiempo que se sacaba la mochila y la dejaba a un lado—. ¡Todos son tan amables! ¡Y dios, el trabajo es fenomenal! ¡Hay animales y bacterias o microorganismos reales allí! ¡Los insumos, las máquinas, los científicos! Dios, creo que me dio un paro cardíaco.

Brian rió un poco ante lo dicho por su novio.

— Me alegra mucho que te guste —sonrió mirando el piso.

— Brian, gustarme es poco —repuso—. ¡Me encantó! ¡Me fascinó! ¡Iría a vivir allí si pudiera!

— Aw... eres tan adorable cuando dices esas cosas.

— ¡Lo digo en serio! —exclamó—. Si mi carrera me gustaba antes, ¡ahora la amo!

— Eso me pone muy feliz —le sonrió.

— Hay veterinarios y personas que cuidan a los animales, y eso es bueno, porque así no sufren... en fin, estamos investigando una especie de bacteria que está afectando a algunos animales marinos y selváticos, e investigando un animal que encontraron en el Amazonas. ¡Es increíble!

— Así lo parece —observó y le sonrió.

Roger hablaba de su nuevo empleo con los ojos brillantes y emoción en sus palabras. Brian sonrió al verlo así. Feliz. Amaba verlo así y claramente quería que compartieran esa felicidad por siempre.

Pronto su mente se aclaró al verlo así. Tan contento. Tan él. Al verlos a ambos. Tan simples y tan felices con el otro.

Buscó en su bolsillo y cuando Roger terminó de contar, supo lo que debía hacer.

— Cásate conmigo —dijo simplemente.

— ¿Ah?

Se puso de rodillas frente a él, y como Roger estaba sentado en el suelo, quedó prácticamente a su altura. Sacó la pequeña caja y la abrió.

— Si podrías casarte conmigo, Roger.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top