«46»

— Brian, no puedes obligarlo. Entiéndelo.

— ¡No estaba obligándolo! —repuso.

— Eso mismo hacías —William se encogió de hombros y le dio una calada a su cigarrillo—. Empecemos con el "¿acaso no me amas?"

— De verdad me sentí dolido, ¿bien?

— ¿Porque no quiso acostarse contigo? —preguntó él con una ceja arqueada.

— ¡Llevamos ocho años! No tiene por qué ser tan mojigato...

— No está siendo mojigato, piensa en las cosas que ha vivido y en lo que sucede —dijo—. Quizás esté esperando algo.

— ¿A otra persona?

— ¿Tú eres tonto o te caíste por la escalera de niño? —preguntó su amigo—. Brian, Roger tiene derecho a no querer hacerlo.

— Si me amara estaría listo.

— ¿Es joda? Brian, si lo amaras lo esperarías.

Al nombrado aquello lo dejó pasmado. Estático. Miró a William sorprendido y luego suspiró.

— Sí lo amo.

— Pero no demuestras eso al obligarlo —repuso William dejando algunas cenizas en el cenicero mediante unos pequeños golpecitos para luego volver a darle una calada.

— ¿Podrías apagar esa porquería, por favor? —pidió el rizado.

— ¿Podrías dejar de ser tan imbécil y dejar de venir a lloriquear conmigo cada vez que la cagas con Roger? —pidió a su vez William.

— Touché...

— ¿Qué vas a hacer? —preguntó botando el cigarro en un basurero tras apagarlo.

— No sé.

— Sí sabes —dijo—. Lo que pasa es que no quieres admitirlo y eso es diferente.

— Eso no tiene nada que ver.

— Sí tiene que ver. Tiene mucho que ver. Cada pareja tiene su ritmo, cada persona tiene su ritmo también y muchas veces ese no concuerda con el de su pareja.

— ¡Tú dijiste que hubiera sido romántico haberle propuesto matrimonio después de haberlo hecho! —repuso.

— Cuando me preguntaste, pero olvidas que te dije que primero debías hablar con Roger si él quería hacerlo o no —dijo—. Y que debías respetar cualquiera que fuese su opinión.

— Lo sé...

— ¿Entonces? ¿Por qué nunca me haces caso, tonto?

— ¡Hey!

— Habla con él y deja de hacerte el sufrido que la culpa fue tuya —dijo William—. Quizás puedan solucionar las cosas y le propongas matrimonio.

— ¿Organizo algo especial? —preguntó.

— Es un detalle lindo —concordó—. Para una película Disney de bajo presupuesto.

— ¡Hey!

— Las cosas sencillas son mejores —dijo William—. Menos estrafalarias, más románticas y más reales.

— De todas formas le haré un regalo.

— ¡Eso es comprarlo, idiota! —exclamó.

— ¡Bueno, bueno! —exclamó—. Me las arreglaré para que salga todo bien.

— Y no hagas esa estupidez de fingir que no existe, por favor —pidió.

— Tranquilo, no la haré. Ya superé esa etapa —aseguró.

(...)

Roger caminaba desde su clase de microorganismos hacia las habitaciones. Habían pasado ocho días desde que Freddie y Michael habían hablado con él, y nueve desde que Brian y él habían peleado.

Al menos su novio no había tenido el comportamiento infantil que otras veces había usado, puesto que cuando lo veía por los pasillos o si se topaba con él fuera de las habitaciones, él lo saludaba con un "hola, Rog" y en algunas ocaciones le preguntaba su estado. A Roger aquello en cierta manera lo dejaba un poco más tranquilo, puesto que claramente su novio había cambiado aquel comportamiento que solo había cooperado en varias de sus rupturas, por no decir todas.

Así que mientras subía, jugando con su celular y con los audífonos puestos, sintió la voz de Brian.

— Eh... Rog, hola.

Se sacó los audífonos tras parar la música y lo miró algo inexpresivo. Brian se acercó a él mientras el rubio comenzaba a preguntarse qué era lo que sucedía.

— ¿Podemos hablar? —preguntó simplemente.

— Eh... claro —respondió él.

— Gracias... —dijo Brian—. Ven conmigo.

— Bueno.

Roger lo siguió hasta la habitación de Brian. Él abrió la puerta con su llave y le dio espacio para que entrara. Se sentaron en la cama mientras Roger lo miraba expectante y algo nervioso al mismo tiempo. Tras hablar ¿aún Brian querría casarse con él?

— Hey, eh... no sé cómo empezar, honestamente, así que... no sé, ¿cómo estás? —preguntó Brian. Roger quedó algo desconcertado.

— Eh... no sé... ¿tú?

— Tampoco sé... —dijo y tras un breve lapso de silencio volvió a hablar—. Bueno, eh... quiero pedirte disculpas por lo que sucedió... no debí obligarte a nada y fue bastante inmaduro de mi parte enojarme contigo porque no estás listo... y fue peor intentar chantajearte, yo... lo siento mucho, Rog.

— Perdón por no estar listo —musitó mirando su regazo.

— Oh, Roggie... no... no tienes que sentirte así —dijo—. Es mi culpa querer obligarte. Yo... me dejé llevar por el momento y me enojé sin tener derecho a hacerlo. Si no estás listo, respeto eso.

— ¿De verdad? —preguntó algo triste y con los ojos brillantes.

— Sí, mi amor, de verdad —acarició su mejilla—. No quiero pelear contigo y mira lo que causé... vales más que tener relaciones.

— ¿De verdad sientes que no te amo porque no lo hemos hecho? —preguntó con la voz quebrada.

— Por supuesto que no —aseguró—. Sé que me amas y yo también lo hago. Por... por eso quise intentarlo, ¿Comprendes?

— Sí —asintió—. Pero no estoy listo.

— Comprendo —dijo—. Debí haber hablado antes contigo... —suspiró—. Hubiera evitado todo este lío.

— Sí, lo hubieras evitado —dijo y Brian rió un poco.

— Lo siento mucho, mi amor... —dijo y acarició su cabello—. Perdóname... por favor.

— Solo quiero que respetes también lo que yo quiero —dijo—. Y... no sé... varias cosas me hirieron... y me sentí culpable...

— No es tu culpa, ¿sí? —lo tomó por los hombros—. No lo es. Y tienes razón, tengo que respetar lo que quieres.

— Gracias...

— Perdóname... —pidió volviendo a acariciar su mejilla—. Por favor, mi amor...

— No sé —miró su regazo.

— Roggie...

— Estoy aburrido de las peleas —siguió.

— Pero no habíamos peleado en mucho tiempo...

— Sí, pero cuando lo hacemos siempre intentas culparme —dijo—. Estoy aburrido de eso, estoy aburrido de que tengan que pasar días o incluso meses para que aceptes tu error y que mientras no lo haces solo me ofendes y me echas para abajo. Me duele, Bri.

— Lo sé, yo... no sé qué diablos me pasa cuando discutimos... no sé, me vuelvo loco o algo así. Estoy volviéndome tóxico...

— No, no eres tóxico —suspiró—. Solo cometes errores como todos los demás.

— Quizás demasiados.

— Yo tampoco soy perfecto —dijo.

— Pero eres más maduro que yo —repuso—. Te juro que logré cambiar, por mucho tiempo logré cambiar mis defectos y evolucioné, pero... me desquité por algo muy tonto.

Roger no dijo nada.

— Amor... no voy a forzarte a perdonarme —dijo—. Y mucho menos a que lo hagamos. Si no me perdonas, esta bien. Lo merezco. Y si no estás listo, también, pero te pido que aceptes mi ayuda a superar tu trauma. Puedo... puedo llevarte a un psicólogo o alguna terapia. Y si eso no funciona, tienes todo mi apoyo.

— Gracias —murmuró.

— Rog... —suspiró—. Mírame.

— No quiero...

— ¿Por qué no?

— Porque si te miro, voy a ceder demasiado rápido y seguiremos discutiendo.

— No... no necesariamente —dijo—. Arruiné nuestro día de San Valentín por esto, no quiero arruinar nuestra relación. Mira todo el tiempo que llevamos peleados y por mi culpa. Solo quiero solucionar las cosas.

— Entonces intenta escucharme —dijo.

— Te escucho...

— No lo haces, Bri —dijo—. Todo lo que has dicho, seguramente te lo dijo Will. Todo lo que siempre dices para disculparte no lo pones en práctica. Cada promesa que me haces se rompe, cada... cada razón que me das, son excusas. Estoy aburrido de eso.

— Lo sé —suspiró—. Lo sé, créeme que sí.

— ¿Y entonces? Quiero seguir contigo, pero no de esta forma —dijo—. Y no, no estoy terminándote, pero me gustaría decirte como me siento al respecto. Quizás llevo demasiado tiempo guardándomelo y no debí hacerlo, por eso te lo digo ahora, para evitar futuros problemas.

— Creo que acabas de evitar varios —aseguró—. Y voy a cambiar, lo prometo...

— Llevas diciendo eso por años, Bri.

— Pero esta vez lo cumpliré. Es verdad.

— Eso solo dice que antes hablaste por hablar y para que te perdonara —dijo—. No quiero hacerme de rogar, pero sí quiero que hablemos profundamente. Nos va a ayudar. Como pareja, como personas.

— Tienes razón...

— Y en cuanto a hacerlo... —comenzó—. Aún no puedo. Aún me atormentan demasiadas cosas que no me gustarían que me atormentaran. Fueron demasiadas veces que lo intentaron. Aún recuerdo... cada cosa que me han hecho. Cada toqueteo. Cada... cada b-beso...

— ¿Beso?

— Mi primer beso no fue contigo, Brian —dijo por fin mirándolo a los ojos—. Fue con el tipo que intentó violarme a los doce.

Brian se sintió aún más imbécil de lo que ya se sentía y lo abrazó al instante. Roger no hizo nada. Ni corresponder, ni llorar, ni soltarse. Nada.

— Lo siento mucho, mi amor...

— Eso no fue tu culpa —dijo más calmado aún siendo abrazado por su novio—. Fue de Ken, cuyo juicio lo declaró inocente.

— No puedo creer que lo hayan declarado inocente...

— Así fue —dijo Roger—. Pese a que intentó quitarme la inocencia y me robó mi primer beso. Pese a que introdujo su asquerosa lengua en mi boca y la pasó por... por mi cuerpo. Pese a que... a que me impidió crecer hasta los diecisiete... —murmuró lo último.

— No voy a volver a obligarte a nada —juró Brian.

Esa promesa sí la cumplió.

Gracias...

— Y también voy a protegerte hasta mi último aliento.

Esa también.

Y dejaremos de discutir.

Obviamente, esa no la cumplió.

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