«41»

— Quizás ya deba irme... —dijo entre sus brazos con los ojos cerrados.

— No, quédate aquí —repuso el contrario—. Quédate conmigo.

— Mi mamá va a preocuparse —rió levemente.

— Ya tienes veintiuno, mándale un texto —dijo Brian acariciándole el cabello. Roger rió de forma pequeña.

— Bien, si insistes —dijo.

Perduraron como estaban. Abrazados en el suelo y recostados sobre este. Siquiera se habían movido, estaban demasiado cómodos como para realizar aquella acción.

— Me duele la espalda —rió Roger—. ¿Dormiremos aquí?

— No, se pone helado —respondió—. Vamos a dormir en mi cama.

Roger se puso como tomate, y al percatarse de aquello, Brian soltó una pequeña risa.

— No me refiero a eso, bobo —dijo—. Siempre te pones rojo.

— Y tú nunca lo haces —refutó.

— A veces sí...

— ¡Casi nunca! Es injusto, Bri.

— Bien, bien, lamento no sonrojarme —dijo—. Pero no sé, nunca he sido muy bueno para eso... es más, casi nunca lo hago. Me cuesta o qué se yo.

— Voy a lograr que te sonrojes —dijo convencido.

— ¿Ah, sí? —preguntó Brian, Roger asintió—. ¿Y cómo planeas hacer eso, si puedo preguntar?

— Prefiero sorprenderte —besó su mejilla. Brian rió levemente.

— Vamos, dime.

— Ya sabrás —dijo.

— Aún no piensas en algo, ¿no es así?

— Justamente.

— Sí, me lo supuse —dijo.

Siguieron abrazados. Brian miraba el techo y Roger mantenía los ojos cerrados. Aunque claro, el mayor varias veces desviaba la mirada hacia su novio.

— ¿Bri?

— ¿Sí?

— ¿Crees que algún día podamos formar una familia?

— Claro, mi amor, ¿por qué no lo haríamos?

— No sé... no es tan simple para nosotros como lo es para otras parejas. ¿Y si no nos dejan adoptar?

— Claro que nos dejarán —aseguró—. Aunque creo que primero debemos casarnos.

— Sí, yo también creo eso —rió un poco.

— Espera un poco y ya verás —dijo.

— Un momento, ¿qué? —abrió los ojos.

— Nada, yo no dije nada —mintió con una sonrisa.

— ¿Vas a proponerme? —preguntó con los ojos muy abiertos y sin evitar una amplia sonrisa.

— Aún no, pero en un tiempo más sí —aseguró Brian mirando a sus ojos.

— Ah...

— Oh, Roggie, no te pongas mal... —pidió abrazándolo más fuerte—. Sí quiero casarme contigo, pero aún somos muy jóvenes. ¿No crees que primero deberíamos salir de la universidad y encontrar trabajo?

— Sí... tienes razón...

— Ahora se nos haría muy difícil. No tengo dinero ni siquiera para un anillo —dijo.

— Yo tampoco —rieron ambos.

— Pero hey, eso no quiere decir que no tenga planes para nuestro futuro. Llevamos mucho tiempo. Es normal que pensemos en esto.

— Sí. Tienes razón —asintió—. Te voy a extrañar cuando salga antes que tú de la universidad.

— Qué injusto, mi carrera es más larga —dijo—. Igual podrías vivir conmigo...

— O quizás yo pueda trabajar y puedas mudarte conmigo —sonrió—. Me quedan dos años contando este. A ti tres. Tercero y cuarto. Puedo comenzar a trabajar en mi área y ahorrar lo suficiente como para comprar una casa.

— ¿En un año?

— Llevo ahorrado desde hace mucho tiempo —dijo Roger—. Solo saco dinero para los regalos de navidad y de cumpleaños, pero no pierdo tanto con eso. Me pagan buen dinero en la tienda de música. Tendríamos un buen pasar.

— En ese caso, yo también comenzaré a trabajar en vacaciones —dijo Brian—. Hablando de eso, ¿cada cuánto tienes días libres?

— Los fines de semana y los miércoles —sonrió—. ¡Pensé que sabías!

— Perdón, bebé, ando idiota —dijo y Roger rió un poco.

— Amo que me digas así.

— ¿Bebé? —preguntó y Roger asintió sonriendo como niño pequeño—. Te calza perfecto.

— No es por eso... es que... no sé, me dan cosas en el estómago.

— Se llaman mariposas, bobo.

— Lo mismo —hizo un gesto para restarle importancia—. Solo digo que me gusta.

— A mí me gustan todos tus apodos.

— ¿Rizadito?

— Eres muy tierno diciéndolos, ¿bien? —se excusó.

— No soy tierno —sonrió.

— Definitivamente lo eres —besó su frente—. Creo que tendremos este debate por siempre.

Roger volvió a reír.

— Jamás pensé que me quedaría con mi primer novio —dijo.

— ¿Eso es algo malo?

— ¿Por qué lo sería? —preguntó—. No me importan los estereotipos y las estupideces esas que dicen que el primer amor no dura...

— No sé, a veces eso me asusta —admitió y acarició su cabello—. He oído de muchas parejas que terminan mal por eso...

— Sí, yo también —asintió—. Pero también he oído de otras que duran. Y esas son muchas también —besó su mejilla—. Hagamos un trato.

— ¿Cuál?

— Cuando tengamos problemas... así muchos, o cuando nos pasemos en discutir... démonos una semana para calmar los ánimos y después hablamos.

— Me parece buena idea —dijo—. Supongo que así evitaremos aumentar las cosas.

— Sí, creo que sí —dijo.

— Oye, estuve pensando en algo para ayudarte con lo del cigarro —dijo aún acariciando su cabello.

— ¿En serio? —preguntó con una sonrisa pequeña.

— Sí —asintió—. Hay parches, reemplazantes, besos de tu novio...

— Me gusta la última —rió levemente.

— Hm... creo que a mí también —dijo—. ¿Quieres intentar la rehabilitación ahora?

— Claro —dijo y se acercó, pero Brian le puso un parche en la frente—. Pup.

— Es una broma, ¿verdad? —rió y le dio un pequeño golpe en el brazo.

— No, iremos de a poco —dijo acurrucándolo a él—. Primero parches.

— Me gustaba la terapia de los besos —hizo un puchero, Brian no evitó reír.

— A mí también, mi amor, pero eso no te ayudará.

— Bueno... —dijo—. ¿Crees que pueda comer chocolate en vez de fumar?

— Si quieres subir treinta kilos, claro que puedes —bromeó.

— ¡Brian! —rió también—. Me duele la espalda.

— ¿Te doy un masaje?

— Por favor, no.

— ¡Hey! ¿Qué tienen de malo mis masajes?

— ¡Que duelen! —exclamó.

— Uy, bien, princesa del frijol, no te daré ningún masaje entonces —dijo.

— ¿Princesa del frijol? —rió—. ¿Qué demonios significa eso?

— El cuento ese de la princesa —explicó—. Que la vieja odiosa no creía que era una entonces la puso a prueba y la hizo dormir con diez colchones o no me acuerdo cuántos, pero le puso un frijol en la cama y la tipa amaneció llena de moretones y diciendo que durmió mal.

— ¡Qué malagradecida!

Brian rió un poco.

— Así que te diré la princesa del frijol.

— Brian, estás consciente de que soy un chico, ¿verdad?

— Sh... sh... calla —besó su cabeza y Roger volvió a reír.

— Si fuera una chica podría darte un hijo... —suspiró.

— Oh, mi amor, sabes que no es necesario un embarazo para tener hijos —repuso el mayor.

— No, pero igual... el que no sea planeado. El decirte. El ver como el niño se desarrolla... no sé, siempre me gustaba ver ese tipo de cosas... recuerdo cuando mi mamá estaba embarazada de Clare.

— Pero eras muy pequeño...

— Aún así lo recuerdo. Cuando me dijeron que iba a tener un hermano. Y cuando se a poco mi mamá fue poniéndose gordita y cada día más feliz... se miraba mucho en el espejo preguntándose cómo sería el bebé. Se veía tan feliz... y siempre me decía "Roggie, ¿qué opinas de la barriga de tu madre?". No sé. Siempre estaba feliz.

— Mira, mi amor —dijo—. Sé que a ambos nos gustaría ver el proceso de nuestro bebé y que lo más probable es que no sea genéticamente nuestro. Pero ¿qué más da? No veremos exactamente cómo se forma dentro de un vientre, pero sí veremos cómo crece. Cómo se desarrolla y cómo va madurando y convirtiéndose en un adulto. Creo que eso es algo más lindo aún, ¿no?

— Sí —sonrió—. Supongo que sí.

— No te preocupes, bebé —besó otra vez su cabeza—. Vamos a ser felices.

— Perdón si estoy precipitándome... digo... ni siquiera nos hemos comprometido...

— Es normal, Rog, llevamos casi seis años.

— Está bien —volvió a sonreír.

— ¿Aún te duele la espalda?

— Mucho —rió un poco.

— Bien —se levantó y le extendió una mano para que también lo hiciera.

— Aún tengo este maldito parche en la frente —rió.

— Déjatelo, te ves bonito —besó su mejilla y Roger se sonrojó—. Aw... qué lindo.

— Ya déjame, no es mi culpa que no puedas sonrojarte —rió.

— Hm... no lo sé —se encogió de hombros y lo tumbó en la cama, luego él se recostó al lado.

— Eso dolió.

— Lo siento.

— Era broma —besó su mejilla.

— ¿Ves? Ni un solo sonrojo.

— Maldita sea, Brian, eres de piedra —lo abrazó.

— Lo sé.

Roger rió y volvió a besarle la mejilla. Luego comenzó a acariciarle los rizos mientras continuaba depositando pequeños besos en su mejilla.

— Eres muy tierno.

— Lo sé —continuó su labor mientras Brian era quien reía.

— Ya, Roggie, para —dijo divertido después de un rato.

— Meh, no quiero.

— Entonces me toca a mí —lo abrazó por la cintura, lo atrajo a él y lo besó en los labios. Roger correspondió y abrazó su cuello mientras sentía las acostumbradas mariposas invadir su estómago.

Y hubieran continuado besándose, con sus cuerpos abrazados y apegados unos a otros, si el celular de Roger no hubiera sonado.

Se separaron de manera lente y rieron un poco con sus frentes juntas. Luego Roger se estiró un poco y tomó el celular.

— ¿Es necesario que contestes? —preguntó Brian. Roger miró quién llamaba.

— Sí, porque es mi papá —respondió y besó cortamente sus labios para luego responder—. ¿Hola?

Hola, Roger —saludó el hombre al otro lado de la línea.

— Oh, hola, ¿has estado bien?

Sí, sí, ahora cállate y déjame hablar a mí —interrumpió el hombre.

— Bueno.

Bien, la boda será en dos meses, el dieciocho en la noche. Desde las siete —dijo—. Así que busca regalo. Adiós.

— Claro, adiós, mándale saludos a los demás... —dijo pero su padre había cortado ya. Se encogió de hombros y volvió a recostarse junto a su amado.

— ¿Qué quería? —preguntó Brian.

— Decirme que la boda es en dos meses para que le compre un regalo —se encogió de hombros—. Les compraría condones, pero Edith es tan vieja que de seguro ya es estéril.

Brian rió estruendosamente por aquello.

— Y si no lo es por edad, es por todo el Botox que tiene —rió.

— Es más barbie que mujer. Pero esas Barbies derretidas. Como la del video de Soundgarden.

— Oh, Dios —volvió a reír—. Supongo que puedes llevar acompañante.

— Ni idea, le preguntaré a Vince, supongo —dijo—. Pero si no vas tú, no pienso ir.

— Tampoco te tienes que restringir por mí... —dijo y la cara que Roger puso lo hizo entrar en razón—. Sí, lo sé, afirmación tonta.

— No sé, iría solo por compromiso —se encogió de hombros—. Digo, es mi papá, pero bueno... él no me quiere.

— Pues puede irse al diablo —dijo Brian decidido. Roger sonrió.

— Sí, puede irse al diablo.

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