«33»
— ¿Hola?
— Hola, Prudence... soy yo —se rascó la nuca algo incómodo mientras sostenía el teléfono con la mano disponible.
— ¿Roger? Ah hola —dijo simplemente—. ¿Cómo has estado?
— Bien... ¿tú? —preguntó.
— Perfectamente —respondió—. ¿Qué quieres?
— Llamo para disculparme por haberte tratado así... —suspiró—. No merecías que descargara todo contigo. De verdad, estoy sumamente arrepentido y sé que no debí decirte nada de eso...
— Ah, bueno —respondió.
— De verdad... no sé cómo arreglarlo... me siento muy mal por como te traté.
— Bueno, ven a cenar —dijo Prudence hablando más amorosamente—. Ven con Brian, no intentaré quitártelo.
— Muchas gracias... ¿cuándo puedo ir?
— ¿Qué te parece mañana en la tarde?
— Claro, iré.
(...)
— ¡Ni hablar!
— Vamos, Bri... por favor —pidió y se sentó frente suyo—. Quiero arreglar las cosas.
— ¿Y por qué? Ella debería disculparse, no tú —repuso Brian a lo dicho por Roger.
— Sí, pero yo también actué mal —dijo—. Fui muy cruel...
— Fuiste realista.
— Independiente de eso, la hice sentir mal —dijo—. ¿No es exactamente lo que me han hecho y he odiado?
— Sí, pero...
— ¿Pero?
— Es distinto...
— Es lo mismo —dijo—. Un problema es grave en la medida que afecta a la víctima. Si nos ponemos a comparar nuestros problemas, siempre habrá alguien que sufre más que tú.
— Roggie... tú sufriste más que cualquiera que conozco, y...
— Bri, tú intentaste... intentaste suicidarte —dijo pese a que aquellas palabras le dolían—. Yo no. Yo me corté. Prudence también. No hay un "no debiste hacerlo porque sufrí más que tú". Eso no corresponde. Simplemente no.
— Yo lo intenté por otra causa —dijo.
— Pero te afectó en otra medida. En una mayor —dijo.
— No sé...
— Brian... —acarició su mejilla—. ¿De qué sirve el rencor? Quizás hacer las pases con Prudence sea la única forma de que mi papá me quiera.
— No quiero que sufras humillaciones —dijo.
— No va a pasar —aseguró—. Vamos a estar bien.
— Pero...
— Y si no, voy a ser fuerte —besó sus labios suavemente para luego juntar sus frentes a tiempo que cerraba los ojos—. Lo prometo.
— Está bien —accedió aún bastante asustado—. Pero no prometas ser fuerte, tienes derecho a sentirte mal, y si te sientes así yo estaré allí para apoyarte.
— No puedo echarme a morir por todo, mi amor —sonrió.
— Pero de todas formas... —dijo—. No te dejaré solo.
— Está bien, Brimi —sonrió y le dio un beso corto.
— Solo una duda —dijo y Roger asintió mirándolo expectante—. Por favor no te molestes...
— No voy a molestarme —río de forma leve—. Dime.
— ¿Por qué de pronto estás tan interesado en que tu papá te quiera? —preguntó. Roger tardó un poco en contestar, y cuando lo hizo, lo dijo lentamente.
— Porque... no sé... cuando vi que sí quería a Vince y a Prudence... no sé... pensé que quizás... que quizás... tenía una mínima posibilidad de que a mí también me quisiera —dijo finalmente.
— Roggie...
— Sé que suena estúpido, pero... no sé —dijo—. Tengo un poco de esperanzas... yo... quiero que él me quiera...
— Pero él no te merece.
— Es mi papá...
— No actúa como uno.
— Yo quiero que me quiera, Bri... —musitó.
— Lo sé... —suspiró y lo abrazó para luego abrazarlo y besar su cabeza.
— Lo siento... estoy... estoy exagerando.
— Claro que no —dijo—. Es normal que quieras un modelo paternal...
— A veces me pregunto cómo hubieran sido las cosas si Clare no hubiera quedado en coma —admitió algo triste.
— Distintas... —respondió Brian simplemente—. Pero lo de tu papá no hubiera cambiado, quizás. Él es un monstruo...
— Cambió cuando ella quedó en coma cambió conmigo —repuso—. Antes no era así.
— Sí, pero quizás hubiera cambiado de todas formas —dijo—. Rog, si sigues torturándote por él...
— No estoy torturándome...
— En cierta manera sí —volvió a besar su cabeza y acarició su cabello—. Si sigues pensando que cambiará, solo te desilusionará más.
— Pero es distinto con Prudence y Vince...
— Roggie...
— Perdón...
— Bebé, quiero que estés bien —tomó su rostro y le dio un beso suave—. Y para ello, tienes que olvidarlo. Tienes que seguir con tu vida y no preocuparte por lo que él piense.
— Supongo... —suspiró—. Gracias, Bri.
— De nada, Roggie —dijo.
Brian no quería que siguieran haciéndole daño a su bebé.
— Oye —dijo Roger para cambiar de tema—. Nunca hicimos lo que nos propusimos.
— Éramos niños —rió levemente.
— Fue hace dos años —rió con mayor intensidad.
— Bueno, en ese caso tú eras un niñito hermoso —besó su frente—. ¿Y qué exactamente?
— Besarnos a la luz de la luna —dijo con los ojos iluminados.
— Sí hemos hecho eso —repuso.
— ¡Claro que no! Al menos no que yo recuerde —dijo.
— Sí, una vez... ah espera aún estábamos en la escuela...
— Fue para mi cumpleaños dieciocho —le recordó—. Incluso antes de que nos pusiéramos de acuerdo para venir aquí juntos.
— Hm... tienes razón —dijo—. ¿Lo intentamos?
— No estaría mal —miró la habitación unos momentos.
— Voy a abrir las cortinas y a apagar las luces —dijo Brian y se dispuso a levantarse y a realizar lo indicado, luego volvió con Roger.
— Esto es muy romántico —rió de forma nerviosa—. A penas puedo verte.
— Déjate iluminar por la luna —dijo Brian—. El brillo que el sol le otorga, se refleja en tu rostro y te hace ver como un ángel. Un verdadero ángel caído del cielo para que yo pudiera amarlo.
— Eso es lo más lindo que me has dicho —dijo entre risas nerviosas y con las mejillas coloradas.
— Pronto algo le quitará el lugar, angelito —aseguró y lo besó con dulzura en los labios a tiempo que tomaba su cintura.
(...)
Cuando tocó el timbre, los nervios se apoderaron del rubio y sus piernas temblaron de forma leve. El que abrió, fue su padre, que lo miró enojado.
— Tú no deberías estar aquí después de lo que le dijiste a Pruddie —dijo.
— Ella me invitó —respondió hablando bajo por los nervios.
— ¿Ves lo buena que es Pruddie? Y tú tratándola así —dijo Michael molesto—. Entra, lastre.
Roger asintió y pasó aún nervioso. Brian iba a su lado y miró mal al hombre, quien ni siquiera lo miró devuelta. Cuando entraron, Vince nuevamente estaba comiendo helado en el televisor y viendo los Simpsons. Por lo visto aquello era su actividad favorita.
— Hola, Vince —saludó Roger algo nervioso de la reacción de este.
— ¡Hola, Rog! —saludó con amabilidad y se levantó para darle un abrazo.
Hizo lo mismo para saludar a Brian y les dijo que se sentaran, pero llegó Edith.
— Que no se sienten, ¿no que vienen a cenar? —preguntó al entrar.
— Eh... hola, Edith —dijo Roger por lo bajo.
— Para ti es Señora Towers —dijo.
— Mamá, ¿podrías ser educada por favor? —pidió Vincent incómodo. Edith lo miró molesta
— ¿Y tú podrías dejar de comer todo el día? —preguntó ella quitándole el helado—. Vas a parecer una bola de billar si sigues.
Vincent solo rodó los ojos.
— Bueno... pasen a sentarse —dijo el chico intentando quitar la tensión del ambiente.
— Hay que esperar a Pruddie —dijo Michael.
— Está en su habitación —intervino Edith—. Déjala, esta pasando un mal momento por culpa de alguien.
Roger no evitó sentirse culpable.
— Bueno, eh... quizás no tendría que intervenir en otras parejas —dijo Brian.
— ¿Disculpa? —preguntó Michael de forma algo agresiva.
— Nada, nada —se apresuró en decir Roger—. Lamento mucho mi comportamiento...
— Deberías —dijo Edith mirándolo con rabia.
— L-Lo siento...
— Solo mueve el trasero y ve a sentarte —espetó Michael y Roger lo hizo cabizbajo.
— Si supieran lo que en verdad pasó, no estarían idolatrando así a Prudence —dijo Brian.
— ¿Y tú qué sabes? Si tu noviecito es la prostituta de la universidad —dijo Edith.
— Creo que deberíamos oír la versión de Roger —intervino Vincent.
— Tú cállate —dijo Edith y lo miró mal.
— Pero es cierto, ¿por qué actuaría así? —preguntó—. Saben lo calmado que es.
— ¡Vincent! ¡Ya cállate! —gritó Michael.
— ¡Es cierto!
— Vincent Taylor, te juro que si sigues... —dijo Edith.
— ¡Hay que oír las dos caras de la moneda! —exclamó él.
— ¡Tú no conoces a este imbécil! ¿¡Y aún así lo defiendes ante tu hermana!? —exclamó Michael.
— ¡Él también es mi hermano! —repuso Vincent—. Además conozco a Prudence y sé que es capaz de muchas cosas, papá.
— Vincent, por favor entra en razón —dijo Michael—. Roger es... es malo. no es como tú.
— Claro que no es malo —dijo él—. Es muy agradable, lo qué pasa es que ustedes no lo aprecian y no sé por qué.
— ¡Porque es débil! ¡Llorón, joto, malagradecido y puedo seguir! —exclamó.
— Yo creo que no, que es muy amable y que su sexualidad no debería interferir en cómo lo tratas —dijo Vincent con total convicción.
Michael bufó.
— Solo vayan a la mesa.
Prudence bajó tras un rato con una expresión de seguridad y arrogancia.
— ¡Allí está mi princesa! —exclamó Michael—. ¡La única en esta casa que tiene sentido común!
— Gracias, papi —respondió ella sonriente y se sentó en la mesa junto a Roger, quien estaba encogido su puesto.
— Bueno, coman ¿no tenían tanta hambre? —preguntó Edith.
— Yo nunca dije eso, señora... —murmuró Roger, pero se quedó callado al instante al ver cómo Edith lo fulminaba con la mirada.
Siguieron comiendo en silencio, que era lo que siempre sucedía cuando Roger y Brian iban a aquella vivienda. El rubio lo apartaba la mirada de la comida, mientras que Brian miraba expectante a todos los miembros de la mesa.
— Ah... Prudence... —habló Roger con nerviosismo—. Me gustaría pedirte perdón por lo del otro día...
— Oh, no te preocupes, Rog —dijo con una voz algo molesta—. Pasado pisado, ¿no es así?
— Sí, muchas gracias —sonrió aún nervioso.
— Pruddie es demasiado buena —dijo Michael—. Con todo lo que le dijiste.
— Sí, lo es —murmuró Roger incómodo.
— Eres muy maleducado, Roger —dijo Edith—. Te pareces tanto a tu madre.
— Disculpe, pero mi madre no es maleducada —intervino Roger.
— Quizás, pero tú sí, de seguro está muy decepcionada —dijo Edith convencida.
— Lo siento —murmuró.
— Y más de saber que eres tan fácil —siguió la mujer—. Acostándote con cualquiera cuando tienes pareja. Eso es caer muy bajo, podrías cobrar aunque sea. ¿No crees?
— Yo no...
— Pero eso es lo que todos dicen en tu universidad, ¿no es así? —siguió—. Dicen que te ofreces en bandeja a cualquiera y que para que Brian te perdone haces cosas inimaginables. Qué asco, honestamente. Dicen que incluso lo has hecho con profesores para aprobar las materias. Al igual que tú, tu vida es fácil.
— ¡Ya basta! —exclamó Brian—. ¡Roger no es ningún fácil, no me engaña, no es maleducado y ha soportado sus imbecilidades bastante!
— Br-Bri...
— ¡Estoy harto de cómo lo tratan y de cómo lo menosprecian! —siguió—. ¡No merece nada de esto, no merece nada de lo que le dicen!
— ¡Trató mal a nuestra Pruddie! —exclamó Michael.
— ¡La trató cómo debía tratarla porque "su Pruddie" me besó y coqueteó conmigo sabiendo que estoy con Roger! —exclamó—. ¡Y tras todo lo que él ha pasado y ha sufrido sale con estupideces como que su vida es una porquería! ¡Roger se ha sentido fatal por días por esto siendo que era lo que la estúpida de su hija merecía!
— B-Bri, por favor... no importa...
— Sí, sí importa, Roger —dijo—. Es el colmo. Después de todo lo que este tipo te hizo, después de todas las veces que te han menospreciado.
— Yo sabía que había que escuchar la versión de Roger —dijo Vincent.
— Vincent, ya cállate —lo reprochó Edith.
— Lo que dice Brian es cierto —siguió el chico—. Prudence no tendría por qué haber...
— Tú no tienes derecho a opinar ahora, silencio —lo interrumpió Edith.
— Independiente de todo, Roger es realmente el peor hijo que he tenido, así que ahora, pueden irse ambos al diablo —dijo Michael y se levantó—. Diría que fue un gusto, pero no es así, por favor, lárguense ambos de mi casa.
— Con gusto —dijo Brian levantándose. Roger también lo hizo apenado por la situación y agradecido con Brian al mismo tiempo—. Y señora, por favor deje de ponerse tanto Botox en la cara, parece más una máscara que un ser humano.
Dicho esto, salieron por la puerta mientras Vince reía por lo bajo.
— ¡Adiós, Rog, adiós Bri! ¡Algún día pasaré a visitarlos!
— ¡Tú cállate!
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