32
Prudence Towers-Taylor entró a la gran universidad de Oxford con el fin de visitar a su hermanastro. Ya habían pasado algunos meses desde que se conocían, y para la mala suerte de Roger, ya habían convivido con “la familia” tres veces más, y solo aceptaba porque el rubio tenía la esperanza que su papá comenzara a quererlo.
Sin más preámbulos, Prudence se dirigió al chico más cercano al que vio para saber dónde podría estar. Este fumaba un cigarrillo con la espalda apoyada en la pared. Cuando la chica se le acercó, botó el cigarrillo y la miró expectante esperando sus palabras. Fueron breves, tan sólo preguntó si conocía a Roger Taylor, que estudiaba biología allí, puesto que era su hermanastro.
— ¿Roger? —preguntó, ella asintió—. Bueno, linda, puede estar en muchos lugares. En su habitación o en la de cualquier otro chico, si es que entiendes a lo que me refiero. En fin, la suya es la tercera del cuarto piso. Subes las escaleras por allá, los cuatro pisos y llegas. Al frente está la de “su novio” —hizo comillas con los dedos.
— Está bien —dijo—. ¿Por qué en cualquier habitación?
El chico dio una risa sarcástica y negó con la cabeza.
— Los servicios a la habitación de tu hermanastro son muy populares —dijo simplemente y se fue.
Prudence comprendió, su amiga le había dicho algo bastante similar, solo que claramente mejor explicado. Hizo un gesto extraño y subió las escaleras. Cuando llegó, tocó la puerta de Roger, pero nadie respondió. Se encogió de hombros y tocó la de al frente, que como le habían indicado, era de Brian.
El rizado atendió la puerta y abrió los ojos sorprendido al verla.
— ¡Hola, Bri! —saludó—. ¿Está Roger ahí?
— Bueno, no —respondió con honestidad—. Salió con un amigo, yo tenía examen... ¿qué haces aquí?
— ¿No está claro? Vine a verlo —dijo sonriente, pensando un prejuicio erróneo por lo dicho por el otro chico, sin mencionar que Brian había dicho que estaba con otro chico.
— Ah —dijo con desánimo.
— ¿Puedo esperarlo aquí?
— No.
— ¿Qué?
— Quiero decir... pasa, pasa —se hizo a un lado com un gesto cansado y le dio espacio. Prudence entró como si de su casa se tratase.
— Oh —dijo—. Es... pequeña.
«¿Pensaste que iba a ser un departamento acaso?» se preguntó mentalmente Brian.
— Bueno, es lo que hay —dijo simplemente—. Siéntate.
Prudence rodeó la cama y se sentó en la de William con cierta incomodidad dibujada en el rostro. Brian entendió por qué era.
«Si eso te molesta, ahí no deberías sentarte, estúpida» pensó.
— ¿Y cómo van Roger y tú? —preguntó mirando por el lugar algo incómoda, viendo los pósters y libros que estaban esparcidos por las paredes y repisas.
— Bien —respondió simplemente, queriendo que Roger llegase lo más pronto posible para que Prudence se marchara.
— ¡Oh Dios mío, tienes una guitarra! —exclamó, Brian notó que iba a tomar el instrumento, así que lo tomó él lo más rápido que pudo.
— Eh... sí —dijo con incomodidad—. La hice yo, me ayudó mi papá...
— ¡Es genial! ¿Tu papá es carpintero?
«Sí, Prudence, las guitarras eléctricas son hechas por carpinteros» volvió a pensar.
— No, ingeniero —respondió simplemente.
— ¡Yo salí con un guitarrista por un tiempo! —exclamó mientras por la mente de Brian se escuchaba un “no recuerdo cuándo te pregunté”.
— Oh, ¿en serio? —preguntó.
— Sí, incluso me escribió una hermosa canción llamada “Dear Prudence”. Mis amigas dijeron que era muy profunda.
— ¿Tu novio se llamaba John Lennon? —masculló Brian.
— ¿Hm?
— Nada, nada, lo qué pasa es que... ¿por casualidad no es algo como...? Dear Prudence... whould you come out and play...?
— ¡Sí! ¿Cómo supiste? —preguntó sorprendida.
— Lamentó romper tu burbuja, pero esa es una canción de los Beatles —dijo—. Del álbum blanco.
— ¿Quiénes son los Beatles?
— No importa —dijo—. Bueno, Roger debería estar por llegar...
— Pero dime, ¿quiénes son?
— Una Banda, la mejor que existe —respondió Brian.
— Oh, cielo, esos son BTS, si no, no serían la mayor moda—respondió segura, Brian pensó que le caía mejor Lainey, que era más inteligente que varios de la universidad, oía buena música y no parecía que la hubieran aporreado con un palo.
— Bueno, si los escucharas sería distinto —dijo.
— Cántame una de ellos —pidió y se puso las manos en el mentón—. Cantas muy bien.
— No me sé ninguna —mintió.
— ¡Vamos, por favor! —insistió—. De seguro que sí, cántame Dear Prudence.
— De verdad, no me la sé...
— Pero cantaste un pedazo.
— Es lo único que me sé —dijo.
— Es que... —hizo un puchero—. Sé que está mal, pero Miltoner me eso a seguir mis sueños —dijo, Brian pensó que ojalá esos sueños fueran una vida en México, lo más lejos posible—. Y mi sueño es encontrar el amor.
— Ah, qué bueno —dijo ya aburrido—. Roger va a llegar ya, yo creo, así que quizás debas prepararte...
— ¿No entiendes? —preguntó—. ¡Dios, soy tan mala persona! Solo quiero mi felicidad, ¿Sabes cuánto he sufrido?
— ¿Por qué?
— Por todo, mi vida es una porquería... —dijo—. Un tiempo me corté incluso...
— ¿Por qué dices eso? Tienes muchas cosas —dijo—. Tienes una madre, un hermano y un padrastro que te aman, y seguramente un padre que también lo hace. Tienes una buena casa, amigos, comida...
— ¡Porque lo es! —exclamó.
— Prudence, ¿qué es lo que supuestamente hace que tu vida sea una porquería?
— Bueno... que... ¡que no logro encontrar el Amor! Pero creo que ahora sí.
— ¿De verdad? Espero que tengas suerte.
— No lo esperes, dámela —dijo e intentó besarlo, Brian se apartó rápidamente.
— ¿¡Qué diablos!? ¡Acabo de conocerte y soy el novio de tu hermanastro!
— Roger no tiene por qué saber —dijo—. Además él es feliz engañándote con todos esos chicos de la universidad.
— Primero que nada, jamás le sería infiel a Roger —dijo—. Segundo, ¡él no me engaña, maldita sea!
— Eso dicen todos —refutó ella—. Lo dice mi amiga, lo dicen los demás chicos de aquí...
— ¡Es por un maldito rumor falso! —exclamó.
— Brian, no te ciegues por él —dijo—. Estoy yo aquí, quizás soy un partido mejor...
— ¡Soy gay!
— No totalmente —refutó—. En tu Instagram sales con fotos de hace seis años con dos chicas. Eso significa que eres bisexual, ¡como yo! ¿También eres pansexual? Yo soy bi, pan y lesbiana... aunque nunca me ha gustado una chica.
— ¿¡Estuviste mirando en mi perfil!? ¡Y eso es ser hétero! —reclamó.
— Claro que no —dijo—. Pero no le digas a mi mamá, le molestan...
— ¡No puedes tener cuatro sexualidades distintas!
— Oh, estás muy confundido —dijo—. Roger te tiene así.
— Por milésima vez, Roger no me enga...
Prudence lo tomó de la camiseta y lo besó en los labios. Roger abrió la puerta molesto.
— Tú, fuera —dijo mientras la miraba con cólera.
— ¡É-Él me besó! —exclamó.
— Por Dios, no soy tan estúpido como tú, escuché todo, lesbiana-hetero-bisexual —dijo Roger—. Fuera, ahora.
— Roger, lo lamento mucho...
— ¡Deja de excusarte y largo! —gritó.
— ¿Por qué lo celas? ¡Tú lo engañas con la mitad de la universidad!
— ¡Yo no lo engaño con nadie! —exclamó—. Escúchame ahora, Prudence, no me conoces, yo no te conozco a ti, así que deja de juzgarme y de tratar de quedarte con mi novio —hizo énfasis en la palabra “mi”.
— ¡Yo solo quiero ser feliz! ¡No sabes cuánto he sufrido por el amor y todas las veces que me he cortado!
— ¿Tú sufriste? —preguntó sarcástico—. ¿Tú? ¿Quieres ver algo, Pruddie? —se subió la manga dejando al descubierto aún algunas leves cicatrices de hacía unos años—. ¿De verdad tú sufres? ¿Tú? ¿Que tienes el amor de mi papá pese a que ni siquiera eres su hija? ¿Que tienes cientos de amigos que no te juzgan? ¿Que no tienes rumores falsos a tu alrededor? ¿Que tu hermana no estuvo cuatro años en coma y luego murió? ¿¡Que un imbécil no intentó violarte cuatro veces!?
— Rog, tranquilo... —dijo Brian.
— ¿¡Que no te dejaron casi muerta fuera de una fiesta!? ¿¡Que no te indujeron una anafilaxia!? —siguió, de a poco los ojos se le iban humedeciendo. Prudence comenzaba a llorar.
— Rog —Brian tomó su mano para intentar calmarlo.
— ¡Tú no sabes qué es qué de verdad tu vida sea una porquería! —gritó con las mejillas rojas, apretó con fuerza la mano de Brian—. ¡Tú tuviste todo su maldito apoyo! ¡A ti jamás te golpeó! ¡Jamás te insultó! ¡Jamás te trató como si fueses un lastre del cual quisiera deshacerse! ¡Y no, no estoy aminorando tu vida, pero deberías agradecer lo que tienes y dejar de hinchar las pelotas!
— Lamento haber molestado —murmuró Prudence.
— No lo hubieras hecho si no hubieras besado a mi novio, fuera —dijo. Prudence salió resignada y se fue, sabiendo que lo que Roger había dicho era cierto, pero sin querer admitirlo.
Y la humillación muchas veces conlleva a la rabia. Y esta última a la venganza. Inevitablemente.
Roger cerró la puerta de un portazo y se pasó las manos por el rostro. Brian tomó su hombro suavemente.
— Rog... estás.. ¿estás bien?
— Sí —murmuró y se sentó.
— Perdóname...
— ¿Por qué? —preguntó—. Ella te besó a ti y estuviste evitándola todo el tiempo. Ella siguió.
— Debí echarla. Se hubiera evitado todo esto.
— Quisiste ser amable solamente —suspiró.
Brian lo condujo a la cama para que se sentaran. Roger seguía con el pulso acelerado y con las mejillas rojas por la rabia y frustración que sintió.
— ¿Podemos salir? —preguntó poniéndose de pie.
— ¿Dónde quieres ir? —preguntó.
— No sé, a dónde sea —respondió comenzando a caminar. Brian lo siguió.
— Roger, espera —dijo—. ¿No quieres hablar?
— Quiero... quiero tomar aire —dijo, de pronto las paredes se le hacían pequeñas.
— Bien, te voy a acompañar —dijo Brian y tomó su mano para luego entrelazar sus dedos. Roger se tranquilizó un poco con aquella acción y acarició por un momento su mano con el pulgar. Luego prosiguieron a caminar.
Iban en silencio. El sol comenzaba a ponerse y la primavera estaba ya en su máximo esplendor. Los colores rosados, celestes, anaranjados y violáceos se mezclaban en el firmamento mientras las nubes posaban tímidas sobre este. El trinar de los pájaros sonaba leve y se escuchaban algunos niños jugar a la distancia, además claro, de varios autos que transitaban la avenida.
— ¿Cuándo llegaste? —le preguntó Brian a medida que caminaban, rompiendo ese silencio que reinaba entre ambos, pero que era interrumpido por el ambiente.
— Cuando te pidió que cantaras Dear Prudence —respondió.
— ¿Tanto tiempo estuviste ahí? —preguntó sorprendido.
— Me dio mala espina —respondió—. Quizás debí entrar antes. Esto se hubiera evitado.
— No... no necesariamente —respondió. Seguían caminando sin un rumbo fijo. Roger no sabía a dónde ir, solo quería seguir caminando y tomar aire para evitar una crisis de pánico.
— Quizás exageré —pronunció tras un rato.
— ¿Por qué dices eso?
— Ella no tiene la culpa de todo lo que me pasó —respondió mirando sus zapatos mientras caminaba.
— Pero cómo te trataron... todas las veces que fuiste a verlos.
— Solo fueron cuatro —dijo—. Descargué todo con ella y no tenía que hacerlo.
— Rog, literalmente intentó hacer que te engañara con ella —dijo—. Tenías derecho...
— No, no lo tenía... —dijo—. Diablos, voy a llamarla para disculparme...
— Roger, no —dijo al instante—. Lo que ella hizo estuvo mal. Además insisto, todas las veces que se han visto, ha sido muy desagradable contigo.
— Eso no importa, no tiene nada que ver —dijo—. No sé por qué sufre y se corta, no debí tratarla así, no puedo menospreciar sus problemas...
— Estabas molesto y con derecho a estarlo.
— Pero eso no justifica lo que le dije —respondió—. Fui muy cruel.
— No fuiste cruel, fuiste real. Ella no agradece las cosas que tiene. Vince me dijo que su papá biológico la adoraba. Al igual que lo que dijiste tú. Tú hablaste con argumentos que conocías. Te defendiste.
— Esa no era la forma —murmuró.
— Por favor, no seas terco —dijo—. Ella no tendría que haberme besado.
— No sé... le pediré perdón de todas formas.
— Si eso te hace sentirte mejor, está bien —dijo. Roger sonrió.
— Gracias —dijo con sinceridad.
Siguieron caminando sin un rumbo fijo, pero felices de tener la compañía contraria a su lado.
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