30
Brian sostenía la mano de Roger mientras caminaban hacia donde un tiempo atrás fue la casa del rubio.
Él iba claramente nervioso. Se le notaba en la expresión. Roger más que odiar a su padre, le temía, y Brian sabía esto a la perfección. Sabía todo lo que su novio había pasado por aquel hombre y sabía todo lo que el hombre despreciaba a su hijo. Claramente era una relación difícil.
Cuando llegaron, el rubio tocó el timbre esperando una respuesta. Una chica de su edad con cabello castaño claro hasta la altura del pecho, le abrió.
— ¿Hola? Disculpe, pero papá no acepta vendedores...
— No soy ningún vendedor, esta es mi casa —dijo Roger—. Bueno, era.
— ¡Oh! ¡Tú eres el otro!
«¿El otro?»
— Eh... sí, sí —dijo—. Soy Roger.
— Oh, mucho gusto, soy Prudence, pero me llaman Pruddie.
— Prudence —dijo Roger con una sonrisa algo fingida.
— Como quieras... —dicho esto se volteo a Brian—. ¿Tú eres...?
— Brian, mi novio —presentó Roger y el nombrado le estrechó la mano a Prudence.
— Ah. Qué inesperado... —dijo—. Bueno, entren.
Roger miró a Brian y él le sonrió para transmitirle calma. Roger suspiró y entró.
Quedó algo atónito al ver a un chico muy similar a él comiendo helado viendo televisión. Parpadeó un par de veces.
— Parecen clones —rió Prudence y logró sacar al chico de su trance—. Bueno, él es Vincent, mi hermano.
— Oh, hola —saludó y le estrechó la mano.
— Soy Roger —dijo—. Él... él es Brian, mi novio.
— Mucho gusto —dijo él.
— Oh, mucho gusto también —dijo Vincent y le estrechó la mano para luego sonreírle—. Bueno, díganme Vince. Odio tanta cordialidad, honestamente. Además suena como el cantante de Mötley Crüe.
— Bueno —asintió Roger sonriendo un poco.
Prudence lo miró mal.
— Ah, papá está cocinando —dijo Prudence contenta.
— ¿Papá?
— Claro, nuestro papá, bobo —dijo ella divertida. A Roger cada vez le desagradaba más, pero intentaba mantenerse al margen.
— Oh, sí, sí, lo siento...
— Bueno, lo llamaré —dijo—. ¡Papi! ¡Ya llegaron Roger y su novio!
Roger de pronto se puso incómodo. No veía a su padre de hacía dos años atrás, además sabía lo que este pensaba sobre él.
El hombre ingresó al cuarto. Detrás de él iba una mujer que parecía haberse bañado en botox y que tenía el cabello teñido rubio. Y Roger supo que era teñido por las marcadas raíces con algunas canas que tenía.
— Hola, Roger —lo saludó.
— Hola, padre —dijo en tono bajo.
— Ah, sigues con Brian.
— Sí —dijo y apretó sus manos sostenidas con fuerza.
— Bien, como sea.
La habitación se llenó de silencio por algunos minutos. Solo se oía el televisor que Vincent tenía encendido, el cual seguía viendo los Simpsons.
— Ah, sí, ella es Edith —dijo—. Nos casaremos a inicios del verano.
— Mucho gusto —le estiró la mano para estrecharla. Ella lo miró con desdén y no hizo nada, Roger simplemente bajó el brazo algo avergonzado y Brian frunció el ceño—. Soy... soy Roger.
— Sí, ya lo sabía —dijo—. Edith Towers.
— Sí, ya sabía —murmuró—. Bueno... eh... quizás ya debamos irnos.
— Oh, pero acabas de llegar —dijo Prudence—. Vamos a comer, siéntate en la mesa.
Roger asintió resignado y se sentó junto con Brian y los demás en la mesa del comedor. Se sentía como un mono en un zoológico. Expuesto.
Prudence dejó un plato de espagueti en frente de cada uno, prosiguieron a comer en silencio.
— Y... Roger —dijo Edith—. ¿Qué estudias?
— Biología —respondió.
— Tuvo puntaje perfecto en la prueba —dijo Brian intentando demostrar que su novio no merecía un menosprecio. Roger se sonrojó.
— Ah, bien por él —dijo Edith.
— ¿Qué cosas te gustan? —preguntó Prudence—. A mí en lo personal, me gusta mucho la música. Es fabulosa.
— A mí también me gusta —respondió Roger—. ¿Qué escuchas?
— A Lady Gaga, a Rihanna, a Ariana Grande...
— Ah... ya veo —dijo.
— ¿Tú?
— Pink Floyd, Nirvana, los Beatles, Guns n Roses, Def Leppard...
— Me caes bien —dijo Vincent—. ¿Escuchas a Mötley?
— Claro, son buenísimos.
— ¿Y películas? Yo soy fan de los superhéroes —dijo Prudence muy feliz—. Deseo ser como Harley Queen.
— De hecho, prefiero Harry Potter —respondió, no evitó pasar por su mente un «Harley Queen es villana, no superhéroe, tarada”, pero no dijo nada así—. Aunque los libros son mejores.
— Ah... ¿y tú, Brian? —preguntó la chica.
— Pues, de música, lo mismo que Roger —respondió—. De películas, no soy tan fan de Harry Potter como él, pero sí me gusta mucho Star Wars. Las películas de DC no son malas, pero prefiero Marvel.
— ¿Tienes casa? —preguntó Edith.
— Sí —respondió—. Vivo con mi mamá, pero la universidad tiene habitaciones, así que me quedo allí durante el año académico.
— Ah... ¿acaso no hay peluquerías cerca? —preguntó.
— Mamá, más educación, por favor —murmuró Vincent avergonzado.
— Disculpen —dijo Roger y se arregló el cabello con vergüenza.
— ¿Y sigues trabajando en la cafetería? —preguntó su padre.
— No, trabajé dos meses allí. Después me cambié a la tienda de música, pero solo trabajo allí los veranos —respondió Roger.
— Ok.
— Bueno, ¿cuánto tiempo llevan juntos? —preguntó Prudence.
— Como cuatro o cinco años —respondió Brian.
— Oh, empezaron jóvenes —comentó la chica—. Según Instagram y sus zodiacos, los romances jóvenes cuyos ambos nombres comiencen con la letra erre, no son duraderos.
— ¿Dos erres? —preguntó Brian.
— Sí, Roger y Ryan.
— Me llamo Brian —corrigió—. Con be y con i latina.
— Ah, un error sin importancia —dijo Prudence. Brian se sintió ofendido, pero no dijo nada.
— ¿Se conocieron en la escuela? -preguntó Edith.
— Sí —respondió Roger.
— En el tiempo que te creías niño pequeño —comentó su padre.
Roger comenzaba a apurarse para comer. Brian hacía lo mismo al notar a su novio. Podía saber con certeza que lo que más deseaba en rubio en aquel momento, era irse de allí y no volver a verlos.
— Nunca los felicité por la boda —dijo Roger tras un momento en silencio.
— No.
— Bueno, felicidades.
— Gracias.
Volvían al mismo silencio incómodo, por el momento, el único que parecía agradarle era Vincent, y el parecido físico lo impresionaba bastante. Se notaba que el chico era hijo de Michael Taylor y no de quien fuese el padre de Prudence.
— Bueno, Vincent usa tu habitación—dijo Michael—. Espero que no te moleste.
— No, para nada —dijo, a fin de cuentas aquello era verdad.
— Y bueno, Pruddie usa la de Clare.
Roger se mordió la lengua para no decir nada. Aquello sí le había molestado, claramente. Y no por querer tenerle un altar a la niña, sino, por que le habían quitado lo que era de ella, habían quitado su recuerdo y habían instalado a Prudence allí.
— Oh, qué bien —dijo, Brian notó que estaba molesto—. ¿Tienen las cosas de Clare en el ático? Puedo llevármelas si quieren...
— De hecho, las boté —respondió Michael sin darle importancia.
— ¿Qué?
— Oh Dios mío, Roger, ya supéralo, Clare no usa esa habitación de hace ocho años porque está muerta. No va a volver por sus cosas —dijo Edith, quien al parecer había sido informada de la situación de la niña.
— Lo siento, pero no creo que para nadie sea grato perder a un hermano —dijo Roger intentando calmarse. Brian le tomó la mano y le dio un apretón ligero para calmarlo—. Y más por la forma en la que ella se fue.
— Roger, fue hace cuatro o cinco años, por favor, sigue adelante —dijo Michael, al parecer el tema comenzaba a molestarlo.
— Fue hace cuatro años, siete meses y ocho días —murmuró para luego añadir en voz alta—. Solo digo que pudieron darme las cosas a mí y a mamá —dijo—. Le hubiéramos dado un lugar... o al menos conservar algo...
— No había espacio —sentenció Michael y Roger apretó los dientes.
— ¿Pero las botaste a la basura?
— ¡Ya te dije que sí, deja de insistir! —exclamó molesto. Roger miró al plato de comida ya básicamente vacío y asintió.
— Oh, pero no te preocupes, Roger —dijo Prudence—. Yo puedo ser como la nueva Clare, ya la vas a superar. Si murió, fue por algo, ¿no crees?
Roger se levantó de súbito.
— Bien, creo que se nos hace tarde, lo siento, nos vamos —dijo y tomó la mano de Brian, quien también se levantó.
— Dios mío, ¿vas a armar un escándalo? —preguntó Michael molesto.
— No, exactamente por eso me estoy yendo —respondió—. Disculpen las molestias, un gusto haberlos conocido.
Michael se interpuso.
— Escúchame bien, niño, no porque ya estés en la universidad significa que puedes hacer lo que te plazca, así que te quedas, conoces a tus hermanos y a Edith y te ahorras la cara de trasero que tienes.
— No porque Clare haya muerto y tú tengas una familia nueva significa que vamos a reemplazarla —dijo, su padre lo miró con un verdadero odio.
— Siéntate, Roger.
— No.
— ¡Que te sientes! —exclamó en un susurro. Roger lo miró mal, pero obedeció.
— Lamento eso —murmuró y tomó agua para evitar seguir hablando.
— Igual a Winifred —murmuró Edith.
— Bueno —dijo Prudence fingiendo que no había sucedido nada—. ¿Dónde estudias?
— Oxford —respondió.
— ¡Yo tengo una amiga que estudia allí! —exclamó—. Voy a preguntarle si te conoce.
— Eh... claro... —dijo mientras comenzaba a entrar en pánico. Si la chica lo conocía, de seguro era por los rumores, y ahí iba a tener problemas.
— Deberías darme tu Instagram —siguió.
— Roger punto Taylor —respondió, a fin de cuentas no tenía un nombre muy producido.
— ¿Y tú, Bri? ¿Puedo llamarte así?
Brian pensó en responder «no», pero aceptó más por cordialidad que por otra cosa.
— Bri punto hache May —respondió.
— Los añadiré a ambos —sonrió Prudence.
— ¿Puedo añadirte también? —preguntó Vincent.
— Claro.
— ¿Y dónde estudias tú, Bri?
— Estudio en Oxford también —respondió—. Cuando íbamos en la escuela decidimos postular ambos allí para estar juntos.
— ¡Qué romántico! —exclamó Prudence.
— Yo no diría romántico —masculló Edith, Brian fingió que no la había escuchado.
(...)
— ¡Dios mío! —exclamó Roger entrando a la habitación—. ¡Qué horror! ¿¡Cómo diablos mi papá engañó a mi mamá con esa mujer!? ¡Y qué hija más insoportable tiene! ¿¡Qué se cree intentando reemplazar a Clare!? ¡Nadie va a reemplazar a mi hermanita! ¡Absolutamente nadie!
— Rog.
— ¡Me trataron como basura! ¡Como si hubiese sido un maldito perro!
— Rog.
— ¡Y lo peor de todo es que botaron las cosas de Clare! ¿¡Cómo diablos se les ocurre!? ¡Pudieron dármelas a mí o no haberlas botado todas! ¡Es el colmo de los c-!
Brian lo tomó de los hombros y le plantó un beso en los labios que pareció tranquilizarlo. Una vez separados, el mayor habló.
— Rog, escucha, sé que es difícil para ti, pero por favor, tranquilízate —le dijo—. Yo también estoy enfadado por cómo fueron, pero lamentablemente no podemos cambiar lo ocurrido.
— Lo sé... —suspiró—. Es que... ¡agh! Una cosa es que sea conmigo y otra que sea con Clare o con mi mamá. Sí, escuché la indirecta que le lanzaron. Maldita sea...
— Roger...
— ¿Para ellos mi papá es casi el mejor siendo que para mí fue...?
— Al parecer...
— A ellos los trató con cariño. A ellos los quiso. ¿Y a mí no? ¿Qué hice mal? ¿Es porque no salí normal?
— Sí saliste normal.
— Para él no —desvió la mirada y se abrazó a sí mismo—. Para él soy un maldito joto infantil que le arruinó la vida. Y por lo visto, Clare tampoco era tan importante para él.
— Roger, por favor no pienses eso...
— Pero eso es lo que demuestra —repuso—. Eso es lo que me hace ver y pensar. Trata mejor a Prudence y siquiera es su hija. Yo... yo soy su hijo... yo no hubiera nacido a no ser por él. Soy su hijo con la mujer con la que se casó y para él soy solo un fastidio.
— Roggie, por favor no pienses así —dijo Brian y acarició su mejilla—. No eres un fastidio, y si te trata mal, él es e hijo de perra. Él es el que está mal, por el simple hecho que eres alguien maravilloso. Con intenciones realmente buenas y puras.
— Él no lo ve así —musitó.
— Mi amor... —suspiró—. No quiero que sigas sintiéndote mal por este tipo.
— Pero es mi papá...
— No, solo aportó esperma ¿Alguna vez actuó como uno?
— Antes. Cuando yo era pequeño —se pasó las manos por los ojos—. Recuerdo que nos llevaba a Clare y a mí a la playa... por más lejos que estuviese, nos llevaba. Jugaba con nosotros en la arena, nos cuidaba... no sé en qué momento terminó siendo lo que es. Incluso el nombre Roger me lo puso él. Mi mamá quería ponerme Andrew —rió por lo último—. Pero... no sé, Bri, realmente no sé.
Brian se dedicó a escucharlo. Se habían sentado en la cama del rubio y sin más, sostuvo su mano con fuerza para luego entrelazar sus dedos. Aquello reconfortó en cierta manera a Roger, quien decidió apoyar la cabeza en su hombro con el fin de sentir su calor.
— Cuéntame —pidió. Supo que se cierta manera, aquello lo ayudaría y lo haría sentirse más tranquilo. Roger asintió.
— Recuerdo... que tenía como seis años —dijo—. Clare aún era una bebé. No recuerdo si había o no cumplido los dos años, pero yo ya tenía seis. Los había cumplido como una semana atrás. La cosa es que fuimos al parque de diversiones, los cuatro, y me perdí. No recuerdo mucho, era muy pequeño, pero sí recuerdo que veía cientos de personas, menos a mis padres. Me puse a llorar, estaba desesperado y pensé que no volvería a verlos. Estuve todo el día perdido. En un rincón, llorando y encogiéndome. Y bueno, mi papá me encontró. Habían estado todo el día buscándome. Todo el día.
— ¿Y qué pasó?
— Me abrazó —dijo—. Dijo “gracias a Dios que apareciste” y me abrazó. ¿Hace cuánto que no lo hace? Ya ni siquiera lo recuerdo. Pero en aquel momento, lo hizo. De verdad...
— Te creo —suspiró.
— No sé qué hice mal —se llevó las manos al rostro.
— Nada...
— No sé en qué fallé —siguió, Brian tomó las manos que tenía en su rostro y entrelazó una de ellas con la suya. Roger miró cada una de estas acciones mientras una lágrima se deslizaba lentamente por su mejilla. El mayor colocó la mano restante en esta y le secó la lágrima suavemente con el pulgar.
— Escucha —dijo—. Tú no has hecho nada malo. Tú no eres el problema. Es él. Porque él fue el que no supo apreciarte. Porque él se quiso convertir en el monstruo que es ahora. Tú eres el chico más puro que conozco. Más dulce. Más tierno. No mereces sufrir por cómo te trata quien se supone que es tu padre. No tienes que dejarte afectar por él. Tú eres más que eso. Eres más que alguien que quiere la aprobación paternal. Eres Roger Taylor, el amor de mi vida, y la persona con quien quiero pasar el resto de mis días. Eres la persona más buena y gentil que conozco, y eso nadie lo va a cambiar, ni tu padre, ni yo, ni nadie. Es algo que simplemente te pertenece, y eso te hace único.
Roger sonrió y miró al suelo por un segundo para luego devolver su atención en los dos orbes hazeles que estaban frente a él.
— Gracias —dijo con sinceridad y sin borrar la sonrisa.
— No tienes que agradecérmelo —dijo—. Simplemente te estoy diciendo la verdad.
Roger lo abrazó y él le correspondió el abrazo.
Y estuvieron así el resto de la tarde.
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