27
Brian lo abrazó devuelta e hizo que lo mirara. Se horrorizó al verlo golpeado, sangrando y con lágrimas en los ojos, obteniendo una mirada llena de desesperación por su parte.
— ¡D-Dios mío! —exclamó y le acunó el rostro con una mano, mientras Roger se dejaba reposar en esta aún asustado y con lágrimas en los ojos. Se las secó con el pulgar suavemente—. ¿Quién fue el imbécil que te hizo esto?
— ¡N-No sé, no me acuerdo! —exclamó—. B-Bri, por favor vámonos, quiero irme a casa... p-por favor...
— Solo dime quien fue —pidió intentando calmarse—. Dime quién fue para matarlo aquí mismo.
— N-No me acuerdo cómo se lla-llama... —se limpió el ojo.
— Bueno... —suspiró—. Yo lo voy a averiguar, pero ahora voy a llevarte a casa. Necesitas descansar.
— ¡Q-Quiero a mi mamá! —sollozó y lo volvió a abrazar fuertemente.
— La llamaré cuando lleguemos, Roggie —dijo al borde de las lágrimas—. ¿Puedes caminar? Yo te llevo.
— S-Sí, sí puedo —aseguró. Brian asintió, lo tomó con cuidado del brazo para llevárselo al auto.
Roger miró el lugar donde ocurrió todo y se mordió el labio, lo que le dolió más de lo normal, puesto que este estaba partido por los golpes.
Brian vio algunos rastros de sangre en el asfalto y se estremeció. Lo rodeó con un brazo y lo ayudó a subirse al auto.
— ¿Quieres escuchar música?
— Bueno... —musitó.
Brian partió el auto tras un suspiro y transitaron por las pobladas calles londinenses.
Cuando llegaron al departamento de Roger, Brian lo ayudó a bajar y a pasar hasta el ascensor. El rubio abrió la puerta al llegar con su llave. No había nadie.
— ¿Estás más tranquilo?
— Creo...
— Roggie —le tomó ambas manos y lo miró a los ojos, Roger rehusó su mirada—. Necesito que me digas quién te hizo esto y por qué. Por favor, mi amor.
— N-No me acuerdo —musitó.
— Está bien —dijo y le acarició la mejilla, Roger emitió un quejido leve al sentir el ardor del roce contra la herida—. Voy a sanarte, ¿sí?
Asintió y se quedó en su sitio mientras Brian buscaba un botiquín. Cuando lo encontró, volvió.
— Bien, bebé... ¿bebé? —preguntó y se extrañó al no verlo allí—. ¿Roggie, dónde estás?
Buscó en la casa, hasta que lo encontró en su habitación, frente al espejo, mirándose con el semblante triste. Brian suspiró y se puso con él para luego abrazarlo por la espalda. A Roger le dolió, puesto que aún estaba adolorido, pero no dijo nada. Solo tomó una de las manos de Brian que se entrelazaban frente a su estómago y la sujetó débilmente.
— Me dijeron cosas feas, Bri —murmuró.
— Yo voy a encargarme de ellos —dijo Brian al instante y besó su cuello de forma suave. Roger sintió el acostumbrado cosquilleo.
— No sé si puedas —dijo en el mismo tono—. Me tiraron al suelo y me golpeé en la cabeza. Estoy algo mareado y no recuerdo quiénes eran.
— Ven, entonces —lo tomó suavemente de la mano y lo sentó en la cama. Él se sentó a su lado y sacó el botiquín para comenzar a curarle las heridas. Roger emitía ciertos quejidos de dolor cuando Brian palpaba el algodón sobre su pálido y herido rostro—. Tranquilo, mi amor, ya casi termino.
Le corrió el cabello de la frente y vio una quemadura circular en esta. Dio un pequeño suspiro, besó su frente y le colocó crema para las quemaduras en la zona afectada.
— Eso era un cigarro —murmuró Roger.
— Te voy a poner algunos parches cuando se seque el alcohol para desinfectar —dijo tras suspirar.
— Está bien.
— ¿Te duele mucho? —preguntó.
— Sí —respondió.
— No volveré a dejarte solo nunca más —dijo Brian acariciando suavemente su mejilla.
— Me veo horrible... ¿verdad?
— Claro que no, Roggie... —dijo y lo abrazó. Roger apoyó el rostro en su hombro y lloró en silencio—. Pese a todo, estás más hermoso que cualquier persona del mundo. ¿Sí?
Sonrió levemente ante lo dicho.
— ¿Dónde más te golpearon?
— En todo el cuerpo...
— Bien... sácate la camiseta.
— ¿A-Ah? —preguntó rojo.
— No, tranquilo, no es por eso —sonrió levemente—. Voy a seguir curando tus heridas.
— M-Me da vergüenza —admitió.
— ¿Por qué? Soy tu novio.
— Porque estoy algo gordo... —musitó.
— Claro que no —dijo—. Y si te sientes así, ¡Yo también lo estoy! ¿Sabes cuánto subí por las fiestas?
Roger rió levemente y con algo de vergüenza se sacó la camiseta, Brian le curó el resto de las heridas y le puso un vendaje, para luego dejar que volviera a ponérsela.
— Y no tienes que preocuparte —le dijo—. Pese a las heridas, fue lo más bonito que he visto en mi vida.
Roger sonrió sin evitarlo ante aquel comentario.
— Gracias —dijo y se colocó un mechón de cabello tras la oreja.
Brian guardó las cosas y se sentó a su lado para luego abrazarlo. Roger correspondió y escondió el rostro en su hombro mientras él le acariciaba el cabello.
Y estuvieron largo rato así.
— ¿Ya estás más tranquilo? —le preguntó Brian sin separarse.
— Sí —aseguró—. Contigo sí.
— Menos mal...
— Me pasó algo muy raro —dijo y se limpió los ojos mientras le sonaba la nariz al respirar—. Cuando no te encontraba.
— ¿Qué cosa?
— Como si todo se apretara —respondió—. Y se pusiera en cámara lenta. No podía respirar, quería gritar y tampoco podía. Veía a cientos de personas rodeándome y no a ti... fue horrible.
— Creo que te dio una crisis de pánico... —suspiró Brian sin dejar de acariciar su cabello—. Mi mamá las tuvo cuando recién murió mi papá...
— ¿Entonces ahora me darán cada vez que me asuste o algo? —preguntó.
— No necesariamente —lo tranquilizó—. Yo te ayudaré para que no vuelva a pasarte.
— Gracias —dijo con sinceridad.
Se recostaron en la cama y volvieron a abrazarse mirando el techo. Necesitaban el conforte del otro en aquel momento y allí lo tenían. Sin falta.
— ¿Recuerdas por qué te hicieron esto? —preguntó.
— Por lo que soy —dijo—. Y también por lo que ellos creen que soy.
— ¿Y entonces por qué no me golpean a mí? —preguntó con impotencia—. ¿Por qué no me dicen joto a mí y si quieren me matan? No me importa lo que me hagan, pero que sea a ti... eso es otra cosa.
— Mi amor... tú no tienes rumores raros sobre ti —dijo Roger—. A ti no te creen un fácil que está con todo el mundo. Jamás en mi vida volveré a una fiesta...
— Roggie, tampoco es para que pienses así —suspiró.
— Pero así son las cosas —dijo—. Ya no importa. No quiero ni siquiera volver la próxima semana, pero debo hacerlo. No quiero volver a hundirme en ese mismo hoyo. No quiero... no quiero tener depresión de nuevo. Soy feliz, de verdad que sí, y no quiero que un grupo de imbéciles me lo arruine. ¿Comprendes?
— Claro que sí... —dijo—. Parece que cada vez que todo está bien, algo hace que todo se venga abajo... primero, lo de Clare, tu padre y que me voy a Australia, después te molestan y casi te matan, después terminamos, volvemos, logras superar todo, mi papá muere, volvemos a terminar, volvemos a volver y cuando parece que todo está bien... sucede esto. ¿Algún día podremos ser felices sin preocuparnos por nada más? ¿Algún día podremos estar tranquilos? ¿Estar juntos sin importar lo que piense el resto?
— Claro que sí —dijo Roger—. Yo soy feliz todos los días por el simple hecho de tenerte a mi lado, yo estoy tranquilo porque sé que estando tú conmigo nada va a pasarme y... y simplemente no me interesa lo que el resto piense de nosotros. Soy feliz con lo poco y nada que tenemos, porque podríamos estar peor, porque hay personas que sí sufren o sufrieron por un amor frustrado. Soy feliz porque te tengo a mi lado en las buenas y en las malas, y porque pese a todo, seguimos juntos y nada, o nadie nos lo impide.
— Pero mira lo que te hicieron, bebé —dijo mientras su vista se nublaba—. Mira cómo te dejaron. Tu carita... está rota...
— Son heridas exteriores...
— Pero tu mirada cuando me abrazaste... tus ojos... tu mirada era tan triste... fue... fue como cuando volví de Australia...
— Me... me descontrolé —murmuró—. No debí haberte puesto nervioso...
— No es el haberme puesto nervioso, Roggie —dijo—. Es el miedo que yo tuve de que volvieras a sufrir lo mismo. Es el miedo a volver a verte roto, a volver a ver cortes en tus brazos, a volver... a volver a verte sufrir.
Roger se acomodó entre sus brazos, sabiendo que lo que Brian acababa de decir, era la total y absoluta prueba de que este lo amaba. Y sonrió.
— No volverá a sucederme —aseguró y se acomodó mejor para verlo a la cara. A Brian aún le dolía verlo malherido—. No dejaré que nada arruine nuestro amor.
— Yo tampoco —aseguró y acarició sus cabellos—. Voy a luchar por nosotros.
— Yo también —aseguró—. Te amo.
— Yo te amo más, Roggie —lo besó y él correspondió.
Y aquella vez fue un beso distinto. Uno que daba certeza de que todo lo dicho anteriormente era cierto, uno que mostró con profundidad el amor y apoyo que sentían y se darían. Uno que los hizo olvidarse de los dolores sentidos aquella noche y que los ayudó a sanarse internamente. A ambos.
Y tras separarse, dieron una risa leve y volvieron a besarse varias veces, para luego juntar sus frentes y entrelazar sus manos.
— No permitiré que nadie vuelva a dañarte, Roger.
— Yo tampoco a ti, Brian.
Y dicho esto, volvieron a besarse.
(...)
Cuando volvieron a las clases nuevamente, Roger seguía con las heridas y moretones en su rostro, solo que más leves. Claro, de lejos igual se notaban, pero él le restaba importancia. De todas formas, a veces se avergonzaba cuando algún niño le preguntaba a su madre si era una especie de boxeador, y claro, le avergonzaba a veces que Brian lo viese así, pero el mayor siempre le decía que su aspecto físico no le importaba, pese a que este también le encantaba.
Mientras ordenaba sus cosas, Michael apareció por la puerta sonriente.
— ¡Hola, Rog! ¡Feliz año y feliz navidad! ¿Cómo has esta...? —se interrumpió él mismo al ver el rostro golpeado de Roger—. ¡Dios mío! ¿¡Qué te sucedió!?
— Unos idiotas me golpearon en Año Nuevo —respondió simplemente—. Adivina qué, v-
— ¿¡Qué!? ¿¡Quién diablos fue para cortarle el esternón!?
— No recuerdo... me golpearon la cabeza...
— Esos imbéciles... apenas recuerdes los mato, ¿bien? —dijo y Roger dio una risa leve—. Bueno, ¿qué ibas a decirme?
— ¡Volví con Brian! —exclamó muy alegre.
— ¿En serio? —preguntó abriendo los ojos más de lo normal.
— ¡Sí! —sonrió—. ¡Y en Navidad! Me besó, me pidió volver y simplemente no pude decir que no... es tan dulce...
— ¡Estoy contentísimo por ti! —lo abrazó y le dio una ligera palmada en la espalda, Roger emitió un quejido—. Lo siento...
— No importa —sonrió.
— ¿Y cuándo fue esto?
— ¿Ah?
— Roger, algo te sucedió, una pelea, unos imbéciles... quiero saber cuando fue y por qué.
— Ah —dijo—. Bueno, en Año Nuevo —respondió con normalidad—. Me golpearon algunos de la clase, pero no recuerdo quiénes eran... no importa —sonrió.
— ¿¡No importa!? —exclamó escandalizado—. ¡Mira cómo te dejaron! ¿Estás seguro que no lo recuerdas?
— No... —dijo—. Bueno, no importa. Ahora quiero concentrarme en que Bri y yo estamos bien.
— ¿Brian sabe de esto?
— Claro que sabe.
— ¿Y qué dijo?
— Quería matarlos —rió levemente—. Pero fue tan dulce... me llevó a casa, me curó y me cuidó toda la noche y todo el día.
— Me alegro muchísimo —sonrió Michael—. Yo me uno si quiere para matarlos, solamente te digo.
Roger volvió a reír.
— No es necesario —dijo.
— Como digas —dijo Michael y rió levemente—. Oye, dieron los horarios de las materias obligatorias, ¿te lo dieron?
— No —dijo—. Déjame ver.
— Recién salido de... el basurero —dijo sacándola.
— ¡Qué asco!
— Era broma —rió—. La saqué de recepción, veamos.
— Anatomía, célula, historia... no sé qué hace historia ahí, pero bueno, hm... organismos... ¿e.d? ¿qué es eso?
— Ni idea... —respondió Michael y volteó la hoja—. Ah, aquí sale, educación física.
— ¿¡Qué clase de universidad tiene educación física como materia obligatoria!? —exclamó Roger—. ¡Soy un fracaso en educación física! ¡Una vez tuve que hacer treinta abdominales en treinta segundos e hice doce!
— No jodas, Roger —rió Michael—. Son materias para subir las notas.
— ¡Saqué un un dieciocho en voleibol! ¡Y un veinte en rugby! ¡Me tacleaban cada dos segundos!
— Bien, bien, te creo —rió Michael con mayor intensidad.
— ¡Era el peor de la clase! Bueno, éramos, Brian y mis otros amigos de la escuela también apestaban —rió—. A veces nos llamábamos a nosotros mismos como los niños de It.
— A mí me subía el promedio con educación física —siguió riendo.
— Pues perdón por ser un fracaso en lo que tenga que ver con motricidad física —dijo Roger.
— Bien —rió Michael—. Bien, ve a ver a tu novio, yo seguiré ordenando.
— Claro —Roger se despidió y entró a ver a Brian, quien lo recibió con un abrazo y un beso.
Y como siempre, se sintió amado en sus brazos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top