17
— Hola, hermoso.
— Por milésima vez, no pienso ser nada más que tu amigo —dijo Roger molesto.
— ¡Vamos! Estás loco por mí —insistió Edgar y le guiñó un ojo.
— Eh... no —dijo Roger—. Así que por favor, deja de coquetearme.
— Bien... —accedió—. ¿Irás a la fiesta?
— ¿Cuál fiesta?
— La fiesta de fin de año —explicó Edgar—. Arriendan una piscina...
— Ah... sí, la he oído —dijo—. Supongo que sí, ¿por?
— No sé, sería agradable que fueras —dijo.
— Supongo que distraerme un poco no haría mal... —pensó en voz alta.
— Claro, en serio, deberías ir, prometo no molestarte.
— Bien —se encogió de hombros.
(...)
Y aquel día llegó.
Todos estaban ya allá. La pasaban bien, varios en la piscina, otros charlando y otros comiendo. Lo típico.
Roger estaba sentado en la orilla mientras conversaba con Michael y Riley, su novia. Brian lo miraba desde una esquina fingiendo que leía sobre una reposera. Le encantaba como le brillaba el cabello rojo a la luz del sol.
Notó como otro chico se le acercaba y también hablaban. En un momento le puso el brazo por los hombros y el pelirrojo lo alejó con un empujón leve, que lo botó a la piscina. Rió por lo bajo, mientras el tipo tomaba a Roger por la pierna y hacía que cayera también.
— ¡Idiota! —escuchó gritar a la voz de Roger mientras le salpicaba agua e intentaba volver a sentarse.
— Te quedará el cabello rosa por el cloro —dijo el otro chico.
Quizás Roger estaba saliendo adelante ya. Suspiró, si eso era verdad, sus oportunidades de recuperarlo desaparecerían.
— Hola, Bri —dijo William sentándose con Lainey.
— Hola —saludó dejando el libro a un lado.
— ¿Vas a hablar con Roger? —preguntó William.
— No sé... lo veo tan feliz...
— Vamos, Bri —dijo esta vez Lainey—. Que te recuerde como algo bueno en su vida, no como terminaron.
— Sí... bueno, tienes razón... —dijo Brian.
— Te lo hemos dicho como veinte veces, Brian ¿crees que no sabemos que tenemos razón? —preguntó William, Brian rió.
— Sí, lo sé, lo sé...
— Si quieres, espera a que esté solo —propuso William.
— Sí, yo creo que eso haré.
El rato fue pasando, ya habían almorzado y varios seguían en la piscina.
— Hey, guapo, ¿qué haces?
— Ya te dije que no me dijeras así, Edgar —respondió Roger mientras seguía anotando en su libreta.
Edgar se sentó a su lado y leyó, Roger rápidamente ocultó la libreta de su vista.
— ¿Pétalos caídos? —preguntó.
— Ya déjame tranquilo —masculló Roger—. Es algo personal.
— ¿Por tu ex?
— Sí. Por eso, déjame tranquilo.
— Bueno, bueno —dijo y guardó silencio un rato—. ¿Estás aún deprimido por él?
— Bueno... sí —admitió.
— Entiendo, la gente piensa que como ha pasado mucho tiempo uno tiene que superar, pero es bastante difícil.
— Sí, justo eso —sonrió con tristeza—. Quizás fue por lo mucho que vivimos.
— Nosotros podemos vivir mucho también.
— ¿Sabes? Creo que comienzo a odiarte.
— Era broma —dijo—. Es entendible. Mi novia anterior me fue infiel y aún duele cuando lo recuerdo.
— Imagino que sí... lamento mucho haber oído eso.
— No te preocupes, es algo que ya no puedo evitar. Vamos, sigue desahogándote.
— De seguro ya te aburrí —rió levemente.
— ¡Claro que no! ¿Sabes lo que me costó que no me hablaras como si tuvieras un palo metido en el trasero?
— ¿Qué diablos significa eso? —rió Roger con mayor intensidad.
— Que me costó que fueras amable.
— Sí, lo siento por eso —dijo e intentó sacarse una lagaña del ojo con los dedos.
— No te preocupes. Ahora sigue hablando.
— Bueno, ya —rió—. No sé, es como si todo lo que di por nuestra relación hubiese sido en vano. ¿Comprendes?
— Por supuesto que sí, yo sentí lo mismo.
— Creo que eso, sumado a que lo extraño y que sigo amándolo, es lo que peor me tiene.
— ¿Quieres animarte con algo?
— Supongo...
— Ven, sígueme.
Roger se encogió de hombros y lo siguió. Caminaron a un sector más apartado con unas bancas.
— Vaya, hay mucho bosque aquí...
— Supuse que te animaría, es algo lindo —dijo.
Roger se quedó mirando el bosque. Parecía quieto y silencioso.
— Oh diablos, se me quedó mi libreta... —murmuró Roger.
— Si quieres pasamos a buscarla.
— No... no importa, iré después.
Mientras tanto, Brian hablaba con su madre por celular.
— Así que dijeron que necesitábamos esos papeles —dijo ella—. Los tienes, ¿no es así?
— ¿Cuáles?
— Los del hospital, de los insumos.
— Pero esas las tienes tú.
— No, Brian, te las di a ti para que las guardaras.
— Yo jamás tuve esos papeles...
— Te los pasé en el tribunal. No me digas que los perdiste...
— Oh no...
— ¡Brian! ¡Los perdiste!
— ¡No! ¡Juro que no los perdí! —exclamó asustado.
— Eran importantes para el juicio...
— Lo siento muchísimo, yo... los debí haber dejado en un mueble...
— No puede ser, Brian... después hablamos —cortó.
Suspiró y se colocó las manos en la cabeza mientras se maldecía a sí mismo constantemente y en silencio.
— ¡Hey, Brian!
Se dio vuelta, Marty estaba allí viéndolo sonriente.
— ¿Qué demonios quieres ahora? —preguntó molesto.
— Solo encontré esto —le pasó una libreta—. Quizás puedas dársela a su dueño, pero te recomiendo que la mires, podrías pasar un buen rato.
Brian arrugó el entrecejo mientras Marty le entregaba la libreta y se iba. La abrió.
Roger M. Taylor
La cerró rápidamente. Esa libreta era de Roger. ¿Y por qué la tenía Marty?
La curiosidad le ganó y la abrió. La caligrafía del que en algún. Tiempo fue su novio llenaba la libreta de frases de canciones y libros, siguió pasando las hojas hasta que encontró unos poemas.
Pétalos caídos
Hubo un tiempo
en el que nuestro amor compartimos.
Aquel tiempo divino
que ahora queda reducido a pétalos caídos.
Sintiéndome fatal
por palabras de calibre mortal
llegué muchas veces a llorar,
añorando despertar
de una pesadilla totalmente real.
¿Por qué todo sucedió así?
¿Por qué de la nada mi vida vuelve a ser gris?
Sigo amando, pese a que estoy lastimado.
Sigo queriendo, pese a que razón a ello no le encuentro.
Sigo queriendo
que juntos nuevamente estemos.
Pero quizás tú no.
Lo dejaste claro en tu ultima oración.
Porque todas las rosas que planté fueron en vano.
Porque todo el Amor que te di fue desechado.
Y ahora veo sus pétalos caer uno a uno.
Lo siento, aún te amo.
No puedo evitarlo.
Y aunque sé que tú no lo haces,
sigo queriéndote al igual que antes.
Le dieron ganas de llorar al leerlo. Roger aún lo amaba y él lo había tratado como basura. Siguió pasando las páginas. Ya no habían poemas, habían frases como «lo que pasó fue en vano» o «darlo todo por nada.» se sentía cada vez peor.
Hablaría definitivamente con él. Lo haría en ese mismo instante.
— Cuando niño venía a aquí —dijo Edgar.
— ¿En serio? —le preguntó Roger.
— Sí, de vacaciones —asintió—. Aún no estaba este lugar, solo el bosque.
— Suena genial —dijo.
— Lo era —lo miró y le sonrió—. Nunca te pregunté, ¿qué estudias?
— Biología —respondió.
— Vaya, buena carrera —dijo.
— ¿Tú?
— Química.
— También es una buena carrera.
— Sí, la química es fascinante —dijo mientras miraba la boca rosada del rubio.
— La biología también. Primero pensé en estudiar odontología, pero no me veía a mí mismo cómo dentista...
Iba a seguir hablando cuando Edgar le tomó las mejillas fuertemente y lo besó en la boca. Roger trató de separarse y no pudo.
No supo que en aquel momento, Brian había ido a hablar con él, y que al ver el beso, se fue rápidamente.
Cuando pudo soltarse, le proporcionó una cachetada y se levantó.
— ¿¡Qué diablos!? —exclamó—. ¡Te dije que no quería nada contigo!
— Lo siento, me tenté.
— ¡Eres un idiota! ¡De verdad creí que podría ser tu amigo sin que te pusieras estúpido!
— Qué decirte, tú me pones así —le guiñó un ojo. Roger bufó y se fue.
— ¡Hey, Rog! ¡Ven! —lo llamó Michael, todos ya se habían salido de la piscina y estaban alrededor de una fogata.
Se encogió de hombros y se fue con ellos.
(...)
B
rian estaba sentado en la orilla. Roger había salido adelante, había arruinado el juicio de su padre y definitivamente estaba solo.
Si se sentía fatal al leer el poema, se sentía peor. Definitivamente ya no había vuelta atrás. Jamás volvería con Roger. Eso lo tenía claro.
Quizás su madre tampoco lo perdonaría. Le falló también a ellos. Ambos. Sus dos padres.
Había pasado el año a rastras. Tampoco sería astrofísico nunca.
¿Por qué fracasaba en todo?
No servía para nada. Eso pensaba. Había sido una escoria con Roger. Lo había tratado como cualquier cosa. Lo había hecho sufrir. Y ahora él salía adelante.
Miró el agua de la piscina. Nadie lo extrañaría. ¿O sí?
No, nadie.
Así que tomó su mochila y la llenó con piedras, se sacó los zapatos para luego lanzarse. Quizás así dejaría de dañar a todo el mundo. Era la única alternativa.
(...)
Roger había ido al baño. Aún estaba molesto con Edgar y este lo había estado molestando todo el rato. Estaba realmente furioso.
Mientras pasaba por fuera de la piscina, notó unas zapatillas en la orilla de la parte profunda. Se acercó extrañado. Iría a avisar que a alguien se le habían quedado.
Y entonces lo vio.
Notó que Brian estaba al fondo con una mochila a la espalda, comenzó a gritar, no era tonto, e inmediatamente se lanzó al agua.
¿Cuánto tiempo llevaría allí abajo?
Le sacó la mochila como pudo y lo subió. Estaba inconsciente. Lo dejó en la orilla y empezó a hacerle compresiones en el pecho y respiración artificial.
— B-Bri, por favor reacciona —dijo sollozando ya y volvió a intentar reanimarlo—. ¡Ayúdenme por favor!
Algunos se acercaron y se asustaron, varios gritaban. Brian no reaccionaba.
— T-Tiene pulso, por favor reacciona...
Llamaron a una ambulancia, mientras algunos le decían a Roger que se apartara. Él no lo hizo. Se negó.
No lo dejaría solo.
.*•_*.*•
Nota: Roger onda: todo este llanto por nara, ahora soy una chica mala.jpg
Perdón JAJSKSKDK
- Em
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