«11»

— ¡Bri! —lo llamó contento mientras lo saludaba con la mano.

Brian fue a verlo, se notaba feliz y emocionado. Se acercó a él y tras darle un beso corto le dijo que le explicara lo que sucedía.

— Nos invitaron a la boda de Stuart —dijo contento—. Es el próximo mes.

— ¿De verdad? —preguntó Brian imitando su sonrisa.

— ¡Sip! —exclamó feliz—. Es el fin de semana. Ven a buscarme al departamento de mi mamá, me quedaré allí para lavar mi ropa.

— Claro, lo haré —sonrió.

— ¡Genial! Estoy muy feliz por Stuart —dijo—. Es muy buena persona. Merece lo mejor y creo que Sarah lo es.

— Sí, creo lo mismo —dijo Brian.

— Ya no estás celoso, ¿no es así?

— No, mi amor —dijo—. Fui bastante tonto y no volverá a pasar.

— Gracias —admitió y lo abrazó—. No quiero que vuelva a pasar lo que pasó...

— Yo tampoco —lo abrazó devuelta—. Y no volverá a pasar. Lo prometo.

(...)

Brian veía televisión sobre su cama. Aquel fin de semana, al igual que Roger y la mayoría de los alumnos, estaría en su casa; no habían exámenes y estarían más relajados.

Fue a servirse algo ligero para comer y volvió al rato. Siguió viendo Chernobyl sin preocuparse. Sentía la casa sola sin su padre. Era doloroso.

Había visto tres capítulos, cuando recordó algo y entró en pánico.

Roger.

Tenía que ir a buscarlo para ir a la boda de Stuart. Iba tarde. Dos horas tarde. Diablos.

Se vistió rápidamente y corrió al departamento de Roger. Su madre no estaba, así que simplemente golpeó reiteradas veces la puerta esperando una respuesta que tardo en llegar.

El rubio abrió totalmente arreglado, Brian se sonrojó al verlo, pero evitó decir algo al ver su expresión de molestia.

— Tres horas, Brian —fue lo único que dijo.

— Yo... diablos, perdón...

Roger ingresó a la casa y Brian lo siguió. El rubio se sentó en el sofá mientras Brian seguía dando y dando excusas falsas.

— ¿Vamos? Disculpa la tardanza... —dijo, Roger no respondió—. Vamos, por favor... Rog —se sentó frente suyo—. Estás... estás...

— ¿Molesto? Sí, lo estoy.

— No, iba a decir... hermoso —Roger se sonrojó, pero no cambió el semblante serio que mantenía—. Por favor, vamos.

— La ceremonia ya terminó —dijo—. Puedes irte si quieres, yo me quedaré aquí.

— Por favor...

— No puedo ir solamemte a la fiesta, Brian, eso es una falta de respeto.

— Por favor, tú mismo querías ir.

— Así no —dijo.

— Estás exagerando un poco, ¿no crees?

— Bueno, quizás lo hago, pero estoy molesto —dijo—. Me dejaste esperando por tres malditas horas a que te dignaras a aparecer. Sabes lo importante que era para mí ir.

— Lo sé...

Roger se levantó molesto y salió del departamento.

— Vamos, al menos alcanzaremos a llegar a cuando lancen el ramo.

— Espero que lo atrapes.

— Cállate.

Bajaron las escaleras en silencio, Roger se sentía mal por ser duro con Brian, pero estaba molesto y con derecho a estarlo. Suspiró con pesar y siguió bajando las escaleras. Brian iba un poco más atrás y aceleró el paso para estar lo suficientemente cerca suyo y poder tomarle la mano. Roger se soltó.

— Rog...

No respondió y siguió bajando. Brian se pasó las manos por la cara y lo siguió.

El camino fue silencioso. Brian había usado el auto de su padre, ya sabía conducir y él mismo lo haría. Roger se subió al auto y cerró la puerta para luego ponerse el cinturón de seguridad. Brian hizo lo mismo.

Y partieron.

El camino fue silencioso. Roger solo miraba por la ventana y Brian al camino. Finalmente, el castaño se atrevió a hablar.

— Rog, por favor... disculpa —dijo.

Roger no respondió.

— ¿Podrías responderme aunque fuera?

— Disculpa —lo imitó.

— Vamos... sé que te dejé pagando, pero...

— ¿Pero?

— No sé, no sé...

— Es lo que pensé.

— Por... por favor.

Roger suspiró y por primera vez lo miró en aquel trayecto.

— Bri... yo... yo sé que estás mal —comenzó—. Créeme, lo sé, pero... ¿por qué tienes que desquitarte conmigo?

— ¿Desquitarte contigo...?

— No me respondes cuando te hablo, no me escuchas, olvidas cosas... ¡no es la primera vez que me dejas plantado! ¡Ya es la cuarta! —siguió—. No había querido decirte nada, porque sé que estás deprimido y que necesitas apoyo, pero ya no quiero seguir así.

— Yo... perdón...

— Yo quiero ayudarte, pero no me lo permites.

— ¿Estás terminando conmigo...?

— No, Bri, no —se apresuró en responder y el contrario soltó un suspiro de alivio—. Solo quiero hablar esto contigo. No quiero que vuelva a pasar lo del año pasado. Me... me rehuso a que...

— No va a pasar —aseguró—. Lo prometo. Y... no quería que pensaras que me estoy desquitando contigo. Creo... creo que estoy algo descuidado.

— Un poco —bromeó Roger y él se atrevió a seguirle.

— Lo siento, Roggie.

— Si puedes adivinar las cosas que olvidaste, te perdono —dijo.

— ¡Rog!

— Estoy esperando.

Brian rió levemente y negó con la cabeza.

— No recuerdo.

— Entonces no te perdono.

— ¡Vamos!

— Haz un esfuerzo...

— Veamos... una pista, al menos.

— Bien. Miércoles pasado.

— Miércoles... miércoles.... ¡Mier- coles! No recuerdo.

Roger rió pero volvió a fingir seriedad.

— Sigue intentando.

— Veamos... miércoles... oh diablos.

— ¿Ya recordaste?

— Lamento no haberte acompañado al cumpleaños de tu abuela.

— Disculpa aceptada —dijo—. Parcialmente.

— ¡Oh vamos!

— Hm... inténtalo de nuevo —dijo—. Sábado de hace dos semanas.

— Eh...

— Comienza con "c" y termina en "ita al cine".

— Oh diablos... eres bastante paciente, amor.

— ¡No! ¿En serio? Si no me dices no me entero.

Brian rió y se orilló en un lugar disponible.

— ¿Me perdonarías, por favor? —pidió acercándose a su rostro.

— Si adivinas la última —le susurró Roger y Brian rió.

— No arruines mi intento fallido de romanticismo.

— Recordar las veces que me dejaste plantado no es ser romántico, Brian.

— ¡Roger!

— Inténtalo...

Brian suspiró nuevamente y lo miró.

— Pista.

— Te he dado dos.

— ¡Oh, por favor!

— Si me dices cuál fue, te besaré, ¿te parece?

— ¿Solo un beso?

— ¿Qué mas quieres? ¿Un Ferrari?

Brian se echó a reír.

— Eres un caso.

— Y siendo un casi me amas —le guiñó un ojo.

— ¿Quién dijo que te amaba?

— ¿Ah...?

— Broma —se apresuró en decir y Roger lo miró mal—. Lo siento.

— No te perdono, eres escoria —dijo.

— ¡Hey!

— Deberías ver chistes de internet mas seguido, Bri.

— Hijo de...

— ¿De?

— De una buena y hermosa mujer que te llevó dentro de su vientre por nueve meses.

— Ocho —corrigió—. Fui prematuro.

— ¿Y cómo se supone que debería saber eso?

— No lo sé, tú dime.

— Oh, andas gracioso.

— No —dijo—. Vamos quiero que recuerdes.

— ¿Por? —arqueó una ceja.

— No... no sé —mintió con las mejillas rosadas.

— Aw... ¿quieres darme un besito? ¿No es así, mi amor? —preguntó quedando cerca de sus labios, llegando a rozarlos.

— N-No.

— Sí, sí quieres uno —acarició su cabello—. Eres muy bonito, y más cuando te pones así.

— ¿Así cómo?

— Rojo —sonrió—. Pareces una muñequita de porcelana antigua.

— Siempre pensé que Anabelle y yo éramos gemelos.

— ¡Roger! —rió Brian y lo besó, el nombrado correspondió—. Perdón.

— Bueno —accedió—. Y lo que olvidaste era el cementerio.

— Oh, mi amor... no me digas que no fuiste...

— Sí fui, pero solo —dijo con un tono de voz un poco bajo—. Ayer.

— Lamento muchísimo haberlo olvidado... diablos, no quería que estuvieras solo y...

— Ya fue —dijo Roger y acarició su mejilla—. Solo te pido que por favor no te desquites conmigo. Me hace sentir mal, Bri.

— No lo haré más, mi amor —prometió tomando su mano y depositando un beso en ella—. Seré el novio que mereces, Roggie.

— Ya eres más que bueno para mí, Bri —sonrió—. Solo cometes errores a veces, pero todos lo hacemos, no hay que echarse a morir por eso.

— No entiendo cómo puedes ser tan maduro y al mismo tiempo inmaduro —dijo Brian.

— ¡Yo no soy inmaduro! —reclamó Roger.

— Ah, no.

— ¡No lo soy! —le puso el cabello en la cara—. Brócoli.

— No, soy muy maduro.

— ¡Brian!

— Estoy bromeando solamente, bebé —dijo y tomó su rostro para volver a besarlo—. Vamos a la boda de tu amigo.

— A lo que queda de la boda de mi amigo —corrigió Roger.

— Espero que atrapes la liga, mi amor.

— Yo también —le sonrió y siguieron su trayecto.

(...)

— ¡Estuvo genial! —exclamó Roger y Brian cerró la puerta tras él.

— Sí, lo estuvo —sonrió.

— Se ven muy lindos juntos —siguió—. Se nota que se aman mucho.

— Bastante.

— Qué bueno que no se enojó...

— No creo que lo haría —río levemente—. Es su día.

— Sí, buen punto —dijo Roger y se restregó un ojo—. ¿Qué hora es?

— Las... —miró su celular—. Tres veinte de la mañana.

— Oh diablos.

— Me quedaré, ¿puedo?

— Claro, es muy tarde y puede ser peligroso —dijo Roger.

— Genial, le avisaré a mi mamá —dicho esto se retiro a hablar por teléfono.

Volvió al poco rato, Roger ya se había puesto pijama y se había quedado dormido en el sillón esperándolo. Sonrió y lo cargó suavemente para llevarlo a su habitación y taparlo con el cubrecamas.

— Duerme bien, bebé —besó su frente y comenzó a retirarse, pero la mano adormecida del rubio lo detuvo.

— ¿Te vas? —preguntó frotándose un ojo.

— Sí, mi amor —respondió.

— Pero ibas a quedarte —bostezó sin soltar su mano.

— Solo iré a la sala de estar —rió levemente—. No me iré.

— Quédate conmigo —murmuró con sueño y lo atrajo a la cama, para luego botarlo sobre esta y abrazarlo—. Mejor.

— ¡Rog! —rió, iba a agregar algo, pero Roger había vuelto a dormirse—. Dios mío.

Lo abrazó devuelta y también se durmió. Estaba cansado.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top