«1»
— ¿Nervioso?
El rubio se dio vuelta a mirarle y le sonrió. Él se sentó a su lado y tomó su mano. Roger las entrelazó.
— Esto me recuerda a cuando volvimos —sonrió.
— ¿Cuál de las dos?
Brian rió.
— La segunda —dijo.
— Bueno... sí —admitió—. Aquí mismo estábamos.
— Y tomé tu mano —lo abrazó por los hombros mientras él sonreía—. Tú entrelazaste nuestros dedos.
— Y vimos las nubes —dijo.
— Sí, y te besé.
— Sí... —sonrió y lo miró.
— ¿Sabías cuánto había añorado ese beso? —preguntó.
— Hm... quizás —dijo apoyando la cabeza en su hombro—. Yo también lo añoraba. Aunque quería auto-convencerme de que no.
— ¿Y por qué?
— Porque pensé que no volveríamos.
— Hm... yo nunca descarté la posibilidad —dijo.
— ¿Y por eso me ignorabas en la escuela? —rió y él también lo hizo.
— Fui bastante imbécil —admitió entre risas.
— Sí, pero después dejaste de serlo —acurrucó su rostro entre su cuello y rió levemente cuando los rizos le hicieron cosquillas, mas no apartó el rostro.
— ¿Y me perdonaste, amor?
— Claro que sí —dijo—. Diablos me tragué un pelo.
Brian rió estrepitosamente y besó su cabeza, el contrario seguía sin cambiar de posición.
— ¿Y acaso te gustan mis pelos que sigues así? —preguntó sin dejar de reír.
— Claro, me gusta todo de ti —admitió—. Demonios, me tragué otro.
Volvió a reír y le besó la frente, él volvió a sonreír.
— Tienes mucho pelo, Brian —dijo Roger sin alejar el rostro.
— Lo sé.
— De verdad pareces trapeador —bromeó.
— Lo sé.
— Y así te amo.
— Lo sé —lo besó.
— ¿Y por qué quisiste traerme aquí? —preguntó tras separarse.
— Ya vas a saber —dijo—. Pero tenemos que caminar un poco más para eso.
— Hm... ya veo —dijo.
— Hey, nunca respondiste mi pregunta.
— ¿Cuál? —preguntó.
— De si estás nervioso.
— Ah —respondió—. Bueno, no exactamente.
— ¿No?
— No, más que nada estoy emocionado —sonrió—. Empezaré por fin mi carrera.
— Me alegro mucho de que estés emocionado —le dijo—. Yo también lo estoy.
— Será genial —sonrió Roger—. Aunque extrañaré a Freddie y a John.
— Podremos verlos en las vacaciones, bebé —aseguró Brian—. Ahora ven, quiero llevarte a lo que quería mostrarte de un inicio.
— Hm... claro —dijo y Brian lo ayudó a levantarse para luego dirigirlo de la mano hacia el final del monte.
Una pequeña pérgola se encontraba allí. Roger sonrió emocionado mientras veía las luces colgadas en el techo y las numerosas flores que estaban plantadas en el suelo, además de una pequeña cesta en el centro del lugar.
— ¿Te gustan los pícnics? —preguntó Brian.
Le sonrió.
— Me encantan —dijo.
— Excelente, ven conmigo.
Entraron a la pérgola mientras Roger miraba a su alrededor alucinado. Luego se sentaron donde estaba la cesta.
— Traje sándwiches, galletas, un poco de...
Los labios de su novio lo interrumpieron y lo hicieron corresponder, siguieron el beso recostados sobre la hierba, y luego de separarse, Roger se acurrucó en su pecho con una sonrisa.
— Eres increíble —soltó sin dejar de sonreír.
— Tú lo eres, mi amor —repuso y besó su cabeza—. Por eso mismo lo hago.
— ¿Sorprenderme?
— Justamente. Ni te imaginas todo lo que haría por ti si pudiera.
— Aw... —dijo y se apoyó sobre su pecho de forma suave para mirarlo a los ojos—. Te diré un secreto, quiero que lo guardes bien, ¿sí?
— Por supuesto, ¿qué es? —preguntó intrigado.
— Que nunca había tenido pareja hasta que te tuve a ti —dijo—. Y creo que no tendré otra más.
Brian sonrió y lo besó.
— Yo tuve dos antes —admitió—. Pero ¿sabes? No es nada lo que sentí por ellas a lo que siento por ti.
— ¿Ellas? —enarcó una ceja.
— Sí, sí, moléstame si quieres.
— Meh, no lo haré —se encogió de hombros—. Tu pasado no me molesta, solo me importa tu presente, y en el presente tú estas conmigo.
— ¿De verdad? —le sonrió.
— De verdad.
— Por eso te amo, eres demasiado bueno —lo abrazó.
— No lo soy, solamente estoy enamorado —respondió con una sonrisa.
Brian se puso de pie y tomó su mano para que él también lo hiciera, una vez ambos estuvieran parados le sonrió.
— ¿Bailas?
— Contigo, por supuesto —respondió a tiempo que Brian colocaba una música lenta en su celular.
Bailaron abrazados y lentamente mientras sonreían y se besaban, un momento magic para ellos.
Bueno, hasta que...
Baby Shark, dudududududu, baby shark dudududududu, baby shark dudududududu, baby shark.
Roger rió con ganas mientras que Brian intentaba parar la música con desesperación, cuando se detuvo suspiró aliviado y le sonrió.
— ¿Seguimos?
Me han dejado solo en medio de una isla perdida
Muerto de miedo sin un compañero ni comida
— ¡Diablos, diablos!
Roger volvió a reír y lo abrazó desde atrás por el cuello para luego plantarle un beso en las mejilla.
— Eres algo tontito a veces, Brimi —le sonrió con cariño y él negó con la cabeza.
— Lo sé —dijo—. Lo siento, te prometo que no sé por qué se cambió y...
— No importa —rió levemente y volvió a besarle la mejilla—. El rap de Minecraft es la canción más romántica que existe.
Volvió a reír.
— Vamos a empacar, mi amor —dijo—. Mañana hay que partir a primera hora.
— Quiero estar un rato más contigo —se acurrucó y cerró los ojos.
— Estaré contigo todos los días después, ¿sí? —dijo Brian—. Vamos.
— Hm... está bien.
Tras comer algo, se levantaron y se dirigieron a sus hogares para hacer las maletas e ir a la universidad. Las clases empezarían al día siguiente.
— ¿Vas a llevar toda tu ropa? —precintó su madre en el marco de la puerta.
— Bueno, no toda —admitió—. La que me queda bien.
— Ah... —dijo—. Entonces por favor no lleves el suéter rayado como Fredy Cruger, porque tiene agujeros.
— ¡Pero es mi suéter de Kurt Cobain! —reclamó Roger—. Lo llevaré y lo coseré allá, ¿sí?
— Roger...
— Por favor...
— Está bien —accedió con un suspiro—. ¡Pero no llevarás el verde!
— Oh... está bien —dijo y continuó echando prendas en la maleta.
Una vez terminando, decidió videollamada a su novio.
— Hola, bebé —sonrió al responder—. ¿Ya estás terminando?
— Ya terminé —corrigió—. ¿Tú?
Brian miró la cantidad de camisetas que tenía esparcidas por la cama.
— Algo... algo así, estoy en ello —dijo.
— No me digas que tienes como diez camisetas en la cama —bromeó.
— Claro que no —dijo Brian indignado—. Son once.
Roger rió.
— Bueno, igual —dijo—. Bien, entonces te dejo para que sigas.
— ¡No, no, no, no, no! —exclamó Brian—. Ni se te ocurra colgarme, rubia teñida.
— ¡Hey, es natural! —reclamó.
— Hm, sí, natural.
— Brian, de verdad soy rubio, nací así.
— El cabello se oscurece.
— ¡Roger, ven por favor!
— Dios... —rió—. Escucha, tengo que colgar, mi mamá me está llamando, pero te llamaré más tarde.
— Bien... —accedió—. Pero tú fuiste el que llamó.
— Lo sé —admitió—. Te lo compensaré, ¿sí?
— ¿Con qué?
— ¿Con qué crees? —preguntó con una sonrisa.
— Con regalarme un set de astronomía completo —dijo Brian—. Seis libros con estrellas, cuatro telescopios y dos astrolabios, ¿qué te parece?
Roger rió levemente.
— No —dijo.
— ¡Oh vamos! —reclamó—. ¡Mi set de astronomía!
— Bueno, iba a besarte, pero si no quieres...
— ¡No, no, no, si quiero! —exclamó rápidamente y él sonrió satisfecho—. Te veo mañana, bonito, adiós.
— Adiós —sonrió y colgó.
Se dirigió a la cocina donde su mamá estaba con su tía.
— Oh, hola tía Leslie —saludó y le dio un beso en la mejilla para saludar.
— Vino a despedirse de ti —explicó su madre.
— ¡Qué grande estás, Roggie! —sonrió—. ¡Ya vas a la universidad!
— Sí —sonrió contento.
— Y obtuviste un puntaje perfecto en la prueba —le guiñó un ojo—. Irás a Oxford, ¿verdad?
— Sí, mi novio Brian va a ir también —dijo.
— ¿El chico alto con rizos? —preguntó su tía y Roger asintió—. ¡Oh ese chico es encantador! Tuviste suerte en encontrarlo.
— La tuve —sonrió.
— Oye, pero no te desvalorices —dijo su tía—. Él también tuvo suerte en encontrarte a ti.
— Gracias, tía —sonrió agradecido.
— Bueno, también vine a dejarte algo para la suerte —dijo la tía Leslie dirigiéndose a su bolso.
— Oh, tía, no debió...
— No, no, insisto —dijo la mujer y se dio la vuelta para mostrarle a Roger lo que tenía.
Un pequeño llavero de conejo, de peluche.
— Lo encontré en casa el otro día —explicó—. Era de Clare y... supuse que lo querrías.
Roger sonrió y abrazó a su tía.
— Me encanta —dijo abrazándola con fuerza—. Lo pondré en mi mochila para la universidad.
Acto seguido corrió a su habitación a ponerlo.
— Está muy contento —comentó su tía.
— Lo está —dijo Winifred—. Un día lo llevé al médico por lo del shock anafiláctico y... lo vi hablar solo y después se volvió muy positivo.
— Algo le sirvió, Winifred —dijo la tía Leslie—. Y creo que ese algo sigue sirviéndole.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top