xPrólogox
Un jovencito de diecisiete años salía de la ducha envuelto en una toalla. Dejaba sus huellas húmedas por la alfombra mientras se dirigía hacia el cuarto de su madre.
—¿Mami?—Golpeó sus nudillos contra la puerta varias veces. Pasando el peso de su cuerpo de un pie al otro, tenía frío y estaba ansioso.
—¿Qué pasa Frank?—Respondió Linda con un tono de voz alto, sin levantarse de su cama.—Ya te dije que hay dinero en mi bolso.
—¿No has visto mi camiseta favorita?—Ignoró lo que dijo su madre, ya había sacado el dinero que necesitaba.
—Fíjate en el tendedero—Respondió terminando de pintarse las uñas. No tenía ni idea sobre cuál camiseta hablaba, pero seguramente la había metido a lavar junto a la pila de camisetas negras, para ella, todas iguales.
Frank fue al lavadero, aún envuelto en la toalla, la ropa estaba secandose allí, porque afuera llovía como si no hubiera un mañana. Buscó entre todas las prendas, hasta que por fin dió con su playera de My Chemical Romance.
La tomó entre sus manos, y la abrazó. Tal vez estaba un poco obsesionado. Tanto como para mandar a hacer esa camiseta porque no había merch de la banda.
Se encaminó hasta su cuarto. Eligió unos pantalones negros con un montón de roturas. Unas botas también negras, su camiseta y un abrigo contra la lluvia.
Tomó su billetera y metió el dinero que necesitaba dentro, también un condón, por si su sueño se volvía realidad y Gerard Way lo veía con otros ojos. O al menos lo veía.
Sacó un paraguas del perchero junto a la puerta de entrada y su mochila con los obsequios que les daría a los integrantes de la banda, antes de salir le envió un mensaje a su mejor amiga.
Frank: Estoy saliendo
Jamia: Todavía faltan dos horas para que toquen
Frank: Quiero estar en primera fila
Jamia, que también era una gran fan de MCR, le tenía un poco de pena a su amigo, porque no le interesaba ni siquiera su salud para ir a ver a esa banda, aunque fuera buena, sentía que Frank exageraba.
—¡Vuelvo más tarde!—Gritó, avisandole a su madre.
—Está bien, ¡Ten cuid...—Escuchó la puerta cerrarse.—...ado.
El castaño caminó con su paraguas bajo la lluvia, tarareando "Umbrella" de Rihanna. No podía estar más feliz de poder ver a la banda después la semana pesada que había tenido y aunque debería estar estudiando para sus exámenes, prefería relajarse en ese concierto.
Siempre era el primero en la fila, solo una vez llegó algunos minutos antes de que empezara y fue porque estaba discutiendo con su madre; no quería dejarlo ir por haber reprobado un exámen, pero no le importó y fue de todos modos. Al ver que se le había hecho tarde y no podría estar tan cerca de Gerard, lloró todo el camino y también lloró dentro del lugar.
Fue aún peor que cuando murió su hámster, y desde ahí se aseguraba de estar mucho tiempo antes en la funciones. Y por supuesto quedarse esperando en las puertas traseras hasta que salieran.
Siempre lo hacía, y le dejaba un regalo a su enamorado, Gerard, aunque no fuera la gran cosa lo que le llevara, se lo entregaba con el corazón. Muchas veces también llevaba obsequios para los demás, pero ningún otro integrante se comparaba con Gerard. Cada vez que le decía "gracias" y rozaba su mano rápidamente al recibir un paquete sentía que se desmayaría.
Pero nunca podía interactuar más que eso, había otras personas también allí y era empujado por ellas, haciendolo imposible, además de inmediato subían a su camioneta para irse. Siempre era el mismo grupo de personas, y estaba seguro de que todas tenían sus autógrafos, junto a una fotografía con ellos.
Aunque a Frank le gustaría que se quedaran, pensaba en lo cansados que estaban y que seguramente tendrían ganas de dormir, así que prefería verlos de cerca unos segundos y que ellos puedan ir a descansar, como se lo merecen.
Llegó a la entrada del lugar, ya tenía su entrada anticipada, así que no necesitaba pasar por la boletería. Cerró el paraguas cuando al fin pudo estar bajo la galería del lugar. Allí se dispuso a esperar, vió como iban llegando las personas, algunas lo saludaban, ya lo conocían, ningún concierto se ausentaba.
Abrieron las puertas del recinto, cortaron su boleto y salió corriendo hacia las vallas, preparandose para otra noche de tener a Gerard tan cerca pero al mismo tiempo tan lejos. Al menos sabía que estaba bien, y tenía la suerte de haber nacido en New Jersey.
Extasiado por el volumen infernalmente alto, disfrutaba del concierto y cada una de las letras de las canciones. Eran una banda sin tanto reconocimiento, pero sabía que en algún momento se lo darían, y estaría orgulloso de ello, aunque no pudiera seguirlos adónde fueran.
Apenas terminó el concierto, Frank fue atacado a preguntas por Jamia, en un momento de las últimas canciones, Gerard se acercó y rozó su mano, siendo la envidia de todos.
El público comenzaba a dispersarse, pero varias personas se quedaban dentro del lugar, fuera llovía cada vez más y probablemente estarían llamando a alguien para que pasara por ellos.
A Frank no le importó demasiado y salió hacia la parte trasera del club, aunque Jamia intentara detenerlo, alegando que se enfermaría, el castaño hizo caso omiso, dirigiendose allí de todas maneras. La mujer no planeaba hacer lo mismo y salió rumbo a su casa.
Frank permaneció junto a esa puerta vieja y desgastada, perdió su paraguas, así que estaba mojandose demasiado, pero no le importó. Los dulces y chocolates que traía en la bolsa de cartón dentro su mochila seguramente estarían mojados, lamentó eso, no quería darles un obsequio arruinado.
Se quedó media hora ahí, temblando un poco por el frío, ya no intentaba cubrirse con la capucha de su abrigo, tenía todo el cabello goteando. Ni siquiera sentía sus pies y estaba seguro de que estaría enfermo al menos dos semanas.
Nadie más estaba junto a él, algunas personas permanecieron unos minutos pero luego decidieron irse. Solamente quedaba él, esperando que la puerta se abriera y cuando lo hizo una sonrisa se posó en su rostro, como si ya no importara el frío, hambre o cansancio.
—¿No estuviste todo este tiempo ahí, cierto?—Mencionó Raymond viéndolo con pena, él estaba totalmente seco y con un paraguas.
Los demás abrieron sus bocas con sorpresa, no esperaban encontrarse con nadie ahí afuera, el temporal era muy intenso.
—Felicitaciones—Mencionó Frank, refiriéndose al concierto. Entregandole la bolsa de cartón.
—Oh, gracias—Respondieron, Michael metió su mano en la bolsa y sacó un dulce.
Miró a todos ellos, faltaba el pelinegro. Tenía un regalo especial para él, el nueve de abril había sido su cumpleaños y como no tenía otro momento para dárselo, tuvo que esperar hasta el sábado.
Gerard salió con su capucha puesta, gritando que qué esperaban para subir a la camioneta. Pero apenas se asomó sobre el hombro de Ray pudo ver al menor empapado frente a ellos.
—Feliz cumpleaños—Musitó entrecortadamente, tendiendole un paquete arrugado por haberlo tenido dentro de su abrigo para que no se mojara.
—Gracias, pero...¿cómo sabes cuando es mi cumpleaños?—Preguntó un poco asustado. Recibiendo el regalo.
—Lo dice tu página de Facebook—Gerard levantó una ceja, hace más de cinco años que no utilizaba Facebook, seguramente habría encontrado la cuenta de cuando era un adolescente.
—Oh—Fue lo único que respondió. Frank solo se quedó mirándolos, con una pequeña sonrisa y los chicos no sabían qué hacer.
—¿No tienes miedo a enfermarte?—Indagó Michael, con la boca llena de golosinas.
—No importa—Cambió de dirección su mirada y pudo ver que Gerard tenía su ropa ya bastante mojada.—No quiero que te enfermes, tienes que cuidar tu hermosa voz—Le dijo, sin pensarlo realmente. Raymond rió por el adjetivo que le colocó a la voz de su amigo.
El pelinegro rió un poco, miró a los demás y luego tomó el rostro del menor, dejándole un rápido beso en los labios como agradecimiento. Para la banda era algo insignificante, considerando que Gerard estaba borracho. Pero Frank sintió como si ya no le quedara aire en los pulmones.
Parpadeó lentamente, viendo como la banda se alejaba corriendo hacia la camioneta luego de despedirse rápidamente. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y cubrió su boca con una de sus manos, luego apoyó su espalda contra la pared y se deslizó lentamente hasta quedar sentado en el suelo.
Era el mejor día de su vida.
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