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—Claro que sí—Afirmó el castaño, mordiendo su labio inferior de manera suave, y admirando la forma en que Gerard sonreía con las mejillas sonrojadas.
Posicionó su mano para que el pelinegro pudiera colocar el anilla en su dedo anular, haciendo que se viera mágicamente diferente, significaba demasiadas cosas importantes.
Frank no pudo evitar emocionarse, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas mientras inconscientemente tomaba a su pequeña entre sus brazos, recargando su cuerpo en el mayor, mientras él lo recibía con mucha felicidad y cariño, repitiendo a cada segundo cuánto lo amaba.
—Ni siquiera he cumplido los veinte y voy a casarme—Comentó en forma jocosa. Gerard rió, afirmándolo, y pensando en lo extraño que eso podía resultar para algunos, pero ambos estaban más que decididos a llevar esa pequeña familia de la mejor manera; juntos.
—Ni siquiera aprobaste todas tus materias y vas a casarte—Respondió el pelinegro, recordandolo, nunca se presentó de nuevo a la secundaria. Frank se quejó por sus palabras, sin poder evitar una risa, ya tendría tiempo para solucionar eso.—Menos mal que en la asignatura "belleza" tienes la nota máxima.
—No trates de mejorar lo que dijiste—El castaño estaba sonrojado, y continuando con el tono de broma agregó.—Mejor deme un beso, señor elegante—Se refirió a su traje, pero Gerard pasó por alto la burla, porque al escuchar esas palabras tomó su rostro y juntó sus labios con delicadeza, sintiendo la suavidad en los movimientos del contrario.
Luego de un momento, en el que Frank se sintió en las nubes, se alejaron aún con los ojos entrecerrados, y miraron hacia la pequeña niña, que había sentido los brazos del castaño y decidió dormir allí.
—Eres muy especial para mí—Dijo el pelinegro inesperadamente, cuando ya se encontraban en el sofá, con Bandit en su mecedor descansando por tanto descansar.—Estoy enamorado de ti, y te amo—Agregó, tomando el rostro del menor entre sus manos.—Eso iba antes de darte el anillo, pero ya sabes... Los nervios—Rió de manera tenue, desviando su mirada, y volviendo a besar sus labios.
—Solo soy yo, no hay razón para que estes nervioso—Murmuró el castaño. No podía creer que él se sintiera así, podía ver en sus ojos que estaba diciendo la verdad, pero aún así le parecía sorprendente. Gerard Way se sentía nervioso debido a él, y era impresionante que fuese de esa manera. Frank deslizó sus manos alrededos del cuerpo del contrario, abrazándolo e intentando tener un momento en donde no existiera absolutamente nada más que su cariño.—Solo soy tu futuro esposo.
—¿"Solo"?—Cuestionó.—Eso es exactamente lo que me pone nervioso—Llevaba su corazón desbordando de ternura, y sentía que hasta los dulces rayos de sol inundando la sala podían sonreírle.—Estoy emocionado.
—Yo también estoy emocionado—Murmuró el contrario. Su cuerpo descansaba sobre el del pelinegro, y desde su lugar podía escuchar los latidos de su corazón.
—Vamos a casarnos lo más rápido que se pueda—Comenzó a planificar el pelinegro.—Puedo organizar un viaje familiar junto a la gira pendiente de My Chemical Romance, ya no tienes ningún peligro por tu embarazo—Continuó, mientras Frank escuchaba atentamente.—Y cuando volvamos, esperaremos unos meses y vamos a intentar tener otro bebé, podemos llamarlo...
—Alto ahí—El castaño abrió sus ojos, sorprendido por lo que acababa de escuchar. ¿Ya estaba pensando en otro hijo?—Un día a la vez, Gee, aún no me recupero totalmente de la cesárea—El mencionado besó su coronilla, sonriendo, y Frank pudo escuchar el susurró de un "Tres niños sería genial", pero decidió no contradecirlo.
***
A veces en la madrugada solía escuchar sonidos extraños, pero decidía solo ignorarlos, suponiendo que venían de la calle o quizá Gerard se había levantado a tomar un poco de agua y ya, pero esa noche fueron demasiado altos, tanto que lograron ponerlo nervioso, y podía sentir el vacío en el otro lado de la cama.
Luego de revisar la cuna de Bandit, y asegurarse que ella estuviera bien, se quitó su anillo y lo dejó bajo su lámpara de noche, si había un ladrón no soltaría ese anillo tan fácil, aunque seguramente fuese el pelinegro. Solo había pasado una semana desde el día maravilloso en que recibió la propuesta de casamiento de su futuro esposo.
Envolvió su cuerpo con el primer abrigo que encontró a su paso, era del mayor, pero no le importó demasiado. Tomó la perilla de la puerta y salió hacia el corto pasillo, intentando ser silencioso, y notando que los sonidos eran quejidos sonoros, que provenían de un desorden de mantas en el sillón, o mejor dicho de Gerard, que se encontraba bajo esa montaña de mantas.
El cabello enmarañado sobre su rostro le impedía verlo, pero él ya sabía que había alguien a su lado, y ese alguien era Frank, quien inmediatamente musitó su nombre asustado, con un nudo que apareció de pronto en su garganta.
—Gee, ¿qué tienes?—Con sus dedos, teniendo la máxima delicadeza, llevó el cabello de su rostro hacia atrás, dejando que éste cayera con gracia sobre las sábanas, permitiéndole la vista de la expresión asustada del pelinegro.—Estoy aquí, ya no te preocupes, ¿si?, estas bien—Notó la poca capacidad del contrario para responderle, junto a lo húmedas que se encontraban sus mejillas, y el leve temblor en su labio inferior.—Estas bien, va a pasar, respira conmigo—Era un claro y contundente ataque de pánico, que envolvía al pelinegro en una nebulosa, como si lo llenaran de alquitran y lo arrojaran al suelo, intentando reaccionar, sin poder hacerlo.
Frank besó su frente y lo tomó entre sus brazos sin invadir demasiado su espacio, solo haciendole notar que estaba allí, y estaba decidido a quedarse. Su respiración era remarcada, tratando de hacer que Gerard lo hiciera también, lograndolo poco a poco.
El pelinegro sentía que había una leve distancia de segundos entre su cerebro dando la órden para moverse, y su movimiento; como si su consciencia se separa un par de centímetros de su cuerpo. Formaba un movimiento inevitable con sus manos, apretando el abrigo que envolvía el cuerpo del castaño. Tenía miedo de morir, de perder todo lo que había conseguido, de simplemente desaparecer en la nada, en el vacío.
—¿Quieres un poco de agua?—Gerard negó, y Frank decidió no atormentarlo con preguntas molestas, solo mantenerse allí, asegurandose de que aquello cesara, y manteniendo al mayor cerca de él, como deseaba tenerlo siempre.
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