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—¡Apresurate Patrick!

—¡Oye, no lo apresures mientras baja una escalera!—Gritó Hayley, cuidando al rubio para que no sufriera ningún accidente.

Jamia rió por un momento al escuchar eso, realmente mantenía ese recuerdo muy presente. Samantha miró de reojo todo el lugar, era increíble que se sintiera tan feliz por ver ese hogar tan bonito, a pesar de haber gustado de Frank, le causaba mucha alegría verlo contento, y jodidamente enamorado de Gerard.

—¡Creo que ya está!—Chilló el rubio, llamando la atención de todos en la casa. Las personas más cercanas estaban allí, terminando se preparar el lugar para celebrar la llegada de Bandit.

Un cartel en la entrada rezaba "Bienvenida B", y acababa de ser perfectamente colgado por Patrick. Jamia y Linda conversaban alegremente, esperando el momento en que la pareja llegara, y poder recibirlos con la bonita reunión que organizaron.

***

—Gee, ¿y si se pone a llorar?—Indagó el castaño, sosteniendo el cuerpo de su hija contra el suyo.—¿Qué hacemos?

—Las enfermeras ya nos enseñaron, corazón, puede que tenga hambre, o que debamos cambiarle el pañal.—Iba a continuar mencionando otras razones, pero Frank probablemente no le estaba prestando atención, el miedo que tenía solo iba a quitarselo la experiencia de poder cuidarla.—¿Vamos?

—Claro—Despidieron a las amigables enfermeras, y a todas las personas que habían conocido allí, para luego caminar algunos pasos hasta el pasillo y comenzar a andar hacia la salida.
Gerard miraba de reojo constantemente a su novio, abrazandolo por los hombros, mientras cargaba en la mano contraria el bolso de Bandit, con toda su adorable ropa y las cosas que necesitaban para cuidarla correctamente.

Al llegar a la puerta de salida, el mayor la abrió para su pareja, notando que Frank tardó algunos segundos en salir.

—¿El sol no puede hacerle daño?—Dudó, observando los ojos esmeralda, y sosteniendo contra su pecho a la bebé de una manera protectora.

—No, amor, ella está lista para el mundo, por eso permaneció un tiempo en su incubadora—Frank asintió, sintiendose un poco más aliviado con sus palabras, pero de todas formas cubrió el tierno rostro con su manta de color turquesa, su piel se veía demasiado frágil.

—¿Puedo llevarla en el asiento delantero? ¿O debería sentarla en su sillita?—Entre tantas preguntas Gerard se sentía mareado, su novio dudaba para cada movimiento que implicaba a la pequeña. Demasiado.

Finalmente la llevó en su sillita para niños, en el asiento trasero, pero él también se había sentado allí, para asegurarse de que estuviera bien. El pelinegro no comentó nada, podía ver el nerviosismo en el contrario, y si hacer aquello lo tranquilizaba, estaba bien.

El mayor condujo por las calles, saliendo del hospital y acercandose poco a poco hacia su nueva hogar, donde todos sus amigos los esperaban. Al llegar, Frank tardó varios minutos, manipulando el pequeño cuerpo de su hija con mucho cuidado, evitando cualquier movimiento brusco o torpe.

—Déjame cargarla, ¿si?—El castaño se la entregó al bajar de su reciente nuevo automovil, con absolutamente toda la confianza del mundo, dejando tambien un beso en los labios del pelinegro.—Amo la manera en que duerme, se ve tan adorable.

Ambos estaban enbobados mirándola, bajo la galería de su casa, un momento antes de entrar.

—Es como tú, siempre te ves adorable cuando duermes—Comentó Frank, recordando las veces en que permaneció despierto solo para admirar el rostro del contrario descansando.—A veces dejas la boca entre abierta.

—Debo verme horrible.

—¡Claro que no!, incluso haces expresiones tiernas—Contradijo el menor.

—El que realmente se ve tierno eres tú, con esa carita de angelito y...—Antes de que pudiera terminar, un grito se escuchó desde el otro lado de la puerta.

—¡Los tres duermen bonitos, ya entren!—Era Linda, y ya se había cansado de sostener en alto uno de los regalos para ellos, así que decidió apresurarlos.

Gerard y Frank se miraron, comenzando a reír, pero luego de unos pocos segundos, justo antes de ingresar, la pequeña se quejó entre los brazos del pelinegro, haciendo que el contrario lo mirara asustado.

Decidieron abrir la puerta, y sus amigos los recibieron con alegres vitoreos, junto a algunos papeles picados. Solo en una fracción de segundo Bandit rompió en llanto, inundando sus oídos y haciendo que el castaño entrara en pánico, su voz era muy baja, haciendo que no fuese estruendoso, pero de todas formas Frank se sintió muy intranquilo al escuchar aquello.

—No, no, no llores por favor—Se acercó rápidamente hasta ver la expresión de molestia de su hija, y notando una opresión en el pecho tan solo al verla así, y sin saber exactamente qué hacer.—Mi vida, ¿quieres que te cargue? ¿si?, ven conmigo.

—¿En serio quieres cargarme?—Bromeó el pelinegro, haciendo reír a todos en esa habitación, incluso Frank rió entre dientes, pero de igual manera tomó a la niña de sus brazos.

Bandit tenía varias capas de ropa, porque el día no era lo suficiente cálido, y era muy pequeña para mantener el calor necesario en su cuerpo. Las mantas se entemezclaban con los brazos del castaño, mientras él solo abrazaba a la menor contra su pecho, haciendo movimientos leves para acunarla, logrando que la niña se calmara considerablemente. Notaba la presencia de Frank, y mágicamente eso podía hacerla tranquilizar.

De pronto, un flash bastante cegador los iluminó, y escucharon la alegre voz de Linda recitando "su primera fotografía en la casa", mientras se la enseñaba a las tres muchachas junto a ella.

Michael sonreía, aunque no fuese muy habitual en él, siempre supo que Gerard sería el primero, y pensó en lo díficil que era ver a Linda tan feliz, cuando Donna ni siquiera sabía nada de sus hijos, aquello le provocó una melancolía inevitable, pero supuso que abrazar a su recién llegada sobrina lo haría sentir mejor, y así lo hizo.

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