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—Perdóname mi amor—Musitó Frank al ver el rostro de Bandit, era tan pequeña y frágil, apenas tenía un poco de cabello y sus ojitos permanecían cerrados.—Por culpa mía tuviste que salir antes ¡pero el mundo es hermoso!, como tú. Voy a cuidarte bien, no te preocupes.

El castaño hablaba y hablaba con la pequeña niña, mientras la enfermera alimentaba a su hija con una de sus manos.

—Gerard va a llegar pronto, puedes esperarlo durmiendo allí, en tu camita—La trataba de una manera extremadamente cariñosa, a Linda la hacía sentir muy emocionada, tanto que sin poder evitarlo lagrimeó un poco al verlos tan felices.—Él va a estar tan feliz, eres una niña preciosa, y muy fuerte.

A pesar de haber sido una cesárea de emergencia, Bandit no necesitó ayuda para poder comer, ella había podido hacerlo sola, sin necesidad de algún artefacto o aguja. Aún era un poco débil y debía estar en la incubadora, pero su médica anunció que no serían demasiados los días en los que la necesitaría.

—Te amo, Bandit—Agregó, acariciando delicada y suavemente una de sus mejillas cuando la enfermera se lo permitió, sintiendo lo tersa que su piel era.—Te amo muchísimo.

Como era lógico, no recibió una respuesta verbal, pero cuando Frank terminó de expresar todo su amor, Bandit apretó ligeramente con su manito uno de los dedos del castaño, había sido casi imperceptible, pero el castaño se emocionó bastante, sonriendo enormemente y observando las pequeñas uñitas de su hija.

***

—Es la niña más hermosa que he visto jamás—Canturreó Jamia al verla a través del cristal, lo que provocó una sonrisa muy grande en su amigo.—Parece una muñequita, y...

Las palabras de la mujer fueron interrumpidas, porque la puerta de la habitación privada—Gerard se encargó de que la tuviera—fue abierta por el pelinegro. Tenía unas ojeras muy notorias y aún había rastros de maquillaje en su rostro, aunque haya intentado quitarlo.

Frank sonrió inevitablemente, él también llevaba unas ojeras, aunque había tenido la posibilidad de dormir en la noche anterior, su cansancio físico aún se mantenía. El dolor en su muñeca ya casi se había desvanecido, a veces le molestaba un poco la venda en su frente, y la herida de su cesárea dolía de vez en cuando, pero fuera de eso se sentía bien, y aún más al ver a su novio finalmente.

El mayor caminó directamente hacia el castaño, con una expresión atónita y un poco perdida, tomando sus manos entre las suyas y besando su frente de una manera protectora.

—Lo siento, siento haberte dejado solo, soy una persona horrible—Frank negaba ante esas palabras, recibiendo el abrazo apretado que Gerard le estaba dando.—Perdóname, mereces alguien mejor que yo... Solo mírate—Se alejó solo unos centímetros para observar su rostro.—Tan perfecto.

Linda junto a Jamia se fueron de la habitación justo después de la segunda palabra, pero los novios ni siquiera lo notaron realmente, estaban enfrascados en su propia burbuja de amor, en la que lloriqueaban de pura emoción y se daban besos dulces.

Gerard apoyó de manera suave la palma de su mano sobre el vientre de Frank, preguntando sin palabras sobre la pequeña.

—Allí—Señaló el lugar donde Bandit se encontraba, sonriendo de tan solo pensar en ella, y vió cómo el pelinegro caminó hacia la incubadora con una expresión de admiración.

—¿Ella es nuestra hija?—Intentó agudizar su visión, aunque se encontraba pegado al vidrio. Frank respondió un "sí" desde la camilla.—Es...

—Hermosa—Completó la frase el castaño, al notar que su novio había cubierto su boca al descubrirlo.

Bandit tenía sus ojos de un color extraño, parecía que el café junto al verde no hubiesen terminado de fusionarse, formando algunas manchas alrededor de todo su iris. Su piel era extremadamente pálida, incluso más que Gerard maquillado para sus shows, y eso era bastante. El poco cabello que tenía, era de un tono castaño, su nariz respingada al parecer sería como la de su padre, y al dormir dejaba su boca levemente entre abierta, lo que les causaba mucha ternura a ambos.

—Mira la preciosura que creaste—Mencionó el pelinegro, aunque ya lo haya hecho más de cinco veces. Llevaban días y días atras de ese cristal, notando cada pequeño detalle de Bandit, mientras ella solo dormía o comía.

El tiempo transcurría muy rápidamente cuando estaban juntos, mientras Frank se recuperaba, aunque ya podía caminar libremente, y la herida en su frente ya estaba sanando, pero aún así pasaban la mayoría de las horas ahí dentro.

—No pudimos hacer su Baby Shower—Comentó Hayley, se encontraba con las mejillas rojizas, aún estaba avergonzada por el día del accidente, por el que aún se echaba la culpa, aunque Frank haya insistido en que eso era incorrecto.—¿Aún se puede?

—No lo sé, pero podríamos festejar el primer día en su casa nueva—Comentó Patrick, y a Frank le pareció una bonita idea, aunque Bandit ni siquiera fuese a recordarlo.—¿No?

El pelinegro escogió una bonita casa cerca del vecindario de Linda, para que no estuvieran demasiado alejados, y aunque aún no tenía ni siquiera la mitad de las cosas que necesitaban, el cuarto de Bandit tenía todas las cosas más tiernas del universo. Muchas de esas cosas habían sido obsequiadas por sus amigos, incluso Bob le regaló un peluche de cachorro para la pequeña, ofreciendo una breve disculpa, que apenas fue importante para Frank, se encontraba realmente feliz con su familia para pensar en aquello.

El orden de los muebles había sido una elección del menor, y el esfuerzo físico de empujarlos lo hizo Gerard, porque ni siquiera quería que Frank hiciera un mínimo de fuerza, lo consentía al máximo y no permitiría que se cansara.

—¿Crees que a Bandit le gustará?—Preguntó el castaño, viendo a Gerard lanzarse sobre el sillón recién ubicado allí.

—Le preguntemos cuando sepa hablar—Respondió el contrario, y Frank entristeció su expresión, recordando que su pequeña aún continuaba en el hospital, al parecer tenía un leve problema al respirar, que probablemente derivaría en asma.

—Ella debe extrañarnos ahora.

—Solo faltan unos pocos días más—Se incorporó en el sofá y tomó a su novio por la cintura, sentándolo sobre su regazo para poder abrazarlo.—No llores, por favor—Murmuró, acariciando su cabello y dejando besos sobre su coronilla.—Bandit estará bien, ¿quieres que vayamos a verla?

Habían llegado allí solo una hora atrás, después de haber estado todo el día en el hospital, pero Frank ya deseaba estar cerca de Bandit nuevamente, y solo desearía sacar a su hija de ese lugar y tenerla cerca de él todo el día.

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