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《Voy a decirlo.》

Ese era el único pensamiento que inundaba la mente del castaño antes de bajar del autobus. Su madre había dicho que era malo para su embarazo viajar en uno de ellos, pero no le dió demasiada importancia.

El día domingo se ausentó a su academia de música, de todas formas ya casi los dejarían libres por las vacaciones, y con respecto a sus clases...No era algo que realmente le importara, solo iba a desplazarlas hasta que tuviera las suficientes ganas de aprobar las materias.

No le permitió una visita ni siquiera de un minuto al pelinegro, a pesar de haber insistido, solo quería ver a Jamia, a su madre y a veces a Patrick. Ya habían pasado unos días desde el día en que Gerard le hizo la pregunta que, en ese preciso momento, lo estaba ayudando a mantener sus ganas de hablar antes de llegar a la casa del mayor.

Su ánimo se encontraba decaído, y no podía detener sus ganas de llorar al tener una madre cargando un niño en el asiento de en frente. El pequeño constantemente lo observaba, sonriendo y formando balbuceos, pero Frank no podía más que saludarlo débilmente con un movimiento de mano, tal vez tenía algo interesante en el rostro, porque el bebé lo señalaba y aumentaba el volumen de su aguda risa.

Oh, lo siento—Mencionó la jóven madre hacia el castaño, moviendo al niño del espacio en su hombro y acomodándolo sobre su regazo.—Aidan, no tienes que molestar a las personas...

La chica comenzó a tener una conversación con el bebé, que solo la observaba y lo más seguro es que no entendiera absolutamente nada, posiblemente solo la observaba por la admiración que le tenía. Ese vínculo del cual dependía la vida de Aidan era demasiado fuerte, tal vez en su cerebro necesitaba ver a su madre y con eso era suficiente para lograr muchas cosas.

Lo pudo comprobar porque el niño permaneció tranquilo, y Frank ya no pudo observar su rostro, ¿esa conexión tendría con el bebé en su interior?. Comenzó a repiquetear su talón contra el suelo del autobus, completamente nervioso, ¿y si Gerard no quería tenerlo?, ¿estaría dispuesto a interrumpir el embarazo?, aunque haya sido una idea propia estaba empezando a dudar.

Quizá era una niña con los ojos de Gerard, sus bonitas pestañas y el color tan pálido que poseía, o quizá un niño con la sonrisa atrayente del pelinegro, o quizá nunca podría saberlo, era una decisión que tenía que tomar lo antes posible, no quedaban demasiadas semanas para poder abortar.

No quería perder la oportunidad de poder tener el resulto del amor que le tenía a Gerard entre sus manos. El dilema era si realmente ese niño sería tomado por su novio como algo bueno, o si le llamaría "error". Ese no era el nombre que quería ponerle, Jamía había pensado en algunos, inclusó compró un pequeño libro con muchas opciones junto a su significado.

Quería tomar la opción correcta, pero no había una, su madre le había dejado claro que solo debía tomar una opción, no existía alguna errónea.

Si decidía no tenerlo no había lugar para arrepentimientos, pero todo seguiría absolutamente igual, era algo realmente tentador, pero no tendría el suficiente coraje para hacerlo cuando imaginara a Gerard acunando a su hijo. Su mente le daba esas imagenes tan ideales en un intento de resguardar el bebé en su vientre, algo que en su interior quería hacer, pero tenía miedo, mucho miedo.

Aidan soltó un grito agudo y chirriante, entonando el típico llanto de un infante cuando deseaba algo, eso hizo que levantara su rostro y distraídamente observara a través de la ventanilla, pudo distinguir a Gerard de pie en la parada de autobus donde debía bajarse.

Dió un pequeño salto al darse cuenta de que ni siquiera había notado lo rápido que había llegado y velozmente se puso de pie, en un movimiento casi histérico por todas las cosas que había estado pensando. Un señor levantó sus cejas al verlo tan apresurado. Presionó el botón para indicar que quería descender del vehículo, siendo bastante insistente.

El conductor se detuvo de mala gana, se había pasado varios metros de donde debía haber bajado. Gerard no le dió importancia y caminó hacia su encuentro, sonriendo por lo distraído que podía ser el castaño. Finalmente iba a verlo, lo había deseado desde varios días atrás, y aunque había querido pasar a buscarlo hasta su casa él se negó, Frank sabía que si lo hacía Linda se comportaría demasiado extraña.

—Hola Frank—Saludó el mayor, sonando un poco serio, pero el contrario sabía que lo hacía porque simplemente le gustaba decirlo así, de todas formas se quejó.

—No me digas Frank—Respondió entre los besos que estaba recibiendo.

—Me gusta tu nombre, pero si quieres puedo decirte...No lo sé, ¿Alex?—Bromeó, pero al castaño le molestó escuchar el nombre de otra persona, ultimamente se sentía demasiado irritable.

—¿Quien es Alex?

—¿Qué?—Cuestionó el pelinegro, detuvo su suave risa para decirlo, había tenido un tono serio.—¿A qué te refieres?

—No lo sé, por algo lo mencionaste—Había cambiado su expresión, y el agarre que Gerard había hecho con sus manos parecía no querer continuar allí por parte del castaño.

El pelinegro solo levantó una de sus cejas, sin saber qué demonios responder, había notado la molestia que tenía el contrario pero no entendía en qué momento Frank había perdido su sentido del humor.

—Porque era una broma, ¿no crees?—El menor asintió, ni siquiera sabía qué estaba planteando, solo tenía ganas de encontrar algun motivo para irse de allí y no tener que contarle nada sobre lo ocurrido.

—Lo siento, estuve con un lío en la mente estos días, solo...—Movió una de sus manos para expresarse mejor, mientras con la otra entrelazaba sus dedos nuevamente.—Ignorame.

—No quiero ignorarte, voy a intentar arreglar un poco eso—Dijo refiriendose a lo que traía nervioso al castaño.—Tengo una muy buena idea para hacerlo.

Luego de soltar una mirada completamente insinuante dejó un beso en los labios del menor, pero él solo quería alejarse, no tenía ni un mínimo interés en tener sexo, hasta le daba un poco de miedo, ¿estaba bien hacerlo en esa condición?

Aunque no quisiera, devolvió esa mirada de complicidad, pensando alguna excusa que podría poner luego.

Ingresaron al hogar del pelinegro, no había nadie en la cocina ni en la sala, tal vez los chicos estaban en su habitación o habían salido.

—Voy a hacer un poco de café, ¿Quieres uno?—Frank negó, no tenía ganas de vomitar más tarde así que no comer nada era lo mejor.

***

El mayor besaba los labios del contrario con lentitud, acariciando su cuerpo con cuidado.

Frank podía sentir los labios del pelinegro cálidos por el café, aún tenía ese sabor característico en su boca. Le encantaba besarlo, pero sabía lo que seguía después, y no quería llegar allí, así que intentaba alejarse constantemente, pero Gerard continuaba insistiendo sin darse cuenta, tomandolo entre sus brazos e intentando quitarle alguna de sus prendas.

—No me siento bien, Gee—Murmuró torpemente, recibiendo los besos en su cuello con un poco de nerviosismo. Agradeció que se detuvieran y el mayor formara una pequeña risa.—Lo siento.

—Lo hubieras dicho antes—Alejó su cuerpo del vulnerable y pequeño cuerpo de Frank.—No quería hacerte sentir incómodo.

—Está bien, no lo hiciste—Hubo un silencio bastante extenso, pero Gerard no se sentía mal con eso, sabía que debía dejarle su espacio al menor, y no iba a presionarlo a hacer nada que no quisiera.

Frank llevó una de sus manos hasta su vientre, solo por la costumbre de haber estado haciendolo los últimos días, y para el contrario eso no pasó desapercibido.

—¿Te duele el estómago de nuevo?—El castaño asintió torpemente, no le dolía absolutamente nada, pero no podía decirle la verdad, no aún.—Siempre te duele tu panzita, ¿quieres que vayamos al médico?

—No es necesario—Gerard hizo una mueca de inconformidad, iba a tener que hablar con alguna persona cercana a Frank para que lo ayudaran a convencerlo con respecto al hospital.

El pelinegro se encontraba a un lado del menor, con mucho cuidado se inclino sobre el abdomen de su novio, para dejar un beso allí, junto a algunas caricias, intentando mejorar un poco el supuesto dolor que tenía, aunque solo fuese una actitud infantil.

En la mente de Frank, alrededor del rostro de Gerard se formaron flores blancas y el latido de su corazón se aceleró, estaba dejándole un beso a su hijo sin saberlo, y se preguntó si al bebé eso le había gustado tanto como a él. Sus ojos se llenaron de lágrimas, ese pequeño gesto, que ni siquiera había sido intencional, habían respondido sus dudas, realmente deseaba tener esa imagen por mucho tiempo más, solo le faltaba decírselo al pelinegro, faltaba tan poco y al mismo tiempo tanto.

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