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-Mesa siete...-Jamia recorría el bar a pasos rápidos, buscando el número de mesa que Samantha le había mencionado, donde supuestamente Frank debía estar.-Ocho, ¡nueve!-Divisó lo que buscaba, acercándose y al fin notando las personas que se encontraban allí.
-¿Hola?-Los tres hombres estaban confundidos, una jovencita se había parado frente a ellos inesperadamente, observándolos de una manera extraña.-¿Eres la mesera?.
-Oh por Dios-Sonrió como si acabara de ver un montón de cachorros tiernos, y en menos de dos segundos dijo más palabras de las que podría pronunciar en tres días. Ni siquiera creía en Dios, pero necesitaba decir esa expresión.
Luego de alabarlos por extensos minutos, pidiéndoles autógrafos y fotografías como si no hubiese un mañana, terminó por recordar lo que fue a hacer en un principio.
-¿Y Frank?-Preguntó, y los contrarios también tenían la misma duda pero con Gerard.
-Deben estar en la camioneta-Michael estaba en lo correcto, pero cuando salieron para asegurarse de ello el vehículo no estaba.
-¿Y ahora cómo vamos a regresarnos?-Preguntó el rizado, sin pensar demasiado en dónde podría estar su camioneta.
-Mi madre puede llevarlos-Jamia, que los seguía como si fuese un perrito abandonado, hizo una llamada telefónica rápida, sin permitir que los demás tomaran un taxi, para poder retenerlos más tiempo a su lado.
-Va a ser una larga noche-Comentó Bob, tomando de su vaso de cerveza.
***
-¡Más!-Frank gritaba y gemía sobre la cama, retorciendo sus dedos sujetos a las sábanas. Tenía a Gerard entre sus piernas y de ninguna otra manera podría sentir tanto placer como en ese momento.-¡Gerard!.
El menor dejó caer su cabeza sobre la almohada, haciendo que su cuello quedara al descubierto y el contrario lo aprovechó para besarlo con intensidad, dejando marcas a lo largo de toda la piel.
El repiqueteo de la cama contra la pared de la habitación sería molesto, pero no si se encontraba con su gran enamorado entre las piernas. Gerard acomodaba su cabello de vez en cuando, para que no fuera una molestia en el rostro de Frank, pero el contrario no podía notar nada más a su alrededor que el choque de sus pieles y la respiración agitada del pelinegro.
Sus ojos observando la profunda y perdida mirada del mayor. Hipnotizados por el cosquilleo en su cuerpo que iba en aumento, en conjunto con los gemidos de Frank, que cada vez sonaban más agudos y entrecortados, dejando pausas en las que solo se dedicaba a besar los labios húmedos del contrario.
Gerard era un poco brusco, y empujaba las piernas del menor a su antojo, dejándose el espacio que necesitaba para continuar golpeando en su interior. Su duro pene se deslizaba perfectamente, después de haber preparado al menor por largos minutos con absolutamente todo lo que se le ocurrió.
Frank movía un poco su cadera cuando se sentía demasiado abrumado, sus piernas se sentían pesadas después de mantenerlas alrededor del cuerpo del pelinegro por mucho tiempo, y casi no tenía fuerzas para continuar sosteniendose de las mantas.
-¿Estas cansado?-Gerard acarició un poco el rostro sonrojado del castaño mientras él asentía, notando como poco a poco se dejaba llevar cada vez más, sin poner resistencia a ninguna de sus acciones, incluso cuando salió de su interior.
El menor solo formó su mejor expresión de confusión, conteniendo sus ganas de preguntarle el por qué de lo que estaba haciendo.
Gerard llevó sus manos a la cintura del contrario, girando su cuerpo suavemente, como si fuese a romperse. Luego se posicionó detrás de su cadera, haciendo que arqueara su espalda y quedara apoyado sobre sus rodillas y manos.
El menor dudó bastante sobre su cuerpo, esa posición lo hacía quedar expuesto completamente ante su vista, y eso lo hacía sentir un poco de nervios, pero descartó sus pensamientos apenas sintió cómo el miembro del contrario empujaba en su interior. El calor volvió a inundar su cuerpo, junto a un punzante dolor, que Gerard se encargó de apaciguar, a base de caricias y movimientos lentos.
-No...-Murmuró cuando el pelinegro quería masturbarlo, dejando caer su rostro en la almohada nuevamente, intentaba quitar las manos del contrario de su miembro, porque se sentía demasiado avergonzado y no creía durar más tiempo si Gerard lo tocaba.
El mayor observaba el rostro del castaño, tenía las mejillas rojizas, algunos cabellos se pegaban en su frente por el sudor y su expresión podría ser la definición de placer en un diccionario. De ninguna manera tendría el valor para romper su corazón con sus desafortunadas palabras, pudo notar en cada una de sus acciones que lo trataba con el máximo de los cuidados, como si fuese una obra de arte, y Gerard se sentía extraño al recibir ese cariño, tenía miedo de ser alejado nuevamente de aquello.
Frank dejó de resistirse en menos de un segundo, cuando ya no podía retrasar más su orgasmo y no podía resistirse a las manos del mayor, había deseado tanto tiempo con ver su rostro de esa manera, y al tenerlo tan cerca podía confirmar su perfección, no dudaba ni un momento de lo enamorado que se encontraba.
-Es...-El castaño retorció sus dedos en las sábanas, recibiendo las pequeñas cosquillas en su vientre, que aún no se desvanecían completamente. Luego de soltar la tela que tenía entre sus dientes, que lo ayudó a no gemir demasiado alto, mencionó sinceramente lo que pasaba por su cabeza.-Extraño.
Gerard entendió a que se refería, y buscó sus pañuelos en la mesita de noche, limpiando el semen de su piel, que no era demasiado agradable de sentir para el castaño. Ni siquiera le interesó realmente dónde desecharlos, solo los arrojó a un lado la cama, de todas formas debía limpiar su habitación.
-¿Mejor?-Preguntó el pelinegro, acercándose a su cuerpo y tomando su cintura. Apoyó su cabeza sobre el pecho del contrario, intentando encontrar la bonita posición en la que Bert lo abrazaba para dormir, pero Frank era más pequeño y demasiado tímido para tomarlo entre sus brazos, así que solo decidió recostarse a su lado.
-Sí-Afirmó el menor, girando un poco su cuerpo para quedar frente a frente con el pelinegro. Se veía totalmente agotado, pero de todas formas mantenía un brillo en su mirada, tal vez producto del orgasmo, o de la felicidad que tenía de estar en ese lugar.
Frank tomó aire, y parecía que iba a mencionar algo, pero no tenía el suficiente valor para hablar, mucho menos si tenía al pelinegro tan cerca, era intimidante para él.
-¿Pasa algo?-Gerard inclinó sus cejas, mientras intentaba descifrar la expresión extraña del menor. Tenía un nudo en su estómago que no le permitía hablar, pero el mayor no parecía darse cuenta, era como si hubiese un cristal entre ambos, porque Gerard había sido precipitado con sus palabras y acciones; si bien Frank le resultaba endemoniadamente precioso, con lo que acababa de hacer solo quiso desvanecer su tristeza, intentar cubrir el vacío que tenía en su pecho. Sentía que lo había usado, y al ver su rostro no podía evitar querer darse un golpe, el menor no se merecía sus horribles juegos.
Frank negó tímidamente, y con mucho cuidado acercó su mano al rostro del contrario.
-¿Puedo?-Cuestionó, su voz se escuchaba un poco ronca, pero continuaba siendo suave. Su pregunta se refería a los cabellos regados sobre el rostro del pelinegro, quien asintió con una sonrisa.-Tienes el cabello muy suave.
A pesar de haber descubierto su rostro rápidamente, continuó acariciando su cabello dulcemente, formando una tierna mirada de admiración. Gerard notaba en cada uno de sus movimientos el cuidado con el que lo trataba, y todas las palabras que dijo procuraban ser agradables para los oídos del contrario.
Se sentía extremadamente cálido, deseaba poder quedarse en ese lugar, sintiendo la yema de los dedos del menor en su mejilla, junto a los cortos y delicados besos que dejaba en sus labios de vez en cuando y trataba de que sus ojos lo vieran con el cariño que Frank le entregaba, pero no podía, al menos no en ese momento.
-Mañana tengo que ir a la secundaria-Gerard giró su cuerpo, observando el techo mientras se resistía a golpearse él mismo; aún tenía diecisiete años.
-¿No puedes ausentarte?-Encendió un cigarrillo y tomó al contrario para que se acurrucara a su lado.
-Tengo un exámen.
-¿Quieres que te lleve a tu casa?-Frank alzó su cabeza, mientras el mayor lo observaba de reojo.
-Quiero quedarme aquí contigo-Se enrredó un poco en sus palabras, sin poder creer aún la situación. Con cada respiración sentía que esa fantasía iba a derrumbarse abruptamente, porque parecía estar en el paraíso.
Gerard se enterneció por las palabras del menor, era demasiado adorable.
-Está bien, puedes quedarte el tiempo que quieras-Permanecieron un momento en silencio.-De todas formas puedes recuperar la calificación, ¿no?.
-Claro...-Frank ya podía escuchar las palabras de su profesora regañándolo por ausentarse, así que se encontraba en un debate interior sobre qué hacer.
De pronto, justo antes de que Gerard comenzara a acariciar el cuerpo de Frank nuevamente, con una intención poco inocente, la puerta de entrada fue ruidosamente abierta, seguida por las voces de sus compañeros.
-¿¡Gerard!?-Mikey alzó su voz, todo lo que se lo permitía su delicado tono, y sus pasos se escucharon por el suelo de madera, directo a la habitación de su hermano.
-¡No...entres!.
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