Capitulo XXXIII: El rostro tras la máscara

Matthew

No comprendía qué le había sucedido a Dylan. Desde que le pedí acompañarme a la cena con mis padres, él se mostró nervioso, sin embargo, era entendible. Había pasado por mucho y temía que mi familia no lo aceptara, por eso insistí en que nadie lo criticaría ni a él ni a nuestro noviazgo.

Continuaba un poco ansioso cuando llegamos a la casa de mis padres, pero a medida que avanzaba la cena, su estado empeoraba al punto de colapsar y desmayarse. Realmente no lo había esperado. Creí que sus nervios se debían a su inseguridad, pero era claro que algo más sucedía, Así me lo dio a entender cuando me dijo que lo que tenía que contarme me resultaría increíble.

Me senté a la isla de la cocina mientras él preparaba el té. Sacó las tazas de la alacena, pero las manos le temblaban tanto que preferí levantarme y preparar yo la bebida. Él seguía muy alterado, tenía que llamar a la doctora Stone y notificarle todo lo ocurrido.

Le entregué la taza y esperé a que él hablara, sin embargo, Dylan parecía tener dificultad en iniciar la conversación.

—Flaco, ¿qué sucede? —Le acaricié el dorso de la mano—. No tengas miedo, sea lo que sea, voy a creerte y apoyarte.

Él subió el rostro y me miró al borde de las lágrimas.

—Lo siento mucho, Matt, siento mucho todo esto, lo que voy a contarte. Si luego no quieres creerme o... —Dylan tragó saliva, las manos continuaban temblándole—. O decides abandonarme, yo... yo voy a entenderlo.

—No voy a abandonarte, lo único que quiero es que me cuentes qué sucede.

Él asintió y después de inhalar profundo un par de veces, comenzó a hablar.

—¿Recuerdas que te conté que en el inicio de mi carrera yo, yo, Timothy me hizo conocer a algunas personas influyentes, todos hombres? —Asentí a su pregunta, él continuó—: Fui a muchas fiestas privadas en yates, islas, mansiones. En todas había chicos y chicas como yo, a veces más jóvenes. Al principio no sabía de qué iba todo, pero con el tiempo entendí lo que sucedía. Algunos soñaban con la fama al igual que yo, otros lo hacían solo por dinero y los más desafortunados eran obligados a estar ahí. —Dylan sujetó la taza con ambas manos y bebió un sorbo de té—. Estos tipos influyentes usaban una especie de código: heladería, pizzería, hamburguesas, para señalar los lugares en los cuales darían sus fiestas y el tipo de invitados que querían, si chicos o chicas o qué tan jóvenes los buscaban.

Tragué horrorizado por lo que contaba.

—¿Cómo sabes lo de los códigos?

Él esbozó una sonrisa triste.

—Las invitaciones a esos sitios llegaban a casa, se las veía a veces a Tim. La primera vez creí que realmente comeríamos helado, pero resultó ser una fiesta privada en un yate. Así me di cuenta poco a poco de lo que sucedía y lo que significaban los códigos.

Dylan contemplaba su taza, permaneció en un silencio en el que parecía buscar las palabras o tal vez el valor para seguir con el relato. Al cabo de un par de minutos continuó.

—Luego de que empecé a tener éxito en el modelaje, Timothy quiso que actuara. Me presentaron directores, productores y otras personas importantes en el espectáculo, a las cuales debía agradarles si deseaba hacerme un lugar en la gran pantalla.

De nuevo se detuvo, empezó a temblar otra vez. Cuando apartó los ojos de la taza y me miró, sus ojos rebosaban de lágrimas.

—Matt, cuanto lo siento, de verdad lo siento mucho.

—¿Por qué lo sientes? Nada de eso es tu culpa, si quieres acusarlos voy a apoyarte.

—Es que... —Más lágrimas—. Es que uno de esos hombres fue tu padre.

Había escuchado mal.

Empecé a ver puntos brillantes a mi alrededor. ¿Dylan había dicho que uno de esos hombres fue mi padre? No podía ser cierto. Lo miré queriendo hallar en su expresión que se había equivocado; sin embargo, solo encontré desesperación y más lágrimas surcando su rostro. Me miraba angustiado, con ojos enrojecidos. Todo dentro de mí se negaba a creerle, no quería hacerlo, no podía. Él estaba confundido. Me levanté y le di la espalda.

—Lo siento, Matt.

—¿Estás... seguro? —le pregunté con voz trémula, él susurró un sí.

No podía ser cierto.

En la cena, mi padre se comportó como siempre, no dio señales de conocerlo. Dylan se equivocaba.

—¿Y si estás confundido, flaco? —Me acerqué a él y tomé sus manos deseando tener la razón—. ¿Y si no es él? Él no te conocía.

—Es cierto, no me reconoció, pero sé que es él. —Una sonrisa triste curvó sus labios—. No me recuerda, por eso aceptó que fuera a su casa, de otro modo hubiese impedido que tú y yo...

Dylan sollozó, luego negó con la cabeza.

—Lo siento, Matt, estoy seguro. He pasado los últimos años asediado por pesadillas. Yo... veo su rostro en ellas, el rostro de él y el de otros. —dijo y solté sus manos—. ¡Matt, perdóname!

—No —dije dándole la espalda—. Si mi padre hubiera abusado de ti, él lo recordaría. Algo como eso no se olvida. Mi padre no hubiera aceptado tenerte como cliente y correr el riesgo de que lo denunciaras. Mucho menos te hubiera invitado a su casa.

Me giré y lo observé. Él continuaba sentado en la isla de la cocina, cabizbajo se estrujaba las manos.

—También me pregunté por qué no me reconocía, si es que acaso fingía. —El subió el rostro y sus ojos, que parecían un cielo gris, me miraron suplicantes—. A menos que fuese una práctica tan común, que hubiese habido tantos jóvenes como yo, que él no recuerda los rostros o los nombres, porque, sencillamente, no le importamos.

Mi cabeza daba vueltas, no podían ser ciertas sus conclusiones. De un momento a otro la realidad se quebraba, me mostraba una cara espantosa.

Dylan continuó suplicándome entre sollozos que lo perdonara, como si fuera su culpa todo el horror que me acababa de revelar. En ese instante recordé algo. Las notas en la agenda de Marc: citas para heladerías, pizzerías, hamburguesas. ¡Dios! ¡No podía ser cierto!

Volví a ver a Dylan. Sus ojos enrojecidos suplicaban, era un grito silencioso, un rostro destrozado por el dolor.

—Perdóname —rogó de nuevo.

Me acerqué a él, lo abracé y lo sentí temblar. Acaricié su cabello mientras apoyaba su cabeza contra mi pecho.

—¿Qué voy a perdonarte? ¿De qué eres culpable?

—¡De todo! —Lloró con más fuerza—. Llegó un momento en que no quería y, sin embargo, nunca me opuse. Iba a esas fiestas, sabía lo que sucedía y no dije nada. Luego el culto... Y después te conocí a ti. Acabé enredándote en todo esto. ¡Ojalá hubiera muerto ese día en que me tomé las pastillas!

Lo separé de mi cuerpo y levanté su rostro para que me mirara. No deseaba escucharlo hablar nunca más del suicidio. Respiré profundo para serenarme, para no gritarle, para no dejar salir la desesperación que sentía.

—No quiero que mueras, Dylan, estoy feliz de tenerte a mi lado. —Pasé los dedos por sus mejillas y barrí las lágrimas—. Estamos pasando por un mal momento, pero verás que lo superaremos. A veces pasan cosas muy malas, flaco, cosas que no podemos controlar, que están más allá de nosotros. ¿Cómo vas a ser culpable de ellas?

—Pude decir que no muchas veces y no lo hice.

—¿Realmente podías?

Dylan agachó la mirada y yo lo abracé de nuevo, al cabo de un rato él volvió a hablar.

—Debo contarte otra cosa —dijo en un susurro lúgubre y mi corazón se hundió todavía más en el pozo en el que ya estaba—. El triángulo.

—¿A qué te refieres? —pregunté temeroso. Dylan se soltó de mi abrazo y me miró a la cara.

—El símbolo que usan en el culto de Moloch es un triángulo dorado. El emblema de tu compañía también. En tu casa por todas partes hay triángulos y pirámides. Tu compañía se llama Lux, que es luz, la luz que ilumina el nuevo orden de Moloch.

Fruncí el ceño sin entender del todo lo que quería decirme. ¿Acaso insinuaba que mi familia tenía que ver con ese macabro culto?

—¡No, Dylan!

—¡Tu padre puede estar involucrado! —continuó él—, también tu hermano. Lo he pensado, Matt. ¡¿Cómo Timothy me encontraba siempre?!

Yo negué con la cabeza, aturdido.

—Le contabas a tu hermano, ¿no es cierto? Le hablabas de mí, le decías que estaba contigo. Marc siempre sabía dónde.

—¿Crees que Marc se lo decía a Timothy? —pregunté horrorizado. Dylan asintió.

Cerré los ojos. Era cierto. Le conté a Marc todo desde el momento en que conocí a Dylan. Le hablé que nos quedábamos en el mismo hotel, esa primera noche apareció Timothy queriendo llevárselo. Después, cuando empezamos a vivir juntos en mi casa, también se lo dije. Y ahora él sabía que Dylan estaba conmigo.

Pero Marc no tenía idea de donde. A pesar de todo lo que me había insistido, yo no quise darle la dirección. Pensé en los vehículos que me habían estado siguiendo. ¿Eran enviados suyos porque no tenía la dirección y deseaba conseguirla?

Marc sabía que Dylan quería denunciar al culto, él se encargó de borrar los tuits y tapar las declaraciones que Dylan había dado. Si era como Dylan decía, era muy lógico que quisiera silenciarlo.

Todo el tiempo fui yo quien puso a Dylan en peligro, era mi familia su peor amenaza.

—Cuando vi a tu padre —continuó él con voz temblorosa—, no supe qué hacer. No quise decirte nada, pero llegó un momento en que no pude seguir controlándome. Todo lo que te estoy contando es verdad, Matt. No voy a pedirte que me creas porque sé que debe ser muy difícil para ti, pero todo es cierto.

Él volvió a cubrirse el rostro con las manos y lloró otra vez. La situación era descabelladamente horrible. ¿Qué se suponía que debía hacer? Abracé a Dylan contra mi pecho y traté de consolarlo, cuando por dentro estaba en pedazos. Me sentía perdido. Tenía que investigar, salir de dudas y descubrir la verdad. Si mi familia estaba involucrada en todo lo que él había contado, los denunciaría.

Me separé de él y tomé los costados de su rostro para mirarlo.

—Te creo, Dylan. Voy a investigar esto.

—No, Matt, es peligroso —me suplicó angustiado—. Ya no quiero denunciar, ni investigar nada. Sé que voy a morir, pero no quiero que tú también lo hagas.

—No digas eso, nadie va a morir. Voy a protegerte. Ni mi familia, ni nadie te hará daño.

Le di un beso corto en los labios y luego otro en la frente. Con suavidad, lo levanté de la silla. Dylan todavía temblaba, estaba helado, ni siquiera el té caliente había logrado reconfortarlo.

—Vamos a acostarnos, ¿sí? Ambos necesitamos descansar.

—Lo siento mucho, Matt.

—No sigas disculpándote, flaco.

—Es que de alguna forma sé que es mi culpa. Si no me hubiera cruzado en tu vida, no estarías viviendo todo esto.

Me detuve a medio camino de la habitación, Dylan también lo hizo y giró hacia mí, extrañado.

—Sí, es cierto, es doloroso saber la verdad —dije—, pero la prefiero antes de continuar engañado, suponiendo que mi familia es muy honorable. Y en cuanto a lo de cruzarte en mi vida. —Sonreí—, la has vuelto más interesante, ya no me aburro.

Dylan rio un poco.

—Déjame ser egoísta, ¿sí? Quiero estar contigo siempre. —Miré sus hermosos ojos grises ahora enrojecidos, seguían tristes, pero al menos había algo de serenidad en ellos—. Te amo, Dylan.

Dos lágrimas corrieron por sus mejillas, él apretó los labios.

—Te amo —repetí.

Dylan me abrazó y enterró el rostro en mi cuello, al oído me susurró con la voz ahogada por el llanto:

—También te amo, Matt. ¡Te amo tanto!

No pude contenerme y lo besé en los labios. Esa unión estaba cargada de desesperación, de anhelo y de dolor. Dylan era mi ángel oscuro, el que me había mostrado como era el infierno.

Un instante después nos separamos. A pesar del beso que habíamos compartido, la piel de él continuaba helada.

—Vamos a tratar de descansar, ¿sí?

Él asintió y se dejó llevar por mí. Nos desvestimos y nos metimos bajo las frazadas. Dylan se abrazó a mi cuerpo, acariciaba mi pecho en silencio mientras yo peinaba con los dedos su cabello. De vez en cuando sentía la humedad de sus lágrimas en mi piel. Lo dejé llorar sin decirle nada, después de todo, también yo lo hacía.

Esa noche no dormí nada, estuve pensando en cientos de cosas: en mi padre, en Marc, en los muchos símbolos que había en mi casa y en la compañía, a los cuales nunca les presté atención.

Dylan se había tomado una de sus pastillas y dormía. Realmente deseaba cuidarlo y apartar de él las sombras que continuaban amenazándolo.

***Jelou, pipol!!! Cuéntenme, ¿Qué les parecieron estos dos últimos capítulos? Esperaban que Marc y el papá de Matt estuvieran detrás del culto y la red de prostitución?

Les cuento que para esta novela me inspiré en esos casos famosos de trata de blancas y prostitución infantil como el de Jefrey Epstein y  Harvey Weinstein. También hay inspiración en las teorías conspiranoicas de los Iluminatis y esos cultos que se dicen que se practican en Hollywood. 

Todo lo concerniente a la salud mental que se toca en esta novela tiene bases científicas y he tratado de tocar esos temas con el mayor respeto, basándome tanto en mi experiencia personal como en revisión de la literatura científica. De corazón, espero que estpen satisfechos con ella, faltan alrededor de 4 capítulos para terminar,, ya estpan escritos, pero quiero modificarlos, voy a tratar de no atrasarme y continuar el ritmo de publicación de los viernes. Trataré de traerles que falta de maratón.

Muchísimas gracias por llegar hasta aquí.

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