Capítulo VIII: Independencia

Dylan
Fue extraño despertar acompañado y lo más raro que esa compañía no se tratara de Timothy.
Nunca había consumido drogas, sin embargo, imaginaba que desintoxicarse de ellas debía sentirse igual a lo que yo sentía lejos de Tim.
Sabía que él no era bueno para mí, pero era el único familiar que tenía, lo único que conocía y lo extrañaba terriblemente. ¡De qué forma tan visceral se puede echar en falta lo que nos hace daño! Llega un momento en que no importa si nos rompemos en miles de pedazos, la necesidad es más grande que el instinto de autoconservación. O tal vez es el mismo instinto el que nos empuja a aquello que nos lastima, porque, paradójicamente, es el dolor lo que nos hace sentir vivos.
Matthew sugirió desayunar en la habitación y yo estuve de acuerdo, después de lo que había vivido la tarde anterior, no se me antojaba estar rodeado de personas.
Como siempre, la charla con él fue amena, tanto que llegué a olvidar mis problemas por un instante. Incluso, la ausencia de Timothy dejó de pesar y la sangre, de llamarme.
Luego del desayuno nos sentamos en el área cercana al balcón. Los vidrios polarizados evitaban que los rayos del sol fueran molestos y a su vez permitían contemplar la hermosura de la ciudad, tan cercana y distante a la vez.
Empezamos a hablar sobre quién sería mi agente. Matthew elaboró el contrato para Nils y, a medida que lo hacía, mencionaba los términos y las cláusulas para que yo les diera el visto bueno. Con Timothy nunca fue así, él se encargaba de todo, yo nunca intervenía para decidir nada, esto era totalmente nuevo y, aunque aburrido, porque había cosas que no entendía, era gratificante tomar un papel más activo en mis propios asuntos, me daba una sensación de madurez y competencia que nunca antes había experimentado.
Tal vez sí sería capaz de hacerme cargo de mi propia vida, podía ver un pequeño parpadeo luminoso al final del túnel.
Además, me daba cuenta de que Matthew era muy inteligente, no dejaba ningún cabo suelto, parecía pensar en todo y anteponerse a cualquier posible complicación que pudiera surgir en el futuro.
También era muy profesional. Durante el tiempo que teníamos discutiendo, ni una vez me miró más de lo necesario o de una forma indebida. Aquella admiración encendida del primer día parecía haber quedado olvidada. Ya no me molestaba, al contrario, me hacía sentir tranquilo y... normal.
Sus dedos morenos se desplazaban por las teclas del portátil con seguridad mientras hablaba. De vez en cuando fruncía el ceño o se mordía el labio inferior, concentrado en lo que leía y me explicaba. A pesar de que hablaba de trabajo, su expresión al verme se tornaba risueña. Volvía a parecerme el hombre joven que fue mi compañero de viaje en el avión. Quizá se debía a que su cabello estaba un poco despeinado o que en lugar de ropa formal vestía una camiseta de Star Wars y un pantalón chándal. Lo cierto era que no había en él la reticencia que mostró cuando le supliqué que fuera mi abogado, ni la preocupación de la tarde anterior al traerme de regreso al hotel.
Matthew giró y me obsequió una sonrisa diferente, franca y natural, como una que le dedicas a una persona con la que te sientes cómoda, a la que conoces desde hace mucho tiempo. Sus ojos se abrieron un poco más y sus cejas se levantaron.
—¿Sucede algo?
—Nada —le contesté con un parpadeo.
—¿Estás de acuerdo?
La pregunta del abogado, formulada en voz baja, me hizo comprender que había perdido el hilo de la conversación. Divagaba pensando tonterías.
—Disculpa, creo que estoy algo distraído. ¿Podrías explicarme de nuevo?
—Te decía que luego de revisar los contratos que tienes firmados y el de Timothy, hay un vacío legal en una de las cláusulas del suyo. Podríamos usarlo para rescindirlo, aunque tendrías que indemnizarlo.
—¿Indemnizarlo? Es decir, ¿qué tengo que pagarle? —No me importaba darle dinero si con eso podía librarme de él. Matthew asintió—. De acuerdo.
Regresé la vista al ventanal, la luz del sol de la mañana se reflejaba en los cristales de los edificios y los hacía parecer espejos dorados.
—Le cederé la casa. De todas formas, no quiero regresar allí.
—Tendremos que avaluarla. Esa casa de la que hablas es... —Él buscaba entre todos los papeles que tenía sobre la mesa—. Solo está este título de propiedad.
Yo sonreí con tristeza, volvía a sentirme nostálgico.
—Es la única casa que tengo, donde vivo... junto a él. Que se quede con ella. No me importa.
Y así era, no me importaba. De cualquier forma, ya había pensado en venderla. No regresaría a un sitio lleno de recuerdos, donde a cada paso que diera, el corazón se me apretaría recordando a Timothy. Luego de la muerte de mi familia, me convertí en un satélite donde él era el único planeta de mi solitario universo. En esa casa todo estaba ligado a él, a los planes que él trazó para mí cuando mi carrera comenzó a despegar, a mi empeño en no defraudarlo, a mi obsesión por mantenerlo a mi lado.
—Está bien —dijo Matthew mientras tecleaba en su portátil—. Supongo que querrás comprar otra propiedad. Me pondré en ello para conseguirte las mejores opciones. ¿Dónde te gustaría vivir?
¿Dónde me gustaría vivir? Jamás me había planteado esa pregunta. La magnitud de mi decisión volvió a agobiarme: viviría solo. Me quedé sin aliento, ¿cómo iba a vivir sin Timothy? Tomé aire y aparté la mirada para dirigirla de regreso al ventanal, necesitaba un cigarrillo con urgencia.
—Cualquier lugar tranquilo estará bien, puedes escogerlo tú.
Matthew arrugó el ceño, creí que diría algo como «será tu casa, escoge tú», pero en lugar de eso preguntó:
—¿Y mientras conseguimos ese lugar? ¿Dónde te quedarás?
No iba a poder soportar estar solo, cada vez se me hacía más evidente. La taquicardia empezaba de nuevo, al igual que ese desagradable calor que se me alojaba en el estómago, para dar la bienvenida a la ansiedad, la cual hacía su gloriosa aparición. Tomé una profunda bocanada de aire. No quería pensar en eso, si lo hacía me estancaría en un bucle conocido y terminaría corriendo para pedirle disculpas a Timothy si así lograba no estar solo.
—¿Te importa si fumo? —pregunté y Matthew negó.
Así que me levanté y caminé hasta el interior de la habitación donde se encontraban mis cosas, busque la cajetilla y tomé un cigarrillo, regresé de nuevo al balcón, entonces abrí la cristalera y salí a la terraza, desde allí le contesté al abogado.
—Cualquier hotel estará bien. ¿Podrías escogerlo también, por favor?
Desde El otro lado de la cristelara, Matthew contestó afirmativamente. Tal vez notó mi ansiedad porque entonces respondió:
—Es mejor que lo dejemos hasta aquí, no quiero agobiarte.
Exhalé el humo antes de contestarle recostado de espaldas en el barandal.
—Además, tienes una reunión, ¿no? Lo mencionaste ayer.
—¡Cierto! ¡Lo había olvidado! —dijo mirando su Rolex de pulsera—. Creo que continuaré luego con esto. —Se levantó del sillón, su mirada sobre mí vaciló un poco—. No tardaré mucho, tal vez podamos almorzar juntos.
Fue inevitable sonreír aliviado, lo que menos deseaba era estar solo y que aquellas apariciones, alucinaciones o lo que fueran volvieran a atormentarme.
—¡Te esperaré!
Matthew se me quedó mirando y yo pensé que no debí decir aquello, había sonado inapropiado, demasiado personal, mucho entusiasmo. Sin embargo, él sonrió y su sonrisa me tranquilizó, así que dejé de preocuparme por mi respuesta.
—Tal vez quieras mirar propiedades mientras vuelvo.
—Sí, eso haré.
Matthew se perdió en el interior de la habitación y yo permanecí terminando mi cigarro en la pequeña terraza, lo que menos me apetecía era ver casas. Di la última calada y regresé dentro.
Al portátil en la mesita lo rodeaban documentos y papeles con anotaciones. Estaba dando pasos agigantados para lograr mi liberación. Matthew me tomaba en cuenta en la toma de decisiones y eso me hacía sentir capaz. Suspiré y me levanté para sentarme frente a la pantalla. Tenía que poder, tenía que continuar. Me sobrepondría al absurdo miedo que me daba la soledad.
Frente al portátil empecé a buscar casas cerca de la costa, se me ocurrió que podría gustarme vivir en la playa.
Desde donde estaba, escuché cuando él salió del baño. Desplacé el cursor sobre las fotos de una hermosa mansión rodeada de cocoteros, pero Matthew en la otra habitación me distraía. Presté atención al sonido que hacían los cajones cuando los abría y los cerraba, al frufrú de la ropa que se ponía, al leve crujido que hizo la cama cuando él, seguramente, se sentó en ella para atarse los zapatos.
Luego se peinaría, se aplicaría un poco de perfume y finalmente se marcharía a su reunión.
Pero en lugar de escuchar la puerta cerrarse, la fragancia cítrica y amaderada me hizo voltear. Matthew se acercó a donde yo estaba sentado y se inclinó sobre mi hombro para mirar la pantalla. Su aroma me envolvió, al igual que la calidez que emanaba su cuerpo.
—¿Te gusta esa? —me preguntó refiriéndose a las fotos de la casa.
Respondí un escueto "sí". Matthew mostró su aprobación sobre las fotos de una casa que yo ni siquiera había visto en detalle. Cuando se alejó se llevó consigo el calor; la bergamota y la madera de su fragancia, en cambio, permanecieron como un recordatorio de que él había estado allí, muy cerca de mí.

Dediqué la mañana a ver casas en las páginas que Matthew había seleccionado, encontré un par que me gustaron. Después hablé por teléfono con Nils.
Evitaba llamarlo muy seguido, no quería ser una causa de discordia entre él y su pareja, que varias veces había demostrado sentir celos de mí. Nils parecía no darse cuenta o tal vez no quería hacerlo. De cualquier forma, yo deseaba evitarle problemas. Esa era la razón de por qué no solía acudir a él cuando tenía dificultades, a pesar de que lo consideraba un buen amigo, el único que tenía.
Esta vez, cuando le envié un mensaje, de inmediato él me llamó.
—¡¿Dónde te habías metido, bro?! ¡¿Sabes cuántas veces te he llamado?! —me reprochó en lugar de saludar.
—Disculpa, tenía el teléfono apagado.
—¡Timothy está como loco, no ha dejado de llamarme! —Al escucharlo me mordí el labio—. Me ha pedido de mil maneras diferentes que te convenza de regresar.
—No voy a hacerlo, Nils. Timothy... Todo esto es demasiado horrible. No regresaré.
—Ellos no lo van a permitir, Dyl. Te advertí que era peligroso y que una vez dentro ya no podrías salir.
—Lo sé, debí escucharte a ti y no a Tim. ¡Pero mira, ahora estoy bien! Conocí a alguien, es abogado y está ayudándome con todo. Voy a tomar las riendas de mi vida y de mi carrera, las cosas serán diferentes ahora.
Hubo un silencio al otro lado de la línea que me llenó de desazón. ¿Acaso Nils no creía en mí?
—Ten cuidado, Dylan. Si necesitas un abogado puedo recomendarte a alguien. No debes confiar de buenas a primera en todo el mundo, menos en desconocidos.
Absurdamente, los ojos se me llenaron de lágrimas, quería su aprobación. Que no confiara en mi criterio, que me tratara como a un niño me dolió.
—Estaré bien, sé lo que hago. —Fui cortante a pesar de saber que él solo deseaba lo mejor para mí—. No te preocupes.
Escuché a Nils suspirar del otro lado, luego habló en un tono más relajado:
—Me alegro mucho por ti, bro, en serio. Siempre me pareció que le permitías a Tim ejercer demasiado control sobre tus cosas.
—Gracias, sé que voy a estar bien. Firmaré el contrato con Universal y después regresaré a Lofthon. Estoy buscando una nueva casa para vivir.
—Bien por ti, hermano.
Luego Nils cambió la conversación y me puso al día de los últimos chismes en el mundo del modelaje. Pronto habría una subasta de caridad y varias casas de moda participarían, algunas querían que yo estuviera en sus pasarelas. Nils quedó en enviarme por correo toda la propuesta que yo luego le mostraría a Matthew.
Cuando terminé de hablar con él ya era más de medio día, Matthew todavía no regresaba de su reunión y yo empezaba a tener hambre. Decidí ducharme y prepararme para bajar a almorzar en caso de que se le hubiese presentado algún inconveniente.
Había pasado la mañana entretenido en mil cosas: la búsqueda de la nueva casa, mis próximos desfiles, la película. Estaba emocionado por primera vez en mucho tiempo. Incluso, la perspectiva de vivir solo ya no me parecía tan horrible.
El agua templada de la ducha terminó de reconfortar mi ánimo, realmente me sentía renovado y lleno de expectativas. Empezaba a creer que podía tener un futuro sin Timothy. Y gran parte era gracias a Matthew. Por supuesto, él no sabía nada de mis problemas de apego, ni mi terrible inseguridad, tampoco del gran apoyo que suponía para mí su presencia y su ayuda.
Cerré la ducha y me sequé dentro de la sala de baño. Envolví una toalla en mi cintura y salí.
Casi di un salto al ver a Matthew frente a mí, había creído que estaba solo.
—Me, me asustaste.
Me dio la impresión de que acababa de llegar, porque todavía no se quitaba el sobretodo negro. Él me recorrió con la mirada de arriba abajo. Sus ojos se detuvieron en los míos y cuando lo hizo el corazón se me desbocó en el pecho.

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***Muajajajaja soy malvada, el próximo jueves sabremos como continúa esto, que se pondrá ... ardiente.
Capitulo para fanguysu56 Gracias, cariño por todos los comentarios, por los votos, por estar desde El amante del príncipe, ¡muac!

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