Capítulo 8: Detrás de La verdad.
La intensa pelea en la sala real del reino de Aquamaris había culminado, los guardias reales se habían encargado con la ayuda de su rey además de recibir apoyo de Alex y Stunt.
—Nos encargaremos de arrestarlos, majestad. — dijo uno de los guardias.
—Aún no. — dijo Alex algo enojado mientras se acercaba a uno de los sujetos derrotados.
—Alex. ¿Qué haces?
El rubio se agachó para tomar de su armadura con una sola mano a uno de aquellos atacantes, luego lo levantó en el aire y comenzó a hablar.
—¿Quién te envió? Será mejor que hables ahora o juro por mi padre que te arrancaré la cabeza con mi otra mano. — soltó el hombre con rabia.
—Eres… un traidor para tu pueblo, el nuevo rey debe ser quien te ejecute. — dijo el hombre con poco aire para respirar.
Alexander dejó caer al hombre al suelo tras soltarlo y luego le dio la espalda para caminar hasta donde estaba Stunt.
—Lo sabía, esto es obra de Claud. — dijo el anciano.
—Tengo que hacer algo antes de que esto se salga más de control.
—Claud no está listo para ser Rey tampoco, ningún Grindelwald lo está. — dijo aquel hombre aún en el suelo.
Alexander se giró hacia él con una mirada confusa.
—¿De qué estás hablando? Él los envió a atraparme.
—Él no lo hizo… — contestó el sujeto con una sonrisa tétrica.
—Llévense a estos sujetos al calabozo, el rey de Gorheim tendrá que pagar por sus actos delictivos. — dijo el Rey Alastair.
—Sí señor. — contestó el líder de los guardias siguiendo las órdenes de su rey.
—¿Qué estás pensando, señor Grindelwald? — preguntó Stunt.
—Sí Claud no hizo esto entonces alguien más quiere tomar el trono de La Legión de Oro… tengo que averiguar quién es y aquí abajo no lograré hacerlo. — dijo el rubio mientras caminaba hasta la salida.
—¡Alto majestad! No dejaré que vaya solo. — contestó Stunt para después caminar hasta su rey.
—Acá estás más seguro, Stunt, ya hiciste demasiado, por favor déjame resolver esto solo.
—No, no dejaré que lo hagas, mocoso. Tú padre me ordenó estar contigo hasta el final el día que murió y es lo que voy a hacer porque yo sí tengo lealtad hacia mi nuevo Rey, quiero recuperar mi pueblo tanto como usted, majestad y no puedo hacerlo si me quedo acá sin hacer nada. — contestó el anciano con cierto sentimiento en sus palabras.
Alex se giró para ver al anciano por varios segundos y luego simplemente asintió con su cabeza.
—Gracias por su estadía acá, Rey Alastair y princesa Anemea, les estaremos en deuda. — dijo Alex observando de largo a ambos.
—Nos ayudaste a evitar un desastre mayor en mi reino, la deuda está saldada. — contestó el rey con una sonrisa.
Sin más, Alex y Stunt se dirigieron hasta la salida para volver a casa.
Todo era un alboroto en La Legión de Oro, en unas horas se llevaría a cabo la coronación del príncipe Claud, parte de los habitantes del pueblo se encontraban nerviosos y enojados mientras la otra mitad se entusiasmaban por su nuevo rey.
—Príncipe Grindelwald, este será su juramento para la coronación, por favor trate de aprenderlo lo más rápido posible. — dijo uno de los guardias entregando un pergamino a Claud.
—Gracias, ahora marchate. — contestó el hombre de cabello gris.
—¿Todo bien? — preguntó Elig entrando en el lugar.
Claud se sentó sobre una silla cercana mientras tomaba una cerveza.
—Nunca fui fan de estos eventos de mierda, cuando era niño los detestaba. — contestó el hombre.
—Sí, lo sé amigo, yo tampoco. Deberíamos escapar a observar a las sirenas del lago como hacíamos de niños. ¿Recuerdas? — soltó Elig entre risas, Claud también rió.
—Diecisiete sirenas en el lago y te gustaba la más horrenda de todas, como olvidarlo.
Ambos comenzaron a reír y luego un silencio se hizo presente por algunos segundos hasta que Elig retomó la conversación.
—¿Estás preparado para hoy? — preguntó el pelinegro.
—Sinceramente, no lo estoy, desearía que hubiera sido distinto. — contestó de inmediato el hombre. —Pero hay que aceptarlo, las decisiones difíciles requieren voluntades fuertes, es lo que decía mi padre.
—El día que te arrestaron lo escuché decirle eso a Alexander en la sala real. ¿Qué te pasó ese día?
—Es difícil de explicar Elig, fue como si algo o alguien me hubiera ordenado hacerlo y mi cuerpo no respondía a mis acciones pero mi mente quería hacerlo, por alguna razón debía asesinar a mi padre en ese momento…
Nuevamente aquel silencio reinó en el lugar. Claud se levantó de su asiento colocando aquella jarra vacía sobre la mesa.
—Pronto esta pesadilla terminará, Claud, ya verás. — dijo Elig a su amigo mientras colocaba la mano sobre su hombro, Claud solo asintió con su cabeza.
—Señor, comienzan a llegar los invitados, requerimos su ayuda para el ingreso y evitar que entren sin armas. — dijo uno de los guardias reales entrando al lugar.
—Bien, vámonos ahora mismo. Lo veré más tarde, majestad. — contestó Elig saliendo del lugar junto a su compañero.
Ambos hombres caminaban hasta la entrada de La Legión de Oro lo más rápido posible.
—¿Preparaste todo para esta noche? No podemos fallar, soldado. — dijo Elig al hombre a su lado.
—Todo está listo señor, el plan está en ejecución y pronto llegarán las noticias.
—¿Y sobre Alexander Grindelwald?
—No hemos recibido informes aún, estaré avisando.
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