Capítulo 5: Lenta Recuperación.

La oscuridad en el bosque de la Legión de Oro se comenzaba a apartar para dejar ver la luz del día. En un lugar muy apartado del bosque y del reino había un campo verde enorme donde dos niños jugaban con sus espadas de juguete a ser reyes, de repente, la imagen cambió y a lo largo se observó la silueta de un anciano observando al frente mientras a sus espaldas se veía el Reino de la Legión de Oro en llamas y con sus grandes edificios derrumbandose.

—Es tu culpa. — se escuchó una voz entre susurros.

La imagen cambió nuevamente pues ahora se observaba a la Legión de Oro desde cerca y todos sus habitantes corrían buscando una salida para salvarse.

—¡Tú pudiste evitar esto, Alex! Pero la profecía se equivocó contigo… tú no eres nuestro salvador.

—Te dije, hermano, que debías dejar este reino en manos mías. — dijo Claud Grindelwald observando a su hermano Alex desde el trono.

Alex despertó en un brinco intenso de su cama, el muchacho había tenido una pequeña pesadilla o quizá era una visión de su futuro.

—¿Todo bien? — preguntó Stunt sentado en un pequeño sofá.

—Sí, sí… ¿Qué hora es? ¿Y por qué estás despierto?

—No sé, deben ser como las tres de la mañana… estaba durmiendo hasta que escuché sus gritos, señor Grindelwald.

—Por favor, Stunt, solo llámame Alex. — dijo el rubio mientras frotaba sus ojos. — Lamento despertarte, tuve una pesadilla.

Alex se levantó de la cama y se dirigió hasta la ventana observando la luz de la luna llena en el cielo.

—¿Qué sucedió en tu pesadilla? — preguntó el anciano mientras tallaba algunas cosas de madera con una cuchilla.

—El reino… estaba en llamas y todos sus habitantes corrían, como si huyeran de algo, de mí… — contestó el rubio.

—¿De usted?

—Estaba sentado en el trono mientras Claud me observaba de pie y me decía algunas cosas.

Stunt miró a Alex y luego devolvió su mirada a la figura de madera que estaba creando.

—Mañana nos iremos de Grecia, muchacho, debemos marcharnos a buscar esa profecía. — dijo el anciano.

Alex caminó hasta la mesa donde tomó la jarra con agua y se sirvió en un vaso.

—¿Tienes una idea de por dónde comenzar? — preguntó.

—Quizá tenga un recuerdo vagando por mi cabeza sobre un lugar pero no estoy seguro… deberíamos dormir, Alex, será un largo dia. — dijo Stunt mientras se levantaba del sofá en dirección a su cama.

Había amanecido, los primeros trabajadores se dirigían hasta las tierras fértiles de La Legión de Oro, al llegar, notaron como los guardias reales ahora dirigidos por Elig se encontraban quemando las cosechas que habían en ellas.

—¡Oiga, oiga! ¿Qué cree que está haciendo? — preguntó uno de los trabajadores mientras se acercaba a los guardias.

—Aléjese, son órdenes del Príncipe Grindelwald, futuro rey de La Legión de Oro. — dijo Elig.

—El príncipe Grindelwald fue expulsado de este lugar por el maldito impostor que tomó el mando del reino, aléjese usted si no quiere que le cause daño. — contestó el joven trabajador sacando una espada, preparado para luchar contra Elig.

Los demás guardias dejaron de dañar la tierra al ver la espada del hombre amenazante y se acercaron rápidamente a apoyar a Elig.

—Sí es lo que quiere… — contestó el pelinegro quien rápidamente sacó un arma de fuego y apuntó al hombre.

—¡Alto! — exclamaron a las espaldas de los trabajadores. —¿Qué está sucediendo aquí? — preguntó Claud mientras se acercaba.

—Su majestad, este hombre no desea formar parte de nuestro nuevo régimen. — dijo Elig.

—¿“Nuevo régimen”? — preguntó el hombre al lado del pelinegro con la espada en su mano.

—Entonces serán expulsados de La Legión de Oro, tendrán que buscar otro lugar donde vivir, donde comer, donde trabajar… si no aceptan las condiciones, ese será su destino.

El hombre de cabello negro guardó la espada que tenía en su mano y se colocó en posición recta.

—Prefiero eso que seguir sus órdenes. — contestó para después recibir un golpe de Claud en su cara.

—Empaque sus cosas y lárguese maldito insolente. — soltó Claud con rabia.

El joven agredido se levantó del suelo y luego se marchó del lugar.

—Elig, te encargarás de advertir a todo el pueblo sobre lo sucedido hoy y que les irá peor si no obedecen nuestro nuevo mandato, a partir de hoy no se tolerarán más actos de este tipo.

—Sí, señor. — contestó el jefe de la guardia real. — ustedes sigan trabajando, señores. — añadió.

Claud caminó hasta la sala real, el hombre dejó sus armas a un lado decidido a darse un baño.

—“Usted ya tiene una misión, debe cumplirla.” — eran las palabras que escuchaba el hombre de cabello blanco mientras algo de agua caía sobre su cabeza.

A las afueras del reino, aquel joven que había sido expulsado de La Legión de Oro caminaba en dirección al bosque con una pequeña mochila colgando de su espalda, el chico caminó por unos minutos y luego se detuvo cerca de un lago donde se sentó sobre una piedra y sacó alguna cosas de su mochila para comer algo.

—¡Hahahaha, es maravilloso! — exclamó alguien a lo lejos haciendo que el joven se pusiera en guardia y se escondiera tras unas plantas.

Un grupo de siete hombres, conocidos como “la mafia del bosque” se acercaban al lago con sus características armas de combate y botellas de alcohol en la mano.

—Es el cuarto día que venimos a pescar, Oliver, no encontraremos nada hoy tampoco.

—Admes tiene razón, estos peces los cazan los imbéciles del reino para su alimentación, acá no encontraremos nada.

El muchacho tras las plantas tomó su mochila con cuidado y luego trató de huir del lago, sin embargo, se encontró con uno de los hombres de frente quien tomó al joven del cuello y exclamó por ayuda.

—¡Diácono! ¿Qué sucede?

—Encontré nuestra entrada al reino.

—¡Suéltame o te arrepentirás! — dijo el joven pelinegro.

—¿Tiene comida? — preguntó uno de los tipos.

—Revisa la mochila. — contestaron.

Comenzaron a revisar la mochila del muchacho encontrando comida, agua y algunas dagas y cuchillas de defensa personal.

—Vaya, viene repleto. ¿Eres de la guardia real, muchacho? — preguntó uno de los tipos pasándole una de las cuchillas cerca de su cara.

—Te seré sincero, yo solo busco un hogar para mí y mi familia, por favor déjenme ir.

El líder de los mafiosos observó a su hombre que tenía del cuello al muchacho, le hizo una seña para que lo dejara libre, sin embargo, cuando lo soltó, recibió una patada del pelinegro en sus partes íntimas y luego, desenfundó una espada brillante con su mano derecha.

—¡Alto, alto ahí! — exclamó uno de los hombres frente a él sacando su espada junto a los demás miembros.

Sin dudarlo, el muchacho pelinegro se lanzó a pelear contra todos sus agresores, sin embargo, después de derrotar a un par fue enviado al suelo por un corte en su pierna que lo dejó fuera de combate.

—Matenlo, nos llevaremos sus cosas. — dijo el líder.

De repente, el sonido de un caballo alado pasó sobre aquellas personas, un hombre con una máscara negra cubriendo toda su cara cayó al suelo con un par de espadas en sus manos, comenzó a atacar a todos los miembros de la mafia del bosque hasta derrotarlos a cada uno. El joven muchacho en el suelo trató de arrastrarse en el suelo para evitar ser asesinado también por aquel enmascarado, el hombre de espadas colocó un pie sobre la espalda del pelinegro y le dio la vuelta colocando una espada en su cuello.

—¿Quién es usted? — preguntó el pelinegro con voz temblorosa.

El enmascarado quitó la espada del cuello del muchacho y luego, lentamente, sacó su máscara.

—Joven Asgot… siempre en problemas.

—¿Señor Sven?

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