Capítulo 2: De Vuelta Al Pueblo.

[Legión de Oro] 

Tras un par de días de viaje, Alex llegó junto a Stunt a La Legión de Oro donde fueron recibidos por la guardia real, quienes llevaron a los hombres hasta el reino. 

—Majestad, el funeral de su padre será en unas horas, por favor, informarme cuando esté preparado y lo escoltaremos hasta allá.

Alex solo asintió con su cabeza mientras observaba el trono de su padre. 

—Si usted lo decide, señor Grindelwald, ese trono podría ser suyo. — dijo Stunt al rubio. 

—Mi decisión fue tomada hace años, Stunt, lo mínimo que puedo hacer es buscar a alguien digno para que sea dueño del trono y así pueda reinar este lugar como se debe. 

La guardia real se retiró del reino para terminar de prepararse y asistir al funeral real. 

—Venga conmigo, señor Alexander, hay que prepararse. 

—De acuerdo… — contestó el rubio para después seguir a Stunt. 

Claud y Elig se encontraban de camino a la Legión, sin embargo, antes de llegar a ella, Claud decidió pasar al bosque cercano al reino donde unos años atrás estuvo con su hermano Alex. 

—No entiendo a qué vinimos aquí, Claud. — dijo Elig caminando detrás de su amigo. 

—Ya te lo dije, Elig, asuntos personales, tienes que esperarme, al menos unos minutos. 

—Sí bueno, ¿Tengo otra opción? — dijo el hombre pelinegro. 

Claud se frenó frente a un arbusto donde comenzó a buscar algunos rastros de algo que él creía seguía en ese lugar. 

—Bien, quédate aquí, volveré. 

El hombre de cabello gris se adentró en las profundidades del bosque buscando la zona más oscura donde se había adentrado la última vez que tuvo libertad. 

—Claud Grindelwald… — susurró alguien. 

—A usted es a quien busco. — contestó el hombre. — ¡Muéstrate! 

—No grite, hombre mortal. — dijo una figura encapuchada a las espaldas de Claud. — ¿Por qué me busca? — preguntó. 

—Averigüé sobre quien eres, lo que eres, lo que haces. 

El encapuchado de negro levantó su mirada para observar a Claud. 

—Viene por respuestas de lo que sucedió hace años, ¿No es así? 

Claud simplemente afirmó con su cabeza, el encapuchado invitó al hombre a entrar a la cabaña cercana, tras entrar comenzó a levitar algunas tazas para té junto a la tetera y un pergamino que se colocó en el centro de la mesa donde Claud estaba sentado. 

—¿Me está invitando a un té? — preguntó el hombre sentado. 

—No, señor Grindelwald, lo invito a tomar el pergamino que está en la mesa, es la respuesta a sus preguntas. Léalo con calma pero lejos de aquí, usted ya tiene una misión, debe cumplirla… si es que lo logra, habrá una gran recompensa. 

Claud tomó el pergamino de la mesa y se levantó para después marcharse y encontrarse nuevamente con Elig. 

—Vaya, hasta que decidiste aparecer. — dijo Elig sentado sobre el pasto con algo de comida en sus manos. 

—¿De qué hablas? No me fui ni quince minutos. 

—La cárcel te volvió loco, Claud, te fuiste por más de tres horas, ya hasta está por oscurecer. — dijo el hombre pelinegro mientras se ponía de pie. 

—¿Qué? — se preguntó Claud a sí mismo con cara confusa. 

—¿Qué haremos? 

—Volver a nuestro pueblo. 

—¿Pelearás por el trono? Porque tengo un par de cosas que puedes ayudarte, fui por ellas mientras estabas en tu viaje de… quien sabe que cosa. 

—Sí, Elig, tomaré lo que fue mío desde un inicio, vamos. 

Sin más, los hombres salieron del bosque rumbo a La Legión de Oro. 

Se había organizado una cena en honor al difunto rey, Alex se encontraba al inicio de la gran mesa y a sus lados estaban Stunt y el jefe de la guardia real, Sven, mientras en las demás sillas estaban los demás miembros del tribunal real. 

—La coronación será en dos días, señor Alex. ¿Ya pensó qué hará? — preguntó Stunt. 

—Mantengo mi respuesta. — dijo el rubio mientras bebía un sorbo de cerveza. 

—Sea cual sea su respuesta, señor Grindelwald, debe decirla lo más pronto posible al presidente de la Corte. 

—¿Por qué? — preguntó Alex. 

—Planea coronarte lo más antes posible, eres algo así como su ídolo, diría yo. — agregó Sven. 

Alex se quedó pensativo por algunos segundos hasta que un guardia de la realiza interrumpió la cena entrando a toda prisa por la puerta principal. 

—¡Señor Sven, señor Sven! — exclamaba el hombre. 

—¿Por qué tanto escándalo? — preguntó furioso el presidente de la Corte Real. 

—¿Ibsen? ¿Qué sucede? 

—Tengo noticias desde la prisión de la Legión, Claud Grindelwald Marwen ha escapado y se dirige hacia acá. 

La noticia impactó a todos en la sala, algunos comenzaron a entrar en pánico mientras otros sólo se quedaron perplejos, Sven entre ellos. 

—¿Cómo sucedió? — preguntó Stunt observando al guardia. 

—No lo sé, señor, pero un guardia vino hasta acá en su caballo alado e informó de la situación, pueden hablar con él… 

—Tenemos que hacer algo. — susurró Stunt a Alex quien se puso rápidamente de pie. 

—Ordena cerrar las entradas y cubrirlas, debe estar llegando para esta noche. Sven, ordena a tus hombres un patrullaje para vigilar a todas horas, nadie puede entrar ni salir. 

Sven asintió con su cabeza y luego se marchó junto a su guardia para comenzar a planear el patrullaje. 

—¡Señor Grindelwald! — exclamó el presidente de la Corte. 

—Que nada de esto los confunda, señores. No seré el rey de este lugar pero soy un ciudadano que no verá a su pueblo caer, hoy soy un soldado más, así que hay que pelear por el honor de La Legión de Oro. 

Stunt sonrió antes las palabras de Alex y luego lo acompañó hasta la salida donde se prepararía para el patrullaje nocturno. 

Mientras tanto, aquella figura encapuchada se encontraba a la orilla de un río, donde hacía levitar un cofre cerrado con varios encantamientos protectores

—Mi señor, ¿Por qué lo hará? — preguntó un hombre a las espaldas del encapuchado. 

—Llegará el momento donde tendrán que encontrarlo, así lo dicta la profecía. — contestó el encapuchado. 

—¿Y no será muy tarde cuando eso suceda? 

—No lo sabremos, Kalevi. 

Tras terminar la conversación, el encapuchada lanzó el cofre al río y comenzó a arrastrarlo corriente abajo. 

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