Capítulo 15: Rey Desde Cero.

—Señor Stunt, todo está preparado para esta tarde. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarlo?

—No, muchas gracias por su ayuda. Esperaré a que el rey despierte, puede retirarse.

El último hombre en hablar no quitaba la mirada de la ventana mientras decía aquellas palabras.

El otro sujeto a sus espaldas se giró y se marchó del lugar.

Alexander se encontraba recostado en una camilla con algunas vendas en sus heridas causadas la noche anterior, levemente comenzó a abrir los ojos y observar todo a su alrededor.

—Señor Alex… ¿Cómo se encuentra? — preguntó Stunt para luego darse la vuelta.

—¿Qué pasó? ¿Dónde está Claud? — cuestionó el rubio mientras se sentaba sobre la camilla.

—Él está siendo atendido por los pocos médicos que tenemos. Ganamos la guerra, majestad, su padre estaría orgulloso de ambos.

Alex restregó sus ojos mientras escuchaba las palabras de aquel anciano.

—No todo ha terminado, ahora debemos restaurar este lugar para hacerlo un hogar digno para el pueblo. — dijo el rubio.

—¿Eso significa que tomarás el trono?

Alex se quedó pensativo mientras miraba al suelo.

—Yo…

—No te presiones, aún puedes proponer a Claud como el heredero al trono pero eso llevaría a un enorme juicio… Escucha, olvida el tema por esta tarde. Le haremos un homenaje a los caídos en esta guerra hoy por la tarde, si te sientes bien y quieres asistir será un gusto para nosotros.

El rubio asentía con su cabeza.

—Supongo que en toda guerra mueren personas ¿No? — preguntó Alex mientras se ponía de pie. —Me hubiera gustado que fuera diferente.

—La guerra no es más que una forma de guiar a la muerte hasta su próximo objetivo, tienes razón. — contestó Stunt.

Alexander miró por la ventana observando el pueblo pero en su mente se mantenía la imagen de sus hermanas, Minerva, Wilsa, Estefania y de su padre.

—Stunt, llama a la corte real… estoy listo. — añadió el rubio a la conversación con una sonrisa.

A las afueras de aquella habitación se encontraba Asgot ayudando a los habitantes del pueblo a cargar baldes con agua sacada de un pozo cercano.

—¡Muchas gracias por su ayuda, joven! — agradeció una señora.

—¡Asgot! Ven aquí. — dijo uno de los hombres que peleó junto a él hace algunas horas.

—¿Qué sucede? — preguntó el pelinegro acercándose.

—Stunt sugirió armar un nuevo grupo de Ejército Real ya que bueno… la mayoría murió y los otros son traidores, así que debes venir conmigo.

—Espera espera. ¿¿Por qué debo ir contigo? — preguntó el pelinegro.

—Sí quieres ser el futuro líder del Ejército Real debes prepararte desde ya. — contestó aquel hombre mientras daba la vuelta para marcharse.

Asgot se quedó quieto algunos segundos y tras una ligera sonrisa siguió al hombre frente a él.

Habían pasado unas cuantas horas, el pueblo de la Legión se encontraba reunido junto a los pocos soldados del ejército real frente al río del bosque, Alex junto a Stunt se acercaron al lugar para apreciar lo que sucedía.

—Damas y caballeros, estamos aquí para dar un pequeño homenaje a todos aquellos que perdimos en esta lucha por el trono de La Legión de Oro. Muchos aquí conocieron a Sven, quien fue líder del Ejército Real por muchos años, él dio su vida para proteger al heredero al trono y que cumpliera su misión así como los demás caídos aportaron su grano de arena para lograr el objetivo.

El hombre que dijo esas palabras se acercó al río donde varios botes flotaban en él.

—¿Alguien quiere hacer los honores? — preguntó el hombre.

Alexander dio un paso al frente dejándose ver por los ciudadanos.

—Yo lo haré. — dijo el rubio.

Caminó hasta el frente con su varita en mano y con ligero movimiento hizo que los barcos comenzaran a avanzar.

—¡Preparados! — exclamó Asgot con su arco dirigiendo a los demás. —¡Por La Legión de Oro y su pueblo! — añadió para luego disparar aquellas flechas con fuego en su punta.

—¿Sabes? Esto me recuerda a una despedida que le hicimos a una amiga cuando murió por proteger uno de los Entes de la Magia… — mencionó el rubio a Stunt quien se encontraba a su lado.

El anciano simplemente sonrió.

Los barcos se alejaban lentamente encendidos en llamas, una forma de honrar a aquellos que dieron su vida por el reino.

[Dos semanas más tarde]

Una gran celebración se hacía presente en el Reino de La Legión de Oro, la corte real estaba presente en aquellos tribunales que Alexander ayudó a restaurar gracias a sus habilidades mágicas.

—Señor Alexander Grindelwald Griffith, hijo del difunto Rey Stephen Grindelwald, heredero al trono de La Legión de Oro. ¿Está dispuesto a defender y morir si es necesario por el bien de nuestro pueblo? — preguntó el presidente de la corte.

—Sí, su señoría.

Como era costumbre, la sangre de Alex fue colocada en aquel pergamino que registraba a todos los reyes de la Legión de Oro, la gota manchó el pergamino y se formó el nombre completo del rubio debajo del nombre de su padre.

El presidente de la corte empuñó una espada y con ella hizo el ritual para nombrar al rey.

—En nombre de la Corte Real de La Unión Monárquica Mágica y del pueblo de la Legión de Oro, nombraré a Alexander Grindelwald Griffith el legítimo y actual Rey de La Legión de Oro… que tenga mucha suerte y sabiduría para tomar esta responsabilidad, señor Alex.

—¡Qué viva el rey Alexander! — exclamó uno de los espectadores.

—¡Qué viva el rey Alexander, qué viva el rey Alexander! — repetían los demás pueblerinos.

Alex se sentó sobre el trono y con la ayuda de Stunt y Asgot le colocaron la corona de Rey.

—Felicidades, majestad. — dijo Stunt con una sonrisa de orgullo en su rostro.

Los espectadores aplaudían ante el nombramiento de un nuevo rey por fin en su pueblo.

Algunas horas después de la celebración, Claud se dirigía hacia el reino escoltado por un par de guardias, entró y se encontró con su hermano.

—Gracias por traerlo, muchachos, por favor les pido que nos dejen a solas.

—Sí, majestad. — contestaron ambos para luego marcharse.

—¿Cómo te sientes? — preguntó el rubio a su hermano mientras le entregaba una cerveza.

—Aún duele… no me hago a la idea de que me falta un maldito brazo. — contestó Claud tomando la cerveza para luego seguir a Alex hasta una pequeña mesa con sillas.

—Es curioso como este lugar me recuerda a muchos de mis amigos, tuve uno que también perdió su brazo.

—¿Y dónde está ahora? — preguntó Claud.

—Ah no sé, congelado en algún lugar del planeta tierra… — contestó el rubio para luego dar un sorbo a su cerveza.

—Padre estaría orgulloso, Alex… yo lo estoy. Sé que no sirve de mucho, no pudimos crecer juntos debido a mi estupidez pero te sigo queriendo como mi hermano que eres.

—Eso ya es pasado, Claud, solo debemos vivir el presente, me gustaría que estuvieras en él.

Claud observó a Alex y luego asintió con su cabeza.

—Reconsideré lo que me ofreció la Corte Real y decidí cumplir mi condena así que dudo que pueda estar en tu presente, hermano.

Alex dio un último sorbo a la cerveza y luego dejó el vaso en la mesa.

—Lo más probable es que terminando esta conversación te lleven a prisión así que quiero darte algo.

El rubio sacó una pequeña corona de su bolsillo y la entregó a su hermano.

—¡No jodas! ¿Es la que usaba de niño? — preguntó Claud mientras la recibía.

—La conservé por muchos años porque creía que algún día llegaría el momento para dártela y bueno, acá estamos.

Claud se acercó para darle un abrazo a su hermano por algunos segundos y luego se separó.

—Vaya que voy a extrañar este lugar y sus cómodas camas, la prisión es una mierda.

—Ah pero no volverás a esa prisión, olvidé comentarte…

Claud observó a Alex de forma seria.

—¿Comentar qué? — preguntó el peligris.

—¡Soldados, déjenlos pasar! — exclamó el rubio.

Las puertas se abrieron y dos figuras encapuchadas entraron donde se encontraba Alex y Claud.

—Claud, la Corte Real me permitió hacer esto para ti… no volverás a esa prisión oscura y aterradora si no que cumplirás tu condena en el MACUSA, bueno, ella sabe más o menos de que se trata.

—Es un gusto conocerlo, señor Claud, mi nombre es Ruth Strigoi —Dijo aquella mujer mientras sacaba la capucha de su cabeza. — Soy la directora de la AEM y estoy aquí para escoltarlo hasta el MACUSA donde formará parte de un nuevo proyecto para la protección del mundo mágico.

—¿AEM, MACUSA? ¿Qué carajo?

—La señorita a mi lado le explicará de camino, lo esperaremos afuera y partiremos cuando esté listo.

Ruth junto a la otra figura encapuchada caminaron hasta la salida.

—Se ve confundido, su cara es la misma que la de un niño de once años cuando le dicen que tiene poderes mágicos. — dijo la mujer al lado de Ruth.

—¿Cómo las nuestras en el Orfanato? Recuerdo que cuando la leíste me preguntaste si en realidad la carta iba para Alie Dumbledore.

Ambas rieron y siguieron su camino hasta la salida.

Claud y Alex se quedaron dentro del reino.

—Son viejas conocidas, peleé junto a ellas en La Batalla de Los Entes del setenta y seis… estarás mejor con ellas que en cualquier otro lado, confía en mí. — dijo el rubio a su hermano.

—Claro, confiaré en ti. Gracias, su majestad, por esta oportunidad. — dijo el peligris mientras retrocedía de espaldas a la puerta, luego se giró para dirigirse a la salida. —¡Ojalá esto sea una buena idea Alex porque si no, sé donde encontrarte! — añadió para luego reír.

El rubio también sonrió ante el acto de su hermano.

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