Capítulo 10: La Profecía.
Han pasado algunas horas desde lo sucedido en el reino de La Legión de Oro, Sven se encontraba curando la pierna de Alex que había sufrido un gran golpe en aquella batalla.
—Se pondrá bien en días, incluso horas solo debes relajarte y no mover la pierna. — dijo Sven.
—Gracias… — susurró el rubio acomodando su cuerpo sobre un sofá viejo.
—Stunt se quedará cuidando la entrada, no hay amenazas cercanas. — se acercó Asgot hablando.
—¿Qué es este lugar? — preguntó Alex dando una vista más profunda de la sala en la que se encontraba.
—Un refugio que nos mantendrá a salvo mientras planeamos cómo recuperar el reino. — contestó Asgot mientras tomaba una manzana de la mesa para llevarla a su boca.
Alex hizo una mueca ante la respuesta del pelinegro.
—Hay algo de lo que debemos hablar. — dijo Sven. — Tú padre sabía que todo esto pasaría… tiene sentido las palabras de ese día.
—¿De qué hablas? — preguntó nuevamente Alex.
—Antes de morir tu padre dijo que encontraríamos este lugar… no lo dijo de esa manera específicamente pero nos dio a entender eso a Stunt y a mi.
—¿Crees que él sabía que pasaría todo lo que está sucediendo?
—Tú padre era un hombre muy sabio, quizá tenía previsto esto, no me extrañaría que así fuera.
—En mi viaje con Stunt no logramos cumplir nuestro objetivo, buscábamos la profecía perdida de La Legión de Oro. — dijo el rubio mientras hacía una mueca de dolor.
—¿Existe una profecía? — preguntó Asgot, curioso.
—Quizá sea la respuesta a todas las preguntas, joven Grindelwald.
—Saldré a buscar más pistas en unas horas, tenemos que encontrarla.
—Sí necesitan ayuda… — agregó Asgot a la conversación.
—Seis ojos son mejor que dos. — contestó Alex invitando al joven pelinegro y a Sven a unirse a su búsqueda.
—Será un placer ayudarle, señor. — contestó el más viejo del grupo.
Todo estaba oscuro, se escuchaban simplemente las voces de tres, tal vez cuatro personas hablando entre sí al mismo tiempo. Claud abrió sus ojos levemente, sentía como arrastraban su cuerpo por el frío suelo hasta dejarlo en una celda pequeña e incómoda.
—El señor Elig ordenó dejarlo acá hasta nuevo aviso así que hay que informarle.
—¿Sus heridas fueron curadas?
—A ver, hicimos el intento, no soy médico…
Todos comenzaron a reír luego de esas palabras.
El ambiente se tornó oscuro nuevamente para el peligris quien se había desmayado por segunda vez.
—Yo lo haré, solo vigila la entrada. — se escuchó decir a una voz.
Los pasos de alguien se hicieron presentes y una pequeña luz se encendió en aquel lugar oscuro para iluminar la cara de aquella persona.
—Espero no haber causado mucho desastre. — dijo Elig con un plato de comida en su mano.
—Sácame de aquí ahora, idiota. — contestó Claud con pocas fuerzas.
Elig comenzó a reír levemente.
—Tú problema siempre ha sido ese, la agresividad, lo terco que siempre has sido. Sé que tu plan no era salir de una celda para caer en otra pero no me hiciste las cosas fáciles… yo no quería esto para ti, amigo.
Tras terminar de dar su pequeño discurso, Elig empujó aquel plato de comida hasta dentro de la celda y lo dejó en el suelo.
—Para que sepas, la celda en la que estás posee magia para evitar que escapes de una manera ridícula así que será mejor que no lo intentes o podrías quedar sin una extremidad… siendo positivos.
—Voy a dejarte a ti sin extremidades cuando salga de aquí, eso te lo prometo.
—Suerte con eso, amigo. Hablaremos después, tengo una importante reunión. — contestó Elig para luego retirarse del lugar.
Quedaban un par de horas antes de que amaneciera, Sven había salido a la entrada principal para hablar con Stunt sobre el plan que se pondría en marcha en algunos minutos.
—¿Estás seguro que no quieres ir con Alex? Le encantaría tu compañía..
—A pesar de que tienes razón algo me dice que mi deber es cuidar este lugar…
—Es lo que el rey Stephen hubiera querido. ¿No? — dijo Sven.
Stunt solo asintió con su cabeza y una media sonrisa se dibujaba en su rostro.
Mientras ambos hombres mayores platicaban, dentro de aquella pequeña cabaña se preparaban Alex y Asgot. El pelinegro limpió su arco y flechas mientras el rubio sólo se encontraba sentado mirando hacia el suelo.
—Así que, tu hermano… ¿Crees que haya muerto? — preguntó Asgot para romper el silencio.
—No, el bastardo es lo suficientemente fuerte para mantenerse vivo. — contestó Alex riendo.
—Sven me contó cosas sobre ti.
—¿Cómo cuáles? — preguntó Alex.
—Bueno, que eres el heredero al trono, que serías un buen rey pero no aceptas porque tienes miedo de no saber tomar las riendas.
El rubio rió levemente mientras negaba con su cabeza lo que escuchaba, luego habló.
—Tonterías, va más allá de eso…
Se hizo un pequeño silencio en el lugar, Asgot notó algo raro en los ojos de aquel hombre rubio.
—También me contó que… aparte de tu padre, tu hermana también murió.
—Sí, mis hermanas de hecho, las tres.
—Bueno pero. ¿Aún tienes madre, no? — preguntó Asgot.
—No, murió hace mucho también, la mató una bacteria mágica.
—¿Y un mejor amigo?
—Amiga en realidad… tengo mucho que no sé de ella.
—Entiendo porque quieres hacer esto, la combinación de sentimientos te motivan pero… ¿Estás seguro de poder manejarlo?
—Claro que sí, he lidiado con cosas más grandes… salvé al mundo mágico con las personas que quiero, formé parte de un grupo de magos excepcionales, luchamos contra magos y criaturas poderosas, conviví con los que eran mi familia de una manera icónica… — contestó Alex con nostalgia y sentimiento. —Elig sólo es un nombre más que agregaré a mi lista de imbéciles, recuperaré lo que por herencia me pertenece.
—¿Y si él gana? — cuestionó el pelinegro.
—Sí gana entonces… todo lo voy a perder.
Sven entró a la habitación interrumpiendo la conversación de ambos muchachos.
—¿Todo listo? — preguntó mirando a ambos.
—Listo señor. — contestó Asgot.
Alex asintió con su cabeza mientras limpiaba con disimulo la lágrima que caía por su mejilla
Elig se encontraba sentado sobre una gran mesa redonda con varios soldados protegiendo su integridad, tras algunos segundos de espera la gran puerta se abrió y más soldados aparecieron escoltando a un hombre a sus espaldas.
—¡Rey Carvey! Es un placer tenerlo con nosotros acá. Me alegra que haya aceptado la visita.
—Su plan me pareció interesante, por eso acepté venir. Veo que ya lleva un poco más de la mitad concretado… o al menos la primera parte. — contestó Carvey mientras se sentaba en una de las sillas frente a la mesa.
—Avanzamos lentos pero seguros. ¿Hablamos de negocios?
—No es necesario montar una charla tan extensa ni formal, sabemos a lo que vamos. Envía tus tropas a Aquamaris… mi gente ya fue vencida por esas criaturas de agua.
—Y tú te quedarás con la riqueza que hay en MbóiPorã… ¿No es así, Carvey? — preguntó Elig con una sonrisa sarcástica en su rostro.
—Es obvio que repartiremos las ganancias, MbóiPorã está muy vulnerable con la muerte del rey Jasy, es oportunidad para atacar.
—Está bien, envía tus tropas allá pero debes tener cuidado. Escuché que alguien estará tomando pronto el mandato del reino y con él, el manto de la Mantra Oscura.
—Nunca tuve miedo de esa criatura… — susurró Carvey.
—Entonces el plan está listo, llegó la hora de concretarlo. Mantenme informado, por favor y si necesitas recursos no dudes en llamarme. — dijo Elig mientras se levantaba de la mesa hacia la salida. —¡Es hora de qué el mundo conozca a su próximo gobernante! El rey de Oro… — agregó entre gritos y risas.
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