Capitulo 9
Evangeline tenía mucha ilusión de ver la tercera prueba, había estado hablado con George emocionada por saber quién sería el campeón del torneo, el Gran Comedor estaba repleto de personas que murmuraban pero para su mala suerte no podría quedarse mucho tiempo, la luna saldría en cualquier momento.
—¿Que crees tu, Fred?—Pregunto mirando a su otro amigo.
—10 galeones por Víktor.—Sonrió antes de devorar una tarta de limón.
—Mamá vendrá, le agradará conocerte.—Habló George emocionado.
—Claro que si, no para de escribir cartas sobre ti, Eva.—Ginny sonrió molestando a su hermano.
Ron bufó mirándola con desprecio, cosa que Evangeline notó sintiéndose un poco lastimada;—¿Qué sucede, Ron?—Se arriesgó a preguntar pero por obvias razones lo único que recibió a cambio fueron insultos.
—¿Qué sucede? Que no entiendo como es que mi tonto hermano está muriendo por alguien como tú, nadie se da cuenta lo peligrosa que eres algún día nos terminarás matando a todos... Ese tonto apodo "Eva" parece que no hicieras daño a nadie.—Se quejó.
—Nunca los lastimaría...—Tragó saliva intentando no llorar.—Yo... Yo...
—No te creo para nada, todas las serpientes son iguales y no te hagas la inocente poniendo esa cara, no creo que la hayas puesto cuando mataste a una persona y por eso te mandaron a Azkaban... Las personas crueles como tú...
La cabeza de Evangeline dio vueltas, las palabras que alguna vez su padre le había dicho regresaron escuchándolas salir de la boca del Weasley.
—Papá, por favor.—La pequeña Evangeline estaba en un rincón del cuarto mirando como su padre la apuntaba con la varita.
—Mordiste al señor que amablemente vino a jugar contigo, eres una escoria y una persona cruel... y las personas malas merecen un castigo.—Sonrió mientras reía, de fondo de podía escuchar un gruñido en su garganta.
—Lo siento, seré buena lo prometo.—Lloró suplicando que no lo hiciera.
—¡Crucio!
Un pequeño y casi inaudible grito salió de la boca de ella, sintió sus mejillas profanadas por un par de lágrimas en cada una, el rostro de enojo de Ron pasó a ser uno de redención.
—Fue un gusto hablar con ustedes, pero tengo que marcharme.—Sonrió mientras limpiaba las lágrimas de su mejillas.
—¡Eva!—George la llamó a la distancia.
Pero ella no respondió, camino a paso apurado del lugar comenzando a llorar no por el idiota de Ron Weasley, si no por los recuerdos que la atormentaban ¿Lo harían de por vida?
—Evangeline.—Draco Malfoy se acercó siendo seguido por Blaise y Pansy.—Evangeline, ¿Por qué lloras?
—Draco, déjala no creo que quiera...—Pansy celosa intento quejarse pero Zabini la miró mal haciéndola callar.
—Por favor, háblame.—Suplico pero ella no podía.
Suspiró rendido y la tomó entre sus brazos apegándola a él con cariño, juraba que el idiota que la había hecho llorar lo pagaría demasiado caro. Evangeline era importante para Draco, era su familia y nadie lastimaba a su familia.
—Evangeline... ¿Tomaste tu poción?—Pregunto en un susurro.
Ella asintió sin quererlo dejar ir, se sentía un poco mejor al tenerlo consigo.
—Odio estos días... Odio mi vida.—Chilló entre dientes.—Draco, ¿Alguna vez seré feliz?
—Lo serás Evangeline, me asegurare de que lo seas.—La dejo de abrazar mostrándole una sonrisa.
Esa misma noche, Evangeline se marchó al bosque para dirigirse a cazar, su forma de lobo estaba molesta y quería comer algo para así saciarse, lo que no sabía es lo que pasaría en ese momento.
No sabía cómo George y Fred la buscaban por todas partes del castillo, o como Hermione regañaba a Ron por su falta de empatía.
Tampoco sabía lo que la tercer prueba traía consigo, Voldemort y la muerte de Cedric Diggory, sus últimos días los tuvo que pasar fuera de Hogwarts por lo que tan solo se enteró de lo ocurrido por los murmullos de los estudiantes marchándose, ¿Qué haría? No tenía un lugar para dormir y sabía que Hogwarts cerraba durante el verano.
—Señorita Evangeline.—Llamó el anciano guiándola hasta su oficina.
—¿Qué está sucediendo Director? ¿Como que un estudiante murió?—Tembló.
—Tranquila, de momento tienes que preocuparte por ti.—Aclaró la garganta haciendo que un hombre pase.—No puedes quedarte aquí y no puedo mandarte sola a ningún lado, tu estado de licántropa es peligroso sin una poción.
—El es Remus Lupin, se ofreció a cuidar de ti durante estas vacaciones.—Lo presentó.
Aquel hombre tenía un simpático bigote y ropa algo desgastada pero su sonrisa era serena y amigable, Eva lo miró un poco curiosa.
—Es un gusto conocerte, Evangeline.—Le extendió su mano.
Por alguna razón, Evangeline no le tuvo miedo, al contrario sintió una aura de seguridad recorrerla entonces correspondió estrechando su mano.
—El gusto es mío señor Lupin.
—Por favor, llámame Remus.
—Entonces usted puede llamarme... Eva.—Habló con alegría.
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