Capitulo 16
Su último día de transformación había sido horrible, al parecer había chocado contra las paredes haciéndose más daño del que le hubiera gustado, aún recordaba como la habían llevado a aquel horrible lugar nuevamente.
—No puedo regresar ahí, no he lastimado a nadie.—Tembló.
—Ese no es mi problema, ahora es el suyo.—Sonrió victoriosa.—Zabini, Goyle.
Ambos chicos Slytherin le quitaron su varita rompiéndola con una sonrisa de oreja a oreja, pronto la tomaron de los brazos sacándola del despacho en dirección a la oficina del ex director. En el camino muchos miraban curiosos lo que pasaban ya que Umbridge se había encargado de poner la noticia en boca de todos.
—¿Ha matado a alguien de nuevo?
—¡Asesina!
—Es peligrosa, cuidado.
—¡Asesina!
—Le han roto su varita, mira.
—¡Eva!
La antes nombrada al ver a George comenzó a moverse con fuerza de los brazos de los Slytherin. El pelirrojo la tuvo tan solo un momento en el que ella con sus ojos cristalizados pidió ayuda.
—George, dicen que soy una criminal.—Murmuró.—No he hecho nada malo.
—Lo sé.—Intento calmarla.
—Por favor, ayúdame...
—Camina.—Zabini la volvió a tomar del brazo llevándosela consigo.
Eva miró la rayada y sucia pared y luego miró sus manos, quería pedir ayuda pero sabía que no habría nadie que la rescatara de aquel horrible lugar.
—George...—Susurró, al acomodar su cabello sintió aquel lazo otorgado por su única figura paterna.—Remus...
Entonces escuchó la desquiciada voz de los crimínales gritar, algunos iban a recibir el beso del dementor ese día cosa que le aterraba. Cubrió sus oídos apretando sus ojos intentando evitar aquel sonido.
—¡No tienes idea de quién soy!
Ahí iba de nuevo, Lucius Malfoy intentando salir de aquel lugar con su ya manchado nombre, quería darle un abrazo a Draco. Entendía lo duro que debía estar siendo para el no ver a su padre y saber que estaba en un lugar como Azkaban.
—Levántate, Eva.—Una suave voz comenzó a resonar en su cabeza.
—Mamá.—Murmuró.
Sabía que no era real, aún tenía un poco de inteligencia en su cerebro, también sabía que los que estaban mucho tiempo dentro de Azkaban morían o terminaban locos.
—No estás sola mi niña.—La pálida mujer apareció frente a ella.—Estoy aquí.
—No eres real, basta.—Miró a otro lado.
—Soy real, dentro de tu cabeza.—La mujer nuevamente apareció esta vez a su lado.
—¡Largo! ¡Vete no quiero verte, no quiero escucharte!
—Estas siendo grosera, Evangeline.
—¡No eres mi madre, ella murió, papá la asesino!
—Eva...—Cantó el nombre de su niña.—Eva...
—¡Para! ¡Cállate!—Con sus manos apretó su cuero cabelludo lastimándose así misma.
—Eva...—Continuó.
—¡Por favor detente!—Comenzó a lagrimear.
—Eva.—La voz de otra persona la trajo a la realidad.
Al levantar la mirada encontró a Remus junto a una chica de cabello color chicle, ambos la miraron con cierta preocupación.
—Papá.—Lo abrazó comenzando a llorar.
La chica lo miró sorprendida, Remus nunca había comentado que tuviera una hija.
—Vámonos de aquí.—El ex profesor la ayudó a levantarse.
Sus manos temblaban, su piel estaba severamente lastimada e infectada, su alborotado cabello no pasaba desapercibido tampoco.
—Ella me habló, apareció frente a mi, no es real, no es real, no es real.—Comenzó a susurrar mientras jugaba con sus temblorosas manos.—¡No es real!
—¿De quien hablas?—Lupin la vio con curiosidad, Evangeline había comenzado actuar realmente extraño.
—Mi madre...—Comenzó a reír.—Canto para mi, como cuando era pequeña.
—Remus, hay que llevarla a San Mungo.
—Tienes razón, Tonks.—Hizo una mueca al ver su pálido rostro.
La risa de Evangeline comenzó a resonar por las celdas de Azkaban, algunos presos la siguieron tornando un ambiente tenebroso, las carcajadas de los dementes llenaron el lugar.
—Vamos.—Remus le extendió su mano a Tonks para transportarse fuera de aquel horrible lugar.
Nymphadora trago saliva y la sostuvo con miedo, ¿Como podría ser posible que alguien tan joven como Eva ya había pasado dos veces por ese lugar sin enloquecer? O bueno, lo último estaba por responderse.
Casi en un pestañeo estaban en San Mungo, las brujas y sanadoras corrían de un lugar a otro en busca de las habitaciones de sus enfermos, Evangeline se apego a Tonks quien la abrazó por los hombros sin importarle cuán sucia podría estar.
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