Capítulo 8: "Un escape puesto a prueba"

—Tenemos que regresar a buscarla —dijo la mujer.

—Ella no debe tardar, seguro está cerca —aseguró Geoff luego de tragar el bocado que tenía en la boca..

—No debimos dejarla desde un principio —debatió el hombre—, tal vez ya la capturaron.

—Con todo respeto, Khoni es más fuerte de lo que creen —Geoff se mantuvo calmado y siguió comiendo de su emparedado.

Madre, padre y el científico yacían esperando en la entrada del almacén. El cielo comenzaba a aclararse y la tranquilidad que había en la calle solo hizo que la espera sea más tensa de lo normal.

El vehículo en el que vinieron estaba estacionado a unos metros de ellos, con Naydhan dentro, durmiendo. Su hora de irse a la cama estaba por convertirse en su hora de despertarse para ir a la escuela, aunque no había vuelto a ir desde que su hermana desapareció.

Antes de llegar al destino hicieron una parada en la única panadería que encontraron abierta a estas horas y Geoff les pidió a los padres que les prestara dinero para comprarlo, que él y también su hija lo iban a necesitar con urgencia. Le separó cinco a Khoni y se comió los otro cinco que quedaban.

La mujer y el hombre se quedaron viendo al joven, como si recién se dieran cuenta que no lo conocían.

—Creo que por las circunstancias no pude presentarme. —Se aclaró la garganta y limpió su boca de las migajas que pudieron haber quedado—. Soy Geoff, un… amigo de Khoni. Mucho gusto. —Estrechó la mano con los padres.

—¿De dónde conoces a mi hija? —inició el padre.

—De la capital… —Se pensó bien cómo la continuaría—. Concordamos en un tour, yo era el guía y ella se mostró verdaderamente interesada… en la ruta.

El padre no bajó la guardia y lo estudió por si encontraba algo que le dijera si podía confiar en él.

—¿Por qué acompañaste a mi hija a casa? ¿O eso está incluído en el tour?

—Es complicado. —Asintió ligeramente—. Vi que necesitaba transporte para regresar y me ofrecí a traerla.

—Entonces usted la trajo. —El padre se cruzó de brazos— ¿Se puede saber cómo?

—Eso también es complicado de explicar. —Hizo muecas—. Mejor esperemos a que vuelva su hija para que ella se lo aclare.

—Ya hemos esperado aquí demasiado tiempo —intervino la mujer, intranquila—, está por amanecer y ella aún no viene, ¿seguro que sabe que nos encontraríamos aquí?

—Ella misma sugirió este lugar —contestó Geoff—, y ya creo saber la razón.

—Eso es todo. —El padre caminó hacia el auto—. Iré a buscarla.

El ruido de un motor rompió la quietud del lugar, se trataba de una camioneta todo terreno, similar a la que usaron para cruzar las afueras, que se acercaba a máxima velocidad. Los tres rápidamente se hicieron a un lado al notar que este no se detendría y le dieron paso a que derribara de un solo golpe las puertas del almacén e ingresara al interior.

El vehículo bajó la velocidad hasta detenerse cerca de la pared de cemento que los jóvenes atravesaron hace unas horas. Naydhan salió del auto y se acercó a su padres para mirar desde afuera.

Geoff fue el primero en entrar. Corrió hacia la camioneta y sonrió al ver salir a Khoni de esta. Ella se sentía débil y mareada y estuvo por caer pero el joven la sostuvo a tiempo.

—Creo fui yo quien subestimó esos dardos tranquilizantes —balbuceó.

—¿Lograron darte?

—Sí, como siete veces, pero me dejé atinar para poder noquearlos. Es que creí que no me harían nada.

—Khoni —exclamó la mujer y le arrebató de las manos a Geoff para cargarla ella misma—, cariño, ¿pero qué te hicieron?

—Mamá, estás bien. Me alegra que no te haya pasado nada.

—Ella está bien —Geoff se dirigió a la mujer—, está algo mareada por el tranquilizante, pero se le pasará en unas horas.

La madre asintió con pena mientras la abrazaba, y se prometió que no volvería a despegarse de ella. El padre acarició la cabeza de su hija y el hermano le tomó de la mano.

—Tenemos que irnos ahora mismo, ellos no tardarán en averiguar que vinimos aquí —informó el científico.

La mujer ayudó a Khoni a entrar al auto y la recostó en el asiento trasero. Ella estuvo por entrar también pero Geoff la detuvo.

—Vamos a necesitar ambos autos.

—¿Por qué? —cuestionó la madre, casi ofendida de no darle pase.

—A donde iremos necesitaremos todo el oxígeno posible, si todos vamos en un solo auto no lo lograremos.

—¿Oxígeno posible? ¿Pero de qué estás hablando? —dijo el padre sin paciencia.

—Vamos a cruzar los límites de la ciudad, como sabrán, allí el oxígeno es mortal —explicó con rapidez—. Estos vehículos están equipados con un tanque de oxígeno, si estuvieran llenos tendríamos de sobra pero estoy seguro que esos hombres lo usaron para llegar hasta aquí sin ser vistos.

—No entiendo nada. —La madre negó.

—Le explicaré todo en el camino, pero por ahora confíen en mí —dijo Geoff con total sinceridad, mostrando la importancia en el asunto—. Ustedes usen la camioneta con la que vinimos y yo usaré esta.

—No dejaré a mi hija con un extraño, ni siquiera te conozco —aseguró el hombre.

—Le doy mi palabra de que la cuidaré bien. —El padre no se convenció—. La protegeré como a mi propia vida y más allá de eso.

Finalmente asintió, presionó el hombro del muchacho y sujetó a la mujer para llevársela.

—Yo quiero estar con Khoni —la voz del pequeño se escuchó.

Los padres se detuvieron y lo miraron.

—Cuida bien a tu hermana —le dijo su madre.

—Lo haré. —Y entró al auto.

—Usen el canal seis de la radio —gritó el científico mientras se alejaban.

Geoff sacó la tarjeta verde del bolsillo al recordar que Khoni se lo devolvió luego de usarla. Buscó el panel característico y localizó una tela que se camuflaba con la pared, la quitó y allí estaba. Introdujo la llave y subió al vehículo mientras la puerta se iba abriendo. Los padres se colocaron detrás del joven y esperaron a que les guiara el camino.

La puerta se abrió en su totalidad y Geoff arrancó.

Uno por uno iban pasando los niveles y recibiendo la limpieza debida hasta llegar al otro lado, la última pared se abrió y ambos vehículos salieron al exterior.

—¿Pueden oírme? —habló el científico por el radio.

—Sí, podemos oírte —contestó la mujer— ¿Cómo se encuentra Khoni?

—Sigue inconsciente —dijo Naydhan, quien iba en el asiento del copiloto.

—Bien, Geoff, es hora de que nos digas lo que sucede —pidió el hombre.

—Sé que dije que les explicaría todo pero debemos conservar el oxígeno lo más que podamos, lo mejor será solo hablar cuando sea realmente necesario.

—¿En cuánto tiempo llegaremos a dónde sea que vayamos?

—Un día y medio, dos como máximo, uno si vamos realmente rápido y sin descanso.

—Entonces más te vale que le des al acelerador.

***

—¿Estamos siguiendo las vías del transbordador? ¿Es a la capital a dónde nos dirigimos?

—Así es.

—Haberlo dicho antes, pudimos llegar en menos tiempo en un transbordador —comentó el padre.

—De seguro habrían hombres esperándonos, esta es la ruta más segura y es menos probable que la usen porque les quitamos su medio de transporte. Le recuerdo que el radio es solo para mensajes importantes o urgentes.

No hubo respuesta.

—¿Puedo preguntarte algo? —curioseó Naydhan.

—¿Es importante o urgente?

—¿Mi hermana está enferma?

—¿Por qué lo preguntas? —Le dio un vistazo.

—Sus ojos… están diferentes. —La observó dormir.

—Ella es diferente, pero recién lo empieza a recordar.

—¿Diferente? ¿Diferente cómo? ¿Lo dices por qué es adoptada?

—¿Qué dijiste? —El joven se removió de su asiento.

—Mi padres nunca hablan de eso pero quisieron decírmelo para que no haya secretos entre nosotros. Aunque no compartamos sangre, compartimos la misma esencia, somos hermanos de esencia hasta la muerte —se defendió Naydhan con seriedad.

Geoff sonrió de lado y le echó una ojeada a la muchacha durmiente.

—¿Cuánto falta para que despierte? —quiso saber el pequeño.

—Lo más probable es que otra pesadilla lo haga pronto, solo tenemos que esperar.

***

—Menos mal que quedaron emparedados —dijo Geoff a ver a Naydhan comer con ansias.

La noche estaba cayendo y el viento errático no dejó de soplar.

El pequeño partió el emparedado y lo acercó a la boca del joven.

—Tú lo necesitas más que yo —aseguró el pequeño.

El científico lo recibió sin nada más para poder decir.

—Khoni lo necesita más que yo, ella todavía no ha comido nada.

—Entonces nos aguantaremos el hambre por su bien —afirmó Naydhan.

A Geoff le resultó adorable lo maduro que intentaba verse el pequeño y suspiró ante el pensamiento de lo que sería tener un hermano como él.

Khoni, de manera tempestiva, se incorporó del asiento que hizo saltar del susto a su hermano.

—Tus pesadillas sí que son puntuales —comentó el joven—, en un par de horas llegaremos a la capital.

—Hermana, ¿cómo te sientes?

—Mejor. —Se acarició el cuello—. Algo adolorida y demasiado hambrienta.

Naydhan saca los emparedados sobrantes de la guantera y se los entrega.

—¿Abrieron una tienda de emparedados en las afueras?

—¿Hermana, estabas teniendo una pesadilla?

—¿Ah?

—Él dijo que tenías una pesadilla.

Geoff fingió no escuchar la conversación y mantuvo la mirada fija en el camino.

—No, no estaba teniendo una pesadilla —negó rápidamente—. Yo solo dormía con tranquilidad y sin ningún sueño molestándome. Geoff solo estaba bromeando.

—Te veías asustada cuando te levantaste.

—Debió ser un efecto del tranquilizante.

El pequeño asintió como lo hace cada vez que escuchaba una charla de adultos y no entendía de lo que hablaban.

—¿Hermana?

—¿Sí, Dani?

—¿Los ojos cambian de color cuando uno es adoptado?

—¿Qué? —Lo miró con confusión.

—Eso fue lo que...

—Miren —el científico levantó la voz—, llegamos. Estas camionetas deben ser último modelo ya que nos trajeron a mitad del tiempo. —Sonrió.

Khoni dirigió la vista hacia la vista que tenían adelante. Rascó su pecho, cosa que hacía cada vez que estaba nerviosa por algo.

—¿Seguro que es aquí? —preguntó

—Las vías terminan en este tramo, claro que estoy seguro.

Se apegó a la ventana de la derecha y se puso a buscar algo que le fuera familiar. Sus dedos seguían frotando su pecho. Algo no lo sentía bien.

Una luz roja floto en su delante y comenzó el proceso.

La puerta se abrió y prosiguieron a entrar.

—¿Qué tan lejos está el santuario? —Mantuvo la vista en los fluorescentes encendidos a su costado.

Geoff suspiró, sospechaba que era ahí a donde ella tenía planeado ir desde el principio.

—Con estos vehículos llegaremos en cuestión de horas.

La muchacha padecía de una fuerte comezón que le perturbaba y no le permitía detenerse. Pero se restregaba con tal desespero que más parecía que excavaba para llegar hasta dentro.

«Se te acaba el tiempo»

Khoni cerró los ojos y agitó la cabeza, ahora no era momento de ponerse a alucinar con eso de escuchar voces extrañas.

Se encontraban a medio camino, pasando cada nivel de limpieza del túnel.

—No creo que podamos ir por la ciudad —continuó diciendo el joven—, tendremos que usar carreteras no muy usadas, mantenernos lo más lejos posible de la gente.

«Se te acaba el tiempo»

Presionó su cabeza, quería callar los ruegos, no los aguantaba. Inhaló y exhaló lentamente, buscando calmarse. Y repitió en su mente que las voces no eran reales.

Se fijó que estaban a unos metros del final del túnel y tocó su pecho al sentir que algo le presionaba.

—Espera —susurró, pero Geoff no la oyó.

—Es posible que haya hombres allí, en ese caso no quedará más opción que pensar en un nuevo plan.

La puerta a la entrada a la capital se levantó y dejó que la brillante luz del día se filtrara.

—Geoff, espera...

—Aunque si creo saber la razón por la que quieras ir a ese lugar deberemos noquear a los tipos.

«¡Se te acaba el tiempo!»

—¡No avances! —Cerró los ojos, no quería ver lo que fuera que hubiera.

Ambas camionetas se detuvieron encima del campo verde.

—Oye, ¿te sientes bien? —El joven se volvió hacia ella.

Ella abrió los ojos con temor y examinó su alrededor. Los arbithias y todas las planthias estaban en su lugar, tan normal como la última vez que estuvieron allí.

—Ya no estoy tan segura de saber la respuesta a esa pregunta —dijo, aún inspeccionando lo que había afuera.

—Tienes que dejar de resistirte y acéptalo de una vez —exigió.

—¿Aceptar qué? —Fijó la vista en la ventana.

—Lo que eres —contestó—. Lo que eras. Lo que serás siempre.

—¿Y si eso solo haría que el dolor se vuelva más insoportable?

—No hay nada más insoportable que esforzarte en negarle al mundo tu identidad. —Se reacomodó para seguir conduciendo—. Créeme.

Khoni cerró los ojos, lo mejor sería que descanse un poco.

Ellos continuaron avanzando, sumergiéndose en el bosque.

—Wow, ¿en dónde estamos? —Naydhan estaba impresionado.

—¿Te gusta? —preguntó Geoff con una sonrisa.

El pequeño asintió y siguió observando, maravillado al ser su primera vez viendo algo así.

—Oye, muchacho cuyo nombre no recuerdo, si ya entramos significa que podemos hablar con tranquilidad, ¿cierto? —se escuchó la voz amarga del hombre.

—Ah, lo siento, señor, olvidé avisarles. Solo apaguen el tanque de oxígeno y abran las ventanas.

—Sé que eres amigo de mi hija pero aún así no me agradas.

—Papá, intento dormir —pidió la muchacha sin abrir los ojos.

—¿Khoni, ya despertaste?

—Cierto, también olvidé avisarles de eso —dijo el joven con una mueca—. Lo siento.

—No me agradas en lo absoluto. ¿Al menos puedes decirnos en dónde nos encontramos?

—Estamos cerca de la estación.

—¿Centrix? ¿Y por qué estamos yendo allá?

—Nos dirigimos a otro lugar, señor. Usted solo continúe siguiéndome.

—¿Continuar siguiéndole? Ni creas que lo haré hasta que me digas a dónde vamos.

—Papá, por favor —intervino Khoni, sin ánimos para escuchar quejas.

—Nada que por favor. Primero desapareces y no te volvemos a ver en varios días pero cambiada, luego nos atacan en nuestra casa unos extraños con dardos tranquilizantes, y ahora usamos túneles secretos para entrar y salir de ciudades. ¿Cómo esperas que estemos tan tranquilos cuando ha pasado todo esto y ustedes no nos quieren decir lo que sucede?

El padre detiene el auto y Geoff también lo hace al darse cuenta.

—Ahora, antes de ir a algún lado, explíquenos lo que está pasando.

—¿Quieres que te de una explicación? Entonces tú dame una a mí primero —dijo con severidad—. Le mentí a mamá, si fui a verte.

—¿Fuiste? ¿Y por qué me dijiste que no? —preguntó la madre, desorientada.

—Por lo que vi. Tú sabes a lo que me refiero, ¿verdad, papá? Sabes de lo que estoy hablando. Así que explícamelo. —Tragó saliva, pero supo que ya no había vuelta atrás—. Porque he intentado con cada partícula de mi ser encontrarle sentido, de modo que no rompa la imagen que tengo de ti, que no haga añicos la admiración que te he tenido por varios años. Explícamelo, papá, y lo que sea que me digas te creeré.

No hubo respuesta.

La muchacha se giró para ver la camioneta. Se encontró con su mirada, con unos ojos que mostraban culpabilidad. Eso derrumbó su mundo. Le dolió aún más que cuando lo sorprendió. Nunca creyó que lo vería así, que su padre tuviera ese tipo de gesto. Y no apartaba la vista. Quería decirle que lo sentía.

—Hija, yo…

Un arbithia cayó sobre la camioneta en donde se encontraban los padres.

El golpe hizo temblar la tierra y los corazones de los espectadores que presenciaron la escena.

—¡Papá! —Khoni salió del auto y fue corriendo hacia ellos.

Geoff y Naydhan la siguieron.

Ella trepó el tronco que le sobrepasaba en altura sin importarle los rasguños que se causaba y casi sonrió al ver que estaban bien, que estuvieron muy cerca de ser aplastados pero el arbithia falló.

—¡Khoni, cuidado! —gritó su hermano.

La muchacha levantó la vista justo cuando otro arbithia caía y resbaló por el impacto causado.

Geoff la llegó a atrapar.

—¿Estás bien?

—Mis padres… —Se apartó y volvió a escalar—. Cuida a mi hermano —dijo al ya estar arriba.

El segundo arbithia también falló por poco, este cayó en la parte trasera del vehículo. El espacio que había entre ambos troncos era el que usaban los padres, como si se hubieran asegurado de no aplastarlos pero si encerrarlos.

El hombre quiso abrir la puerta pero estaba atascada. Su hija trató de jalarlo pero esta no se movía.

—Salgan por la ventana.

Su padre asintió y se quitó el cinturón de seguridad. Khoni esperó para ayudarlo a salir.

Pero algo le agarró el pie. Y antes que pudiera saber lo que era, le jaló y le arrastró lejos de sus padres.

—¡Khoni! —Su padre trató de alcanzarla pero no había salido del todo del auto.

La muchacha fue levantada y dejada colgando de cabeza. Quiso ver qué era lo que le sujetaba y se sorprendió al darse cuenta que se trataba de la rama del arbithia que tenía a su lado. Esta estaba enroscada en su pie formando varios anillos, asegurándose de que no se le escape.

Detuvo la lucha por librarse al advertir movimiento debajo de ella. Las raíces del arbithia, se estaban moviendo. Y se dirigían a donde se encontraban sus padres.

El padre puso esfuerzo en salir por la pequeña ventana en la que apenas cabía al ser un hombre alto y robusto. Dejó de moverse al ver las raíces acercándose. Estas se elevaron y escalaron la puerta del auto hasta llegar a él.

—Cariño, ¿qué está pasando? —dijo la madre con voz temblorosa.

Más raíces se aproximaban desde su lado.

—No, no… —Khoni se agitó con más desespero, impulsándose para llegar a la rama.

—Hermana. —Naydhan podía verla.

Geoff escalaba el tronco tumbado para llegar a ella.

—No vengas —le exigió—. Quédate con mi hermano.

—No te voy a dejar ahí de cabeza. —Llegó a la cima y caminó con cuidado por encima para acercarse a donde estaba.

—¡Quédate con Dani! —chilló.

Él se detuvo.

Khoni pudo alcanzar la rama y se puso a destrozarla con las uñas.

—Yo puedo sola.

—Khoni, déjame ayudarte.

La rama le presionaba cada vez que quitaba parte de ella pero no se detuvo y soportó el dolor. Gimió cuando sintió que estrujaba sus huesos y aún así continuó.

—Si quieres ayudarme, no permitas que algo le pase a Dani.

Finalmente se liberó del agarre y se sujetó de la rama para no caer. Geoff se quedó ahí, observándola.

Ella se lanzó y cayó de pie, pero el dolor que tenía en el derecho, el pie en el que colgaba, la hizo caer y quedar de rodillas.

—Que esperas? —Levantó la mirada hacia él—. Ve con él.

—Lo haré, pero no te tardes. —Y descendió del tronco.

Se enderezó y puso una mueca al apoyarse del pie herido, y avanzó cojeando hasta sus padres.

—Khoni, no te acerques —ordenó el hombre, más se esforzaba por liberar a la mujer que a él mismo.

—Tú ayuda a mamá, yo te ayudo a ti. —Comenzó a tirar de las raíces.

Pegó un grito cuando algo se aferró a su pie malherido, este comenzó a escalar en ella. Respiró con esfuerzo y siguió rompiendo las raíces que rodeaban a su padre.

—Khoni, están viniendo más, no podremos con todos.

—Solo hagámoslo más rápido.

Las mujer gritó al ver que las raíces también estaban cubriendo el auto. Sin duda eran demasiadas, incontables serpientes reptaban en todas las direcciones hasta que ya no podía verse lo verde del suelo ni la pintura negra de la camioneta.

A Khoni ya la cubrían hasta la cintura. Y llegó un punto en que una capa de raíces le separaba de su padre.

—Papá! Mamá! —Arañó y arañó pero no alcanzaba a verlos.

—Khoni... —Una mano sobresalió, le pertenecía a su padre—. Tienes que irte.

La muchacha tomó la mano.

—Aún puedo sacarlos. —Arrancó una raíz.

—Si te quedas, tú también...

—Cariño, tienes que proteger a tu hermano —dijo la mujer con suavidad.

—Está a salvo, los llevaré con él. —Jaló la mano de su padre.

Por más que halaba no lo movía un centímetro, más bien este se iba introduciendo poco a poco, como si alguien más tirara de él por el otro extremo.

—Papá, sosténme bien. Sosténme.

Su padre lo hizo, por ella era que aún no se rendía. Khoni siguió tirando con el limitado movimiento que las raíces que la cubrían le permitían.

—Hija, lo siento. —Sus dedos dejaron de aferrarse a ella.

—No, no me sueltes, papá. —Cogió su mano y lo obligó a que se la estreche de vuelta—. No me sueltes, por favor. Por favor.

El brazo se convirtió en un objeto colgante y sin vida.

—Por favor... por favor...

Las lágrimas salieron, y se aferró a su padre mientras le rogaba que le tomara la mano. Puso la palma en su mejilla y lloriqueó como nunca.

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